12 abril, 2022
Cuando un miembro de la clase trabajadora demanda legalmente sus derechos laborales sólo busca el equilibrio, la justicia, en una situación abusiva. No debe hacernos sentir culpables o amenazados exigir lo que la ley convalida y protege: somos víctimas de violencia laboral, no victimarios
Por Asamblea Tenemos que Hablar (ATQH)
(Una duda antes de comenzar: ¿por qué a casi nadie que estuviese en una universidad le enseñan la Ley Federal del Trabajo (LFT)? ¿La patronal y sus intereses están enquistados como parásitos hasta en la educación mexicana?) Como clase trabajadora, tenemos que asumirnos como víctimas casi permanentes —salvo que realmente formemos parte de casos excepcionales de explotación casi pasiva— de abuso y, por lo tanto, violencia laboral.
Como trabajadores de medios de comunicación, estas vulnerabilidades tienen sus propios rasgos, su propia manera agresiva. Habrá entre los que leen quien pueda decir que a él sí le pagan a tiempo —¿pero sabe si está registrado con el 100 por ciento de su sueldo ante el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS)?—, mientras tal vez minimiza que trabaja más de ocho horas al día: quien no sufre violencia laboral en México es porque no lo sabe, no lo ha concientizado; o, en el menos malo de los casos, conozco a alguien que sí la sufre, aunque quizás tampoco lo sabe. La violencia que proviene de un grupo históricamente opresor —en este caso, la patronal— contra otro históricamente oprimido —en este caso, la clase trabajadora— es especialmente intolerable.
Cuando un miembro de la clase trabajadora demanda legalmente sus derechos laborales sólo busca el equilibrio, la justicia, en una situación abusiva. Y no obstante que tendría que tratarse de un procedimiento normal, denunciar públicamente a quien nos ha violentado puede causarnos terror. Quien explota suele basarse en la manipulación y en generar lo que podríamos llamar una especie de Síndrome de Estocolmo: “¿Cómo te atreverías a morder la mano que te da de comer?”, o un: “Te vas a morir de hambre porque nadie más te va a convidar su comida”.
Y en esto resuena una palabra intimidatoria: el veto. Esta amenaza es un secreto a voces entre los trabajadores de medios de comunicación de México: diversas organizaciones —digamos, no sé, El Heraldo— revisan si sus aspirantes han demandado a patrones antes de contratarlos y de existir un litigio lo señalan como una causa de rechazo para ingresar a su plantilla. ¿Será legal castigar el ejercicio de derechos, el empleo de las herramientas de las que nos dota la ley? Es pregunta. ¿Alguien quiere pensar en la patronal? —como, a su manera, apuntó la esposa del reverendo Alegría, Helen Lovejoy, en Los Simpson.
Otra de las tantas cosas que debemos construir es la certeza de que no debe hacernos sentir culpables o amenazados exigir lo que la ley convalida y protege: somos víctimas de violencia laboral, no victimarios. Y es que los derechos no se piden, se arrebatan. Rechazar a quien busca entrar a un trabajo por haber denunciado laboral o legalmente a otra empresa es discriminación, destaca el buró laboral —a veces aliado del diablo—: “Las empresas contratantes no pueden utilizar nuestro sistema como herramienta de discriminación laboral. Tú cómo candidato, en caso de que alguna de las empresas contratantes mencione que no te contrata por contar con una o más demandas laborales, puedes demandar a la empresa contratante por discriminación laboral”, destaca el espacio.
Además, la Ley Federal del Trabajo, en la fracción 9 de su artículo 133, prohíbe negar oportunidades laborales a los trabajadores por incluirlos en un índice discriminatorio. Sabemos que la ley es letra muerta en muchos casos y los abusadores siempre encuentran rutas para perpetuar su violencia, pero ¿y si fuéramos nosotros quienes dejamos sin producción a quien nos violenta? Ya hablaremos de ello, pero mientras asentamos que es posible hacer la utopía. ¡Podemos! Así, llamamos a los colegas a darse cuenta: como clase trabajadora no podemos permitir ser perjudicados con estos vetos y boletinajes. Suficiente violencia hemos sufrido como para que encima se nos amedrente y castigue por ejercer nuestros derechos.
La ley no sólo nos respalda sino que costó sangre asentar en ella derechos a través de años de lucha. Quien pretenda que demos pasos hacia atrás lo hace mediante la mentira, la manipulación y no merece consideraciones. Lo que corresponde ante esta discriminación, criminalización y estigmatización es, por supuesto, organizarse. En Tenemos que Hablar (TQH), recordamos, defendemos que la única herramienta legal que como clase trabajadora tenemos para frenar a la patronal es un sindicato que nos agrupe como trabajadores de los medios de comunicación.
En el caso específico de las demandas laborales, una organización sindical puede servir para protegernos de la violencia del opresor previa y posterior al proceso de demanda. Juntarnos para cuidarnos, para evitar la culpa, la revictimización, el veto, la amenaza. Así que tenemos que hablar de nuestros derechos.
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