Desde que salimos de la crisis por la pandemia, el peso mexicano se ha visto fortalecido cada vez más frente al dólar. En plena fiebre electoral es interesante revisar el fenómeno del súper peso
Por Lydiette Carrión / @lydicar
Con cada elección presidencial pasa lo mismo: el ruido de las campañas es ensordecedor. Hay poca posibilidad de entender qué es cierto y qué no. Porque los ánimos están caldeados. Y también porque México es un país que, debido a su profunda desigualdad social, tiene poca cohesión poblacional. El México de Las Lomas no es el mismo que el México de Iztapalapa –CDMX–, que no es el mismo que el de Nueva Italia –Michoacán–, o el de Juárez –Chihuahua–. Así que este domingo que salieron simpatizantes de la Marea Rosa gritando la consigna de que deben salvar a México o la democracia, hay que preguntarse qué México quieren salvar. Y qué democracia.
Porque no todas entendemos lo mismo. ¿Qué entenderán por el México a salvar en Etla, Oaxaca, o en Acapulco. ¿Qué México está en riesgo ahora mismo, y qué democracia?
Es difícil pensar con claridad tan cerca ya de la jornada electoral. Sólo queda el ruido y la furia. Las consignas. Poco espacio para pensar cuál es el México en el que caben más Méxicos. ¿Cuál puede ser un piso en común dadas las profundas desigualdades?
En los personal sí hay un aspecto que considero fundamental, y es la equidad social. Las políticas para la disminución de la desigualdad económica y un plan de desarrollo nacional basado en tecnología soberana que permita que México dependa menos de los vaivenes del mercado en otras economías. Y por supuesto, una política que proteja lo poco que nos queda de ecosistemas.
No es poco.
Un dato al que le doy vueltas. El super peso. Desde que salimos de la crisis por la pandemia, el peso mexicano se ha visto fortalecido cada vez más frente al dólar.
De acuerdo con diversos analistas, hay varios factores, externos e internos en el asunto. Me voy con los que para muchos son los más importantes:
Salud económica del país, incluidos su crecimiento, su bajo nivel de desempleo, su inflación. Luego, exportaciones e inversión extranjera directa. Luego –y parece que en este caso es muy relevante– el nivel de salud de las finanzas nacionales y la política de su banca central. En el caso mexicano, se apostó por promover el ahorro en la banca central con intereses altos, y esto ha dado un respaldo al peso que no tenía.
Como factores externos está el hecho de que Estados Unidos promueve la desinversión del longshore –en lugares como China– y está trasladando muchas inversiones a México con el famoso nearshoring. El nearshoring se trata de promover el sector servicios y trabajo poco especializado, con sueldos más bien malos, pero que promueven desarrollo.
A mí en lo personal, como con las manufacturas, el nearshoring me parece que promueve la precarización laboral. Sin embargo entiendo que en ocasiones otros países han echado mano de procesos similares para salir de precariedad económica. Pongo un ejemplo:
A finales de los setenta e inicios de los ochenta, México y Corea del sur iniciaron procesos muy parecidos al aceptar la instalación de empresas manufactureras en sus territorios. Esto para dar empleo a su población más lastimada. Pero, a diferencia de México, Corea del Sur promovió una reinversión en desarrollo de tecnología. Treinta años después, México tenía la misma población precarizada y pésimas condiciones, y Corea había logrado aumentar el nivel de vida de su población y tenía un programa espacial. Con la investigación y el desarrollo que esto promovía, logró un paso más de soberanía.
Así que estos programas de nearshoring, quizá este factor puede ser beneficioso al corto y mediano plazos (cooperar para un peso fuerte, por ejemplo), pero no durará si no existe una inversión y un desarrollo mexicanos que privilegie los intereses nacionales: educación, proyectos productivos con alto plusvalor, desarrollo de tecnologías sustentables, agroecología.
Ojo, no los intereses de un sector empresarial (que en México ha resultado bastante letal, además), sino los intereses de las mayorías. Esto es: que ese valor o ingreso extra sirva para desarrollar una economía saludable aquí en territorio nacional, basada en un alto plusvalor y e desarrollo de los sectores que benefician a muchos. Para esto se requiere cierta inteligencia, tecnología, no se basa en ocurrencias o en promover el changarrismo (algo que impulsó Vicente Fox en su sexenio y que hasta la fecha sigue siendo el sueño de muchas personas: hacer un negocito personal).
Por el contrario, se requiere saber en qué áreas hay posibilidad de investigar, desarrollar nuevas formas de producción a nivel nacional, y que deje una derrama genuina en población y no sólo beneficie a la iniciativa privada. Cada proyecto productivo debe tener al centro a la población y su territorio. En resumen, debe haber planeación y discusión del tipo de economía que beneficia a todos, promoviendo además una soberanía productiva.
En otras palabras: que si entra un dinero excepcional, no se vaya a gasto corriente (salir del paso, pagar sueldos) sino que se construya algo propio.
Sin embargo, se debe subrayar que no todas las monedas están experimentando esta fortaleza y en este sentido las finanzas públicas han sido, al menos hasta ahora, bien llevadas. Y eso es mérito de la actual administración.
Lydiette Carrión Soy periodista. Si no lo fuera,me gustaría recorrer bosques reales e imaginarios. Me interesan las historias que cambian a quien las vive y a quien las lee. Autora de “La fosa de agua” (debate 2018).
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