Elecciones anticipadas: los malabares de un Macron muy acorralado

22 junio, 2024

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Francia vive ahora un ambiente de adelantada lucha electoral, donde el bloque del presidente se ubica en un tercer lugar, a decir de las encuestas, y en el que una izquierda unida ha dado la sorpresa

Texto: Iván Cadin

Foto: Redes Macron

FRANCIA. – Para unos, una pésima idea fruto de un golpe de malhumor. Para otros, una jugada maestra de salvación que conlleva alto riesgo. Para terceras opiniones, la antesala de lo que será su eventual dimisión o una nueva disolución legislativa, dado que su gobierno está políticamente acorralado.

Son estas las diversas valoraciones que ha despertado en Francia la decisión del presidente francés Emmanuel Macron de disolver la Asamblea Nacional el pasado 9 de junio, tras conocer el resultado de la votación nacional en las elecciones por el Parlamento Europeo.

La pugna política por la renovación de la Asamblea comenzó prácticamente después de hecho anuncio y finalizará en dos semanas. Francia vive ahora un ambiente de adelantada lucha electoral, donde el bloque del presidente se ubica en un tercer lugar, a decir de las encuestas, y en el que una izquierda unida ha dado la sorpresa.

El cierre de inscripciones de candidaturas fue el pasado 16 de junio. La votación en primera vuelta será el 30 de junio y la segunda el 7 de julio. Serán las noches de ese par de domingos cuando podremos saber qué rumbo han decidido los franceses darle a su país y a Macron, su presidente.

Disolver para reordenar

En las llamadas (elecciones) europeas, fue notorio el vertiginoso ascenso del partido de extrema derecha Agrupación Nacional (AN), de Marine Le Pen, con un 31.3% de la intención de voto (que provino del 93% de todos los municipios franceses). A la par, el resultado del partido en el gobierno, que se presentó bajo la alianza Necesidad de Europa, quedó en un lejano 14.6% de la votación.

El descalabro electoral europeo para el bloque de Macron se sumó a la realidad local adversa: el presidente carga con una baja aceptación entre sus gobernados (24% según sondeos, sólo un punto arriba de cuando estalló la crisis de los Chalecos Amarillos en 2019), no cuenta con mayorías en el legislativo que le permitan legitimar su proyecto, el aumento de la desigualdad y el adelgazamiento de los otrora fuertes servicios públicos franceses se han convertido en el sello de su gobierno y, ante el abuso de decretos para pasar leyes, su imagen de “monarca republicano” se ha afianzado en el imaginario social.

Es bajo este contexto que Macron, como se lo permite la constitución francesa ante la falta de mayorías, disolvió la cámara baja.

Hasta antes del anuncio, la asamblea francesa estaba empantanada. No existía mayoría con mando y Macron gobernaba con un uso excesivo de decretos. Es así que Macron, al disolver, busca dar un nuevo sentido al foro legislativo francés ubicando una nueva mayoría de diputados de los 577 escaños que se elegirán.

El partido o coalición que obtenga más de 289 escaños tendrá mayoría absoluta. Macron deberá, entonces, nombrar a un primer ministro que provenga de esa fuerza. Debajo de esa cifra, la fuerza política más numerosa tendrá solamente mayoría relativa. Y aún en ese caso, Macron podría optar por cogobernar con esa fuerza.

¿Pero en verdad sólo eso busca Macron al disolver la Asamblea Nacional?

Yo, o la extrema derecha

En estas elecciones, Macron busca situarse nuevamente como la opción de “centro”, “democrática y “moderada” ante la extrema derecha de Marine Le Pen, y de paso fragmentar a las izquierdas y poner a Los Republicanos (LR), la derecha tradicional, en una posición de debilidad que lleve su voto hacia el presidente. En conferencia de prensa hecha el miércoles 12 de junio, tres días después de disolver la cámara baja, Macron llamó a “socialdemócratas, radicales, ecologistas, democristianos, gaullistas y, en general, (a) muchos de nuestros compatriotas que no se identifican con la fiebre extremista», a unirse y votar por su bloque presidencial.

Pero salir avante ante la extrema derecha es una jugada arriesgada, pues apostar a que la alianza de Macron (su partido Renacimiento más aliados, ahora nombrados Juntos por la República) triunfe nuevamente con mayoría es un paso que pocos se atreven a dar. Si bien en las presidenciales de 2022 ubicarse en el llamado extremo centro le funcionó de manera relativa, la realidad es otra este 2024.

El peligro de la extrema derecha en el poder ya no permea en la gente como en otros años. La intención de voto de AN es fuerte (ahí están las europeas para constatarlo), partido que seguramente obtendrá muchos más escaños que los 88 que tenían en la legislatura recién disuelta. El discurso centrista de contraste que manejó Macron se ha difuminado, sobre todo en esta segunda gestión: para mucha gente Macron ha sido de abierta y llana política derechista en temas fiscales, de migración, de desmantelamiento del Estado de bienestar, de seguridad, etcétera.

Más que contrarrestar la narrativa de Agrupación Nacional, la gestión verdaderamente existente de Macron ha normalizado sus discursos: en el ejercicio diario del poder ha habido momentos en los que las dos expresiones políticas han parecido ser un mismo ente (sobre todo en temas como seguridad y migración).

Esta elección será, también, un referéndum sobre Macron y su gestión. Dentro de su propio bloque muchos lo saben e incluso ven en él un factor que les juega en contra: algunas candidaturas oficialistas han decidido aparecer en esta ocasión en carteles donde no se muestre el rostro del presidente, pues para ellos significa un voto menos.

Plan B o el desgaste del poder

Si las elecciones no otorgan una mayoría presidencial (cosa muy probable), los corredores hablan del Plan B de Macron (que para muchos es el Plan A): previendo la cierta “inevitabilidad” de que llegue Le Pen a la presidencia en 2027, Macron entonces buscaría exponer a AN desde ya al desgaste del poder: le quedan tres años de gobierno, una eternidad en política que compartiría ofreciéndoles el cargo de primer ministro.

En un escenario electoral con mayoría absoluta de AN, Macron estaría obligado a nombrar como primer ministro de Francia a Jordan Bardella, presidente de ese partido y cabeza de la lista ganadora que sacudió la escena francesa la noche del domingo pasado. Macron buscaría que Le Pen no se presente como candidata opositora libre de la responsabilidad del ejercicio ejecutivo.

Una apuesta peligrosa por el perfil de la fuerza política con que trataría. Sería la primera vez que la extrema derecha cogobernaría en Francia, en una Europa donde este sector político ha ido ocupando varios espacios por toda la región y con quienes evidentemente haría alianzas. Es por ello que en la propia coalición oficialista el juego implementado por Macron es visto con recelo o cautela.

En Francia ya han existido previamente cohabitaciones de poder entre dos fuerzas distintas, las cuales han llegado con mayoría absoluta. AN tendría aprietos para cogobernar con Macron si no llega con mayoría absoluta. Las encuestas indican que ninguna fuerza la obtendría en estas elecciones.

Sin mayoría absoluta en el congreso, quien llegue a Palacio de Matignon (sede del primer ministro) deberá lidiar de forma parecida a como lo ha venido haciendo la agrupación de Macron, aunque sin el desgaste del ejercicio de estos años.

Bardella, por su parte, ha anunciado que AN sólo aceptaría presentarlo primer ministro si logran rebasar los 289 asientos, es decir, si logran la mayoría absoluta. En caso de que la oposición no logre mayoría absoluta y Macron decida mantener a su actual primer ministro (Gabriel Attal), el empantanamiento de su gobierno continuará y de peor manera tras una disolución legislativa que no movió nada. Es ante este cúmulo insalvable de situaciones que, para cierto sector del análisis político francés, la disolución de la Asamblea Nacional y sus escasas rutas de salida, no prefiguran más que la lenta autodisolución política de Macron, que abre una probabilidad a su dimisión o bien, una nueva disolución de la asamblea pasado un año.

Lo impensable: coalición de izquierdas, el Nuevo Frente Popular

Si el Plan A de Macron era plantarse como la balanza ante Le Pen o, Plan B, desgastarla en el ejercicio del poder, su hoja de ruta pasaba inexorablemente por tener una izquierda electoral dividida… cosa que no sucedió.

La izquierda se presentará con candidatos de unidad bajo la coalición Nuevo Frente Popular (NFP), en alusión al Frente Popular que cogobernó Francia entre 1936 y 1938 y que nació en circunstancias similares, cuando en Europa el fascismo crecía (como antesala a la Segunda Guerra Mundial). La Francia Insumisa (LFI) presentará 229 candidaturas (con tensiones al interior de su dirección dada la no renovación de ciertas diputaciones a elección); el Partido Socialista (PS), 175; los ecologistas (EELV), 92 candidaturas, y el Partido Comunista (PC), 50 perfiles.

La izquierda sabía que no presentarse unida a esta elección la destinaba a ocupar una plaza anecdótica en el debate público francés y a un impasse político de grandes consecuencias que dejaría libre el campo a todas las derechas. Fue así que insumisos, socialistas, comunistas y verdes lograron en cuatro días ponerse de acuerdo, y presentar un programa de unidad que va más allá de los partidos tradicionales, adhiriendo y candidateando a otras fuerzas políticas sociales, sindicales, vecinales, etcétera.

En su programa de gobierno señalan que, de obtener mayoría y lograr entrar a la posición de primer ministro (que al momento de cerrar este texto aún no perfilan quién sería su opción), implementarían de manera inmediata un programa de “ruptura” con la llamada macronía con acciones centrales que se desarrollarían a lo largo de los primeros cien días.

¿Macron fuera de la segunda vuelta?

La izquierda francesa estuvo a 400 mil votos de arañar la segunda vuelta en las presidenciales de 2022 (Jean-Luc Mélenchon de LFI logró 21.9% de la votación frente a 23.1% de Le Pen), para debutar después con el pie derecho en la Asamblea, cohesionada bajo la alianza legislativa de la Nueva Unión Popular Ecológica y Social (Nupes), siendo el mayor bloque de oposición al segundo mandato de Macron. Sin embargo, en cuestión de pocos meses, esa unidad se fragmentó y atomizó, dejando a LFI como el principal partido de izquierda.

Pero la reciente votación en las europeas modificó en cierto grado esa correlación de fuerzas en la izquierda francesa: el PS (que en 2022 se fue hasta el sótano con el 1.7% de los sufragios), en esta ocasión y en alianza con Plaza Pública, desplazó a LFI al cuarto sitio y se posicionó con cuatro puntos más (13.8% de los votos) por debajo de AN y el bloque de Macron.

Esta tensión de fuerza entre la postura de más izquierda de LFI y la postura moderada del PS hizo pensar en el Palacio del Elíseo, sede de la presidencia francesa, que la izquierda iría segmentada a las votaciones adelantadas, lo que le serviría al bloque macronista para competir de manera más holgada ante Le Pen y pasar a segunda vuelta.

Pero el NFP, a decir de todas las encuestas, deja fuera de la segunda vuelta al bloque macronista. La mesa de juego ha recibido un golpe que movió todo: AN y NFP están compitiendo los dos primeros sitios. La firma Ipsos da a la primera agrupación 35.5%, seguido del frente progresista con un 29.5%, mandando a un tercer sitio al bloque oficial con 19%. A decir de este mismo sondeo, AN tendría entre 235 diputados, aproximadamente, mientras que el NFP lograría 202 asientos y la fuerza macronista unos 95. La batalla se cierra entre AN y NFP.

Ningún grupo tendría la mayoría absoluta, pero algo que sí pasaría en este escenario y que sería una mala situación para Macron, es que la nueva composición de la Asamblea entre derechas e izquierdas asumidas y con numerosos diputados en pugna de contrastes, difuminaría la imagen de moderado que aún el presidente intenta esculpir de sí mismo.

El factor Hollande

Si Macron pensaba cogobernar con Bardella en caso de que AN resultara ganador, ¿qué sucedería si el NFP llega primero y con mayoría? La lógica de Macron al parecer no contemplaba este escenario.

Llama muchísimo la atención, sobre este punto, que el pasado sábado 15 se inscribió como candidato a diputado por el NFP el ex presidente François Hollande, del PS, en cuya gestión (2012-2017) Macron se desempeñó, primero, como secretario adjunto de la presidencia para posteriormente ocupar el ministerio de Economía, sitio donde tejió su precandidatura presidencial que lo llevó finalmente al poder. Dada la sacudida que ha provocado el NFP en el tablero electoral, la inscripción de quien fuera el jefe político de Macron y de cierta manera su impulsor, es un dato que hay que seguir el curso, no perdiendo de vista tampoco que será el NFP quien decidirá quién lo representaría como primer ministro (y Hollande, en primera instancia, no genera consensos).

Colisión en las derechas

Comúnmente se dice que la derecha es más pragmática al momento de buscar acuerdos y alianzas, mientras que a la izquierda le cuesta, al grado de autodestruirse. La premisa en esta ocasión no aplica para la realidad francesa, al contrario. Francia ve el nacimiento, contra todo pronóstico, de la unión de izquierdas y el quiebre desde varios frentes de una eventual coalición de derechas, justo en los momentos en que, por separado, tienen mayor intención de voto.

Por primera vez en la historia de Francia, una voz de la política tradicional ha expresado abiertamente su intención de aliarse con la extrema derecha de AN. Fue Éric Ciotti, líder de LR, partido en el que Macron ha tenido que sostenerse en varios momentos, quien así se expresó:

“Necesitamos una alianza con AN, con sus candidatos. Una alianza de derecha con todos los que tienen ideas de derecha. Dejemos de crear oposiciones ficticias, un tanto artificiales, para ponernos a trabajar”, añadiendo que él sólo busca una alianza con franceses a los que jamás estigmatizaría.

Las palabras de Ciotti provocaron un terremoto al interior de su partido, donde sinfín de liderazgos lo criticaron, llevando el caso a un quiebre político interno que devino en pleito judicial en curso aderezado con episodios dignos de telenovela, con escenas como la de Ciotti encerrado en las oficinas de su partido negándose a salir y asomándose por la ventana ante la insistencia de compañeros suyos de que dejara la titularidad. Ciotti ha estado reticente a desdecirse e incluso ha almorzado con Bardella y Le Pen. Bardella ha dicho que invitará a su “gobierno” a funcionarios del partido republicano, y obviamente Ciotti está incluido.

Pero mientras esa alianza no se oficialice, algo evidentemente improbable con tanta estructura partidista en contra de su líder y con un pleito judicial interno, todo queda en palabras y en la decisión final de los votantes republicanos, que a decir de diversas encuestas, no ven con malos ojos el guiño que su líder hizo a Marine Le Pen.

Amén del affaire Ciotti, la sobrina de Marine Le Pen, Marion Maréchal, quien se salió en 2017 del partido de su tía alegando que AN se había moderado para pasar a engrosar en 2022 las filas de Reconquista (el partido del también ultraderechista Éric Zemmour), anunció que se separaba de esa organización para regresar a apoyar a su familiar pues Reconquista presentaría candidaturas propias, lo que alentaba la atomización de las derechas.

Suspense

Mientras en toda Francia se han realizado marchas contra la extrema derecha (75 mil asistentes en la capital del país el pasado fin de semana, a decir de la policía; 250 mil en la cifra de los organizadores), la moneda electoral está en el aire. Tendría que pasar un suceso de tal magnitud que moviera todo el plano político para que Macron salga triunfante con mayoría absoluta parlamentaria.

Macron guarda esperanzas que los moderados del PS que rechazan el NFP voten por su bloque, de la misma manera que lo hagan los votantes de LR que se sientan ofendidos por los guiños de Ciotti con AN. Pero para Macron siguen las malas noticias, pues sondeos indican que una amplia gama de votantes del PS ve bien el frente electoral de izquierdas y, además, mucha gente de derecha tradicional en Francia se ha ido radicalizando… y, en gran parte, gracias a su gestión.

Macron guarda esperanzas de llegar a segunda vuelta frente a AN, dedicándose a pelearle el sitio al NFP, a quien en estos breves días de campaña le ha puesto el ojo, incluso más que a AN, acusándolos de ser también un “extremo” político.

Más allá de los malabares, estrategias, proyecciones y perspectivas que se tengan en cada dirigencia política, el destino de Francia en estas anticipadas elecciones está en sus habitantes, los franceses. Veremos cómo votan, en qué cantidad votan y qué rumbo deciden en las próximas dos semanas.

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