El reverso de las elecciones: una contribución al debate

30 septiembre, 2022

Los autores de «Brasil autofágico. Aceleración y contención entre Bolsonaro y Lula» participan de este texto colectivo sobre las próximas elecciones presidenciales del 2 de octubre. 13 puntos que van de la urgencia coyuntural al análisis geopolítico y los desafíos desde abajo para pensar transformaciones radicales.

Por: Colectivo Desmedida de lo Posible

La elección importa

Estamos por la derrota de Bolsonaro. Por lo tanto, somos favorables a la elección de Lula. Todo señala que no se trata de un pleito convencional, pues sus resultados pueden traer consecuencias más allá de las que estamos acostumbrados a esperar de un proceso electoral. Una eventual victoria de Bolsonaro puede abrir las puertas a un golpe, pero una derrota también puede dar el mismo resultado. Nada está asegurado. Sin embargo, su derrota electoral garantiza que acciones golpistas continuarán siendo ilegítimas e ilegales

La democracia es un activo

En defesa de esta legalidad, un nuevo consenso se ha delineado en la sociedad civil, cuyo espectro político es más amplio aún que el alcanzado en la campaña por la redemocratización y que dio origen a la Nueva República en Brasil. Partidos, sindicatos, movimientos sociales, personalidades, gran parte de los medios de comunicación y de las asociaciones patronales, y, de forma indirecta, el gobierno de los Estados Unidos, se unieron en defensa de la democracia y del Estado de derecho. ¿Por qué tan tarde? Nuestra impresión es que este consenso, en defesa de instituciones que desde hace tiempo vienen siendo amenazadas, significa un acuerdo general para avalar la investidura de Lula.

Desde cuando sin el pueblo

Las aspiraciones de una parte significativa de la sociedad contra las actividades golpistas del bolsonarismo son comprensibles y legítimas. De hecho, la sensación de un amplio consenso trae cierto alivio ante la avalancha de la extrema derecha en los últimos tiempos. Cuanto más apoyo contra Bolsonaro, mejor. Sin embargo, fue sólo cuando las élites económicas tomaron  posición, con el apoyo de los principales medios de comunicación y el respaldo de los Estados Unidos, que se lanzó una campaña nacional contra su golpe. Pero, la diferencia con la campaña de las “directas ya” por la redemocratización y las elecciones directas, es que la actual campaña no ha sido acompañada por el apoyo y la sensibilización de las masas. Parece ser que este consenso democrático se teje en el piso superior de la sociedad brasileña.

 Un pasaje de la aceleración para la contención

 El nuevo consenso democrático se vislumbra como un acuerdo de cúpulas, líderes y élites. Su efecto electoral es afianzar una victoria probable de Lula. ¿Pero por qué? Con el apoyo de las élites, Bolsonaro aceleró tendencias destructivas e incontrolables que, no obstante, se volvieron contraproducentes para el buen funcionamiento del capitalismo brasileño. Como resumió un promotor de la “Carta por la Democracia” en la plaza São Francisco en São Paulo, donde se localiza la facultad de derecho da la Universidad de São Paulo, y donde se realizó públicamente su lectura en agosto pasado: “el caos del país está haciendo perder dinero al mundo de los negocios” ¿Será que, en nombre de la lucha contra las actividades golpistas, se trata de suspender, al menos de modo provisorio, esta dinámica autodestructiva? Detrás del nuevo consenso, ¿no habría un nuevo intento de contener la crisis brasileña?

¿Quién pagará por el consenso?

Paradojalmente la amplitud y la aparente fuerza del Nuevo Consenso pueden ser síntomas de su debilidad. En efecto, el país enfrenta una degradación económica y social que reducirá el margen de maniobra para cualquier consenso. Frente a la devastación en curso, es posible que políticas sociales, aunque más limitadas, tengan un efecto importante. Hay muchos elementos de incertidumbre en el corto plazo, e incluso la realización de las propias elecciones es aún incierta. Pero nada indica que volverán los buenos vientos internacionales, que beneficiaron al lulismo. De ahí el malestar que provoca la sensación de estar ante un “pragmatismo irreal”, que ignora lo que es necesario hacer ante la realidad de una crisis que no se resuelve en las urnas. ¿Y quién pagará la indiferencia ante esta crisis?

Tregua

Desde el punto de vista de las élites, el nuevo consenso puede ser un reposicionamiento táctico de pacificación. Una señal a favor de una política conciliadora, que busque remediar el malestar más inmediato. Pero este acuerdo no significa un regreso a la Nueva República. Es más bien un momento para reordenarse. Parece que algo se prepara. El retorno de la contención lulista puede ser un paso atrás, de una clase dominante en busca de una salida de la Nueva República. En el fondo, sería una antesala de nuevas batallas. El nuevo consenso parece ser una tregua, para reanudar una guerra inevitable.

La guerra cotidiana

La dinámica de la guerra emana de las formas de reproducción de la vida en la sociedad brasileña. Hay una guerra de los de arriba contra los de abajo. Hay una guerra del Estado contra la populación negra y pobre. Mas, por sobre todo, la guerra es cotidiana, porque la forma de vida es ferozmente competitiva: el desempleado compite contra el desempleado, pero también contra quien está empleado. Quien, a su vez, compite contra sus compañeros de trabajo. En la televisión, el reality show “Big Brother” imita esta competición y exclusión. Sin el muro de eliminación de competidores, no hay espectáculo. En resumen, la vida cotidiana es vivida como una guerra: “estoy en la lucha” según el dicho popular brasileño. Esa guerra no se vota: gane quien gane, la guerra seguirá. Pero, ¿cuáles serán las formas políticas de esta dinámica? ¿Qué cuerpos políticos se enfrentarán?

Dos mundos que se ignoran

Para las mayorías que viven esta guerra, la democracia parece ser un asunto de los de arriba. Y viceversa. Son dos mundos que se movilizan, pero se ignoran. En el mundo ignorado por los de arriba, el imaginario social es un campo de batalla político. Policías y pastores son vistos, y se ven a sí mismos, como defensores de la patria y del bien contra el mal, mientras que los cristianos se entregan a una guerra por la eternidad para redimir al mundo de la corrupción y de males que, algún día, desaparecerán. Estos deseos existen más allá de la necesidad de supervivencia material. Abrazar estos deseos, que movilizan el imaginario popular, parece ser una de las claves del éxito de la extrema derecha.

La guerra por la eternidad

Nos encontramos con dos caminos. En un paisaje de baja densidad popular, se encuentra la campaña por la legalidad y la defensa de las instituciones, ancladas en la conciliación. En la otra vereda, un río caudaloso metaboliza las elecciones en una movilización política, llenando las calles con las “Marchas de Jesús” y otros eventos, en que se dice que el cambió vendrá por la salvación, como resultado de la guerra. Al margen de liberales y progresistas que se han dado las manos por la democracia, ellos también se preparan para una guerra inevitable. Pero, su guerra, parece ser contra ambos bandos.

El futuro de este presente

¿Un mundo de todos contra todos produce sociedad? ¿O produce una dinámica social violenta, que se percibe como ingobernable? Para muchos, lo ingobernable requiere orden, a cualquier precio. Provoca el deseo de una violencia, que ordene. Bolsonaro puede ser visto como una improvisación de esta política. Es probable que otros más capaces vengan. El futuro de este presente será disputado por ellos.

El mundo en crisis está aquí, y nuestra política tiene poco que decir

Estamos atravesando una crisis ambiental total, frente a la cual las responsabilidades de Brasil son decisivas. Un cambio de paradigma energético es urgente, y existen riesgos de desabastecimiento alimenticio en el planeta. Hay una crisis global de las inversiones y de la producción de riqueza, que ha alcanzado el nivel de una guerra europea, que amenaza con convertirse en una guerra mundial.

La fuerza industrial china y su nuevo predominio tecnológico conduce a una amenaza de embargo y, en el límite, de guerra con Estados Unidos, que es incapaz de reactivar su economía. Tendencias autoritarias, fascistas y regresivas aparecen en varias partes del mundo. Todo apunta a una crisis social y económica del propio sistema, que va más allá de las posibilidades de respuestas nacionales. Y, sin embargo, es necesario responder, desde nuestras experiencias y potencias nacionales, a este callejón sin salida universal.

Lo imposible como política

Vivimos en un mundo que produce en abundancia, pero esa abundancia se vive como escasez. Este hechizo tiene un nombre: mercancía. Es necesario reconocer que la escasez, que nos pone en competencia los unos contra los otros, es una construcción política. ¿No será urgente una política contra esta política?

Es técnicamente factible liberar a las personas del trabajo alienante y compartir la riqueza social. Pero esto es políticamente imposible en el presente. Y, sin embargo, parece que solamente esta política imposible puede desarmar la guerra. Entonces, ¿esta política no tendría que tornarse posible?

El camino al reverso

No sabemos si la paz tiene un futuro. Pero está claro que sólo tendremos un futuro emancipado, a la altura de nuestra imaginación, si conseguimos escapar de la política de la mercancía. Las elecciones, en la etapa actual, sirven globalmente para encubrirla. En el reverso de las elecciones, podremos tal vez descubrir algún camino.

Agosto 2022

*El colectivo Desmedida de lo Posible está integrado por Antonio Mota, Daniel Feldmann, Debora Goulart, Fabio Agostinho, Fabio Luis B. Santos, Fernando Cunha Sato, Fernando Kinas, Frederico Lyra, Gabriel Rocha, Guilherme Meyer, Henrique Costa, Isabel Loureiro, Patrícia Mechi, Tales Ab´Saber, Thais Pavez, Thiago Cannetieri. La publicación original de este artículo la puedes consultar en este link

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