Poco después de la huerta de limón, el CJNG siguió avanzando avanzó por tierra caliente hasta llegar a Guerrero, Estado de México. Y paralelamente, Veracruz… Sabían los gobiernos, ¿lo permitían?, ¿lo alentaban?
@lydicar
Hace casi seis años que el Cártel Jalisco Nueva Generación se cruzó en mi reportería. Recuerdo el momento y el lugar: mayo o junio de 2014, en Michoacán casi frontera con Jalisco. Estaba yo visitando un rancho dedicado al cultivo del limón persa.
El limón persa es para mi gusto aburguesado, el más rico que hay: sabor, color y olor superan el del limón mexicano (nadie se ofenda. Insisto, es mi gusto aburguesado). Pero en México casi no se cultiva; aquel rancho era pionero en hacerlo.
Este era un rancho de limón persa, con una casa muy bonita, muy equipada y moderna. La habían requisado a algún narco derrotado. Cuando llegamos, un hombre más bien bajo de estatura –1.65 aproximadamente– de tez muy clara y enrojecida por el sol vigilaba el lugar. Llevaba un arma de esas grandes, tipo metralleta, gorra y lentes oscuros. Sonreía. Se le miraba contento. Rancho recuperado, decía. Se lo quitaron a los Templarios.
Era poco después del movimiento de Autodefensas en Michoacán, tal vez junio de 2014. Poco más de un año antes, un movimiento legítimo se levantó contra los caballeros templarios. Hartos de extorsiones, secuestros, asesinatos, violaciones. Se levantaron rancheros, gente de dinero, pero también cortadores de limón y pueblo muy pobre.
Tierra Caliente era y es una región que convive desde décadas atrás con el narcotráfico. Este forma parte del entramado social desde medio siglo atrás, al menos. Siempre hubo narcos “buenos” y “malos”. Así, los Templarios alguna vez fueron de los “buenos” que acabaron con la familia michoacana. Se lo creyeron tanto que hasta tenían hasta sus escritos y mística, disfraces medievales, etcétera. Pero se envilecieron, y la gente se cansó y surgieron las autodefensas en 2013. Fue duro. Tepalcatepec, por ejemplo, después de sacar a los templarios, éstos sitiaron el pueblo meses enteros (y sí, el gobierno sabía y no hizo nada). Los templarios cortaron el suministro de gasolina y comida. Ahí se acercaron otros “narcos buenos”, esta vez, cruzando la borrosa frontera estatal: El Cartel Jalisco Nueva Generación. Les dieron gasolina, y les dieron armas. Pagaron francotiradores. Se sumaron a su movimiento.
Así el CJNG terminó financiando una parte del movimiento de autodefensas. El crimen organizado se infiltró en un movimiento legítimo. Esto lo ha documentado y narrado, por ejemplo, Laura Castellanos en su libro Crónica de un país embozado. Pero, al igual que el gobierno sabía del sitio contra Tepalcatepec, sabía de la infiltración a las autodefensas. Había comunicación entre los grupos de autodefensas y la policía federal. Lo vi de primera mano, por ejemplo, cuando Las autodefensas «tomaron» Nueva Italia en enero: ambos se saludaron antes de que empezara la batalla. La policía federal esperaba afuera de los pueblos a que terminaran los enfrentamientos. Aunque luego atacaba a los más débiles de las autodefensas.
Del mismo modo que El Cártel de Sinaloa era considerado un mal preferible en el discurso de algunos gobiernos panistas; parecía que el CJNG era un modelo más moderno frente a los narcos anteriores.
Nunca pude evitar pensar que, conforme avanzaba el sexenio de Peña Nieto, el CJNG acaparaba territorios. Por supuesto no se trata de un proceso monolítico. A veces atribuimos demasiada capacidad a un presidente, o una figura determinada, y dejamos de ver los procesos y sobre todo, que hay multivarios actores. Sin embargo, sí se percibe que lo que llamamos cárteles o crimen organizado hacen una danza con los gobiernos, y no una pelea.
Poco después de la huerta de limón, el CJNG siguió avanzando avanzó por tierra caliente hasta llegar a Guerrero, Estado de México. Y paralelamente, Veracruz… Sabían los gobiernos, ¿lo permitían?, ¿lo alentaban?
Narro todo este periplo para apuntar una cosa: el crimen organizado que opera en nuestro país no sería posible sin la colusión o franca participación de autoridades o miembros del gobierno. El crimen organizado deja dinero, controla territorios, impone gobiernos fácticos o paraestatales que suelen ser más efectivos que las instituciones.
Lydiette Carrión Soy periodista. Si no lo fuera,me gustaría recorrer bosques reales e imaginarios. Me interesan las historias que cambian a quien las vive y a quien las lee. Autora de “La fosa de agua” (debate 2018).
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