El Tren Maya los dejará sin hogar: Otras dos historias de desalojo en Yucatán

8 octubre, 2021

Fonatur anunció, a finales de agosto, modificaciones a la ruta del Tren Maya, que ya no afectará a los pobladores de Tres Barrios, Campeche, donde se pretendía desalojar a 463. Pero en el sureste del país hay 2 mil 294 predios con una o más viviendas en cada uno, sobre el derecho de vía. La «solución» en muchos casos ha sido el despojo

Texto: Lilia Balam y Herbeth Escalante

Fotos: Lilia Balam

MÉRIDA, YUCATÁN.– Hace diez años, José Puch Canché recibió como herencia de su madre un terreno en la calle 20 del municipio yucateco de Tixpéhual. Él y Melba Uc Canché, su esposa, pusieron manos a la obra y comenzaron a construir ahí su casa. Culminaron sus esfuerzos tres años después y se mudaron con su hijo e hija. Hoy están en la incertidumbre, el Tren Maya está a punto de dejarlos sin hogar.

Estaban a gusto en su casa, aunque se encontraban a escasos 20 metros de las rieles y un viejo tren de carga pasaba por allí a menudo, ocasionando fuerte ruido y vibraciones. Pero se acostumbraron, con la esperanza de que algún día el ferrocarril dejara de hacer su recorrido. 

A principios del 2020 vieron a trabajadores quitando las durmientes. “Recuerdo que pensé ‘qué bueno, ya se lo van a llevar’. Jamás imaginé que quienes tendríamos que irnos seríamos nosotros”, relató Melba, quien labora en una maquiladora de esa localidad ubicada en el centro de la antigua zona henequenera de Yucatán.

Resultó que las labores que realizaban dichos hombres eran para el Tren Maya. En marzo de ese mismo año, personal del Fondo Nacional de Fomento al Turismo (Fonatur) tocó a su puerta y avisó a la familia que tendría que dejar el lugar, bajo el argumento de que alrededor de siete metros cuadrados de una de las habitaciones de la casa pertenecían a la Federación. En ese momento, los empleados de la dependencia no ofrecieron reubicarlos ni pagarles por las tierras.

Melba y José se alarmaron y extrañaron, pues contaban con las escrituras que demostraban que el terreno era propiedad privada. Las exhibieron y entonces el equipo de Fonatur cambió su discurso: afirmó que se les indemnizaría, ya fuera reubicándoles o comprándoles el sitio. Incluso José firmó una hoja para iniciar ese proceso. Sin embargo, hasta ahora la dependencia no les ha ofrecido un trato acorde a sus necesidades o al valor de la casa. 

Primero, les ofrecieron una vivienda en Mérida, pero la familia rechazó esa opción. Consideró que no contaba con los recursos suficientes para subsistir en la capital yucateca, ni quería abandonar el estilo de vida al que ya está acostumbrada. 

“Toda nuestra vida hemos vivido en un lugar tranquilo. Yo nunca he vivido en Mérida, solo tengo parientes ahí, pero supongo que es mucho más caro. Además mis hijos aquí estudian, aquí hemos hecho toda nuestra vida, no nos gustaría cambiar de lo tranquilo a otra cosa”. 

Melba

El pasado mes de agosto, el personal de Fonatur regresó con otra propuesta: si la familia conseguía un terreno, le construirían una casa de 70 metros cuadrados. Pero la propiedad de la calle 20 es más grande, pues mide 90 metros cuadrados de extensión. Además, Melba y José no tienen otras tierras. Al expresar su inconformidad, la dependencia se negó a darles un terreno porque “tienen ciertos límites”. 

“Si sabían que no podían darnos otro terreno desde el principio, ¿por qué no nos lo dijeron? Les hubiéramos dicho desde el principio que no. Incluso algunas personas han venido a hacer mediciones tres veces pero nunca llegan a nada, ¿para qué vienen a hacer tanto show? Les dijimos que no vamos a recibir menos por más […]. Si nos van a correr de aquí, que nos den todo. Dijeron que se llevarían nuestra propuesta y luego regresarían con una respuesta, pero hasta ahora nada”, sentenció. 

El equipo de la dependencia reapareció a finales de septiembre para corroborar datos y preparar una última oferta. De acuerdo con Melba, una de las funcionarias les confirmó que les deben pagar todo el terreno, no solo el pedazo que aparentemente es propiedad de la Federación, pues tirarán la casa y construirán una barda de contención. Eso sí, no brindó una cifra. De hecho, no se ha hablado de dinero hasta ahora. 

“Les dijimos que queremos lo justo. No sé si ellos creen que no sabemos nada, pero cualquiera sabe que lo justo es lo justo. Nosotros no nos vamos de aquí si no nos pagan lo que debe ser o nos dan una casa como esta”, señaló la mujer. 

Aparentemente, las negociaciones se seguirán alargando, pero a la familia eso no le importa, pues aún no quiere dejar su hogar. 

“Al principio fue doloroso pensar que nos iríamos. Pero si nos van a pagar lo justo, no hay problema. No podemos ponernos en el plan de ‘yo no quiero y aquí me voy a quedar’, porque no tiene caso, ya nos dijeron claramente que aquí va a pasar el Tren Maya aunque nosotros no tengamos ganas de quitarnos. No estamos peleando. Dijeron que pronto traerían una propuesta, ojalá nos convenga y si no, pues no nos iremos de aquí hasta que nos den lo justo”, dijo Melba. 

Más de 3 mil hogares 

En el “Programa de adquisiciones para las reubicaciones de asentamientos humanos en el derecho de vía del Proyecto Tren Maya”, Fonatur informó que identificaron en el sureste del país 2 mil 294 predios con una o más viviendas en cada uno, con un aproximado de 3 mil 286 hogares sobre el derecho de vía.

En el proyecto ejecutivo de dicho Programa, la dependencia sostuvo que la presencia de esas viviendas conlleva un riesgo importante tanto para las familias asentadas como para la operación segura y eficiente del Tren, pues al ser de alta velocidad “se impide la convivencia tradicional social-ferroviaria”.

Por tal razón, solicitó a la Secretaría de Hacienda 3 mil 579.32 millones de pesos para la construcción y adquisición de viviendas, y la supervisión de esas obras, con la intención de reubicar a las familias que, según, se encuentran en propiedad federal.

Fonatur advirtió que la “consecuencia de continuar con la situación actual” es que las personas tendrían riesgos a su integridad física y a su patrimonio, por lo que eventualmente tendrían que ser desalojados. En este sentido, recalcó que es indispensable contar con opciones de vivienda para su reubicación.

Al poco tiempo de que se dio a conocer este Programa, la dependencia anunció, a finales de agosto, modificaciones a la ruta del Tren Maya, por lo que ya no afectará a los vecinos de Tres Barrios, Campeche, entidad en donde había identificado 463 predios que pretendía desalojar. Varios de los habitantes se ampararon en contra de la obra, por lo que para “no atrasarse” y cumplir con su meta,  Fonatur tomó esta decisión.

También optó por ya no construir la estación central en Mérida, en la zona de La Plancha del Centro Histórico, al parecer por la presión social de la ciudadanía, por lo que el ferrocarril ya no ingresará a la capital yucateca y no tendrá que desalojar familias que viven en franjas aledañas. 

Si bien con estos cambios a la ruta se evitó afectaciones a estas importantes urbes de la Península, todavía hay casos de familias de escasos recursos que viven en comunidades rurales de Yucatán que se están enfrentando al embate del desalojo forzado disfrazado de consenso. Pareciera que nadie los escucha.

Con falsas promesas, invadieron su terreno

Los 10 hijos de la señora Librada Kumul Vitorín crecieron en el terreno que compró con los ahorros de toda su vida a las afueras de Maxcanú, el cual se encuentra a un costado de las antiguas rieles ferroviarias. Aún evoca los momentos en los que los niños jugaban durante horas entre árboles frutales y animales de traspatio.

La mujer de 77 años de edad ya no vive en ese terreno, se retiró de ahí cuando falleció su esposo, pero durante mucho tiempo lo siguió utilizando para criar cerdos, pavos y gallinas. Ese espacio fue el sustento económico de la familia.

A veces pide a sus hijos que la lleven a ese lugar que durante casi cuatro décadas fue su hogar, para pasar el rato debajo de la sombra de los árboles y recordar los tiempos de alegría, cuando todos estaban juntos. Ella no puede ir sola, debido a su avanzada edad con trabajo camina pocos pasos. Casi no va, a pesar de que el terreno está a 15 minutos de la casa en la que actualmente vive.

Doña Librada no comprende por qué está a punto de perder ese terreno que sería la herencia de sus hijos. El megaproyecto del Tren Maya llegó hace más de un año a Maxcanú, municipio localizado al poniente de Yucatán, y prácticamente invadió el predio. Las autoridades construyeron en sus tierras bajo la promesa de que se las pagaría, pero hasta el momento no han cumplido.

Ahí, su hijo Víctor Armando Chablé siembra mango, ciruela, aguacate, zaramullo, guaya, entre otras frutas. Él confesó que tenía planeado regresar a vivir, en la tranquilidad del monte, lejos del ruido de los mototaxis del pueblo. De hecho quitó el antiguo techo de guano de la humilde casa que sigue de pie y su intención es ponerle láminas para protegerse de las lluvias y el sol. 

El hombre, de oficio albañil, contó que a finales del 2020 fueron visitados por supuestos abogados de Barrientos y Asociados, despacho que contrató Fonatur para encargarse de la liberación de áreas de afectación para la constitución del derecho de vía. Ellos les dieron la mala noticia de que el Tren pasará por ahí y que necesitan su terreno para construirlo, por lo que prometieron comprarlo.

La familia Chablé Kumul no tenía planeado venderel terreno de 100 metros de largo y 44 de ancho, pero no le dejaron otra opción. Como ha dicho el presidente Andrés Manuel López Obrador: Lluevetruene o relampaguee, el Tren Mayava.

En representación de su madre, Víctor Armando inició las negociaciones con los abogados y el personal de Fonatur, quienes le ofrecieron un adelanto del 50 por ciento del costo del terreno, y acordaron que con ese dinero pagarían el juicio de intestado. La promesa fue que al terminar con el proceso, le entregarían el resto. La única condición fue que “no tranque” la obra, que permitiría que avancen los trabajos de construcción.

“Mi mamá y mi papá compraron el terreno hace más de 40 años y lo pagaron poco a poco; pero como mi padre ya falleció, tengo  que hacer el juicio  de intestado para tener todo en orden. Eso cuesta 15 mil pesos y nosotros no tenemos el dinero, por eso llegamos a un acuerdo con Barrientos para que con la mitad de la venta lo paguemos”, explicó.

El hombre confío en la palabra de los abogados del despacho, pero al sitio nunca llegaron los topógrafos para medir las dimensiones y, hasta el momento, nadie le ha dicho cuál es el valor y cuánto le ofrecerán de pago.

En enero pasado, Fonatur solicitó a Víctor Armando que quitara la albarrada que delimitaba su terreno, así como cinco árboles, ya que la maquinaria pesada necesitaba avanzar para levantar el tramo del ferrocarril. Le dieron 8 mil 400 pesos por “mover el muro”. Él aceptó porque supuestamente ya tenían un trato de compra-venta de la tierra.

En cuestión de semanas, la constructora levantó el tramo de cinco metros de altura y para hacerlo, invadió aproximadamente 300 metros cuadrados del predio de la familia Chablé Kumul. Desde entonces, ni el despacho ni la dependencia federal cumplieron con la promesa de comprarles el terreno.

“Lo último que me dijeron es que no me darían el primer pago, más bien que yo tengo que costear el juicio de intestado y que hasta que lo tenga listo me pagarían todo en una sola exhibición. Pero yo no tengo el dinero para ese trámite, vivo al día; nosotros no estábamos vendiendo el terreno, ellos vinieron a afectarnos y por eso deben de correr con los gastos”, se quejó el hombre de 53 años.

Víctor Armando no titubea en decir que los operadores del Tren Maya le tomaron el pelo y que se burlaron de su familia. Está molesto, pero no resignado.  

La construcción de la obra faraónica del presidente avanza en Maxcanú y es un hecho que pasará dentro de su terreno, a unos metros de la humilde casa en donde creció, esa casa que ya no tiene el techo de guano y en donde quiere regresar a descansar.

Doña Librada y su hijo cuentan con los planos, el documento de la compra-venta de la propiedad, el Certificado de Libertad de Gravamen y la Cédula Catastral actualizada, por lo que exigen que Fonatur respete sus derechos como propietarios. 

“Yo no me estoy peleando con el Gobierno, pero no es justo que se queden con un terreno que mis padres lucharon y consiguieron con mucho esfuerzo”, enfatizó Víctor Armando.

Se van por las buenas o por las malas

La abogada y académica Kalycho Escoffié, experta en derecho a la vivienda, sostuvo que en las acciones de desalojo en el proyecto del Tren Maya no existen consensos entre el gobierno y los pobladores, pues prácticamente los dejan sin opción: o se van por las buenas, o se van por las malas.

“El discurso de Fonatur es que todo es consensuado con la comunidad, pero el problema es que, al ser autoridades, se encuentran en una situación jerárquica intrínseca. Llegan y le dicen a la gente que ya se tomó la decisión de que el tren va a pasar por sus casas y se tienen que ir, que no les queda de otra”, enfatizó. 

Tan es así, que la dependencia es la que decide en cuáles zonas se tienen que mudar, cuál es tipo de diseño de sus nuevas viviendas, cuánto les van a pagar y cuál será la medida de los terrenos. Es decir, abundó, no hay un marco de consenso.

Ante este panorama, lo único que las personas pueden decidir es si se irán por las buenas o por las malas. En la mayoría de los casos aceptan desalojar sus hogares por la presión que ejerce el gobierno en su contra.

“Si a una persona de escasos recursos, sobre todo si es población indígena, le notifican que van a destruir su casa porque el proyecto más importante del sexenio va a pasar por ahí ¿qué expectativa de resistencia puede tener? Consciente o inconscientemente, las autoridades se están aprovechando de esta situación porque en la realidad no hay consensos, no es como lo están tratando de vender”, criticó la abogada yucateca.

Kalycho Escoffié recordó que desde que inició el proyecto del Tren Maya, Fonatur advirtió que miles de familias de la Península de Yucatán serían desalojadas argumentando que sus viviendas se instalaron sobre los derechos de vía actuales o en el trazo que se va a construir. En ese sentido, dijo que usar esa supuesta ilegalidad es cuestionable, pues  la gran mayoría de las personas cuentan con documentos que acreditan ser dueñas de sus terrenos, tienen acceso a servicios públicos, así como el reconocimiento y aval de instituciones de los tres niveles de gobierno. 

La catedrática de la Facultad Libre de Derecho de Monterrey recordó que nadie puede ser desalojado de su casa sin un mandato competente y una resolución judicial que contemple alguna de las causales previstas en la legislación, la cual, por cierto, no prevé a los megaproyectos turísticos como uno de esos motivos.

El colmo es que el personal de Fonatur o sus asesores jurídicos están notificando a muchos de los pobladores que serán desalojados por vía oral, es decir, sin entregar algún documento jurídico que respalde esa decisión. Pretenden sacarlos de sus casas sin darles mayores explicaciones.

“La situación de cada barrio y comunidad es distinta, pero en todos los casos la gente tiene derecho a una indemnización. Lo que hemos visto es que las autoridades del Tren Maya están actuando con poca transparencia, e incluso hay zonas en donde hasta hace poco  no había claridad de por dónde va a pasar y si se afectará a determinadas personas”, concluyó. 

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