¿Por qué el PAN rescató al controvertido Vicente Fox? ¿Por qué implícitamente lo erige como su mariscal para oponerse al gobierno del presidente López Obrador? Quién sabe. Lo único claro es que el desprestigio del expresidente es contagioso. Y muy pronto Acción Nacional y quienes les sigan en ese camino resentirán los síntomas
Twitter: @anajarnajar
Apareció triunfante. Para muchos fue una desagradable sorpresa. Pocos le aplaudieron.
Vicente Fox Quesada fue el invitado de honor en la ceremonia central por los 80 años del Partido Acción Nacional (PAN), el organismo político que le llevó a la presidencia y al que renunció hace algunos años.
En el gobierno pasado fue aliado del entonces presidente Enrique Peña Nieto, teóricamente adversario del blanquiazul.
En cualquier sistema político una traición como ésta sería suficiente para cerrar la puerta a personajes semejantes. Pero no en México y mucho menos en un partido con una profunda crisis ética y moral como el PAN.
Fox se asumió, con el permiso de los panistas, en el líder de la oposición al gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador. O al menos eso intenta.
Su primer mensaje como el “mariscal” de los derrotados fue que daría “en la madre” a la 4T. Hay que reconocerlo: el controvertido personaje no pierde el estilo.
No puede decirse lo mismo del PAN, que vive su peor momento desde 1976 cuando una fractura interna impidió que postulara candidato a las elecciones presidenciales de ese año.
Acción Nacional nació como un bloque empresarial y de políticos de derecha contra el gobierno del presidente Lázaro Cárdenas. Durante las décadas del partido de Estado fue el principal referente de oposición en el país.
La historia cambió en los años 90, durante el sexenio de Carlos Salinas de Gortari. El blanquiazul legitimó al candidato oficial, acusado de cometer fraude en los comicios.
A cambio Salinas implementó algunas de las banderas ideológicas del panismo, como desaparecer la figura del ejido o establecer relaciones con el Vaticano.
Fue la época de las “concertacesiones”, un término acuñado en la época para definir arreglos oscuros entre el PAN y el presidente. La gubernatura de Vicente Fox en Guanajuato (1995-1999) fue consecuencia de uno de esos arreglos.
Del mayúsculo fracaso y la profunda decepción que fue el gobierno del guanajuatense se ha escrito mucho. Repetirlo es desperdiciar palabras.
Años después de ese lamentable período, no está claro cuál es el peor papel de Fox, si como el político que mató la esperanza de millones –e inauguró los años de sangre y crimen del calderonato- o su lamentable desempeño como propagandista de Peña Nieto.
Es una herencia de la que no puede desprenderse. Y con ese bagaje a cuestas reaparece como el pretendido líder de una oposición desorientada, incapaz de articular algo más que campañas en Twitter.
Quién sabe por qué la dirigencia del PAN decidió rescatarlo, ni tampoco su lectura del escenario político como para que hayan creído que el expresidente es la mejor carta para enfrentar a la 4T.
Lo que sí está claro es la empinada cuesta que les espera. Como presidente de la República Vicente Fox no pudo derrotar políticamente, ni mucho menos en el terreno de la ética, a López Obrador.
¿Qué hace pensar a los opositores que ahora, como político desprestigiado, con su fama de bufón y traidor puede realmente ser un contrapeso al presidente con el mayor respaldo de la historia reciente?
Sepa. Es una apuesta arriesgada. Por lo pronto el primer efecto es que la poca seriedad del personaje ya contamina al partido que le suplicó su regreso.
Hace algunos años, cuando el presidente Peña Nieto invitó al candidato Donald Trump a la residencia oficial de Los Pinos, López Obrador dijo que el mandatario mexicano quedó como “el payaso de las cachetadas”.
El mismo papel que empieza a protagonizar el partido que un día aspiró a ser la conciencia política de México.
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Productor para México y Centroamérica de la cadena británica BBC World Service.
Periodista especializado en cobertura de temas sociales como narcotráfico, migración y trata de personas. Editor de En el Camino y presidente de la Red de Periodistas de a Pie.
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