El gobierno de Diego Sinhue Rodríguez eligió no gobernar: la escenografía antes que las decisiones, las redes sociales en sustitución de la gestión del gabinete
Texto: Arnoldo Cuéllar
El Partido Acción Nacional irrumpió en el gobierno de Guanajuato en 1991, por la vía de un interinato discutible. Avalaron su llegada, un hartazgo acumulado y reprimido con la ineficacia y la corrupción de décadas de priismo, pero también una irrefrenable esperanza: algo mejor era posible.
El Partido Acción Nacional irrumpió en el gobierno de Guanajuato en 1991, por la vía de un interinato discutible. Avalaron su llegada, un hartazgo acumulado y reprimido con la ineficacia y la corrupción de décadas de priismo, pero también una irrefrenable esperanza: algo mejor era posible.
Treinta y tres años después, periodo de tiempo por demás simbólico, el PAN ha cerrado el círculo y le entrega a Guanajuato el fin de un sexenio ineficaz y también corrupto.
Pero es peor aún: los últimos dos gobiernos del catoliquísimo partido que crece a la sombra de Cristo Rey llevaron a Guanajuato a una guerra tan sangrienta que solo tiene antecedentes hace un siglo en los vaivenes inciertos de la Revolución Mexicana.
Hoy de nuevo tenemos batallas de Celaya, pero son cotidianas, no deciden ningún destino de alcance nacional y se ceban en la población civil, en los policías municipales y, trágicamente, en jóvenes y mujeres.
La apuesta por atraer inversiones con enormes subsidios públicos cambió el rostro de Guanajuato, debilitó su vida comunitaria y creó un proletariado urbano que tiene empleo, aunque mal pagado, y que ha sobrecargado la demanda de servicios en ciudades mal planeadas y pésimamente administradas.
La agricultura evolucionó a agroindustria, pero se concentró en pocas manos y convirtió a aparceros en obreros de invernaderos o los expulsó al extranjero.
Frente a esos claroscuros, el gobierno de Diego Sinhue Rodríguez eligió no gobernar: la escenografía antes que las decisiones, las redes sociales en sustitución de la gestión del gabinete y la evaluación de la pertinencia en las políticas. La presunción en lugar de la planeación.
¿Autocrítica? ¿Con qué se come?
Los reportajes que se publican exhiben cómo los anuncios espectaculares no tienen sustento, cómo la publicidad del gobierno esconde el vaso casi vacío, cómo las redes que deberían atenuar las desigualdades sociales se han debilitado por la ausencia de políticas, cómo se gasta en seguridad y en persecución del delito, pero ocurre exactamente lo contrario, sin que nadie rinda cuentas.
Qué más evidente del fracaso de Diego Sinhue, que el explícito lema de campaña y próximamente política oficial, de la sucesora que él mismo eligió.
El nuevo comienzo no es sino el intento de un reinicio radical: “apágalo y préndelo”, como cuando el aparato se queda trabado y no hay para dónde hacerse.
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