El racismo borró (y borra) aporte intelectual negro de historia de Brasil

30 julio, 2022

Estudiantes protestan en Porto Alegre, en el sur de Brasil, contra recortes presupuestarios en la Educación. Alumnos negros, en general los más pobres, sufren más el deterioro de las escuelas, por la reducción de las becas, de la alimentación escolar y de oportunidades para estudiar. Foto: CPERS-Fotos Públicas

Se trata al negro como simple “objeto y abyecto” y se ignora que en África surgieron las primeras universidades, que el arribo de los africanos esclavizados contribuyó al desarrollo agrícola en Brasil y a la minería de oro que enriqueció el actual estado de Minas Gerais, definen historiadoras

Texto: Mario Osava/IPS

Fotos: CPERS-Fotos Públicas, Luciana Brito, Natalia Alves

RÍO DE JANEIRO – La batalla contra el racismo y la desigualdad será larga en Brasil, porque son problema que se enraizaron en la cultura nacional, incluso en las mentes de las mismas víctimas, el prejuicio de la incapacidad intelectual de los negros, recalcado en la historia oficial del país.

La idea fundamental difundida es que Brasil es obra de los colonizadores portugueses, especialmente en todo lo que requiere cerebro, lamenta Luciana da Cruz Brito, profesora de Historia en la Universidad Federal del Recóncavo de Bahía (UFRB).

Pocos reconocen como negros a Machado de Assis, considerado el mayor escritor brasileño, y Mario de Andrade, otro gran escritor y líder del movimiento modernista de un siglo atrás.

“La mayoría cree que es blanco el Rebouças, que homenajea con ese nombre un túnel de Río de Janeiro y avenidas en São Paulo y Porto Alegre”, acota Brito a IPS.

La conversación es por teléfono desde Cachoeira, ciudad de 33 mil habitantes en el estado de Bahía, donde se encuentra el Centro de Artes, Humanidades y Letras de la UFRB.

Blanqueamiento de la historia

Los hermanos André y Antonio Rebouças fueron los primeros ingenieros negros de Brasil, responsables de la construcción de varios puertos, ferrocarriles y carreteras. El primero se destacó también en la guerra de Paraguay (1864-1870, que unió Argentina, Brasil y Uruguay contra el otro vecino) y en el movimiento por la abolición de la esclavitud.

Brasil fue el último país del Occidente en poner fin a la esclavitud por una ley firmada por la princesa Isabel de Bourbon e Bragança, hija del emperador Pedro II, el 13 de mayo de 1888. La monarquía brasileña caería 18 meses después, por un golpe militar que proclamó la República.

Destacar el acto de la princesa, como decisivo y a veces único, es parte del blanqueamiento de la historia del más extenso y poblado país latinoamericano.

Se busca así ocultar o reducir el papel de los abolicionistas y del movimiento negro, que por su parte celebra el Día de la Conciencia Negra cada 20 de noviembre, fecha del asesinato del héroe de las luchas negras, Zumbi, en 1695.

Bloqueo a los negros

La historiografía blanca, en que no cuentan los indígenas y negros como sujetos plenos, es una gran barrera a la lucha antirracista, y por ende a la reducción de la conocida desigualdad brasileña, señala Brito al recordar conclusiones de otra historiadora negra, Beatriz Nascimento, asesinada a tiros en Río de Janeiro en 1995, a los 52 años.

Desde la abolición a las primeras décadas del siglo XX, la élite brasileña desplegó su campaña de “supremacía blanca, que considera los negros un obstáculo al proyecto de nación europea y el mestizaje un sabotaje a la europeización”, recuerda.

La política de blanqueamiento comprendió la promoción de la inmigración europea para sustituir la mano de obra esclava en la cosecha de café y otras actividades agrícolas e industriales.

Se descartó la participación negra en la agricultura más productiva, en la industrialización y la formación de una burguesía nacional, con el ascenso de los artesanos a empresarios, hechos que sellaron la exclusión, apuntó Joel Rufino dos Santos, historiador y escritor fallecido en 2015, en su libro “El Saber del negro”.

Pero el blanqueamiento de la historia, con el borrado sistemático del conocimiento y del talento negros en la construcción nacional, es “una política perversa y eficaz” en neutralizar los esfuerzos antirracistas y que por eso prolongará el drama, advierte Brito.

Destruye el autoestima e inculca en las mentes de los estudiantes negros el mensaje de que no es capaz de aprender, de ser creativo. Es una barrera al aprendizaje, la niñez va a la escuela por obligación, no para aprender”, explica.

La historia de Brasil descalifica a los negros pese a ser 56 % de su población. Entre otras discriminaciones, limita su participación a ser mano de obra bruta, deshumanizada, destruye la autoestima y obstaculiza el progreso de los afrodescendientes, al difundir la creencia de que los negros son incapaces intelectualmente. Foto: Cortesía de Luciana Brito

Epistemicidio

Es “un epistemicidio”, define Natalia Alves, profesora de Historia voluntaria en Educafro (Educación y Ciudadanía de Afrodescendientes y Carentes), una red no gubernamental de centros de enseñanza que facilitan la inclusión de los pobres, especialmente los negros, en las universidades, con becas y cursos de preparación.

El epistemicidio define la supresión o muerte de formas del conocimiento de los pueblos consideradas marginales por la cultura colonial o dominante.

Se trata al negro como simple “objeto y abyecto” y se ignora que en África surgieron las primeras universidades, que el arribo de los africanos esclavizados contribuyó al desarrollo agrícola en Brasil y a la minería de oro que enriqueció el actual estado de Minas Gerais, destaca Alves a IPS por correo electrónico desde Río de Janeiro.

El ciclo del oro del sureño Minas Gerais, iniciado en fines del siglo XVII, tuvo su auge en el siglo siguiente y debe mucho a los africanos. En ese período áureo nacieron ciudades históricas como Ouro Preto, inicialmente Vila Rica y hoy un centro turístico en cuyas antiguas iglesias sobresalen las esculturas del negro Aleijadinho, alias de Antonio Francisco Lisboa.

Los colonizadores portugueses no sabían mucho de minería y metalurgia, por eso trajeron esclavos con conocimientos de esas actividades, de la llamada Costa de la Mina, una extensa área de los litorales de los actuales Benin, Gana, Nigeria y Togo, reveló Laurentino Gomes, en el segundo tomo de su trilogía “Esclavitud”.

Gomes es un periodista que se convirtió en un escritor de libros sobre la historia de Brasil, con gran éxito.

La historia oficial de Brasil borra las contribuciones intelectuales de los afrodescendientes a la construcción del país, condenándolos a trabajos precarios y a la marginación en la sociedad brasileña, según Natalia Alves, profesora de Historia voluntaria en Educafro, una red no gubernamental de centros que facilitan el acceso de los negros y pobres a la universidad. Foto: Cortesía de Natalia Alves

Cuotas universitarias

Son muchos los ejemplos del protagonismo intelectual, técnico o artístico de los afrodescendientes poco visibles o postergados. Es el caso de escritoras negras importantes, como Carolina Maria de Jesus, que contó su vida en la favela (barrio pobre hacinado) en los años 60 del siglo pasado, y Conceição Evaristo, ambas ahora tardíamente reconocida, según Alves.

Además no se aplica como se debería la enseñanza de la historia de las culturas africana e indígena en las escuelas primarias y secundarias, según dispone una ley de 2008, y los medios de comunicación “refuerzan los estigmas” al informar sobre masacres policiales en las favelas, que ocurren con frecuencia en Río de Janeiro, acota. La pobreza termina convirtiéndose en culpable.

Entre los avances conseguidos por los afrodescendientes y los pobres, las cuotas universitarias que empezaron por la Universidad del Estado de Río de Janeiro en 2000 y se hicieron obligatorias a nivel nacional por una ley de 2012.

Ese tipo de acciones afirmativas, destinadas a reducir las desigualdades, es eficaz, comprueban los datos y estudios.

En los Estados Unidos, donde empezaron en los años 70, negros alcanzaron la presidencia del país, como Barack Obama (2009-2017), y la secretaría de Estado, como Condoleezza Rice (2005-2009) y Colin Powell (2001-2005), además del protagonismo en el cine, la música y los deportes.

El movimiento por los derechos civiles expusieron el racismo de Estados Unidos al mundo en los años 50 y 60, luego las cuotas produjeron esa cantidad de negros destacados, aunque sean una minoría, de 13 por ciento de la población”, subraya Brito.

Ella se ha especializado en estudios sobre la esclavitud en Brasil y Estados Unidos.

En Brasil los afrodescendientes son 56 por ciento de los 214 millones de brasileños, incluyen los mestizos como negros, según el censo oficial. Pero siguen una minoría de 38 por ciento en las universidades y amargan los peores indicadores en pobreza, desempleo y asesinatos, muy por encima de la proporción demográfica.

Aun así, el país adoptó las cuotas universitarias para negros y pobres cuatro décadas después de Estados Unidos. Los resultados deberán aparecer dentro de algunas décadas más, espera la profesora.

Pero “¿que cambia de hecho un cuerpo negro alzado a la estructura del poder, si no se modifica la estructura del racismo, que sigue provocando violencias y donde recientes asesinatos de jóvenes negros desataron las masivas protestas de ‘Vidas negras importan (#Blacklivesmatter)’?”, duda Alves.

Las cuotas de 50 por ciento del cupo en universidades públicas para alumnos de la enseñanza secundaria en escuelas públicas, en que la mayoría son negros, no atienden a la realidad de regiones como la del Recóncavo de Bahía, donde es negra 80 por ciento de la población, matiza la profesora Brito.

Además, los recortes presupuestarios impuestos a las por el actual gobierno de extrema derecha, presidido por Jair Bolsonaro, redujeron las becas y recursos en desmedro principalmente de los estudiantes pobres, concluyó.

*Este trabajo fue publicado originalmente en IPS Noticias. Aquí puedes consultar el original

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