Los conocemos como alimentos, se usan en la medicina y se está investigando para incorporarlos en la biotecnología. Además, los hongos son ahora protagonistas de la serie The last of us. Se calcula que en la naturaleza hay más de 1.5 millones de especies de hongos de los cuales conocemos solo el cinco por ciento
Texto: Yvette Sierra Praeli / Mongabay
Fotos: IPS
Son parte de nuestra dieta, están presentes en la medicina, también en bebidas como la cerveza y en el vino e incluso se están utilizando para hacer materiales de construcción sostenibles. Llevan millones de años en el planeta, pero se cree que apenas conocemos un 5 % de la inmensa variedad de especies de estos organismos que forman parte de nuestra vida diaria: los hongos.
“Cuando hablamos de los hongos abrimos el espacio de la diversidad del reino Fungi desde las levaduras que son organismos unicelulares, pasando por los mohos que son estructuras microscópicas hasta llegar a las estructuras más grandes, los macro hongos, que son visibles para los humanos”, explica Daniela Torres, investigadora de la Fundación Fungi, organización chilena dedicada a la investigación y exploración de los hongos.
Aunque su definición científica como un reino diferente a las plantas data de la década del sesenta, los hongos han sido parte de tradiciones, usos y costumbres ancestrales de los pueblos originarios en diferentes partes del planeta. En Chile, por ejemplo, el pueblo mapuche utiliza un hongo llamado Oreja de Palo para transportar fuego.
También han sido estigmatizados, como ocurrió con los psilocibios. Esos hongos, denominados alucinógenos u hongos mágicos, fueron incluidos en la década del setenta en la lista de drogas de alto potencial de dependencia y ningún valor médico en Estados Unidos. Las investigaciones médicas y científicas que se realizaban con ellos fueron entonces prácticamente suspendidas.
La serie The last of us (El último de nosotros), que presenta un mundo apocalíptico en el que los humanos son invadidos por hongos del género cordyceps, ha despertado muchas interrogantes sobre el fantástico mundo de estas especies.
“Los hongos han sido esenciales para que se dé la vida tal y como la conocemos hoy en día. En algún momento de la evolución hubo un cambio radical que fue cuando las plantas empezaron a colonizar la Tierra y surgieron otras formas de vida. Ese momento crucial que marca un antes y un después en el desarrollo evolutivo de la naturaleza es acompañado por los hongos”, explica Torres, sobre la forma en que hongos y plantas se benefician mutuamente.
La variedad de hongos es inmensa. Investigadores como Torres indican que existen 1.5 millones de especies en el planeta de las cuales conocemos, aproximadamente, entre 200 mil a 400 mil especies. Otros científicos, en cambio, sugieren que la cifra de hongos en el mundo está entre dos millones y cinco millones de especies.
En el informe el Estado del Mundo de Plantas y Hongos del 2020 elaborado por la Kew Royal Botanic Gardens, se indica que 1886 especies de hongos fueron descritas científicamente, por primera vez, durante el año 2019.
“Hay otras relaciones interesantes, por ejemplo, se piensa que cada árbol interactúa con seis a siete especies distintas de hongos”, dice Torres. “En los bosques tropicales el número asciende a 12 y 15 especies diferentes de hongos. Esos números nos van dando cuenta de la diversidad y de lo poco que conocemos finalmente del reino Fungi”, añade la experta.
Igual de asombroso es descubrir que el organismo más grande y antiguo en el mundo es un hongo. Se trata del Armillaria ostoyae, descubierto en Oregón, Estados Unidos, cuya extensión es de aproximadamente 890 hectáreas y su antigüedad se calcula en 2 mil 400 años. “Es un micelio —una estructura que parece una red y es en realidad el cuerpo del hongo— que vive bajo tierra y se extiende por casi 900 hectáreas. A mí me gusta hablar de que debajo del suelo hay una especie de fiesta porque se conectan distintos micelios de distintas especies. Además, están también los insectos, las levaduras, las bacterias, todo está combinado de una forma hermosa y en un equilibrio especial para que finalmente tengamos vida”, explica la investigadora de Fundación Fungi.
“Las investigaciones indican que la diversidad de especies aumenta cuando nos acercamos al Ecuador”, señala Francisco Kuhar, investigador del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) de Argentina y CSO de Innomy Biotech. “Pero solo en lugares húmedos. En los lugares desérticos no hay gran diversidad. En las selvas tropicales está la diversidad más alta aunque muchos de esos hongos son microscópicos y cuando nos acercamos a las regiones templadas aumenta la cantidad de especies de hongos interesantes como alimentos”.
“La teoría es bastante correcta, pero creo que donde se da una licencia muy grande es en esta idea de que el hongo de alguna manera puede utilizar al cuerpo una vez que lo consumió y le quitó todos sus nutrientes”, explica Emanuel Grassi, director general del Instituto Misionero de Biodiversidad (IMiBio) e investigador de Hongos de Argentina, cuando habla del genero Cordyceps, el hongo protagonista de la serie The last of us.
Lo que ocurre en la naturaleza es que un hongo del género cordyceps se alimenta del insecto —continúa Grassi— y lo vacía completamente de nutrientes, pero una vez que ya no le sirve se va a otro cuerpo. En la serie vemos esa salvedad porque el hongo de alguna manera sigue utilizando el cuerpo del hospedero que en este caso es el humano por más tiempo. “Biológicamente si el hongo ya no tiene nutrientes no puede seguir utilizando ese cuerpo. Pero no sería interesante la serie si no tienes a esos humanos”.
Con una visión apocalíptica del planeta, en el que el cambio climático ha modificado estos organismos, los cordiceps de la serie The last of us —adaptación de un videojuego— ingresan al ser humano y se apoderan completamente de ellos hasta el punto de convertirlos en una especie de zombies agresivos que atacan a quienes aún no están infectados.
“Los hongos de ese grupo como los cordyceps son extremadamente específicos, pueden cambiar de especie de insecto, pero no van a saltar a los seres humanos”, comenta Francisco Kuhar, investigador del Conicet de Argentina.
Kuhar también aclara que los cordyceps que aparecen en la serie son “una mezcla de muchos hongos, una recreación. Creo que la serie hay que interpretarla como una fantasía apocalíptica que refleja cómo los seres humanos reaccionan a situaciones extremas”. Sin embargo, el investigador señala que existen hongos “relacionados con los cordyceps”, que son los claviceps que ingresan a los alimentos del ser humano, por ejemplo, las espigas del trigo y del centeno.
“Lo que ocurría en la Edad Media es que producían sustancias químicas como el ácido lisérgico que afectaba al pan. Las personas que los comía desarrollaban síntomas terribles. Inicialmente enloquecían y después podían tener conductas asesinas o suicidas. A largo plazo producía gangrena en los brazos y en las piernas a causa de la vasoconstricción”, cuenta el investigador. “Ha habido epidemias de lo que se llama ergotismo, una alteración del comportamiento humano causada por este hongo claviceps, pero hoy en día no ocurre más por las formas de producción de secado y almacenamiento del cereal”, agrega.
En cuanto al comportamiento que tienen los insectos que son atacados por los del tipo cordyceps, Kuhar explica que estos hongos producen sustancias que al parecer modifican el comportamiento de los insectos. “Este comportamiento modificado consiste en que buscan la luz. Cuando los insectos se se mueven hacia la luz, se dirigen a la cima de los árboles o ramas donde se sujetan, y finalmente mueren. Los hongos quedan así en una posición en las alturas donde puede producir sus esporas y dispersarlas a grandes distancias”, explica el investigador de Conicet.
“Es más ficción que realidad”, agrega Torres, de la Fundación Fungi. Si bien existen los hongos entomopatógenos como el cordyceps —continúa Torres— estos no han desarrollado capacidad para infectar humanos. “Son hongos muy específicos de su sustrato, en este caso los insectos, y han evolucionado por miles de años técnicas de inoculación en diferentes insectos”, agrega Torres sobre lo que vemos en The last of us.
La investigadora de Fundación Fungi también recuerda que cuando se inició la serie, cientos de personas subían videos y post en redes sociales sobre el hongo. Los hongos, dice, han sido “brutalmente demonizados en nuestra historia y la estigmatización, aunque sea ficticia, no le hace ningún favor”.
Luego del estreno de la serie, recuerda Torres, si bien hubo bastante difusión científica, también se vieron muchos memes en que personas pisoteaban los hongos o los cortaban sin ningún cuidado diciendo que ese hongo “puede ser el principio del fin del mundo”. Nada más lejano a la realidad.
La investigadora cuestiona que por distintas razones nos concentramos más en lo que nos asusta que en los beneficios que nos brindan los hongos. “Hoy se comercializan algunos extractos de cordyceps para levantar el ánimo, dar energía y vitalidad. Estas son soluciones concentradas de sus metabolitos secundarios”.
Los hongos en forma de levaduras —organismos unicelulares— están presentes en los panes, los vinos, la cerveza y otros alimentos. También consumimos las setas —la parte visible y comestibles de los hongos— como los champiñones que quizá son los más conocidos.
Uno de los hallazgos que salvan muchas vidas ha sido la penicilina, el antibiótico proveniente del moho de un hongo que ha hecho posible el desarrollo de medicamentos para el tratamiento de infecciones y, por lo tanto, la reducción de muertes causadas por ellos.
“Ahora se está usando en biotecnología. Cuando se dice que el jabón en polvo tiene enzimas activadas o usan alguna palabra así, se están refiriendo a los productos de los hongos que son capaces de degradar grasas, lípidos o azúcares”, explica Emanuel Grassi, investigador de Hongos de Argentina.
Grassi también señala que actualmente hay dos grandes usos para los hongos: la incorporación en nanobiotecnología, que es usar los hongos en microsensores, y la otra es el uso de los hongos en biomateriales.
“Se está investigando para usarlos en materiales que puedan suplantar el tecnopor e incluso hay empresas que ya los comercializan. Así se están desarrollando muchos biomateriales relacionados con el diseño, desde una mesita de luz o una lámpara hasta tablas de surf”, cuenta Grassi, quien en el 2011 creó Café Micológico, un espacio virtual para difundir lo que se conoce de los hongos.
Heidi Jalkh, diseñadora experimental y directora de sistemas materiales, conoce bastante bien los nuevos usos de los hongos. “La primera vez que me encontré con un hongo, el phalus indusiatus, fue en Brasil. Tiene una forma muy linda y quedé impresionada”, cuenta la diseñadora sobre el interés que le despertó esta especie y la llevó a contactarse con científicos que estaban experimentando con hongos. “El gran desafío de la humanidad justamente es cómo suplantar el plástico en muchos materiales y los hongos están acompañando ese proceso”.
Desde el 2010 aproximadamente —continúa Jalkh— se está tratando de cambiar el plástico. Se pueden ver sillas, muebles, diferentes tipos de fibra hechos con el micelio del hongo. “El que más se utiliza es el hongo del género ganoderma, cuyo micelio tiene propiedades que lo hacen resistente, hidrófugo y que soporte golpes”.
También se está trabajando con textiles biodegradables a base de hongos, agrega Jalkh. Otra industria que se está revolucionando con los hongos, agrega el experto, es la alimenticia ya que está utilizando a estas especies como suplantador de la carne. “Por ejemplo, se están haciendo hamburguesas totalmente producidas a partir del micelio fúngico, que tiene alto contenido de proteína. Entonces tenemos un alimento útil para quienes deciden no comer carne y, además, aporta a este cambio de paradigma que necesitamos a nivel mundial, que es producir alimentos de manera sostenible”.
Francisco Kuhar ha investigado varias de las propiedades de los hongos y sus diversos usos. Menciona, por ejemplo, el uso de las enzimas para digerir grasas, azúcares y almidones. Durante mis investigaciones de doctorado en la Universidad de Buenos Aires —cuenta Kuhar— utilizamos las enzimas de los hongos para destruir contaminantes industriales y limpiar cursos de agua o suelos contaminados. “Hay contaminantes que se degradan fácilmente con los hongos como colorantes industriales, pesticidas y herbicidas. Se han hecho ensayos para degradar suelos contaminados con fenol que han dado muy buenos resultados”.
Sin embargo, a Kuhar le interesaba que alguna de las propiedades de los hongos que había investigado llegara a un público amplio, por eso, junto a otros investigadores creó un proyecto para utilizar los tejidos de los hongos y elaborar un sustituto de la carne de res. “Utilizamos el micelio, que es el verdadero cuerpo del hongo, y hacemos que esos filamentos crezcan dentro de un molde para que tenga forma del corte de carne que queremos, por ejemplo, una hamburguesa”.
Esta carne fúngica, basada en células de hongos —continúa Kuhar— tiene la ventaja de crecer muy rápido y utilizar poca energía. “Si pensamos en todo lo que consume una vaca, el dióxido de carbono que produce y el terreno que necesita, es muchísimo más sustentable utilizar los hongos, pues en un edificio podemos producir toneladas de carne fúngica sin ocupar campos, ni producir cantidades significativas de dióxido de carbono, ni utilizar mucha agua, por esto es sustentable”.
Neftalí Carinao, un experto en hongos del pueblo mapuche cuenta, en un video elaborado por la Fundación Fungi, cómo utilizan el hongo Oreja de palo para transportar fuego. “Tiene una cáscara dura y dentro de ella se colocaba un fosforito o una piedrita caliente y eso hacía que el fuego no se apagara y se podía trasladar de un lado a otro llevando fuego”, explica en medio del bosque mostrando uno de estos fabulosos hongos.
Esta tradición se ha mantenido durante siglos en la región de la Araucanía, en el sur de Chile, pero también parece haber sido una costumbre en Europa. En el mismo video, Giuliana Furci, directora Ejecutiva de la Fundación Fungi, cuenta que cuando se encontró la momia Ötzi, en los Alpes de Austria, también se halló entre las cosas que cargaba este hombre que vivió por lo menos 3000 años antes de nuestra era, un hongo Oreja de palo.
En la investigación científica Las relaciones de los hongos sagrados con el hombre a través del tiempo, publicado en el año 2016, se relata que “el uso de los hongos neurotrópicos en las prácticas tradicionales comenzó durante el Paleolítico con petroglifos en Siberia y con unos murales prehistóricos en el Sahara y en España”.
En el documento se explica que se han encontrado figuras en piedra en Siberia que muestran “pequeños seres humanos con hongos sobre la cabeza, como si hubiera alguna relación mental”. Esos hongos son, probablemente, Amanita muscaria, dice en la investigación.
También se mencionan los murales del Sahara, en las cuevas de Tassili, al sur de Argelia, en los que se observan hombres corriendo con un hongo en una mano y a chamanes con su cuerpo cubierto por hongos. “Se ha sugerido que los hongos del Sahara son PsiIocybe mairei, especie alucinógena descrita de Argelia y de Marruecos”, se lee en la investigación.
El uso de la Amanita muscaria también ha sido reportado en las culturas náhuatl y maya. En la investigación científica se describen dos “piezas arqueológicas que representan cabezas indígenas en relación con este hongo y la mente”. La primera muestra la Amanita muscaria en el lugar de los ojos y la cara de la persona. La segunda muestra que el lado derecho de la cara tiene representada una Amanita muscaria, mientras que en el izquierdo la cara está distorsionada, “lo que probablemente significa que el hongo provoca visiones”, se lee en el documento.
También se conoce del uso ancestral de los hongos psilocibios —hongos alucinógenos— en la Sierra Mazateca de Oaxaca en México. “Esta especie fúngica que brota en suelos húmedos se distribuye en los cinco continentes y la evidencia sugiere su uso ceremonial en Colombia, Nueva Guinea y África desde hace por lo menos siete mil años, aunque solamente en México se mantiene vigente su uso sacramental con fines curativos entre algunos grupos indígenas como los totonacas, nahuas, matlatzincas, mazatecos, mixes, zapotecas y chatinos”, señala la investigación Hongos psilocibios como patrimonio biocultural y su potencial para el desarrollo local en la Sierra Mazateca de Oaxaca, publicado en febrero de 2022.
Este trabajo se publicó inicialmente en MONGABAY. Aquí puedes consultar la versión original.
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