El juicio de un perro: reflexiones sobre el derecho animal

1 noviembre, 2025

El juicio de un perro está basada en un hecho real, sigue a una abogada que defiende a un perro condenado a muerte. La película usa el caso para exponer la urgente necesidad de replantear la relación legal y moral con los animales, atrapada entre tratarlos como objetos o juzgarlos con parámetros humanos

Texto: Andi Sarmiento

Foto: Tomada del trailer oficial

CIUDAD DE MÉXICO. – Basada en un caso real, El juicio de un perro es una película francesa dirigida por Laetitia Dosch. Si bien está narrada con un tinte cómico, es una historia que expone un debate interesante sobre la relación que, como sociedad, construimos con los animales: ¿hasta dónde llegan los derechos de los animales? Si es que, de entrada, podemos hablar de tal cosa; ¿cómo relacionarnos sin ponerles una carga humana?

Esta es la historia de Avril, una abogada a la cual se le asigna el caso de Cosmos, un perro con sentencia de muerte tras haber mordido a tres personas a lo largo de su vida, siendo la última quien levantó la denuncia, ya que fue atacada en el rostro. En un inicio parece ser un caso perdido, pues la ley estipula que el procedimiento para estos casos es directamente la pena de muerte; sin embargo, a medida que se va adentrando en el caso, va notando cada vez más las incongruencias y vacíos legales existentes cuando se trata de animales, por lo que se aferra a esta lucha ya no solo para ganar el caso, sino para buscar que la legalidad visibilice y profundice en las relaciones con los animales.

Las inconformidades de la abogada comienzan al percatarse de que en la legislación las mascotas son calificadas como objetos y, además, al momento de ser enjuiciadas se les atribuyen también rasgos humanos, pero en ningún momento se les juzga como animales.

El hecho de que este dilema haya sido un caso real nos demuestra la urgencia social de replantearnos nuestra relación como humanos con el resto de seres vivos que nos rodea.

Por un lado, podemos analizar que a medida en que la sociedad se ha desarrollado, el papel de los animales en diversas culturas se ha visto reducido al consumo humano. Esto abarca desde los espacios recreativos donde el animal es el centro de atracción, como los circos o zoológicos, hasta la domesticación para cumplir un objetivo laboral y también para cumplir un fin personal, como lo son las mascotas.

Si bien en distinta medida, tanto la compra como la adopción de animales lleva consigo una relación de poder del humano sobre el animal, pues uno tiene la capacidad de decidir sobre el futuro del otro; asimismo, la obtención de una especie para el hogar tiene una meta de por medio, la cual puede ser compañía o entretenimiento, e incluso para reflejar una imagen o cierto estatus social. En ese entendido, podemos asumir que esta diferencia de poderes, si no implica ciertas responsabilidades sobre el animal, al cuestionarlas nos adentramos en un extenso debate sobre cuáles son y cómo abordamos dichas responsabilidades.

Hasta qué punto nos compete actuar sobre el otro es uno de los puntos clave de la película, tanto con una perspectiva legal como moral. La dinámica de vida, principalmente en zonas urbanizadas, ya es en sí opresiva sobre los animales, dado que son regiones construidas desde una mirada completamente antropocéntrica; negar esto y tratar de ponernos en una completa posición de igualdad es incluso contraproducente para atender el problema.

La cinta cae en estos dos panoramas; por un lado, bajo el argumento de igualdad entre especies se le juzga como un humano más, mientras que en el otro extremo se le niega su calidad de ser vivo y se le trata como objeto. Avril aboga porque ambas partes se quedan cortas para Cosmos y resalta que es necesario comenzar a construir nuevas formas de entender al canino.

La abogada contraria apuesta por asignar características humanas, acusándolo de asuntos de los cuales ni siquiera puede ser consciente el perro, tales como la misoginia. En esa línea, podemos analizar que el problema radica desde el hecho de que el acusado es el perro y no, como tal, el dueño; desde ahí comienza la injusticia de la situación. Es disparejo el juicio cuando una de las partes no es ni siquiera capaz de dimensionar lo que está sucediendo y existe una barrera innegable en la comunicación, razón por la cual la abogada debe recurrir a buscar estrategias para tratar de interpretar las conductas del perro. Si bien esto es lo que le ayuda a empatizar más con Cosmos, también le hace caer en actitudes que históricamente han sesgado las investigaciones en animales.

Podemos tener aproximaciones sobre la justificación de una conducta, pero si esto es ya complejo entre las mismas personas, lo es más con las distintas especies. Entonces, caemos en un error al hacer afirmaciones tan directas sobre el actuar de los otros seres, pues nada nos es completamente certero.

Hay que entender a los animales como lo que son para poder lograr interactuar de formas más amenas y menos violentas, pues, ¿no es humanizarlos también una forma de opresión? Despojarlos deliberadamente de sus cualidades que los caracterizan como animales es también una forma de moldearlos a nuestra vida, en lugar de nosotros aprender a convivir con sus características. Entender que los perros, por distintas razones, a veces muerden, así como los gatos maúllan y rompen cosas o los pájaros hacen ruido, es fundamental para la convivencia que forjamos con ellos.

Igualmente, hace falta llevar estas conversaciones a los marcos legales, para reconocer que el mundo animal sí se encuentra en estado de explotación y abuso que se debe atender; no obstante, reconocer esto no debe conllevar otras formas de violencia, como lo puede ser quitarles su esencia innata.

Esta película se encuentra disponible en la plataforma Filmin así como en la siguiente página gratuita. https://m.ok.ru/video/9772377049843

Andi Sarmiento

Me gusta escribir lo que pienso y siempre busco formas de cambiar el mundo; siempre analizo y observo mi entorno y no puedo estar en un lugar por mucho tiempo