Esta mansión construida por el presidente Manuel Ávila Camacho fue un salón de fiestas de los presidentes mexicanos en los últimos años. “Los pinitos”, como se le suele llamar, hospeda a visitas especiales del gobierno de México
@ignaciodealba
Después de su presidencia, en 1946, Manuel Ávila Camacho se retiró a la casa de la Herradura. Una mansión que construyó, junto con su esposa, Soledad Orozco. La idea del general fue volver a la vida de campo.
La verdad es que la mansión de La Herradura no tiene nada que ver con la vida de arrieros de la familia Ávila Camacho, de Teziutlán, Puebla. Manuel Ávila Camacho ayudó en la empresa de su padre transportando mercancías en la Sierra Norte de Puebla; con recuas de mulas se traspasaba el clima vigoroso y vegetal de los límites con Veracruz.
La familia Ávila Camacho y su pequeña empresa lograron una vida cómoda, los nueve hermanos recibieron educación: Manuel asistió al Liceo de Teziutlán, al igual que sus hermanos. La vida de Ávila Camacho hubiera podido ser la de un burócrata, pero en México la Revolución Mexicana se avecindó para todos.
Ávila Camacho tuvo una carrera militar discreta, a diferencia de su hermano Maximino que se encarriló con facilidad en los torbellinos revolucionarios. Con los años Maximino se convirtió en uno de los gobernadores más autoritarios que haya conocido Puebla; de hecho, el personaje Andrés Ascencio de la novela “Arráncame la Vida”, de Ángeles Mastretta, está basado en él. Por su parte, Manuel Ávila Camacho enfrentó problemas para comprobar sus méritos militares después de la Revolución.
Uno de los logros más importantes de Ávila Camacho fue suscribir el Plan de Aguar Prieta, impulsado por generales sonorenses y que acabó con el presidente Venustiano Carranza e instalar un nuevo gobierno. Ávila Camacho fue uno de los hombres más cercanos a Lázaro Cárdenas, desde entonces.
En el gobierno del “tata” Cárdenas, Ávila Camacho ocupó la Secretaría de la Defensa Nacional. El país, aún con las heridas abiertas de la Revolución, necesitaba más que a un militar a un buen mediador.
Ávila Camacho dedicó su tiempo libre a actividades al aire libre, sobre todo a montar. El militar invirtió tiempo a la charrería, en uno de sus viajes a Jalisco conoció a Soledad Orozco, con la que se casaría años más tarde.
Cuando llegaba el final del sexenio de Lázaro Cárdenas el personaje más destacado para la sucesión presidencial fue el intelectual de izquierda Francisco J. Múgica, pero el presidente eligió a Manuel Ávila Camacho, un perfil más conciliador para que le diera continuidad a su proyecto político.
La elección de Manuel Ávila Camacho estaba por encima de las candidaturas del Partido de la Revolución Mexicana. Cuando fueron las elecciones presidenciales de 1940 Lázaro Cárdenas, si no promovió al menos, solapó el fraude contra Juan Andreu Almazán, que también contendía por la presidencia.
Ávila Camacho llegó al poder sin pedirlo. Que llegara a la presidencia alguien tan mediador solo logró que el proyecto político del país privilegiara a intereses particulares.
Del campo, Manuel Ávila Camacho, conservó su habilidad para montar caballos. Su tiempo libre lo dedicaba al polo; que practicaba en el Campo Marte. Además de la charrería y los toros. En su sexenio se inauguró el Hipódromo de las Américas (6 de marzo de 1943), se sabe que el general tenía una caseta en uno de los extremos de la pista, donde Manuel Ávila Camacho se apartaba para apreciar en solitario las carreras de caballos.
Además, en su sexenio —no por idea suya, pero sí con su autorización — se formó una resistencia de charros en caso de que los nazis invadieran México, durante la Segunda Guerra Mundial.
Uno de los mejores caballos de la cuadra de Ávila Camacho, aparece en la película dirigida por Ismael Rodríguez, “La Oveja Negra” (1949), protagonizada por Fernando Soler y Pedro Infante.
Durante su sexenio, Ávila Camacho, construyó una casa en el viejo rancho de La Herradura, en Huixquilucan Estado de México. El arquitecto del palacete fue Manuel Giraud Esteva, aunque también Soledad Orozco aportó al diseño del lugar. Después de dejar la presidencia la pareja, que no tuvo hijos, se fue a vivir a la mansión, situada en un impresionante jardín.
En esa casa murió Ávila Camacho, en 1955. Durante los años sesentas los terrenos aledaños se fraccionaron, y la mansión quedó en el corazón del desarrollo urbano. La impresionante casa, que no está abierta al público, fue heredada al gobierno de México.
El arquitecto Rafael Fierro Gossman conserva en su blog (Grandes Casas de México) algunas fotografías del lugar.
Para muchos la casa de Ávila Camacho era mucho más lujosa que Los Pinos, incluso los presidentes de México la han utilizado para realizar fiestas privadas. También algunos mandatarios se han hospedado en la mansión cuando visitan México.
Cronista interesado en la historia y autor de la columna Cartohistoria que se publica en Pie de Página, medio del que es reportero fundador. Desde 2014 ha recorrido el país para contar historias de desigualdad, despojo y sobre víctimas de la violencia derivada del conflicto armado interno. Integrante de los equipos ganadores del Premio Nacional Rostros de la Discriminación (2016); Premio Gabriel García Márquez (2017); y el Premio Nacional de Periodismo (2019).
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