14 abril, 2023
La activista de Guatemala Lucía Ixchíu cuenta lo que vio al ser detenida de manera arbitraria por agentes de migración en el Aeropuerto de la Cdmx. Hay un perfil racial selectivo, además de maltratos y encierro
Texto: Lucia Ixchíu
Foto: Cercano foto
CIUDAD DE MÉXICO. – Éramos más de 50 personas encerradas en un cuarto pequeño. Con calor, sin comida, sin acceso al baño y con muy poca agua. Ninguna de las 50 almas sabíamos porqué nos encontrábamos allí. Yo en mi mirada activista me percaté que todas teníamos un perfil racial específico.
Comencé a preguntar a la gente que estaba allí antes que yo, si sabían qué hacían allí. Les pregunté si tenían alguna idea, algunas ya tenían más de 7 horas en este lugar, pero nadie sabía nada, la gente tenía miedo, nos habían quitado los teléfonos y los papeles, como pasaportes. Había un silencio y una tensión que se sentía en el aire.
Una mujer pegaba de gritos que le dieran explicaciones, quería saber por qué estaba allí retenida. Daba de gritos y golpeaba las ventanas de un cuarto vacío en donde estaba encerrada.
Comenzó a llamar la atención de más, no dejaba de gritar y en ese momento me dieron ganas de sumarme al reclamo. Inmediatamente fue agredida por dos policías mujeres que la golpearon, empujaron y encerraron en el baño.
Y todas las personas que estábamos allí sentimos miedo. Yo que siempre he sido buena para hablar y gritar, vi lo que le hicieron a la mujer, me sentí pequeña. Entendí que nos iba a tomar tiempo y que iba a ser muy difícil, si es que lográbamos salir de allí.
Yo tenía 12 horas de vuelo detrás de mí. Me había cruzado un océano entero, había comido muy poco, la comida de avión no me gusta.
Llegué al aeropuerto de la Ciudad de México el 23 de marzo del 2023, a las 17 horas y 30 minutos. El vuelo había llegado antes de la hora programada. No tenía idea de lo que me esperaba.
Mis pensamientos regresan a la cárcel. Sí, a la cárcel donde estábamos. Cada vez se iba llenando de más gente. Tenía ya muchas ganas de ir al baño, pero no podíamos ir porque allí había sido encerrada la mujer que continuaba dando de gritos.
Cuando pregunté si podía ir al baño, me dijeron que tenía que esperar a que un policía pudiera llevarme. Pasé de ser una viajera a ser una delincuente en función de un pasaporte, mi aspecto y color de la piel. Esto hacía aumentar mi índice de peligrosidad.
Traté de recordar qué había hecho mal, si yo tenía responsabilidad de algo que dije. Pero nada, no sabía nada. Cada oficial decía una cosa distinta. Había familias, niñas y niños en esas condiciones. Tenía calor y cuando ya habíamos superado la capacidad de estar en el suelo, nos pasaron a un cuarto enfrente, que se llenó inmediatamente,.
Le pregunte a algunas personas sobre sus nacionalidades, algunas me contaron que eran de Colombia, Perú, Bolivia, Vietnam, China, la gente que tenía suerte de hablar español respondía. Los que no, seguían durmiendo en el suelo. Nadie de Estados Unidos o de España. Nadie de Francia o Australia.
Siempre nos hacen sentir culpables por recibir esta violencia. Siempre nos llenan de culpa y nos cargan una responsabilidad que no nos corresponden.
La mayoría de las personas que nos encontrábamos detenidas eran de Colombia. Una chica con la que estuvimos juntas me contó que a las y los colombianos no les piden visa para entrar a México y que ella tenía todos los requisitos para entrar. No tenía claro por qué estaba encerrada.
Había perdido la noción del tiempo. Me dio diarrea, pero era difícil ir al baño y tuve que aguantarme. Empecé a sentir ansiedad y un dolor de cabeza, no podía dormir, preguntábamos por información y nada.
Después recordé lo que había leído en el primer cuarto donde nos tuvieron. Ahí decía que teníamos derecho a una llamada, que no podíamos estar ahí más de 24 horas.
Tenía esperanza de que si era deportada la pesadilla no iba a durar más de un día. Pasé todo ese tiempo sin comida, pero afortunadamente de la diarrea que me dio, se me quitó el hambre.
Delante de mí se llevaron a mujeres con sus hijos al cuarto donde estás a la espera de ser deportada. Me hice amiga de una joven de nacionalidad china, tenía más de 15 años de vivir en España, venía a visitar a su padre, tiene residencia legal en España y de larga duración, uno de los requisitos para entrar a México.
Ella estaba un poco perdida y tampoco entendía que era lo que pasaba, hablaba muy bien español y chino, empezó a servir de traductora para la gente que venía de Vietnam y Asia. Al inicio me preguntó qué esta pasando. Yo le dije que se trataba de una retención ilegal y arbitraria por parte de las entidades migratorias, le dije que el maltrato no es normal, ni justificado, le dije que era la doctrina del shock.
Al inicio parecía no creerme y me dijo que quizás yo exageraba, pero al ser ambas trasladadas al cuarto de deportación después de casi 8 horas, me dijo que tenía razón, que era horrible lo que nos estaban haciendo.
Ambas ya estabamos resignadas, pues en la supuesta segunda entrevista que nos hicieron, nos dijeron que no cumplíamos con ninguno de los requisitos para entrar y que seríamos deportadas. Nos mintieron en la cara y lo peor es que piensen que no sabemos.
Decidimos acostarnos, cada una en su litera después de que nos quitaran los zapatos y nos hicieran quitarles las correas.
No es la primera vez que me siento tratada como criminal, de repente oí mi nombre, me levanté y pensé que era el momento de la deportación. La oficial me dijo que mi detención había sido un error y que era bienvenida a México.
Me sacaron con mis cosas. Salí mareada, no pude despedirme, ni pedir su número, ni el contacto de su padre. No pude ayudar a chica de China que se quedó allí dentro. Lloré de la rabia.
Entré en shock era más de la 1 de la madrugada, ambas habíamos acordado que si alguna lograba salir de allí íbamos pedir ayuda. No pude cumplir mi promesa, no sé dónde está, si fue deportada al igual que toda la gente que nos encontrábamos allí.
Escribo esto por toda la gente que a diario intenta cruzar las fronteras y son asesinadas. Escribo esto por toda la gente que es deportada a diario. Escribo esto como un ejercicio para hacernos justicia. Escribo para decirles a las entidades de migración que dejen su racismo, su xenofobia, su odio. Somos la misma gente, somos hermanos del mismo continente, no puede ser posible que se presten al juego colonial que los Estados imponen.
Hace dos años salí al exilio porque en mi país, actualmente, hay una dictadura y me ha tocado en el camino poder redefinir mi idea de territorio y todo lo que conocía como el mismo.
Me ha tocado salir a vivir casi todo lo que a un migrante refugiado le toca vivir, en medio de racismo, la violencia de forma multidimensional. En el territorio que me toca habitar ahora no soy considerada persona, nunca voy a ser parte de la sociedad ni aquí, ni en ningún lugar.
Una semana después de lo que me ocurrió, asesinaron a 39 personas migrantes en un centro de detención en Ciudad Juárez.
Después de lo que me ha tocado vivir no puedo ni imaginar la desesperación que llevó a estas personas a buscar formas para hacerse oír. Escribo esto como sujeta, y si bien es cierto que todas las personas tenemos habrá algunas que no podrán contar lo que toca les toca vivir.
Rompo el silencio y abrazo mi vulnerabilidad y la hago de forma pública, como un ejercicio de justicia, los migrantes en todo el mundo somos personas y salimos a vivir.
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