El pasado martes 9 de mayo tuvo lugar una sesión del Seminario Permanente Turismo, Globalización y Sociedades Locales en la Universidad Autónoma de Yucatán (UADY) en la ciudad de Mérida. Para el mismo propuse el tema El Tren Maya y la academia: ¿qué hacer, por qué, para qué y para quiénes? El texto de apertura provocó un nutrido intercambio y una valiosa discusión. Lo comparto de manera íntegra con el deseo de que continúe este diálogo
Tw: @etiennista
Buenas tardes a todas y todos y muchas gracias por asistir.
Primero que nada, quiero mencionar mi lugar de enunciación. Soy mexicano (pese a mi extraño nombre) y como ciudadano simpatizo con el proyecto obradorista del país. Considero cuando menos fascinante el tiempo que atraviesa México, pero sobre todo creo que es una oportunidad invaluable para transitar hacia un país más justo, menos desigual y más viable para todos los seres vivos -humanos y no humanos. Esto no significa que todo me guste o que todo lo apruebe. Procuro ser reflexivo ante este potencial sesgo, creo mantener vivo mi pensamiento crítico e independiente y agradezco cuando colegas, alumnos o lectores me ayudan a asegurar tener una mirada balanceada de las cosas.
Aunque es la región que más me gusta y quiero de México, no soy de la Península de Yucatán, de manera que no pretendo saber más que quienes habitan la región, mucho menos que los pueblos que lo han hecho ancestralmente. Sin embargo, durante innumerables visitas a lo largo de mi vida he atestiguado los profundos cambios en la región y de manera atenta he seguido por tres años la evolución del Proyecto Tren Maya, junto con colegas y alumnos de posgrado de mi departamento (la Unidad de Planificación para el Desarrollo de University College London), así como con aliados en México y en la península. Si bien me nutro del trabajo de investigación y reflexión constante de decenas de personas, las opiniones que expreso son solo mías.
Aprovecho también para agradecer a quienes me han ayudado en mi más reciente recorrido por más de un mes en los estados de Yucatán, Quintana Roo y Campeche, y a las decenas de personas que he entrevistado y las muchas más con quienes he sostenido conversaciones casuales. Agradezco también a quienes nos han apoyado en el trabajo que estos días desarrollamos en Mérida y su región con estudiantes de la maestría en Desarrollo Económico Urbano, especialmente al maravilloso equipo de la red de turismo comunitario Co’ox Mayab.
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A manera introductoria comparto una primera reflexión:
Vivimos tiempos interesantes donde lo público es cada vez más público, y existe un constante e intenso debate sobre el acontecer nacional. Esto no hace sino fortalecer la democracia. Sin embargo, considero que no todos están haciendo su labor frente a la sociedad o no de la mejor manera. Pongo aquí en primera instancia a los medios tradicionales (corporativos) de comunicación y a la comentocracia. Si nos quedáramos con lo que leemos en la prensa y escuchamos diariamente en la radio y en la televisión, creeríamos que el país vive una regresión bárbara en todos sentidos, que nada mejora, y que estamos al borde -cuántas veces nos han dicho- de la dictadura. Sin embargo, no solo ninguno de los presagios catastrofistas anunciados desde 2018 han llegado, sino que, como sabemos todos -aunque a algunos no les guste- este gobierno tiene una aprobación sin precedentes y la abrumadora mayoría del pueblo de México lo respalda.
En el sur y sureste del país el apoyo al proyecto de país es aún más fuerte. Prueba de ello son los resultados de las elecciones de 2018 y 2021 así como los de la consulta de revocación de mandato, que pese a ser boicoteada por partidos de oposición llevó a 15 millones de mexicanos decir “que siga el presidente”. Aquí se tuvo la mayor participación ciudadana de dicho ejercicio (muy por encima del 17% a nivel nacional), con al menos 94% de los votantes respaldando la gestión del presidente en los cinco estados del área de influencia del Tren Maya.
Existe, entonces, una desconexión profunda entre lo que dicen medios y analistas y el sentir de la mayoría de la gente. La comentocracia que siempre buscó formar opinión lo logra cada vez menos, mientras que la credibilidad de los medios tradicionales de comunicación está en constante descenso. Prueba de ello es el mosaico de nuevos medios y prácticas comunicativas que desarrolla y utiliza la gente.
Dentro de este nuevo panorama mediático están por supuesto las conferencias mañaneras y no es por nada que haya quienes aboguen por su prohibición. Quienes las desprecian usualmente las ignoran, con lo que se privan a sí mismos de una importante fuente de información sobre, por ejemplo, el desarrollo y evolución de Tren Maya como el proyecto vivo que es: sabrán todos que éste ha tenido decenas de modificaciones conceptuales, de trazo y organizativas. Es más, quienes no ven al menos las mañaneras de los lunes es probable que simplemente no sepan lo que está pasando, en gran medida porque los medios informan lo que quieren, cuando lo desean y no siempre con el fin de informar al público. Sostengo que, si bien la libertad de expresión está más viva que nunca en México, el derecho de todos a la información sigue siendo constantemente vulnerado.
Como segunda reflexión planteo lo siguiente. ¿Cómo es que un proyecto de infraestructura tan grande y con tantos impactos como el Tren Maya no tiene detrás un cúmulo de agravios y conflictos a tal grado de que exista un movimiento social masivo en su contra? Con ello, no sugiero que no hayan ocurrido conflictos o que no se tengan visiones contrapuestas a este modelo de desarrollo, podríamos decir impuesto desde la visión de comunidades originarias, pero del que todos (al menos aquí) formamos parte y el que habremos de modificar si queremos un planeta viable para todos. Tampoco sugiero que no existan insatisfacciones y preocupaciones legítimas. Las hay, y debemos ayudar a que se escuchen fuerte, y se atiendan. Aquí me adelanto un poco diciendo que, desde mi lectura, éstas tienen que ver más con otros procesos que ocurren en la región y menos con la construcción y futura operación de un tren. Por supuesto que hay quienes sostienen que todo lo negativo que ya ocurre en la región se agravará con el Tren Maya. Pero esto es demasiado fácil y no es siempre apegado a la verdad.
Es común en las ciencias sociales y de la mano con colectivos y movimientos buscar una mirada integral y un análisis sistémico de las cosas. ¿Pero con qué juntamos el Tren Maya? ¿Con el proyecto del Tren Transístmico o con el resto de las acciones de la autollamada Cuarta Transformación en las localidades? ¿O con ambas, cada una por motivos distintos? Porque cada ruta explora cosas diferentes -y construye narrativas distintas. Me detengo un poco para sugerir que a muchos en la academia les hace falta asomarse a lo otro que ocurre en los mismos pueblos y territorios desde 2018. Es más, diría que es imposible entender la visión de desarrollo (que no está libre de contradicciones) sin mirar otros programas y proyectos como Producción para el Bienestar, Sembrando Vida, el Programa de Mejoramiento Urbano o el Programa de Ordenamiento Territorial de la Región Sur-Sureste. Algunas de estas intervenciones iniciaron en la región, como Sembrando Vida, mientras que otras son de alcance nacional pero tienen aquí un mayor énfasis.
La frase ‘El Tren Maya es más que un tren’ tiene entonces significados distintos. Efectivamente, a quienes desean comprenderlo suelo recomendar no ver al tren de manera aislada, y tampoco casarse con una sola narrativa.
Además de los programas y proyectos mencionados están el resto de los Programas para el Bienestar que ayudan, literalmente, a millones de mexicanos. En conjunto, en todo esto puede encontrarse una primera pista sobre por qué el Tren Maya tiene una aceptación mayoritaria en la población de los cinco estados. Y no es que la gente tenga demasiada información. De hecho, por lo general tiene muy poca información específica y en cada una de las comunidades que visité la gente tiene más preguntas que respuestas. Pero parecen confiar en que este proyecto de país les tiene en una consideración distinta, y que el Tren Maya no puede ser una puñalada por la espalda mientras se beneficia solo al gran capital. Éste, por cierto, siempre busca -y encuentra- la manera de beneficiarse, y es efectivamente un problema enorme que antecede al tren y que podrá, en algunas localidades, agravarse con éste. Pero insisto, no son los únicos beneficiados ni para quienes maliciosamente se construye todo. A mi parecer, y constatado en mis dos últimas visitas dedicadas a recorrer distintos tramos y hablar con toda persona que puedo, la gente tiene preguntas, inquietudes y miedos, pero también confianza y esperanza, basados en cosas que ya están sucediendo desde antes de que se terminen las vías.
Si me hubiera quedado con lo leído en varios artículos académicos sobre procesos sociales en Xpujil, por ejemplo, pensaría que sería hoy un centro de resistencia al Tren Maya. Por supuesto que no entrevisté a cada uno de los miles de habitantes y a todos los trabajadores que llegaron con las obras del Tramo 7 (que yo creía iba a ser el más conflictivo y problemático de todos). En cambio, desde el año pasado encontramos una economía dinamizada. Mucho trabajo (una parte ciertamente temporal), y gente preocupada más por el precio del kilo del jitomate y el valor de las rentas que de las obras del tren, que son ciertamente impactantes sobre todo por el desmonte. Encontramos inversión en espacios públicos dignos como tal vez nunca lo habían visto, incluyendo una biblioteca, un mercado y un palacio municipal y centro deportivo y comunitario. Pese al polvo y al ruido y al constante flujo de vehículos pesados la gente parece ilusionada y sonríe al preguntarles si ya desean subirse al tren. Existe orgullo por tener allí una estación, y muchos mencionan un plan familiar para finalmente conocer otras partes del sur y sureste del país. No todos están satisfechos con los términos de la expropiación de tierras y existen conflictos puntuales. También, se cuestiona y discute mucho – lo cual está muy bien – la construcción del hotel que construye la SEDENA (aunque NO en zona núcleo de la Reserva de la Biosfera Calakmul como tanto se dice). Pero el gobierno federal acordó resolver el tema del acceso al agua y a la par del tren se construye el acueducto que finalmente atenderá esta deuda con la población.
Sobre el transporte en la región, nos acostumbramos a cosas que no son normales, como el hecho de que exista un monopolio privado en una región del tamaño de países enteros. A que los pasados gobiernos, en lugar de construir terminales de autobuses en cada ciudad, se lo dejaron a ADO, monopolio de facto que cobra lo que quiere y determina qué tipo de servicio brinda y a quiénes, exclusivamente en función de su rentabilidad económica. Es una verdadera locura. De los taxis y otras formas de transporte podemos decir cosas similares. La gente gasta demasiado tiempo y dinero en moverse de un lado para otro, lo que limita su movimiento y las oportunidades. Nos acostumbramos también a los accidentes y a la pérdida o alteración de vidas humanas así como a los atropellamientos de la vida silvestre en nuestras carreteras. Salvo unos cuantos pasos para monos en la región no existen pasos de fauna en nuestras vías de comunicación. El Tren Maya contempla alrededor de 290 y se diseñan con la ayuda de biólogos y especialistas que buscan la manera de que se hagan bien las cosas aunque algunos de sus colegas en la academia les llamen ‘colaboracionistas’. Como si estuviésemos frente a un régimen fascista. Otra locura.
No llegué hasta Escárcega pero sí fui a la cueva Volcán de los Murciélagos en Campeche. Me bastó una tarde para entender que el Tren Maya no tiene forma de afectar este sitio refugio de millones de murciélagos, por estar su paso a casi tres kilómetros de distancia. Lo que sí se constata con facilidad es que a 300 metros le pasa por encima una carretera, misma que se amplió durante el sexenio de Felipe Calderón, sin los debidos estudios y con fuertes repercusiones en la estructura de la cueva y en la vida de las poblaciones de murciélagos.
Se conoce y habla poco del convenio marco de colaboración y coordinación entre el gobierno federal, los cinco estados y los principales municipios impactados por el Tren Maya (2022, 59 páginas). Es gracias a éste, además de una controversia constitucional, que se logró evitar la expansión aún mayor de Tulum, misma que ya había sido autorizada por el cabildo municipal.
Los temores que casi todas las personas comparten tienen que ver precisamente con la apropiación del territorio, la urbanización sin control y dejada al mercado, y la falta de instrumentos y mecanismos para orientar el desarrollo urbano que sin duda continuará en la región. Contrario a lo que se piensa es el Tren Maya el que está posibilitando un ordenamiento territorial y una planeación regional que de otra forma no existiría, dejando el devenir de los centros de población a cada localidad, y sobre todo a los actores más influyentes y a los caciques y traficantes de tierras.
Es también gracias a la intervención de la Secretaría de Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano (SEDATU), debido al proyecto Tren Maya, que se están recuperando los accesos públicos a la playa dentro del Parque Nacional Tulum. Estos habían sido apropiados por hoteleros y restauranteros establecidos ilegalmente gracias a redes de corrupción. Y es también gracias a la intervención más decidida de la SEMARNAT en la región que se están ampliando áreas naturales protegidas. Esto se está logrando entre otras cosas mediante la incorporación de áreas destinadas voluntariamente a la conservación (ADVCs) por parte de ejidatarios. Como ejemplo está la Reserva de la Biosfera de Calakmul que está por estrenar decreto con un polígono revisado y un Programa de Manejo. Las áreas designadas zona núcleo crecerán, y todo esto sin despojar a ninguna comunidad de sus tierras (hasta donde yo sé).
¿Qué tiene que ver la academia con todo esto? Por un lado todo es importante, como lo es el trabajo de acompañamiento a procesos sociales y a las luchas, resistencias y aspiraciones de colectividades y personas. Pero también tiene que ver porque no me siento muy orgulloso de colegas al ver que formen parte y alimenten desinformación y a veces abiertas mentiras. Lo he visto y escuchado mucho. No tal vez en artículos arbitrados pero sí en seminarios (sobre todo internacionales), webinars, en entrevistas en medios y en redes sociales. Tenemos, pienso yo, que buscar siempre acercarnos a la verdad, por compleja e inasible que sea. En lo que concierne al Proyecto Tren Maya todo se mezcla: las preocupaciones genuinas, las luchas legítimas, y los intereses de grupo, económicos y también políticos; los hechos reales con los ficticios; la buena fe de que las cosas se hagan de la mejor manera en beneficio de las comunidades y la mala para que todo salga mal con tal de mantener nuestros espacios de articulación, narrativas y lealtades. Hablamos siempre de la necesaria interdisciplina y del anhelado diálogo de saberes, pero en estos tiempos me parece que tenemos que también trascender nuestras posiciones políticas e incomodarnos un poco en los espacios que, así sea con las mejores intenciones, hemos construido.
¿Cómo entonces servimos mejor a las comunidades con las que trabajamos? ¿Y a la sociedad más amplia? ¿A quiénes nos debemos? ¿Cuál es la razón de ser de la academia en momentos de cambio como el que vivimos? No tengo ninguna respuesta pero me interesa mucho poder, en colectivo, construir algunas. Lo que sí pienso es que tenemos un deber ético de trabajar en lo posible, mientras caminamos guiados por lo imposible. Ahí, entre lo posible y lo imposible, hay una danza continua que ojalá muchos nos animáramos a bailar.
Gracias a todas y todos por su atención.
Profesor de ecología política en University College London. Estudia la producción de la (in)justicia ambiental en América Latina. Cofundador y director de Albora: Geografía de la Esperanza en México.
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