Verónica Maldonado hace teatro político para niños, un teatro que acerca a las personas a facetas oscuras: abuso sexual infantil, violencia del narco, desaparición de personas; lo hace con la convicción de que es posible formar desde el teatro infancias felices y lugares en paz. La dramaturga trabajó recientemente con hijas e hijos de personas desaparecidas de Coatzacoalcos
Texto: José Ignacio De Alba
Fotos: María Ruiz
VERACRUZ / CIUDAD DE MÉXICO.- Verónica Maldonado, de oficio dramaturga, camina por un campo de poderosos verdes. El sitio, casi idílico, esconde una tragedia. Bajo las hojarascas y los arbustos, bajo la pequeña fosa de agua, puede estar el cuerpo de un niño que fue asesinado y enterrado en este lugar.
La mujer, de 58 años, se mantiene atenta al paisaje selvático de Coatzacoalcos, busca indicios que ayuden a dar con el sitio donde pueda estar el cuerpo del chico. Es una tarea ardua, que el calor y los insectos hacen aún más agotadora. Ella usa una varilla para profundizar su rastreo, tal y como le explicaron: cuando hay un patrón extraño sobre el piso, clava el metal y lo extrae, con la esperanza de que la punta de su herramienta huela a carne.
Verónica y un grupo de artistas acompañan a varios familiares de personas desaparecidas en la búsqueda de Carlitos, de 12 años, en un rancho cercano al puerto petrolero del sur del estado de Veracruz. Para la dramaturga es una experiencia nueva, nada cercano a lo que ha vivido antes.
Hace pausas en la búsqueda para anotar en una libreta sus observaciones. Es paradójico, pero todos los elementos alrededor de la desaparición le servirán para hacer una obra de teatro para niños.
Verónica es, además de dramaturga, actriz y docente. Estudió literatura y teatro en la Universidad Nacional Autónoma de México y en su larga carrera ha recibido varios premios por su trabajo, que está centrado en la infancia.
Hace teatro para niños. Pero no cualquier tipo de teatro. Lo que ella hace es teatro político para niños.
En una tertulia entre artistas y periodistas, organizada por el equipo de Pie de Página a finales de 2020, contó algunas de sus impresiones sobre el proceso creativo que tuvo con hijas e hijos de personas desaparecidas que forman parte del colectivo Madres en Búsqueda de Coatzacoalcos:
“Es increíble que, a pesar de que los adultos cuidan mucho a los niños para que no sepan sobre la desaparición, los niños se dan perfectamente cuenta de lo que está sucediendo”, expuso.
También explicó que, a pesar de estar sometidos a situaciones terribles, difícilmente se someten al horror: “Los niños con los que hablé en Coatzacoalcos tienen un gran deseo de cambiar la realidad”.
Carlitos, el chico desaparecido en el paraje veracruzano, tiene la misma edad que los menores con los que suele trabajar Verónica. La misma edad, también, que algunos de los niños con los que trabajó en Coatzacoalcos para construir y contar una historia que hablará sobre las personas ausentes.
-¿Por qué utilizar esta experiencia tan fuerte para presentársela a niños?
“Porque el arte puede tocar la vida”, dice, en una breve entrevista en medio de la pandemia.
Para la dramaturga el teatro debe ser sensible a estas realidades. Lo que propone, entonces, es llevar el teatro, sobre todo a estos sitios donde hay mucho dolor. Y trabajarlo, sobre todo, con los pequeños, que son los que pueden cambiar esas realidades.
Lo supo en Coatzacoalcos:
“Fue muy luminoso saber que, a pesar del horror, la infancia siempre conecta con la vida”, dice. “La existencia de estos niños seguramente hace que la ausencia sea mucho menos pesada de llevar para las familias”.
Cuando Verónica se refiere al “teatro que toca la vida”, su teatro, cuenta dos anécdotas.
La primera ocurrió en Oblatos, Jalisco. La dramaturga presentó Valentina y la sombra del diablo, una obra que trata sobre una niña que tiene miedo de ir a su habitación, porque cuando no hay nadie cerca, la sombra del diablo se cuela y la obliga a jugar cosas que no le gustan. La sombra obliga a Valentina a no decir nada. El secreto es terrible para la niña, quien solo se logra deshacer del diablo siguiendo un camino de luz que le ayuda a revelar quién está detrás de la sombra.
La obra, que es una figuración sobre el abuso sexual, fue presentada en una comunidad marginada de Jalisco. Después de algunas presentaciones, dos pequeñas espectadoras se armaron de valor para decir, cada una a sus respectivas madres: “Mi papá / mi padrastro, me hace lo mismo que la sombra a Valentina”. Las madres denunciaron a sus parejas y los abusadores están en la cárcel.
La segunda historia sucedió en la sierra de Sinaloa, una región abandonada, que durante décadas ha sobrevivido por la producción de drogas, y donde las poblaciones quedaron a expensas de los señores del narco. Ahí, Verónica presentó El viaje de Ulises, una obra que trata sobre un niño que ha perdido a sus padres por la violencia y que a través de un viaje trata de encontrar respuestas sobre su propia vida. El mensaje central de esa puesta en escena es la no violencia.
Después de la presentación, un niño sugirió: “Nos podemos deshacer del monstruo. Pero tenemos que ser todos, todos juntos. Si no, no se podrá”.
La obra, nada inocua, fue censurada por el presidente municipal del lugar.
El teatro de Verónica acerca a las personas también a facetas oscuras. Se aleja de lo que ella llama “el teatro sicario”, que evade las cifras de desaparecidos, de asesinatos. Que se transita por territorios cómodos, los que hablan de los temas de modas: el bullying, las adicciones.
Es un teatro duro, acepta, pero también resulta liberador. No se ajusta a complicidades.
En un texto que escribió para la revista de la Universidad Nacional Autónoma de México, titulado “Teatro para las infancias”, Verónica hace una dura crítica al valor tradicional que normalmente se le hace al teatro. Expone que el entretenimiento se ha usado como una herramienta de evasión, no como un elemento activo que ayude a cambiar las cosas.
Ella, por el contrario, propone el teatro como una confrontación, un llamado al cambio.
“La evasión evita confrontar la realidad, y lo hace desde la mentira – escribe en el artículo-. La mentira de un teatro que le promete al niño un mundo seguro y feliz (…) pero el problema con esta promesa es que, al terminar la función, al salir del teatro, la realidad estará afuera, esperándonos a todos, adultos y niños”.
Por eso, insiste: “el teatro político no es un teatro de lo estático, es el teatro del cambio y de la pregunta (…) No se puede pensar en un cambio del mundo si se sigue educando a los niños para el sometimiento y el conformismo, para portarse bien sin cuestionar, para seguir los mismos patrones de conducta que nos han llevado al punto en donde estamos como sociedad. No se puede cambiar nada desde la continuidad de sistemas sociales inhumanos y totalitarios. El teatro no puede volverse cómplice de esto”.
Durante años, Verónica se ha dedicado a construir un teatro sensible a la realidad, pero también resuelto a cambiarla. Para ella, el arte concentra muchas cosas. Sobre todo, para sanar.
“Yo estoy convencida de que el arte tiene la capacidad de limpiar, de curar”, explica.
También está segura de que luchar contra sistemas sociales injustos o inhumanos es una forma de vida y de hacer teatro.
Esta parte de la conversación la remite a una frase del escritor italiano Primo Levi, sobreviviente del holocausto: “en el campo de concentración, los que obedecían en todo, los que procuraban pasar desapercibidos, los que no protestaban ni se metían en problemas, los que aceptaban el estado de cosas sin pestañear… eran los primeros en morir”.
Con esa visión trabaja Verónica:
“Aspiro a escribir un teatro que le comparta al niño lo que Primo Levy me reveló: alinearse, conformarse, obedecer sin cuestionar, mata”.
Después de la búsqueda de Carlitos, Verónica organizó un taller para las hijas y los hijos del grupo de Madres en Búsqueda de Coatzacoalcos.
Mientras sus familiares trabajaban con los otros artistas, en talleres de escritura, grabado o música, ella y Sandra Reyes, actriz y titiritera, hicieron con los niños un teatro guiñol para contar la historia de María Azucena, Xuxe, una niña que vive con su abuela en Veracruz.
“Xuxe vive con su abuela porque su papá se fue a Estados Unidos a trabajar. Y también porque un día, su mamá y su tía se fueron por agua al río y no volvieron. Dicen que no volvieron porque junto al río hay seres misteriosos, hay seres sombríos. Xuxe no sabe si esto es cierto, pero sabe que su abuela, desde que su mamá y su tía no volvieron, está muy triste…”
La niña emprende una aventura con su perrito Yolpaquilistli para buscar el alma de su abuela, que está junto al río.
Después de algunas horas de trabajo en la elaboración de los personajes y la creación de la historia, los niños mostraron a los adultos su obra, que en un momento de la historia se cuestiona: “Si los policías y militares fueron niños, ¿qué pasó con ellos? ¿Qué fue lo que les hizo pensar que se podía tomar la vida de otro?”
Hay otros elementos destacados de esa historia. Por ejemplo, que a la mitad de la obra el perrito deja de ser Yolpaquilistli y se convierte en Yolpaquilistla.
Verónica está segura de que es posible formar, desde el teatro, “infancias felices, lugares en paz”.
Por eso, al regresar a Ciudad de México, Verónica comenzó a trabajar en el guión de una obra de teatro basada en la historia de Xuxe.
El resultado es “Xuxe entre los Xantiles”, la historia de una niña que usa el amor para sobrevivir a la ausencia de seres queridos y lucha para encontrarlos.
“Siempre voy a estar
donde tú me busques,
si tú no me olvidas,
me vas a encontrar.
En tu caminar…yo voy a volar,
En tu respirar, voy a suspirar.
Todo lo que veas, eso miraré
Y en todos tus sueños, allí viviré…
En el brïllo del sol, al envés de una hojita,
en lo alto del nido de una pajarita…
Allí voy a estar, esperándote…
me vas a encontrar, esperándote
en la arena del mar, esperándote…
en el agua, en el aire, esperándote”.
Extracto de “Xuxe entre los Xantiles”, guión original de Verónica Maldonado (2021).
En la tertulia con periodistas, Verónica explicó que sus vivencias en Coatzacoalcos le marcaron profundamente, en un doble sentido: “Fue una experiencia fuerte, pero también fue una experiencia muy amorosa. Me llenó mucho de esperanza”.
Ahora piensa que el acompañamiento entre las mujeres que buscan a sus parejas o a sus hijos y la esperanza con la que se realizan las búsquedas son también la otra faceta del horror. Un aspecto poco contado y que contiene una poderosa herramienta de cambio.
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Este trabajo es parte del proyecto de Narrativas y memorias de la desaparición en México, que coordina la organización Técnicas Rudas y en el que participa el equipo de Pie de Pagina y de la Red de Periodistas de a Pie.
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