A casi tres años del estallido social y dos de un primer referéndum el pueblo chileno tiene frente a sí la posibilidad de elegir una nueva Constitución -oportunidad que muy pocos tendremos en nuestras vidas. Sin embargo, la incertidumbre que genera un rumbo distinto es explotada por quienes buscan que gane el Rechazo. Este resultado implicaría conservar por tiempo indefinido la constitución pinochetista y el estado de cosas que ésta cimentó
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“Nosotras y nosotros, el pueblo de Chile, conformado por diversas naciones, nos otorgamos libremente esta Constitución, acordada en un proceso participativo, paritario y democrático.” Así inicia la propuesta de Constitución que dio a conocer la Convención Constitucional el pasado 4 de julio y que es intensamente discutida – con bases y sin ellas – desde entonces. La frase refleja no sólo el carácter del pacto social propuesto sino también el proceso que llevó a su elaboración, pues hay que recordar que la Convención, cuyos miembros fueron elegidos democráticamente en mayo de 2021, incluyó, por primera vez, paridad entre hombres y mujeres y escaños reservados para los pueblos originarios.
Y es que, para muchos, el proceso constituyente no sólo es resultado del descontento con el modelo neoliberal impuesto por la dictadura de Pinochet y que condujo al estallido social en 2019, sino también de las luchas feminista, socioambiental y de pueblos indígenas, cada vez más entrelazadas entre sí. En cuanto a los pueblos indígenas, la Constitución actual ni siquiera los nombra, y en los hechos son, además de invisibilizados, sometidos y violentados. De ahí que su lucha, particularmente la del pueblo mapuche, ha inspirado esta revolución social y es uno de sus más importantes símbolos.
Escasamente puedo imaginarme lo que han significado estos tres años de lucha y construcción colectiva (con tanto en contra) para quienes buscan un cambio profundo en Chile, o tener en puerta una decisión como la del plebiscito de este domingo 4 de septiembre: aprobar o rechazar una nueva Constitución. De ahí que echo mano de amistades y colegas de Chile, leo lo que puedo – incluyendo partes de la propuesta de Constitución – y recurro a documentos que dan cuenta de este profundo proceso de cambio social, inseparable además de la dictadura y la larga y dolorosa lucha para terminarla. Entre estos está el documental Santiago Rising, dirigido por Nick MacWilliam, que me permito aquí recomendar. Pienso entonces en los miles de ciudadanos brutalmente reprimidos, en los cientos de jóvenes torturados (algunos de ellos sexualmente) y en aquellos a quienes el gobierno de Sebastián Piñera decidió castigar sus ojos. Y en Mauricio Fredes, que cayó en una trampa que lo electrocutaría y a cuyos compañeros y deudos los carabineros impidieron una y otra vez despedirse de él. Las mujeres y hombres que han luchado y participado activamente estos tres años han de saber como nadie lo que significa este plebiscito.
Ahora bien, como en gran parte de América Latina los medios de comunicación en Chile están altamente concentrados en unas cuantas familias y grupos empresariales; son primordialmente afines a la derecha e instrumentales a ella. Como ejemplo está el diario y grupo mediático más influyente, El Mercurio, cuyo dueño en aquél entonces, Agustín Edwards, buscó en Estados Unidos el golpe de Estado a Salvador Allende. La concentración limita la pluralidad ideológica de los medios, lo que, sumado a su sesgo conservador, se ha traducido en una hostilidad diaria (¿nos suena, México?) hacia el gobierno de Gabriel Boric y, desde su inicio, hacia el proceso constituyente.
“Si votas que sí, te convertirás en un ciudadano de segunda. El nombre de tu país cambiará y la bandera y el himno también. No habrá más policías y nadie podrá protegerte de los inmigrantes e indígenas que tomarán el poder. Las mujeres podrán abortar horas antes de parir. No se podrá comprar agua embotellada ni hielo. No habrá educación ni sanidad privada. De hecho, no habrá propiedad privada en general. Todo nos lo van a quitar: nuestras casas y nuestros terrenos. Prohibirán la religión. Tienes que votar que no, porque esto es muy real. Pero, aunque votes que no, existe un gran riesgo de fraude. Ya lo están amasando. Ayer leí que van a traer venezolanos y haitianos para que voten por el sí. Y si no les alcanza con eso van a hacer que voten hasta los muertos y los desaparecidos. Ayer vi que aparecían en el padrón electoral. El país está en peligro. Tienes que tomar conciencia y rechazar la nueva Constitución.”
Como podríamos esperar, la desinformación ha jugado un papel importante. La cita de arriba es una recopilación lírica que hace Inna Afinogenova de informaciones falsas, sesgadas y sensacionalistas que, junto con ataques constantes a líderes de izquierda y miembros de la Convención Constitucional, han circulado durante meses como si fuesen verdaderas.
Para Marcos Ortiz Finch, estudioso de los medios de comunicación en Chile y director de Ojo del Medio, si bien las fake news corren en camino paralelo a los medios de comunicación, diseminándose por las redes sociales, los medios hacen poco para desmentirlas. Entonces, pese a no ser sus principales difusores, pecan por omisión, por lo que son también culpables de la desinformación imperante. Además, plantea, no se trata siempre de noticias falsas y, en el caso de la nueva Constitución, mucho tiene que ver con interpretaciones tendenciosas de la misma. De hecho, dado que los políticos de derecha, repudiados en su mayoría (como el mismo expresidente Piñera) se han escondido durante el proceso, los medios han dado cabida a voces que extienden las interpretaciones hasta niveles muy cuestionables. Se llega entonces a una situación en la que los promotores del Apruebo han debido desgastarse en desmentir bulos y, cuando señalan que algo es mentira, se les acusa de promover una cultura de cancelación. El desequilibrio informativo es inmenso y parece insuperable.
El impacto pudiera no ser el mismo en los más jóvenes, al tener mayor dominio de las herramientas digitales, pero sobre todo por haber encabezado el movimiento social que dio pie al proceso constituyente, y ser a quienes más importan las demandas recogidas en la nueva Constitución. Florencia Pérez Santos, feminista y practicante del desarrollo social, me compartió su mirada. Ella participó en instancias del proceso constituyente, sobre todo en lo relacionado con la educación y lo rural. Como seguramente millones de jóvenes en todo el país, Florencia ha estado conmovida por este proceso que vino a romper con la idea rígida y limitada de la democracia y con la concepción misma de ciudadanía. Le pesan la cantidad de información falsa en torno al proceso constituyente y la propagación del miedo frente al plebiscito, pero tiene esperanza en que todo esto no será en vano.
¿Qué sucederá el domingo? Mientras que las encuestas de opinión al inicio ponían por arriba el Apruebo, desde el mes de abril dan de favorito el Rechazo, “y así lo entienden todos”, comenta Marcos Ortiz. Sin embargo, las metodologías empleadas por las encuestadoras son cuestionables, sobre todo porque no incorporan el hecho de que (por primera vez en la historia de Chile) la votación será realmente obligatoria. Como lo plantea el investigador Andrés Scherman, existen incógnitas importantes sobre la validez de las encuestas frente al plebiscito. La esperanza del Apruebo parece estar en los jóvenes y en los sectores populares, cuya participación electoral hasta ahora fue más baja.
“Si gana el Apruebo será una enorme alegría y también una sorpresa”, apunta Marcos Ortiz. “Si gana el Rechazo, no habrá mucho qué celebrar”: a partir del 5 de septiembre saldrán los políticos de la derecha con todo pues pasará el asunto a manos del Congreso. “Ahí tendrán que hablar las voces más horrorosas que hasta ahora estratégicamente se han mantenido al margen”. Para Florencia, quien ante la incomprensión de algunas personas en su entorno ha buscado entender y dialogar con quienes están por el Rechazo, en tal escenario todo será más complejo. Teme que se esfume el sentimiento democrático que en estos años construyó el pueblo chileno. Para Marcos, el Rechazo (para ‘luego reformar’) implica dar un cheque en blanco a la clase política, y dada la animadversión de la derecha al proceso constituyente, sería como creer al hombre alcohólico que ha ejercido violencia doméstica todo el tiempo cuando dice que será distinto el día de mañana. Por ello, comenta, el Rechazo es algo sumamente arriesgado.
No está de más decir que la propuesta de Constitución es hermosa y muy inspiradora. Es la primera Constitución escrita de forma paritaria en el mundo. Sería un modelo mundial en temas de medio ambiente, tiene al centro los cuidados, propone un pacto social guiado por principios como la solidaridad, la dignidad, la igualdad sustantiva de los seres humanos y su relación indisoluble con la naturaleza, entre otras maravillas. Como lo puso Michelle Bachelet, prestándose las palabras de Pablo Milanés, ‘No es perfecta, mas se acerca a lo que yo simplemente soñé’. Además, es apenas el inicio de un camino que indudablemente será difícil y, advierten muchos, requerirá ajustes, pero parece una mucho mejor base sobre la cual construir el Chile que tantas y tantos anhelan.
El gobierno ha hecho un importante esfuerzo para que se conozca la propuesta de nueva Constitución para lograr un voto informado. De hecho, el impreso se convirtió ya en el libro más vendido del país. También se entregó gratuitamente a lo largo del país, además de estar disponible en formato digital y, de forma narrada, en podcast. Asómense a ella, y si tienen alguna amistad chilena indecisa, díganle que son y serán el orgullo (y la envidia) de muchos millones alrededor del mundo.
Profesor de ecología política en University College London. Estudia la producción de la (in)justicia ambiental en América Latina. Cofundador y director de Albora: Geografía de la Esperanza en México.
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