Violencia. En este arranque de campañas presidenciales en México, es probable que la mayor deuda del presidente que se va sea el de la violencia. La oposición lo advierte a cada rato: la política de “abrazos, no balazos” ha sido un fracaso. ¿Es esto verdad?
Por Lydiette Carrión / X: @lydicar
No deja de ser una paradoja que sean figuras públicas cercanas al PAN las que más utilicen este recurso, que hablen sobre la seguridad y denuncien que el sexenio de AMLO ha sido “el más sangriento”.
Este aspecto me preocupa, porque me parece interesante la forma en la que la realidad se va torciendo en aras de un discurso. Incluso gente de izquierda coincide en que el sexenio de AMLO ha sido el peor en términos de seguridad. Es peor, dicen, que los sexenios pasados. Me pregunté si esto es verdad.
Las cifras las saco del INEGI y del Banco Mundial. No se trata de la cifra total de homicidios, sino el número de homicidios por cada 100 mil habitantes. Esto es importante ya que una cifra de homicidios total no da una idea certera de lo que ocurre. Por ejemplo: tenemos una comunidad de 100 mil personas, y en ella han matado a 3 mil personas; por otro lado tenemos una comunidad de 20 personas y en ella han matado a 15 personas, si nos vamos por la cifra total de homicidios en la primera ocurren muchos más. Pero si analizamos el porcentaje, resulta que en la segunda comunidad han matado a las tres cuartas partes del total de la población.
Insisto, no se trata de de negar un problema sino de situarlo.
Veamos las siguiente gráficas, las he sacado de Banco Mundial, y se trata del número de homicidios intencionales por cada 100 mil habitantes, en un horizonte de más de 30 años:
Base de datos de Estadísticas de homicidios internacionales de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito.
Aquí se puede ver que existen trayectorias y tendencias más amplias que los sexenios, pero también influidas por los sexenios. Está la parte final del sexenio de Carlos Salinas de Gortari (1988-1994), Zedillo (1995-1999) y hasta el de Vicente Fox (2000-2006) con una tendencia descendente.
Luego llega el sexenio de Felipe Calderón (2007-2012), quien toma las riendas del país en el pico más bajo de homicidios. Para 2008, sin embargo, el número de homicidios por cada cien mil habitantes sube casi en vertical hasta el año de 2010, 2011. Entonces inicia el sexenio de Enrique Peña Nieto y parece existir una disminución de la violencia homicida hasta 2014 (un año antes en Michoacán se habían alzado las autodefensas), año, por cierto en el elementos de la policía municipal de Iguala, policías estatales de Guerrero y mandos medios y altos del Ejército, desaparecen de manera forzada a los 43 estudiantes de Ayotzinapa. Desde 2015 hasta 2018 hay una nueva tendencia a la alza continuada. Según las cifras disponibles, en el sexenio de López Obrador (poco antes de 2019) ha bajado un poquito el número de asesinatos. Pero sólo un poquito.
Veamos ahora la gráfica del INEGI. Veamos si es parecida o no lo es…
Si vemos la gráfica, tiene consistencias con la presentada por el Banco Mundial.
Esta disminución pudo deberse en parte al confinamiento de la pandemia; puede ser. Otros alegarán que las cifras están maquilladas, quizá. Pero no mucho más que las cifras maquilladas en sexenios anteriores.
También en términos del número de desapariciones por cada 100 mil habitantes, baja poco, pero muy poco. En este caso retomo las cifras del sitio web de Data Cívica:
Ojo, este análisis no implica un voto en blanco por el proyecto de Morena. Por ejemplo, según las mismas estadísticas del Banco Mundial, las cifras de pobreza no sólo no han bajado sino que se han incrementado un poco; también la inflación aumentó bastante durante el sexenio de AMLO –aunque nada como lo que se vio durante el error de diciembre, con Ernesto Zedilllo, o con López Portillo–. La esperanza de vida también bajó, aunque, de nuevo, en muchos países esto se debió a la pandemia. Otras cifras negativas es la disminución de territorio selvático.
Hay otras cifras que sin embargo son positivas, sobre todo si se comparan con el país vecino, Estados Unidos. Por ejemplo, la cifra de mujeres en escaños de elección popular. Ésta en lo personal es mi favorita, porque a pesar de que México tiene por supuesto un PIB mucho más bajo y tiene serios problemas en diversos frentes, ello no le ha impedido alcanzar una representación más igualitaria –además de que en México la despenalización del aborto es una realidad legal, mientras que en EEUU hay serios reveses–. Pero de nuevo, sería un error atribuir esta igualdad al gobierno actual, se puede ver que ha sido un proceso nacional intersexenal.
Proporción de escaños ocupados por mujeres en los parlamentos nacionales (%) – Mexico, United States
Ahora bien, hay una cifra relacionada con la violencia que efectivamente no ha bajado, por el contrario, ha aumentado: los homicidios de mujeres. Dejo el comparativo con Estados Unidos, para darnos una idea de la prevalencia de la violencia contra las mujeres en uestro país.
México es un país con una profunda crisis de violencia. Eso es real. Lo vemos en la ejecución extrajudicial de un normalista de Ayotzinapa –otro más–, la semana pasada. Lo vemos en las protestas, en los secuestros, y en las desapariciones. Lo vemos también en los enormes segmentos de territorio donde lo único que gobierna es el crimen organizado. Es real. Creo sin embargo, que de cara a las elecciones, y para hacer discusiones informadas, necesitamos del contexto que nos permita exigir lo que debemos exigir, cambiar lo que debemos cambiar, votar por quien consideremos puede aportar aunque sea mínimamente a la transformación de nuestro país, y de nuevo contextualizar. Evidentemente no es posible seguir teniendo una tasa de homicidios de 30 personas por cada cien mil habitantes. Es altísima, y correspondiente con la de un país con un conflicto armado. Eso es real, pero no es necesario aumentar y distorsionar los hechos de cara a las elecciones.
Lydiette Carrión Soy periodista. Si no lo fuera,me gustaría recorrer bosques reales e imaginarios. Me interesan las historias que cambian a quien las vive y a quien las lee. Autora de “La fosa de agua” (debate 2018).
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