Reflexionemos sobre todo aquello de lo cual podemos prescindir. Podemos disfrutar una Navidad y un fin de año, y la vida misma, en armonía con todo el simbolismo que esto conlleva, sin lastimar a nadie
Por Elideth Fernández
En días pasados, me publicaron una columna de opinión, cuyo contenido no agradó a un amplio grupo de ninguna de las partes involucradas: «Debatir con taurómacos es inmoral». Con mi trabajo fotográfico he documentado a centímetros de distancia cómo se perpetran atrocidades contra el toro, por lo tanto me parece una aberración intercambiar ideas con acérrimos defensores de la tauromaquia con el fin de «enriquecer el diálogo». «El tirano no sería tan fuerte si no tuviera cómplices y no se hiciera de valedores involuntarios… » (1). Y como soy tan ordinaria, incapaz de apreciar el arte del toreo, « el arte al que aspiran todas las artes », me conformo modestamente con sublimarme con la música inefable e inmortal de Johan Sebastian Bach en estas fiestas decembrinas y bailar bajo las estrellas cuando se escuche a lo lejos retumbar los timbales y la tambora de la banda del pueblo.
Invitamos a los taurinos a los que ahora, según parece, les conmueve cómo mueren los animales en los rastros, desde luego en aras de defender, a toda costa, sus malsanos gustos personales, a que se unan al movimiento por la protección de los animales, si tanta es su preocupación de que éstos mueran « sin nombre ». Yo he estado dentro en los infames desolladeros, y es peor la forma como son asesinados los animales en una corrida de toros que en la mayoría de los mataderos que cumplen los requisitos establecidos. Sobre todo cuando termina su « acontecimiento » y « no mataron bien », como lo describo en mi artículo arriba citado. La única diferencia entre uno y otro, es la cantidad de individuos. En teoría no es el objetivo en una instalación industrial donde se sacrifican animales de granja torturar por diversión, sino al contrario es matar lo más rápido posible y con el menor sufrimiento de la víctima. Cuando esto no es así es porque se viola la ley, que hay que decirlo, ocurre las más de las veces. En vísperas de la Navidad, símbolo de amor y paz, están masacrando a miles de animales en los sitios de exterminio reglamentados y clandestinos, pero también en traspatios… Los guajolotes (pavos) son particularmente las víctimas más preciadas en estas fechas, pero también, se está sacando de la nevera, producto de su explotación, a millones de cadáveres de diferentes especies que han permanecido congelados durante años.
Hoy para mí es motivo de alegría que cumpla un año más de vida Simón, el guajolote que le regalaron al presidente Andrés Manuel López Obrador en ocasión de una visita al Estado de Oaxaca; mientras tanto, el gallináceo vivía en Palacio Nacional, sobreviviendo gracias a la sensibilidad de colaboradores en torno al mandatario, que le solicitaban no fuera degollado para la cena de nadie. Su destino era incierto, por eso, el 23 de diciembre de 2020 en la conferencia matutina La Mañanera, le pedí que se trasladara al guajolote para que viviera en el Santuario Sikarú, donde sería protegido hasta su muerte natural. El presidente con gusto me lo entregó. Lo encaminamos entonces ese mismo día rumbo a su nueva morada de la que goza hasta la fecha. (2) ¡Larga vida a Simón! ¡Una historia de vida que contar!
No es necesario intercambiar nuestro aguinaldo o nuestros ahorros por cadáveres que han sido cruelmente muertos. En el Santuario Sikarú cenaremos unos exquisitos romeritos, ensalada de manzana, ponche, ensalada de Noche Buena, pastel de frutas, orejones, almendras, pistaches, nueces… un buen vino espumoso para brindar. Lo inevitable serán los cavernícolas fuegos artificiales que dañan tanto a niños especiales como animales. Simón en reverberación con los explosivos estará glugluteando sus peculiares y graciosos sonidos: goro, goro, goro. Nos estará recordando que está afuera en el jardín con sus compañeros de vida y que, afortunadamente, ninguno de su especie está en nuestro plato.
Este simpático plumífero, el guajolote presidencial, les desea feliz Navidad. Que su ejemplo nos incite a que poco a poco vayamos reflexionando sobre todo aquello de lo cual podemos prescindir, que podemos disfrutar una Navidad y un fin de año, y la vida misma, en armonía con todo el simbolismo que esto conlleva, sin lastimar a nadie.
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