A la Normal Rural de Mactumactzá en Chiapas la han intentado cerrar al menos dos veces. Esta es una entrevista con el profesor Pável Guevara, dirigente magisterial egresado de la Normal, que vivió en carne propia los dos episodios de cierre de la escuela.
Por Daliri Oropeza
Foto: Carlos López/Cuartoscuro
CIUDAD DE MÉXICO.- José Luis Escobar Pérez es conocido como Pável Guevara desde que estudió en la Normal Rural de Mactumactzá. El profesor atiende esta entrevista telefónica, mientras participa en una protesta en solidaridad con los cientos de normalistas que fueron reprimidos el 20 de mayo del 2021 por el gobierno de Rutilio Escandón. Aquel día arrestaron de manera violenta a 95 estudiantes y 74 alumnas sufrieron violencia sexual. Parece que la bulla le da más inspiración para responder.
Por un concurso de poesía y literatura José Luis se bautizó y lo bautizaron como Pável Guevara. Desde entonces así lo conocen.
“Estamos tomando la caseta que va a San Cristóbal, para denunciar el motivo por el cual encarcelaron a los muchachos, la inequidad del examen de admisión. Nosotros tomamos esta misma caseta y los policías no se atrevieron ni siquiera a tocarnos. Aquí estamos”, cuenta, en medio de un ambiente que describe como lúdico, mientras habla por el megáfono el secretario general de la Sección VII de la CNTE en Chiapas.
“Me considero un lector gracias a la Normal Rural Mactumatzá», dice. El profe Pável trabajó desde niño junto con sus hermanos para sostener a su familia. En 1984 ingresó a la escuela, y describe que, desde esa época, hay una embestida contra el normalismo rural. “Yo te puedo hablar, era latente en el 84”.
Pavel vivió las dos más recientes clausuras de la Normal Rural y narra a Pie de Página que la represión actual no es casual. “Hoy vivimos una efervescencia totalmente social”, dice, mientras se escucha a través de la bocina a los maestros coreando consignas.
El 12 de mayo de 2021 fue la primera protesta de normalistas contra el proceso de admisión en línea y en computadora, exigiendo que fuese ca través de examen resuelto en papel y lápiz. La Secretaría de Gobierno de Chiapas y la de Educación rompieron el diálogo. Ese día la policía estatal les lanzó gas lacrimógeno. Y luego los arrestos arbitrarios.
El profesor Guevara resalta la vocación de lucha por la cual las normalistas, luego maestra,s defienden ahora su escuela. No solo es una lucha por los derechos propios, sino de las comunidades en donde ejercen su vocación de maestros.
“La inmersión del profesor rural con la comunidad se da por naturaleza, o sea, de ahí venimos. Estamos comprometidos con los indígenas, con los campesinos, con los más pobres”, platica.
La Normal Rural nació en 1931 con el objetivo de llevar el conocimiento a las comunidades más marginadas, como una necesidad popular. “Será un centro educativo donde los estudiantes de origen campesino tienen una oportunidad de aspirar a concluir sus estudios superiores. Los maestros rurales aceptan la misión de llevar la educación a lugares más apartados de la entidad”, detallan desde su inauguración.
“Sin esta educación no leería con la intensidad ni con el compromiso que el que lo hace ahora”, dice el profesor que describe .
El estigma del normalista ideologizado.
—¿Cómo recuerdas tu experiencia al estudiar en la Normal Rural?
—Yo vengo de un estrato social muy bajo, como todos los que estudian en una Normal Rural. La miseria siempre estaba presente, el hambre, las carencias. De adolescente entré a la Normal, después de la Secundaria, cuando apenas tenía 15 años. Los jóvenes veíamos que algunos vecinos pudientes podían tener estudios. Pero nosotros estábamos obligados a trabajar como lo hicimos desde niños. Estudiábamos y trabajábamos.
Yo desde la primaria me levantaba a las tres de la mañana todos días a hacer pan -porque mi madre hacía panes- y luego venderlos. Era viuda, tenía un ejército de hijos; tuvo 12. La vida se volvió más lacerante contra nosotros. Estábamos obligados a trabajar todos.
Así pudimos terminar la secundaria y a partir de ahí, la incertidumbre. ¿Qué hacer nosotros? Si no teníamos la mínima posibilidad de ingresar a una escuela con hospedaje, comida, donde no se nos cobra por estudiar. Así supe de la Normal Rural de Mactumactzá y presenté examen.
En ese tiempo, ya eran muchos los aspirantes. Venían de Oaxaca, Tabasco, estados aledaños a Chiapas. Casi tres mil presentamos examen para quedar 190 alumnos. Tuve la oportunidad de ser uno de los privilegiados en el examen y así fue como quedé en Mactumactzá.
Ingresé a la Normal en 1984. Recuerdo que había un letrero grande al entrar que decía: ‘Nos odian por nuestros ideales y nos desprecian por pobres’. Sí, me impactó. Pero no comprendía del todo el porqué de esa consigna.
Al llegar a la Plaza Cívica de Mactumactzá, había otro gran letrero: ‘Compañero, tu salario se desprenderá de la clase trabajadora. Esfuérzate por luchar contra su ignorancia y luchar por su liberación’. Y así, murales de José Hernández Delgadillo reivindicando la lucha social.
Ahí puede conocer a Marx, Engels, Lenin, al Che, Jaramillo. Yo venía de una secundaria donde por supuesto ni en sueños podía escuchar o conocer a estos teóricos. Ahí supe que había que luchar para que la escuela sobreviviera. Conocí las carencias que tenía. La alimentación era pésima, los dormitorios terribles.
Desde aquella época hay una embestida contra el normalismo rural, que yo te puedo hablar, era latente en el 84. Siempre recortaban presupuesto, siempre nos dejaban sin comer, siempre había un porqué luchar.
Nosotros como normalistas no podíamos permanecer indiferentes, siempre luchábamos, siempre hacíamos lo que hoy se hace: tomar carreteras o edificios, como una imperiosa necesidad de supervivencia. Querían matarnos por inanición y nosotros no lo permitimos. Esa es mi experiencia, también en lo pedagógico.
—¿Aunque les digan que son una educación ideologizada?
—A pesar de que digan que las normales rurales tenemos una educación fósil o una educación ideologizada. Yo te puedo decir que no es cierto. Me considero un lector gracias a la Normal Rural Mactumactzá. Estoy seguro de que si yo hubiera estudiado en otra escuela, tal vez si leería. pero no leería con la intensidad ni con el compromiso que lo hago como egresado de la Normal Rural Mactumactzá.
Desde mi adolescencia participé en talleres de círculos de estudio, una práctica común en la Normal Rural. Estábamos reunidos para leer la literatura marxista, es cierto, pero también a cualquier otro escritor latinoamericano. Leíamos novelas que, sobre todo, tenían que ver con la lucha social: Gabriel García Márquez, Eduardo Galeano, Mario Benedetti, Julio Cortazar.
Un mosaico de autores te van formando de una manera diferente tu visión del mundo en tu propia realidad. Juntos, te dan elementos para cuestionar tu realidad, para comprometerte. Eso es lo que no nos perdonan. Quisieran que nos normalistas rurales fuéramos parte del montón. Pero la Literatura es transformadora; eso sí me queda perfectamente claro.
—Profesor Pável, ¿puedes contarnos cómo viviste la clausura de Mactumactzá cuando estudiabas?
—En el 88 fue la clausura de la Normal Mactumactzá con el gobierno de Patrocinio González Garrido, un priista que se caracterizaba por su despotismo y su autoritarismo.
Nosotros teníamos que estudiar el Bachillerato Pedagógico, que eran tres años, y la normal de cuatro años. Éramos casi 700 alumnos en la Normal. El problema nace ahí, cuando se dieron cuenta que éramos 700 y una escuela de lucha, una escuela que no la callaban por nada, que protestaba sus derechos. 700 era algo enorme pues.
¿Qué decidieron hacer las autoridades? Quitar el Bachillerato Pedagógico de Mactumactzá, trasladarlo a un lugar rural, alejado de Mactumactzá, a cinco horas. Por eso estábamos peleando, porque, en el 84 dice la SEP que para ser egresado de una normal tienes que hacer un bachillerato pedagógico que te da, que te convierte en licenciado en Educación Primaria.
Y nosotros nos aferramos a que no sucediera así: nos negamos a que separaran el bachillerato pedagógico de la licenciatura de Mactumactzá. Eso nos llevó a una larga lucha de casi un año. Después decretaron la clausura del bachillerato de Mactumactzá.
Entonces hubo represión. Nos quitaron el presupuesto alimentario, nos llenaron de petróleo las cisternas. Fue muy fuerte, pero la lucha fue gracias a la tenacidad, al empecinamiento de los normalistas por no perder la Normal. Nosotros, la verdad, creíamos que hasta ahí había llegado Mactumactzá.
Pero empezamos a tocar puertas. Contactamos intelectuales. Recuerdo que en ese tiempo había un congreso de escritores, poetas y músicos de Centro América y México en Chiapas. Contactamos a varios: Carlos Monsiváis, a Elena Poniatovska, a Amparo Ochoa y los convencimos de que se pronunciaran en pro de la reapertura de Mactumactzá, que ya moría y casi se vencía, después de un año de clausurada.
Ante el gobernador Patrocinio González Garrido, Carlos Monsiváis en su discurso de clausura, exigió la inmediata reapertura de la Escuela Normal Rural de Mactumactzá. Fue un discurso enorme a favor.
Eso fue un detonante y valió que reconsideraran nuevamente la reapertura. Así se logró reaperturar la escuela en 1988. En ese entonces era yo parte del comité estudiantil y parte de la dirigencia de la Normal Rural de Mactumactzá.
—¿Actuaban o asesoraban grupos políticos o externos a los normalistas dentro de Mactumactzá en ese entonces?
—Qué bueno que me preguntas eso. Hoy criminalizan a la Normal de Mactumactzá. La embisten de una manera atroz. El propio Obrador dijo que los alumnos de Mactumactzá eran alumnos manipulados, que no tienen razón en sus luchas, que están manipulados por grupos u organizaciones externas a la escuela. Es una gran mentira.
En Mactumactzá, como en cualquier otra Normal Rural, vivimos la autogestión y el autogobierno. No aceptamos injerencias de ninguna organización social, de ningún partido político, de nadie, absolutamente de nadie. Los alumnos construimos el qué hacer, el cómo y el cuándo se hace.
Quisieron entrar en su época, cuando estaba en boga, el Partido de los Pobres, también Línea Proletaria. Quiso entrar también en una organización maoísta. Pero todas, a pesar de que Mactumactzá es una escuela con formación de izquierda, todas fueron hechas a un lado. Hay un reglamento que dicta que aquel que se le descubriera que pertenecía a una organización diferente a la estructura estudiantil, era expulsado. Hasta ese grado llegaba.
Eso ha permitido a Mactumactzá sobrevivir. Sabemos que hay organizaciones que se dicen de izquierda, creadas por el propio gobierno, para infiltrar a las organizaciones y desde adentro destruirlas. Con ese temor, los normalistas rurales, y en este caso Mactumactzá, no dejan que alguien externo intervenga en sus decisiones. Son decisiones propias.
—¿Qué te tocó vivir durante la clausura de la Normal Rural de Mactumactzá en el gobierno de Pablo Salazar Mendiguchía en 2003?
—Yo en 2003 ya era un profesor rural y estaba en ese tiempo en zona de influencia zapatista, metido en la selva totalmente. En ese tiempo no había Internet, no habían celulares. Acostumbrado a leer, me conseguía la Revista Proceso y el periódico La Jornada. Ahí me enteré de lo que sucedía en Mactumactzá.
Los muchachos pedían lo que hemos pedido siempre: que se reconsideraran las matrículas. Había una embestida en el recorte de matrículas y una embestida en el recorte presupuestal. Los normalistas, como han hecho siempre: tomaron casetas, edificios, camiones de víveres para sobrevivir.
Pablo Salazar Mendiguchía era de un gobierno que llegó por el PRD, supuestamente de izquierda. Pero reprimió ferozmente a la Normal Rural Mactumactzá. Se atrevió a ingresar al plantel con tanquetas, con gases lacrimógenos, con helicópteros. Sin importarle que en ese momento había padres de familia y niños que eran familiares de los alumnos en huelga.
Los reprimió, los agredió, los descalabró y llevó al Amate, la cárcel de alta seguridad, a 197 alumnos. Como lo hizo hoy Rutilo Escandón Cadenas. Pero en aquel momento no le bastó con eso a Pablo Salazar. A los pocos días metió maquinaria pesada y destruyó totalmente los dormitorios.
Eso fue un golpe muy duro para los normalistas y para los egresados. Nosotros creímos que ya era el fin la Normal. Al ver tus dormitorios destruidos, con tus pertenencias, en medio del caos y del terror… era lo peor que pudo haber sucedido. Nos reagrupamos estudiantes y egresados.
En ese tiempo la Sección VII de la CNTE era diferente, estaba en manos de los charros del SNTE y los muchachos no tuvieron más apoyo, que de aquellos maestros de manera independiente, como fue mi caso. Nos atrevíamos a alzar la voz y luchar.
Escribí dos cartas en la Revista Proceso denunciando la atroz agresión a Mactumactzá y que respondió Pablo Salazar Mendiguchía a mi carta. Luego mandó a imprimir revistas que les llamó ‘La Pedagogía de la Violencia’, y que las tengo todavía en mis manos. Las repartió por Chiapas y en varias partes del país para justificar su agresión y la clausura definitiva de la Normal Rural Mactumactzá.
Nosotros no podíamos permitir que Mactumactzá se cerrara y empezamos a luchar y a reorganizarnos. Hicimos nuevamente bloqueos, tomas de carreteras, una marcha-caravana de Chiapas hasta México para exigir la reapertura. Se fueron sumando maestros de Oaxaca. En ese entonces era todo un ejemplo de lucha de la Sección XXII. De ahí tuvimos más apoyo, incluso que de maestros de Chiapas.
Fue arduo y costoso el trabaj,o pero logramos reaperturar Mactumactzá, aunque desde entonces ya no tienen el internado. Los muchachos nada más se alimentan ahí, pero tienen que vivir cerca de la escuela, rentarse algo.
Tuvo que suceder lo de Ayotzinapa, un crimen de lesa humanidad con 43 normalistas, para que se salvaran estas escuelas sentenciadas a desaparecer. El gobierno se vio obligado, dada la enorme presión nacional e internacional, a inyectarle nuevamente recursos a las Normales Rurales. Es ahí donde se rescatan nuevamente los dormitorios, se vuelven a construir los dormitorios.
Desde 2014 no han querido reaperurar los dormitorios de la Normal ¿Y cuál es el objetivo de negarse si ya está la infraestructura? Es que tienen en mente cerrar la escuela, por eso te puedes explicar la actual represión a la Normal Mactumactzá.
—¿De dónde viene la vocación de las, de los normalistas de luchar por sus derechos?
—El normalista rural viene de los estratos más bajos, careciendo de todo. Luego, te encuentras en un espacio educativo donde se reivindica el derecho a la vida, el derecho a la justicia, a la paz, a la igualdad. En ese ambiente que vives a diario, con lectura, artes, te vas construyendo como una persona diferente, Y te das cuenta que estás llamado a no ser conforme, a no ser sumiso, a no ser servil ante tanta injusticia. Y es de ahí donde los normalistas rurales defienden a la escuela y se comprometen con las luchas populares.
En mis tiempos íbamos con los campesinos a recuperar las tierras en contra de los latifundistas, de los terratenientes. De ahí el odio del Estado a los estudiantes. Ellos decían que nosotros no podíamos estar en las tomas de tierras. ¿Pero cómo no íbamos a estar? Si era nuestra gente, si era nuestro origen, de ahí venimos, somos hijos de campesinos pobres.
Ahí tomas conciencia de tu ser, de tu clase social y del empobrecimiento por parte de toda una estructura opresora de injusticia, que hay que transformar.
—¿Entonces es una lucha de normalistas y maestros?
— No olvides que en Chiapas se parió la CNTE en 1979. Sus emblemas son el maestro Misael Núñez Acosta, la historia de Lucio Cabañas, de Genaro Vázquez. Ellos son el motor ideológico de las luchas. Desde Mactumactzá sabíamos que habían estudiado en normales rurales.
Lo que dice AMLO solamente evidencia su enorme desconocimiento de lo que es una normal rural ¿Cuáles son sus características? ¿Cómo viven los muchachos? ¿Cómo se forman? ¿Por qué luchan? Todo eso, te lo puedo jurar, que desconoce Andrés Manuel López Obrador.
Soy normalista rural, y sé porque lo viví, que nosotros no aceptamos injerencia alguna, aunque estemos equivocados en alguna acción. No, no nos sometemos a ninguna orientación de un extraño o de alguien que no pertenezca a la FECSM o a la Normal Rural.
Las normales rurales tienen una razón de ser: la pobreza y la miseria, que se acrecienta, aun en un gobierno que se dice diferente, transformador. Por lo tanto, como maestros egresados de ellas y como Movimiento Magisterial en Chiapas, no permitiremos que la Normal Rural Mactumactzá sea desaparecida o clausurada. La liberación de los muchachos no se debe a una benevolencia de gobierno alguno ni de Obrador, ni de Rutilo Escandón, ambos de la 4 Transformación. Es consecuencia del poderoso Movimiento Magisterial Popular que hemos construido en Chiapas. A eso se debe la liberación de los muchachos.
Botas llenas de Tierra. Tejedora de relatos. Narro sublevaciones, grietas, sanaciones, Pueblos. #CaminamosPreguntando De oficio, periodista. Maestra en Comunicación y cambio social. #Edición #Crónica #Foto #Investigación
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