El manejo del agua en el Valle de México está controlado por órganos opacos. Para acercarlo a la ciudadanía, un grupo de científicos y activistas emprendieron la Ruta del agua, un recorrido por centros de resistencia social que defienden su territorio para crear contralorías del agua e incidir en su gestión
Texto y fotos: Arturo Contreras Camero
CIUDAD DE MÉXICO.- El agua del país está controlada por unos pocos órganos gubernamentales que, lejos de darnos certeza y claridad sobre su uso del agua, reservan su manejo a una élite que invierten en grandes obras de trasvase que implica obras millonarias (alias la hidrocracia); para cambiar este sistema se necesitaría implementar un modelo para que la ciudadanía pueda incidir y tomar parte de esas decisiones. O al menos eso aseguran quienes organizan la Ruta del agua.
La Ruta del agua es un esfuerzo que reúne a colectivos y pueblos organizados por la defensa del agua con científicos y académicos del Consejo Nacional de Humanidades, Ciencia y Tecnología (Conhacyt) y del campus Azcapotzalco de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM-A). La idea es sembrar la posibilidad de crear Contralorías del agua para que los ciudadanos puedan entrar a la toma de decisiones.
El recorrido de la Ruta del agua inició el pasado sábado 24 de marzo, en Xochimilco y cada sábado durante poco más de un mes visitará distintos nodos o puntos, desde la cuenca del río Lerma, y los bosques de Huixquilucan, pasando por los que quedan de los canales y lagunas del sur de la ciudad, hasta Texcoco, Zumpango e incluso Tula, en Hidalgo.
Este sábado, su segunda parada visitó el pueblo de Xoco, donde después de la construcción de Mitikah, el rascacielos más alto de la ciudad, los vecinos empezaron a sufrir la escasez de agua. Frente a la lechería del pueblo, en un callejón, vecinas (principalmente mujeres mayores) y activistas hicieron un repaso de la forma en que fluye el agua por la ciudad.
Durante el encuentro, los asistentes reconocieron que el modelo de gestión hegemónico se basa en la construcción de grandes plantas de bombeo y acueductos, llamada infraestructura gris y no en respetar los ciclos del agua.
Este esquema, en el que se puede suscribir al sistema Lerma Cutzamala que aporta cerca de un tercio del agua que se consume en la megalópolis de la capital es injusto y costoso, como explicó el maestro Juan Manuel García, parte del equipo técnico de ordenamiento hídrico de la Ruta del agua.
“Es injusto. Sacamos agua de territorios a cientos de kilómetros y no se les devuelve”, explicó al mostrar mapas que ilustran el funcionamiento hidráulico de la Ciudad de México. “Esta gran extracción no pensó en la recarga segura y necesaria a futuro —como vemos ahora que el sistema Cutzamala pasa por una sequía generalizada–. Estas grandes tomas vienen de aguas superficiales que necesitan una cadena de bombas interconectadas para estar trayendo agua”.
Toda esta agua que se importa, junto con toda el agua de lluvia que cae en la ciudad, es llevada, por un sistema igual de complejo de plantas de bombeo y ductos de concreto hacia el norte de la ciudad, a las cercanías de Tula y el Valle del Mezquital en Hidalgo.
“Este tipo de sistemas crea un problema de abastecimiento en otras cuencas, trata el agua como un bien escaso y requiere de una infraestructura millonaria, en otras palabras, es un gran negocio”, comentó al respecto la doctora Valeria de Pina, parte del equipo que coordina el nodo de la Ruta en Texcoco.
Para poder detener este tipo de políticas, desde la Ruta del agua se plantea crear mecanismos organizados desde las comunidades y la ciudadanía para hacer diagnósticos de la situación del agua en sus territorios, y acordar planes para vigilar e influir en el quehacer gubernamental en torno a la gestión del agua y su entorno natural, dice un folleto repartido durante el evento en Xoco.
“Las comunidades y ciudadanos necesitamos contar con contralorías autónomas porque la gestión actual del agua tiende a ser opaca, a espaldas de las comunidades y la ciudadanía y favorable a los grandes intereses, resultando en el acaparamiento, la sobreexplotación, la contaminación y la distribución inequitativa”, continua el folleto.
Este tipo de organismos fueron mencionados este domingo durante la presentación del proyecto de gobierno que propone Clara Brugada, la candidata de Morena a la jefatura de Gobierno de la Ciudad de México y la que se ha propuesto desde la Secretaría del Agua del Estado de México.
A pesar de que este modelo es nuevo para esta región del país, La Ruta busca diseminar una semilla, entre los colectivos de defensa del agua y el territorio que ya existen y que tienen la capacidad de convocar, de modo incluyente, a una variedad de personas y colectivos. Si este grupo ampliado se logra organizar y estructurar, podría ser la base para una contraloría del agua.
Estas contralorías podrían funcionar desde el nivel comunitario, regional e incluso al nivel de una entidad federativa, según las necesidades y la capacidad de coordinación. En algunas regiones del país ya existen algunas sin reconocimiento legal, pero que incluso operan con equipos jurídicos y técnicos para su asesoría.
A la par de propagar la semilla para crear contralorías del agua, los técnicos que acompañan la Ruta del agua hablan de un modelo diferente al de la llamada democracia que durante los últimos 70 años se ha dedicado a importar y desecar agua a la cuenca del Valle de México.
En cambio, desde tiempos prehispánicos, entre los pueblos originarios del valle existía un sistema muy interesante de manejo hídrico, entre el incluía alternativas que se rescatan como el uso de grandes vasos y grandes lagos vivos.
“Estos vasos y lagos podrían servir para tener agua para nosotras y nosotros”, comentó el maestro García. Después mencionó un par de ejemplos como la recuperación del lago Tláhuac-Xico o de la laguna de Texcoco, al oriente de la megalópolis.
Con esta visión, explicó, impera la concepción del agua como el fin de crear una política para almacenar agua en grandes cuerpos. Eso además aumentaría la capacidad de carga de los acuíferos del resto de la ciudad y a largo plazo evitaría el hundimientos es muy romántico pero hay que decirlo así
La propuesta además incluye la gestión de las descargas de aguas del desagüe por medio de humedales artificiales y plantas de tratamiento cercanas a las comunidades y en espacios públicos. La doctora De Pina aseguró que ya ha llevado a cabo humedales como este en Texcoco y en el río Coxcacoaco, donde los humedales artificiales procesan agua para el riego de los espacios verdes de la comunidad, de una cancha de futbol y del panteón, además lleva los remanentes al río ya sin contaminación.
Contrario a este tipo de manejo, en la Ruta del agua se señala al modelo hidrocrático. Un ejemplo de sus obras es el Túnel Emisor Oriente, un desagüe subterráneo que tardó 12 años en construirse y que de costar 5 mil millones de pesos, pasó a costar más de 38 mil millones.
Estas obras son posibles gracias a la existencia del Fideicomiso 1928, integrado por el gobierno Federal, por el Sistema de Aguas de la Ciudad de México y por la Secretaría del Agua del Estado de México (antes Organismo de Cuenca del Valle de México) y por los gobiernos de ambas entidades
El fideicomiso 1928 también ha sido usado para la perforación de pozos en Ecatepec y Xochimilco para llevar su agua a las zonas centrales de la Ciudad de México, conocido como el Programa de Acción Inmediata.
De ser posible, sería ideal que las contralorías del agua tuvieran acceso al mecanismo de toma de decisiones que impera en ese fideicomiso.
Periodista en constante búsqueda de la mejor manera de contar cada historia y así dar un servicio a la ciudadanía. Analizo bases de datos y hago gráficas; narro vivencias que dan sentido a nuestra realidad.
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