El ejército anda suelto… y lo andará más

17 septiembre, 2022

Ahí en el Ejército fue donde aprendió a violar. Era parte del poder que se les da a hombres uniformados sobre las mujeres de los territorios en los que están apostados. Y en toda esa lógica de órdenes verticales, violencia, imposición, todo con beneplácito de su superior. Y a él le gustó.

@lydicar

Hace un tiempo ya me tocó, por esos azares del destino –y de las chambas asalariadas– entrevistar a un feminicida serial. Y así bajita la mano, explicaba el individuo que antes de ser asesino, por cuestiones de dinero tuvo que enrolarse en el Ejército. Y se fue. Duró poco ahí porque, explicaba, era “flojo” –así dijo–, y finalmente en el ejército pues hay que levantarse muy temprano y las jornadas son muy amplias. 

Pero también platicaba que justo ahí en el Ejército fue donde aprendió a violar. Era parte del poder que se les da a hombres uniformados sobre las mujeres de los territorios en los que están apostados. Y en toda esa lógica de órdenes verticales, violencia, imposición, este individuo confesó que la primera vez que violó a una casi niña, ahí en las sierras de nuestro país, se sintió muy bien. Le encantó, dijo, agredir de esa forma a una niña “indita” (así se expresó), todo con beneplácito de su superior, porque pues violar es parte de esa pedagogía para crear asesinos que obedezcan órdenes.

Me adelanto a probables objeciones: no todos los soldados son, serán así. Así es. Pero el ejército implica un sistema diseñado para romper la empatía, la compasión, el respeto, en el momento que sea necesario. Y en el camino rompe mucha humanidad.  

Últimamente no puedo dejar de pensar en esta anécdota, cuando veo algunos pasos que ha dado el gobierno de López Obrador en torno al ejército. Este poder excedido, único. Y, bueno, al menos para mí ha sido difícil pronunciarme por varios aspectos: por un lado, es real que el país tiene una crisis de seguridad tremenda, que no proviene de este sexenio. Es bien real. 

Recuerdo por ejemplo, al inicio del sexenio, cómo varios activistas que apoyaron el arribo de AMLO a la presidencia comenzaron a organizar encuentros a lo largo y ancho del país. Había un programado en Tamaulipas, que al final debió cancelarse porque… bueno, a grandes rasgos, porque en Tamaulipas solo gobierna la maña y todo es volátil y peligroso. Y pues años atrás, también por trabajo, me tocó estar por allá, en San Fernando, y recuerdo que era un lugar muy triste. Muy triste y muy violento, e inseguro.

Y lo mismo ocurría en Guerrero. No vayamos más lejos, la zona de Iguala, Cocula, Tierra Caliente. También por aquellos años fuimos para allá haciendo reportajes y notas. Lugares donde ocurría –¿ocurre?– de todo sin que ninguna autoridad hiciera lo mínimo por defender a la gente. 

Recuerdo por ejemplo en aquellos municipios, el tema de los desplazamientos forzados, los secuestros a veces masivos, contra las personas más pobres. Grupos vinculados al crimen organizado que, según conviniera, también se comportaban como paramilitares. ¿Había Ejército? Pues sí. A veces, a veces funcionaba, a veces no. También dependía de las órdenes.

Y luego el caso de los 43 estudiantes en el que, como se ha documentado, la dirigencia del 27 Batallón –instalado ahí desde la Guerra Sucia, desarticulando movimientos sociales– tuvo una participación activa en la desaparición forzada y probable ejecución extrajudicial, inhumación clandestina. Y antes de este terrible caso, aquel batallón estaba muy activo en el crimen organizado, tráfico de enervantes, más desaparición forzada de personas… y ya no le sigo porque tan solo recuento eriza los cabellos de la nuca y deja en insomnio.

Volvemos entonces a la disyuntiva: sí. No hay una sola policía que sea confiable en el país. Sí, se ha vuelto imparable el crimen organizado –esa suerte de ejércitos paramilitares que, ojo, no sólo se dedican a estupefacientes, sino que también, como se ha documentado en varias partes del país, también venden su servicios a grupos económicos y políticos.

Me detengo en esta realidad porque me parece simplista protestar por esta política sin reconocer que efectivamente hay un problema serio de inseguridad, vinculado a grupos que en muchas ocasiones pueden ser delincuentes de poca monta; pero en otras, se trata francamente de mini ejércitos de mercenarios fuertemente armados. Frente a ellos, es poco lo que 3 o 4 policías municipales pueden hacer. No hay en absoluto posibilidad de contenerlos. ¿cómo entonces, esos 3 o 4 policías municipales –me consta, he visto casos así– no van a pactar, por las buenas o para salvar la vida, con estos grupos paramilitares?

Todo eso sí. Pero, ¿es de verdad el enroque militarista que impulsa AMLO la solución? Yo no lo creo. Incluso si confiamos en él. Incluso si aceptamos que sus intenciones son buenas. ¿Qué pasará cuando AMLO se vaya? 

Lydiette Carrión Soy periodista. Si no lo fuera,me gustaría recorrer bosques reales e imaginarios. Me interesan las historias que cambian a quien las vive y a quien las lee. Autora de “La fosa de agua” (debate 2018).