Esta exposición fotográfica aborda la emoción de contar un mundo de escenarios paralelos al régimen del Partido Revolucionario Institucional (PRI) que retrató Rodrigo Moya*, quien enfoca en lugares como Tlatelolco, los campos de siembra abandonados y las manifestaciones de movimientos estudiantiles
Texto y fotos por Ana Cristina Ramos
Las fotografías de Rodrigo Moya nos muestran la periferia no como un lugar geográfico en el país, si no como una metáfora para tocar temas que estaban alejados de la agenda política y de progreso que el gobierno nacionalista quería imprimir en México durante los años 50 y 60.
Periferias habla sobre una promesa perdida, la de traer progreso social al país y al mismo tiempo muestra la contradicción que existe entre un país que busca desarrollarse y al mismo tiempo abandona sectores de la población como el agrícola o los maestros y estudiantes.
Las fotografías de la exposición sitúan al espectador entre los años 1955 y 1968; son 13 años de historias en los que el fotógrafo toca temas de la periferia; ve como se transformó el espacio donde ahora están construidos los edificios de Tlatelolco, el arduo trabajo de transformar el ixtle –una fibra vegetal como el maguey– en un producto textil; así como las manifestaciones de estudiantes, maestros y trabajadores contra la alza de precios por la devaluación del 44% de la moneda en 1958.
“Yo me adentre mucho en los problemas del campo y en los de la periferia, en los cinturones de miseria, todavía no existían esos cerros poblados, pero sí había mucha pobreza, mucha vecindad y yo me metí en eso, a mi no me interesaba mucho la ciudad alemanista que estaban construyendo, el lujo, el lujo de Reforma y todo eso, mi tema eran las periferias y el campo”, narró el fotógrafo.
La exposición empieza su recorrido con tomas de lo que solía ser el espacio de la unidad habitacional de Tlatelolco, la cual construyeron entre 1960 y 1967.
La herradura de los tugurios que rodeaba a la ciudad fue sustituida por modernas unidades habitacionales. La clase media hipotecó su nueva vivienda, mientras la clase desplazada terminó en la periferia de la ciudad.
“Tengo algunas fotos, pero pocas de los alrededores de Tlatelolco, el Tlatelolco obrero, el que era muy pobre, incluso en la exposición hay una fotografía que se llama ‘Hombre Solitario’ que es un trabajador que va a su fábrica: se ve una gran barda al hombre caminando y al fondo las chimeneas”, describió Rodrigo.
La siguiente parte de la muestra es ‘Conmoción Social’, una serie de fotografías que hablan sobre las marchas de la época ante la devaluación del peso y la subsecuente alza de precios en el país. El lente del fotógrafo se coloca del lado de los manifestantes –en lugar del de los policías como se estilaba en la época– y ve tanto la denuncia política como la represión social al pie de la calle.
“Todo giraba alrededor del PRI, de lo que hacía el presidente, las cámaras, los informes de gobierno, o sea que vivimos muy apareados de todo lo que hacía el PRI, entonces yo me escapé de todo eso, tenía mi propia cámara e hice mi propio archivo que ahora lo usan mucho los investigadores”, confesó el fotógrafo.
El foco de atención para los espectadores es la fotografía ampliada en tamaño de una camioneta en llamas a los pies del Monumento a la Revolución.
“Todo lo que hago sigue siendo clásico, foto análoga, me consideró un fotógrafo de la vieja guardia y digo de broma que soy el último dinosaurio de la fotografía, aunque admiró la foto digital, que todo lo que sea un teléfono, un ipad que sea capaz de tomar fotos, pero sobre todo la fotografía clásica es un objeto que se guarda y por lo mismo guarda y detona la memoria”, contó Moya.
El último paso por la exposición es la serie llamada ‘Campo’. Aquí, el ojo es atraído por otra toma sacada de proporciones que revela a dos jornaleros trabajando en un arrozal.
“Yo veo mis fotos y me emociono todavía, había una emoción de contar un mundo que era el de nosotros, es decir uno hacía la conciencia de que había varios Méxicos, que el país no sólo era el que nos contaban ni el del himno ni de los desfiles; este país tenía unas zonas muy abandonadas y con otras gentes que no entendíamos y ellos no nos entendían a nosotros entonces vivíamos… vivimos todavía en una sociedad en choque”, reflexionó Rodrigo.
Entre los retratos que destacan las manos, los ojos cansados, las marcas en la piel por pasar tantas horas al sol y fotógrafo hace una reflexión: En las manos de este campesino recolector de ixtle está escrita una historia sin palabras. El futuro, cortar y acarrear ixtle todos los días de su vida.
“El valle de Mezquital en 1954, fue mi primer reportaje, estuvimos ahí tres días recorriendo en un coche oficial y yo lo que vi una pobreza y un atraso colosal, la lucha por el agua; aunque también vi, cosas muy bellas, de las escuelas que fundó [Lázaro] Cárdenas, El internado de los Remedios y bueno ahí le enseñaban a hablar a los niños indígenas y eran niños increíbles y los maestros eran maestros verdaderos”
Con esas palabras en imágenes evoca cómo en los años 50 el campo dejó de ser una prioridad para el gobierno mexicano y con el la falta de oportunidades para un sector amplio de la población, trazo el destino de este sector hasta ahora, para los campesinos no hay riqueza en el campo.
“Yo dejé la fotografía de prensa en el 67, por incompatibilidad con una prensa corrompida, totalmente controlada… pero yo no dejé de tomar fotos, ya no tomaba fotos como asalariado, pero yo vivía con la cámara al hombro».
Hoy en día Rodrigo Moya ya no toma fotos, a sus 85 años la ceguera lo alcanzó, pero cree que su nuevo propósito es arreglar el inmenso archivo fotográfico de todo lo que vió en México.
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*Rodrigo Moya es fotógrafo mexicano, quien nació en Medellín en 1934. Fue reportero gráfico de 1955 a 1967, publicó sobre todo para semanarios, entre ellos Impacto y Sucesos y en 1968 fundó su propia revista: Técnica Pesquera
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