El odio fue siempre de ustedes

11 noviembre, 2024

La estrategia de siembra de desinformación, ejercida contra AMLO durante todo su sexenio, no logró gran cosa. Pero el odio, constitutivo de una parte del conservadurismo mexicano, se trasladó a la presidenta Claudia Sheinbaum. Para mantener una vida democrática saludable nos toca a todos defender la verdad y cerrar espacios al esparcimiento del odio

Por Étienne von Bertrab / X: @etiennista 

Corría el año 2018. Mientras Andrés Manuel López Obrador estaba por tercera vez en campaña por la presidencia, en Brasil avanzaba el intento de proscribir al expresidente Lula da Silva de las elecciones generales de octubre, de la que salió victorioso Jair Bolsonaro. Antes de ser injusta y maliciosamente encarcelado, Lula iba arriba en las encuestas. En ese contexto —cuando avanzaba la segunda parte del golpe (siendo la primera la destitución de Dilma Rousseff), un grupo de periodistas buscó al presidente que cambió al Brasil y sostuvo con él una serie de conversaciones, mismas que quedaron plasmadas en su libro La Verdad Vencerá. Temas recurrentes fueron la animadversión de las élites y el odio que le tenía un sector de la población brasileña. “¿Cuál es la razón de todo ese odio contra usted?” —preguntó a Lula uno de los periodistas. Como buen sabio, respondió con anécdotas.

Lula, quien en los primeros tres años al frente del gobierno (2003-2005) redujo la miseria en casi un 20%, se refirió a una frase que se tornó común durante su mandato: ‘Los aeropuertos parecen una carretera’. Y es que, como lo puso Lula: “Un pobre subiéndose a un avión ponía incómodas a las élites. Si se sube un americano, les parece genial. Cuando los gringos entran al avión en shorts, a los demás eso le encanta. Pero cuando es un negro brasileño el que entra en bermudas, dicen ‘No sabe vestirse para viajar en avión’.” Puso otro ejemplo: la reacción a su estrategia en materia educativa, esa que llevó a que 2 millones de pobres llegasen becados a la universidad. “Cuando decidimos sentar en la universidad a los de abajo, los empresarios no se pusieron felices.” 

Y es que el presidente de Brasil enfrentó durante doce años un cerco mediático y una propagación de odio sin precedentes por vía de las redes sociales. Sin embargo, en estas conversaciones se mostraba en paz consigo mismo. “Lo que más orgullo me da es haber sido un presidente del pueblo. Cambió la relación del Estado y del gobierno con la sociedad. Lo que quise como presidente fue hacer que los más pobres de este país se imaginaran en mi lugar. Y lo logramos.” 

Cualquier parecido con lo que ocurrió y sigue sucediendo en México no es coincidencia. Y es que, pese a la cantaleta de la derecha de que AMLO fue un ‘sembrador de odio’, como vanamente buscó demostrar Enrique Krauze en su columna de fin de sexenio, la realidad es que el odio siempre estuvo —y está— en la derecha, y más ampliamente en el sector conservador de nuestra sociedad. Como dijo recientemente el politólogo Juan Carlos Monedero, “en todo caso, AMLO no esparció el odio, sino que detonó el suyo, el que traen dentro, producto del clasismo, del racismo, y de sus ínfulas de superioridad, y claro, por perder sus privilegiados sitios de influencia.”

Manuel Clouthier se despidió de AMLO de esta manera: “Hoy deja la presidencia un hombre que es el Rey de la demagogia, la manipulación y la mentira; es el Rey del rencor social y la venganza individual; es el Rey de la irresponsabilidad y la mediocridad. Esto es para mí López Obrador, y sí es un peligro para México!!!” Un primo mío dijo que AMLO dejaba un México en llamas y más dividido que nunca. El historiador Ariel Rodríguez Kuri tuvo esto que decir sobre esta llamada división (en entrevista con Los Periodistas) a propósito de su ensayo Los intelectuales públicos y la pastoral democrática que tanto incomodó a intelectuales de la transición como José Woldenberg: “Cuando se dice ‘es que la sociedad mexicana está dividida’, es así, porque es una sociedad democrática y porque tiene aspiraciones democráticas”.  Y es que como apunta Rodríguez Kuri, la larga transición mexicana en realidad acabó en julio de 2018. Estamos en otra realidad. Ya no son gobiernos de transición sino gobiernos que gobiernan, es decir, que tienen un programa político. Y, como quedó muy nítidamente claro en las elecciones del pasado junio, es precisamente el programa político del obradorismo el que tiene el respaldo mayoritario del pueblo de México.

Gran parte del odio a López Obrador surgió y fue alimentado por la mentira. O más precisamente, por mentiras, falsedades, tergiversaciones e infamias, como lo pone Héctor Alejandro Quintanar en su magnífico libro Un Peligro para México y otros Cuentos, recientemente publicado y que merece mucho la pena ser leído. A partir de una prodigiosa memoria y mucho rigor investigativo, Quintanar hace un recorrido de casi 40 años de mentiras en torno a AMLO, desde que comenzó a destacar social y políticamente en Tabasco y a incomodar al PRI, del que formó parte en sus inicios. 

Los nueve capítulos del libro de Quintanar recorren los distintos momentos de la vida pública de AMLO, llegando hasta la elección de Claudia Sheinbaum. De manera muy pertinente aborda las mentiras en torno a ella, desde que empezó a destacar, como Secretaria de Medio Ambiente del gobierno de AMLO en el Distrito Federal. En cuanto a AMLO, han sido tantas las mentiras, que el autor tiene material suficiente para desmenuzar y crear tipologías. También, sin titubeos, nos recuerda a los autores de las calumnias y a quienes se encargaron de esparcirlas, incluyendo a Enrique Krauze quien, como ‘primer profeta de la vulgata antipeje’ mereció un capítulo propio. 

Desde la elección de junio no tuve duda alguna de que muchos trasladarán su odio hacia AMLO a la presidenta Sheinbaum, pues si bien no tiene el origen humilde y sureño de AMLO, forma parte del mismo proyecto político y además es mujer, lo que dará rienda suelta al machismo y la misoginia que aún abunda en nuestra sociedad. Quintanar en su libro tuvo a bien exponer las mentiras que se propagaron rumbo a esta elección, incluyendo: que Claudia Sheinbaum ‘es soviética’, que cuando gobernó la Ciudad de México ‘obedecía al Foro de São Paulo’, que ‘plagió su tesis’, o que de alguna forma intervino para que Conacyt ‘diera’ millones de pesos a su hija Mariana (quien en realidad concursó por y obtuvo una beca). Y otras más, como que es ‘judía búlgara’ —ésta del expresidente Fox, haciendo uso de la judeofobia de la ultraderecha mexicana o que era narcocandidata —el último capítulo de una de las campañas digitales más costosas e infames del mundo, o que ella y Morena buscarían reformar el inexistente Artículo 139 de la Constitución mexicana para abolir la propiedad privada. Seguramente por el cierre de edición no alcanzó Quintanar a cubrir otros bulos, como que la elección de junio fue adulterada mediante la aplicación de un algoritmo, una locura diseminada por Pedro Ferriz de Con. 

Hay muchas cosas que me intrigan sobre el odio y la desinformación, y debo admitir que no estoy del todo satisfecho con lo que he leído y pensado al respecto. Por ejemplo, ¿cómo es que personas con formación y sin problemas de acceso a la información son capaces de creerse cualquier cosa? O ¿de dónde viene el que personas con pensamiento conservador sean más susceptibles de creer bulos, y de hecho, de odiar al otro? En la introducción al libro de Quintanar, el autor se pregunta: ¿Qué ha hecho que haya tantas mentiras contra las izquierdas partidistas y AMLO, dichas en estos cuarenta años, y por qué, pese a haber sido desmentidas, aún se empleen? Se detiene Quintanar en reflexiones del escritor Pedro Miguel, quien considera que existe un grupo social que es adicto al odio. Para ellos, continúa Pedro Miguel, no es una cuestión de ideología política sino de necesidad personal: requieren mantener vivos sus prejuicios identitarios (quizá de clase, o quizá de un falso estatus ‘intelectual’). Como una dosis de droga ideológica, este sector requiere su noticia falsa contra ‘López’, ‘Shamebaum’ (y más recientemente el horroroso Presirvienta) o ‘Mugrena’ para poder darse tranquilidad. Me imagino que algo hay de eso.

Pese a las similitudes en las experiencias de AMLO y Lula, por ejemplo el golpeteo mediático que han padecido y el odio en contra de ellos y de sus proyectos políticos, resulta interesante que lo que para Lula fue un problema mayor, las redes sociales con su capacidad para viralizar el odio, AMLO se refirió siempre a estas como ‘benditas’. Lo que parece haber hecho la diferencia es precisamente el ejercicio comunicativo de las conferencias matutinas. Así lo considera también Juan Carlos Monedero, quien concluye que entre las mañaneras y el que AMLO haya recorrido varias veces el país dirigiéndose al pueblo, se consiguió que éste tenga herramientas y convicciones para defenderse de las mentiras y de las construcciones de la derecha. Este éxito comunicativo, su gran victoria, claramente frustró mucho a quienes buscaron, hasta el último día de AMLO, minar su base social a través de la mentira y la desinformación. 

Todo esto, a más de alguno nos ha llegado de manera personal, al encontrar diferencias fundamentales en nuestros propios entornos familiares. Sobre esto hablé con una sabia y querida amiga, Ana María, quien lo ha vivido en carne propia. Para ella, la política no es solo un asunto público sino que está estrechamente ligada a la ética personal, a la que uno no puede renunciar simplemente para llevar la fiesta en paz, por ejemplo, en la familia. 

La derecha en México está en el hoyo y no parece tener nociones de cómo salir de allí. Los siguientes años traerán retos importantes —más con la llegada de Trump al poder, y ante la falta de un proyecto atractivo y creíble seguramente seguirá este sector y su comentocracia recurriendo al odio y a la mentira. Aunque al decirlo peque de inocente, me parece que más allá de nuestras inclinaciones políticas, si es que queremos mantener nuestra democracia saludable, habremos de actuar todos frente a la desinformación y la diseminación del odio. 

Profesor de ecología política en University College London. Estudia la producción de la (in)justicia ambiental en América Latina. Cofundador y director de Albora: Geografía de la Esperanza en México.