En una hora de cañonazos y balazos, las fuerzas armadas resumieron seis siglos de historia de México. Pero lo que impresionó a los espectadores de esta fiesta revolucionaria fue, sobre todo, la caballada: más de 3 mil equinos y sus jinetes extendieron un inédito contingente desde el Zócalo capitalino hasta el Campo Marte
Texto: José Ignacio De Alba
Foto: María Ruiz y Duilio Rodríguez
El desfile cívico regresó convertido en memoria de las guerras. La historia no se redujo a lo que el presidente Andrés Manuel López Obrador llama “transformaciones” de México —Independencia, Reforma y Revolución— ; el conmemorativo performance inició desde la fundación de México-Tenochtitlán y llegó hasta la Segunda Guerra Mundial y la participación del siempre heroico Escuadrón 201, cuyos sobrevivientes hicieron el recorrido montados en un carro alegórico.
El público estuvo compuesto, en su mayoría, por adultos. Quizá por ser día laboral, pocas familias presenciaron el desfile conmemorativo del 109 aniversario de la Revolución Mexicana, que en su nueva versión tuvo un tono histórico, belicoso y ecuestre.
Seis siglos fueron representados en 60 agitados minutos, en los que pareció que el invento más notable de la historia del mundo fue el cañón: desde su aparición en la puesta en escena no dejó de cañonear; las pistolas y carabinas también fueron imparables.
Los militares convertidos en personajes de una historia oficial hicieron esforzadas representaciones épicas, como zacapoaxtlas contra franceses o del traidor de Huerta.
La producción tuvo una escenografía dinámica y no escatimó en recursos: hasta tres antiguos aeroplanos sobrevolaron el Zócalo capitalino y recrearon la batalla de Topolobampo, el primer combate aeronaval de la historia.
En la explanada del Zócalo se colocó un tren utilizado por las fuerzas zapatistas en la Revolución Mexicana. El cancionero revolucionario acompañó hasta el final la marcha ecuestre. Tampoco se escatimó en adelitas y escaramuzas.
Desde el balcón de honor del Palacio Nacional, López Obrador presenciaba divertido y con aplausos la escenificación histórica. El presidente estaba acompañado de su esposa, Beatriz Gutiérrez Müller, con quien intercambiaba risas. También lo acompañaban los secretarios de la Defensa Nacional, Luis Cresencio Sandoval, y de la Marina, Vidal Francisco Soberón, y la gobernadora de la Ciudad de México, Claudia Sheinbaum.
La expectativa por el desfile llegó a su momento cumbre con la apertura de la marcha, por parte de los acróbatas ecuestres del Ejército.
Los militares realizaron suertes como la de “Pegaso”, “Pegaso invertido”, “Vampiro”, “Caída de la muerte”, “Resorte”, “Cristo”, “Romana simple”, “Descuartizado”, “Romana de cuatro caballos”, “Romana de 6 caballos”, “Dragona”, “Pirámide de 6 caballos”. En la “parada india”, el jinete sin silla de montar y sin riendas intentó frenar al trotante caballo haciendo una pirueta sobre las crines. Pero el animal perdió el equilibrio al no controlar el derrapante contacto de las herraduras con el pavimento y ambos dieron al suelo frente al balcón del presidente.
El caballo no sufrió lesiones, mientras que el jinete se reincorporó cojeando y fue trasladado al Hospital Central Militar, según informaron las autoridades militares.
Es probable que en la Ciudad de México no cabalgaran tantos caballos desde los años de la Revolución Mexicana: cerca de 3 mil caballos y jinetes, de las fuerzas militares, policíacas y agrupaciones ecuestres que llegaron desde 22 estados del país. En el contingente también hubo burros y potrillos cabalgados por niños.
Después del paso de miles de equinos, las calles del centro histórico de la Ciudad de México quedaron embadurnadas de caca y el paisaje olfativo de la poblada quedó enriquecido para los paseantes.
El desfile de conmemoración de la Revolución Mexicana no se realizaba desde el 2012.
Hasta entonces, los protagonistas del «desfile cívico», eran principalmente deportistas. La Comisión Nacional del Deporte lo definía como un evento que demostraba “la voluntad pacifista y conciliadora de todos los mexicanos”.
Pero la exhibición deportiva fue suspendida en la administración del expresidente Enrique Peña Nieto.
El gobierno de López Obrador se ha servido de los episodios históricos para explicar su proyecto político en lo que él mismo llama la “Cuarta Transformación de la República”, así que a los asistentes del festejo les repartieron ejemplares de los semanarios revolucionarios “El Hijo del Ahuizote” y “Regeneración”.
Paradójicamente, la celebración se reactivó con un discurso histórico al estilo del viejo régimen, con una fuerte apología al mestizaje.
Otra de las narrativas que inscribió el Ejército mexicano este 20 de noviembre ocurrió en la mañana, cuando el presidente entregó condecoraciones y grados elementos de las Fuerzas Armadas.
“Somos leales y guardamos profundo respeto a la institución presidencial que usted representa al haber sido elegido en un proceso democrático y transparente. Le refrendamos el principio esencial de las Fuerzas Armadas de ser siempre leales”, dijo a López Obrador el secretario de la Defensa, Luis Crescencio Sandoval.
Fue un mensaje claro, desatinado a calmar los ánimos políticos de quienes, en las últimas semanas han deseado que la historia de traiciones de la revolución se repita.
Por su parte, el presidente entregó un reconocimiento al general de ala Miguel Eduardo Hernández, el piloto que trajo a Evo Morales a México.
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