16 junio, 2021
De manera lenta, pero persistente, empresas aceiteras internacionales se han apoderado de más de 36 mil hectáreas de tierra en Chiapas, sembradas ahora con palma de aceite
Texto: Yéssica Morales / Chiapas Paralelo
Foto: Aldo Santiago López
CHIAPAS.- Comunidades mayas de Chiapas denuncian que la palma de aceite les arrebata el agua y las tierras.
Claudia Ramos Guillen, integrante de Agua y Vida, Mujeres, Derechos y Ambiente, dio a conocer que, en Chiapas los datos acerca de la palma de aceite son ambiguos -en términos de datos oficiales-, pero estas plantaciones representan el 70% de la sembrada en México, sobre todo que se exporta para la parte central, con el fin de refinar los aceites.
Ramos Guillen mencionó que estas plantaciones iniciaron en los cuarenta, con semilla traída de Costa Rica, esta expansión se fue dando de manera paulatina, sin embargo, alrededor de 2006 – 2007 tuvo un boom, sobre todo en la zona norte en los municipios de Benemérito de las Américas y Palenque, que se enlaza a Campeche, Tabasco, Veracruz y al Petén guatemalteco.
Una mirada más regional de los procesos de expansión de este monocultivo y sobre todo lo que está pasando en estos territorios y en los cuerpos de las mujeres ante la expansión de procesos violentos de extracción, de despojo en los territorios, de extracción de agua, y bienes naturales comunes en nuestro estado, agregó Ramos Guillen.
Señaló que hay presencia de palma aceitera en la zona de La Encrucijada y en el Parque Nacional de Palenque, donde se habla de procesos de deforestación, lo que es contradictorio pues al ser Áreas Naturales Protegidas (ANP), tiene una política de conservación.
Es decir, por un lado, hay una política de expansión de monocultivo o de ganadería, por otro las ANP llegan a funcionar como estrategias de control, y de decirle a la gente como va a manejar y ejercer la política ambiental en el país asociado al cultivo de palma.
Hizo hincapié en el uso de paquete tecnológico, sobre todo el glifosato y de los demás fertilizantes, que generan suelos con mayor salinización y contaminación de fuentes de agua, que no solo desecan las plantaciones, sino que es agua para procesar el aceite y la misma plantación no permite que se infiltre por el sistema radicular de la planta que este sembrado en grandes extensiones de monocultivo.
Acentuó que, en Chiapas hay once procesadoras de aceite, el modus operandi de las empresas es tener cerca de tres plantas procesadoras en las zonas de interés -norte y sur del estado-, las cuales están vinculadas a procesos de expansión y acaparamiento de pequeños productores, a quienes compran y arrendan tierras.
Lo anterior, genera gran presión sobre las zonas de abasto de cultivos y alimentos básicos como la milpa tradicional, maíz, y frijol, ya que afecta de manera directa las estrategias de las mujeres para la conservación y cuidado de la vida.
Ramos Guillen añadió que, estos proyectos están muy cerca de lugares de extracción de materias primas, como fueron las zonas económicas especiales y el Tren Maya que, nada más funciona para exacerbar el modelo de extracción que viven los territorios.
Acerca del Programa Sembrando Vida, mencionó que no pueden precisar la estrategia de como pasa de una plantación de monocultivo de palma a una de hule, temas que podrían discutir sobre hacia dónde va la política del campo y en qué términos la apoya.
La pregunta sería: ¿Queremos transitar de un monocultivo a otro?, los efectos en los territorios y los cuerpos de las mujeres nos hace recordar una frase que nos comparte la compañera Miranda de la Organización Fraternal Negra Hondureña (OFRANEH): para las grandes empresas nunca hemos dejado de ser una República bananera, mencionó Ramos Guillen.
Explicó que, es una frase dura porque les lleva hacer el análisis sobre todos los efectos que las plantaciones tienen, sobre en los territorios, los cuerpos de las mujeres y lo que significa en términos del despojo de los bienes naturales comunes, está perdida de soberanía alimentaria, conocimientos, conflictos por el agua, daños a la salud y al medio ambiente.
A lo anterior, se suma el vertido de deshechos de las plantas procesadoras sobre los mantos de agua cercanos a las comunidades, los procesos de militarización, paramilitarización y la asociación con el crimen organizado que genera más violencia y despojo sobre el cuerpo de las mujeres y que son funcionales al sistema patriarcal.
Puntualizó que, muchos derechos se ven violados, como es el: derecho a la información, derecho a la consulta, derecho al medio ambiente sano, derecho a la libre determinación y el derecho al territorio.
Asimismo, las asambleas de las comunidades son representadas por varones, donde las mujeres no pueden decidir, muchas veces mencionan que “toman la decisión en familia”, pero realmente la palabra, tenencia y decisión esta en manos de ellos.
Por último, mencionó que la expansión del monocultivo de palma aceitera, no se puede pensar como plantaciones únicas, sino que es parte de un corredor que representan intereses geoestratégicos y geopolíticos en la zona sureste de México y hace parte de un bloque Mesoamericano con Guatemala y Honduras.
Esto porque tendemos a analizar los bloques cuando los efectos acumulativos, por ejemplo, la erosión del suelo o efecto de violencia en nuestro territorio son bastante fuertes, sobre todo si hablamos en la parte de Honduras en donde los procesos de violencia y desplazamiento de poblaciones vinculadas a procesos de despojo de tierras son más evidentes, finalizó Ramos Guillen.
Esta nota fue realizada por CHIAPAS PARALELO, que forma parte de la Alianza de Medios de la Red de Periodistas de A Pie. Aquí puedes consultar la publicación original.
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