En entrevista, ,la Jefa del Registro de Cáncer del Ministerio de Salud de Gaza, Haia Yaghi, habla sobre las implicaciones del genocidio perpetrado por el Estado de Israel en Palestina, una de ellas: irse de su tierra
Texto: Bilha Calderón / Lado B
Foto: Cortesía, via Lado B
A principios de octubre de 2023, Haia Yaghi trabajaba en el Ministerio de Salud de Gaza como Jefa del Departamento de Registro de Pacientes con Cáncer. A sus 45 años, la vida giraba alrededor de su labor como trabajadora del sector salud, una posición en la que ha sido reconocida por sus aportes a trabajos académicos. Vivía con su familia en el barrio de Tal Al Hawa en la Ciudad de Gaza, al norte de la franja, y en ese momento se preparaba, con ilusión y esmero, para la boda de su hija. Eran días de mirar hacia el futuro.
Cuando Israel lanzó su respuesta militar al ataque sorpresivo de Hamas, el 7 de octubre de 2023, todo cambió para el enclave palestino. A los pocos días Haia Yaghi tuvo que huir de su casa, junto a su familia, para dirigirse hacia el centro de la franja e intentar salvarse. “Había explosiones en todos lados, tuvimos que dejar todo e irnos” explica Haia.
Desde el comienzo de la Operación “Espadas de Hierro” de Israel, el ejército ordenó a los palestinos en el norte de Gaza que evacuaran y se dirigieran hacia el sur, pues toda el área del norte era objeto de bombardeo y bloqueo. Durante esos primeros días, los bombardeos fueron hechos por aire y con drones, arrasando con la infraestructura de los centros urbanos, centros de salud, hospitales, universidades y centros religiosos.
“Mi familia se vio muy afectada por la guerra. Al principio nos vimos obligados a abandonar nuestra casa en la ciudad de Gaza en busca de un lugar seguro.” narra Haia Yaghi a Lado B.
A finales del mes de Octubre, cuando el ejército israelí comenzó la invasión terrestre, dirigiéndose hacia el centro de Gaza, nuevamente se ordenó a los gazatíes, por medio de panfletos, llamadas y altavoces, que se dirigieran aún más hacia el sur.
“Vivimos en la zona media durante dos semanas. Entonces [los israelíes] volaron la casa adyacente a la casa en la que nos estábamos quedando. Tuvimos que buscar otro lugar, pero ahí tampoco era seguro. ¿Sabías que éramos cincuenta personas viviendo en el mismo apartamento?” continuó la trabajadora de la salud, Yaghi.
Hoy, tras siete meses después del inicio de la operación, los bombardeos Israelís, ataques con drones, fuego a ras de suelo, detenciones en masa, así como la destrucción deliberada de infraestructura civil y el bloqueo de ayuda humanitaria a la franja palestina, han causado la mayor destrucción, matanza, desplazamiento forzoso, hambruna y enfermedad de toda la historia moderna de Palestina.
“Nos dirigimos a la zona de Al-Zawaida. Una semana después, la casa vecina fue bombardeada con misiles. La casa en la que nosotros vivíamos quedó afectada y parcialmente destruida. [Entonces] nos vimos obligados a buscar otro lugar. Fuimos al sur de la Franja de Gaza a la ciudad de Rafah.” continúa.
Se estima que al menos 1.7 millones de palestinos desplazados han llegado tan lejos como han podido, quedando mayormente, atrapados en Rafah, la ciudad más al sur de la franja palestina. Así también lo hizo la familia Yaghi.
La situación es tan desesperante en el enclave palestino que las acciones de Israel han sido objeto de acusaciones de genocidio y crímenes de guerra ante la ICC por Sudáfrica en el mes de Enero 2024, sin que Israel haya, por ello, disminuido sus ataques ni dado razón de las denuncias.
“Una semana después de mi llegada a Rafah, me informaron que mi casa en [la ciudad de] Gaza había sido destruida. Tenía la esperanza de que mi familia y yo regresaríamos a nuestro hogar, pero quedó completamente destruida como consecuencia del bombardeo indiscriminado de la zona que rodea el Hospital Al Quda, perteneciente a la Sociedad de la Media Luna Roja Palestina».
“Como se ve [en la foto principal, ndr], he perdido todo el contenido de mi casa y todos mis recuerdos quedaron bajo escombros. Durante la guerra perdí a mi tío. Él, su esposa, su hijo, cinco hijas y su nieto fueron martirizados. El cuerpo de mi tío y sus familiares siguen bajo los escombros desde hace cuatro meses. También perdí a 38 de mis familiares después de que la casa en la que vivían en la zona media, en Deir al-Balah, fuera bombardeada.”
La experiencia del desplazamiento forzoso durante la guerra ha acompañado la historia moderna del pueblo palestino y conlleva un doloroso recordatorio de lo que ha sido su experiencia colectiva de ocupación y despojo durante el siglo pasado. Todo ello frente a los ojos del mundo.
Cabe recordar que Gaza es una zona llena de familias que, en algún momento (o en múltiples ocasiones) de su historia, han sido forzadas a dejarlo todo, han visto a militares entrar a sus casas, destruir sus pertenencias y apropiarse del espacio al que ellos nunca más pudieron regresar. Haia y su familia no son la excepción.
“Mis raíces están en la aldea de Al Masmiya” respondió Haia al preguntarle sobre su lugar de origen.
Al Masmiya Al Kabira, es una pequeña aldea que en 1948 contaba con cerca de 3 mil habitantes. A 47 kilómetros de la actual Ciudad de Gaza, donde habitaba Haia hasta hace poco, la aldea de sus padres y abuelos fue despojada y destruida durante la ocupación israelí en 1948. En ese lugar se establecieron dos moshavim (asentamientos) judíos el siguiente año: Bnei Re’em y Hatzav.
Recientemente, tras meses de supervivencia en el campamento de refugiados de Rafah, Haia y su familia decidieron salir de Gaza. Es difícil estimar el número de palestinos que han cruzado hacia Egipto por el paso de Rafah en estos meses, el único punto abierto de salida de la franja por donde sólo quienes tienen pasaporte o doble nacionalidad han podido pasar. Los gazatíes que huyen de la guerra, sus peligros, sus horrores y carencias enfrentan ahí un proceso largo y costoso para poder entrar al país.
Aún así, huir de la violencia no termina con su problema. Una vez lograda la entrada al país siguen enormes desafíos, dado que Egipto, desde hace años, mucho antes de la guerra, no reconoce a los palestinos ni como refugiados ni les concede ciudadanía. Esto deja a los palestinos en un limbo económico y burocrático difícil de navegar bajo condiciones precarias.
Hoy en día, Haia Yaghi y su familia se encuentran en El Cairo, desde donde ella concede a Lado B una entrevista a distancia. Su testimonio, como mujer y profesional de la salud, de lo que vivió en Gaza, su camino desde el Norte hasta Rafah, y su experiencia en el campamento, ayuda a comprender el impacto de la guerra israelí contra los palestinos durante los últimos 7 meses.
–Usted tiene 45 años, ha vivido todas las operaciones israelíes en Gaza. Cuando esta guerra comenzó en octubre de 2023, ¿cómo o cuándo se dió cuenta de que era diferente a las operaciones israelíes anteriores?
–Pasé por seis guerras en Gaza, pero esta guerra, la del 7 de octubre de 2023, fue la más cruel y aterradora. Había bombas y misiles por todas partes. Los edificios residenciales fueron destruidos encima de sus residentes. Los ataques fueron a centros de atención de salud, hospitales y lugares de culto.
«Me di cuenta de que esta guerra era diferente de las anteriores porque cientos de civiles palestinos eran asesinados cada día, cientos de niños inocentes, cientos de mujeres eran asesinadas en sus hogares».
–¿Qué encontró cuando llegó a Rafah, lleno de esas tiendas de campaña blancas y personas desplazadas de toda la franja? Qué pensaba?
–Cuando la guerra se intensificó, tuvimos que salir de casa e ir a un lugar seguro. Fuimos a la ciudad de Rafah. Vivir allí fue muy difícil. Cientos de miles de desplazados se dirigieron al refugio de Rafah. La ciudad estaba densamente poblada. Casi no podíamos caminar por la calle.
«Apenas pudimos alquilar una casa para vivir. Pero desde el comienzo de la guerra, la electricidad y el agua han sido cortadas en toda la Franja de Gaza. Entonces, nos enfrentamos a graves dificultades para obtener agua, especialmente agua potable.
«Solíamos comprar agua y pagarla si estaba disponible en el mercado.
«También tuvimos que utilizar alternativas a la electricidad. Usábamos fuego de leña para cocinar y teníamos que ir a los refugios de la UNRWA para poder cargar nuestros teléfonos móviles.
«Desde el comienzo de la guerra, Internet ha estado cortado en toda la Franja de Gaza y la población ha quedado aislada del mundo exterior. Apenas podía hablar con mi madre y mis hermanos para preguntarles sobre su situación.
«Nos enfrentamos a muchas dificultades. En una misma casa vivía un gran número de personas. No teníamos ningún espacio personal. Enfrenté dificultades para obtener alimentos limpios. Había una grave escasez de verduras, frutas, carne, pollo y cereales. La mayor parte de nuestra comida era comida enlatada.
«Había además una grave escasez de materiales de higiene personal, por ejemplo, de toallas sanitarias para mujeres. Durante el desplazamiento, enfrentamos grandes dificultades para mantener nuestra privacidad como mujeres.
«Las mujeres también enfrentaron dificultades para acceder a los servicios de salud para mujeres. Las mujeres preferían quedarse en casa porque temían por ellas mismas y sus familias».
–Como trabajadora de la salud, ¿qué tipo de ayuda pudo brindar a las personas en los refugios? ¿Bajo qué limitaciones?
–Como le he dicho, soy trabajadora de salud, pero desde el comienzo de la guerra no podía ir a trabajar, así que traté de ayudar a los pacientes y a cualquiera que necesitara ayuda en los refugios y tiendas de campaña.
«Solía ayudar a las mujeres embarazadas. Puedo contarle un caso de una de las mujeres a las que ayudé a dar a luz y también la ayudé durante el embarazo.
«Durante su embarazo ella siempre estuvo aislada y triste. Tenía mucho miedo de los bombardeos y de los aviones. Cuando escuchaba el sonido de un avión, sentía mucho miedo. Durante su embarazo sufrió falta de alimentación saludable. No había fruta, verdura ni carne fresca. Por eso sufría de anemia y fuertes dolores de espalda. Lo más doloroso fue la dificultad para acceder a los servicios de salud materna y neonatal.
«En esta situación, yo solía ayudarla a través de mis amigos, con obstetras y ginecólogos desplazados en Rafah.
«Ella me llamó un día y me dijo que padecía fuertes dolores en el abdomen y la espalda. La llevé al Hospital Emiratí de Rafah. El médico la examinó y dijo que padecía una presión arterial alta peligrosa y anemia y decidió practicarle una cesárea».
«La paciente lloró mucho y dijo que no quería que le hicieran una cesárea, pero según nos dijo el médico su estado era muy difícil y para salvar su vida debía hacerse una cesárea de urgencia. Yo comencé a calmarla y le expliqué sobre su estado de salud y que, para preservar su vida, debía someterse a una cesárea, que su presión arterial no disminuiría hasta retirar el feto. Ella lloró mucho.
«Le brindé sesiones para ayudarla a calmarse, y también le hice masajes de cuello y espalda y sesiones de apoyo psicológico. Finalmente aceptó someterse a una cesárea. La cirugía duró aproximadamente una hora. Salió de la cirugía, pero lo triste fue que el feto había muerto dentro del útero. El médico ya nos lo había dicho antes. Ella perdió a su bebé como resultado de la guerra.
«A partir de ahí mi viaje fue ayudarla a salir de la tristeza brindándole sesiones de apoyo psicológico».
–¿Puede hablarnos sobre el estado de salud mental de las personas a las que ayudó durante su estancia en Rafah?
–La gente sufría de miedo y terror extremos. Las mujeres solían pasar todo el tiempo en casa. Había una grave escasez de alimentos, una grave escasez de agua. No había electricidad ni panaderías. Tensión, miedo y espera por la muerte son los sentimientos que prevalecen entre los desplazados en los albergues
–¿Cuál cree que es la principal preocupación que ocupa la mente de las personas en los albergues día a día?
–La principal preocupación que ocupa la mente de las personas en los refugios es cómo encontrar comida. Las personas en las tiendas de campaña no pensaban en regresar a sus hogares porque esta decisión no era suya. Lo único que pensaban era en conseguir comida para sus hijos.
–Nos ha dicho que usted brindó ayuda psicosocial e incluso ayudó a dar a luz a bebés cuando estaba en el refugio en Rafah. En condiciones tan extremas, ¿cómo cree que se produce la solidaridad y cómo continúa después de tanto tiempo y dificultades?
–Todo lo contrario. La gente animaba a cualquiera que los apoyara o apoyaba a otros a hacerlo. La gente allí necesitaba urgentemente apoyo psicológico. Había una fuerte interdependencia y cohesión entre las personas y se brindaban apoyo mutuo.
«Los civiles alojados en refugios viven en las mismas condiciones. Todos perdieron sus hogares y viven en tiendas de campaña. Algunos de ellos perdieron a toda su familia, otros perdieron a parte de sus familiares, por lo que las personas en las tiendas sienten el mismo dolor. La solidaridad fue la dueña de la situación: La gente da comida a quienes tienen escasez de alimentos, y abren sus hogares a los nuevos desplazados».
–¿Cómo tomó la decisión de cruzar a Egipto?
–Mi familia y yo decidimos ir a Egipto en busca de un lugar seguro. La situación allí era muy peligrosa, muertos y heridos por todas partes, el sistema de salud se está deteriorando, no hay escuelas, ni comida, ni electricidad, ni agua potable, ni seguridad.
«Pensamos mucho y decidimos irnos. No fue una decisión fácil porque mi madre y mis hermanos siguen ahí.
«Nos fuimos porque no nos quedaba nada. Nuestra casa en la ciudad de Gaza quedó destruida como resultado del bombardeo. Perdimos nuestro trabajo. Salimos en busca de un lugar donde mis hijos se sintieran seguros».
«Mis hijos sufrieron ataques de miedo, pánico, y ataques de gritos especialmente de noche.
«Pudimos salir de Gaza con la ayuda de nuestros amigos de fuera de Gaza. Salimos de manera legal, cruzamos las fronteras de manera legal. Mis familiares y yo tenemos pasaportes palestinos».
–¿Cree que su historia y la de su familia en esta guerra es particular? ¿O evaluaría que la mayoría de las familias comparten alguna versión de lo que usted y su familia han pasado?
–Considero que la mayoría de las familias comparten alguna versión de lo que mi familia y yo hemos pasado, porque vivimos las mismas condiciones, pero lo que distingue mi historia es que mi familia y yo estuvimos entre las familias que pudieron salir de Gaza. Muchas, muchísimas familias piensan en escapar de Gaza pero no pueden. Las duras condiciones que vive la gente en Gaza son las que les obligaron a pensar en escapar.
Hasta ahora se estima que los muertos palestinos suman ya más de 34mill 600, de los cuales más de la mitad son mujeres y niños. Se suman a esto más de 77 mil 800 personas heridas, más de 10 mil desaparecidos entre los escombros y cientos de detenidos aprisionados por el ejército israelí, así lo reporta el Ministerio de Salud de la Autoridad Palestina.
El ministerio también recalca que la información numérica reportada está superada por las violaciones de derechos humanos que se viven en Palestina y que no pueden ser cuantificadas hasta el momento, como lo es el ataque deliberado al sistema de salud que, califica, equivale a un genocidio contra el pueblo palestino.
La Franja de Gaza tiene más de la mitad de su población desplazada y una destrucción casi total de su infraestructura sobre el terreno, así como hospitales, centros de refugio, y áreas agrícolas y de pesca, lo que hace imposible la vida en ese espacio. Además, en las últimas semanas se han descubierto fosas comunes cavadas por el ejército israelí alrededor de los hospitales atacados, donde se han encontrado cerca de 400 cuerpos, evidencias de masacres y ejecuciones de niños, ancianos y enfermos.
Este episodio bélico es una escalada sin precedentes y de una duración también jamás experimentada por ambos bandos en la historia del conflicto israelí-palestino, desde la ocupación de 1948, y documentada al momento por sus propias víctimas y los soldados agresores.
La brutalidad con la que Israel ha atacado a la población de Gaza de manera indiscriminada ha dado paso a la crítica mundial, desde la protesta ciudadana y universitaria, hasta el corte de relaciones diplomáticas, y cada día se suman voces que exigen un alto al fuego y un llamado a que los crímenes cometidos contra la población no queden en la impunidad.
La historia de Haia Yaghi se inserta en este enorme conflicto. Su historia y la del pueblo palestino se entretejen en sus palabras, a través de su testimonio, como ojos y voces con los que el mundo no podrá jamás decir que no sabía lo que sucedía.
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