La Ciudad de México se mantuvo sobre un lago, no gracias al talento de sus ingenieros, sino a la terquedad de sus habitantes. El mejor ejemplo de esto es la afamada Inundación de San Mateo, que mantuvo la ciudad bajo el agua nada menos que cinco años
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El Valle de México también es una cuenca, pero ese detalle los conquistadores lo pasaron por alto para construir una ciudad sin drenajes, los pobladores de la metrópoli quedaron encerrados en una trampa acuática. Fue cuestión de tiempo: en septiembre de 1629, en pleno día de San Mateo, el diluvio barrió con casi todo. El daño fue tan grave que se propuso mudar la capital de la Nueva España a otro sitio.
Tenochtitlán era una especie de isla y los mexicas habían construido diques y albarradas para evitar inundaciones, además de que cuidaron los vasos reguladores y ríos que desfogaban el agua de los lagos. Aprovecharon las aguas dulces para la agricultura y cercaron el agua salobre de la metrópoli.
Con la Conquista los españoles se dedicaron a construir una ciudad, sin reparar en los cuidados hidráulicos de los mexicas. Con el tiempo las inundaciones golpearon la capital novohispana y las autoridades virreinales decidieron traer un astrónomo para arreglarlo.
Enrico Martínez, de origen Alemán, llegó al nuevo mundo donde publicó obras destacadas como el Repertorio de los tiempos, uno de los primeros textos científicos que se publicó en el contiene. Enrico ahí expuso algunas de sus teorías, como la imposibilidad del hombre para enumerar tantas estrellas; Enrico sólo se atrevió a asegurar que son mil 22 las más brillantes. El hombre de ciencia hizo varios de sus descubrimientos sin ayuda ocular.
Además escudriñó en su Repertorio las dimensiones físicas del universo, las proporciones planetarias; el hombre secundó, por ejemplo, la idea de que el Sol era más grande que la Tierra. También dedicó buena parte de sus exploraciones a entender la mecánica de los eclipses. Con esa exactitud de ciencia a Enrico, en calidad de Cosmógrafo Real, se le encomendó la tarea de resolver los problemas pluviales de una ciudad construida sobre un lago.
Las autoridades virreinales invirtieron una buena suma de dinero y Enrico se dedicó de lleno a construir un gran canal que llegara hasta la laguna de Zumpango. Pero su obra fue endeble y necesitaba reparaciones constantes, el desagüe estaba en reparación cuando el terrible diluvio del 21 de septiembre de 1629 cayó sobre la ciudad, durante 40 horas el cielo se cayó y el caño estaba tapado.
La ciudad se empezó a inundar, los perros callejeros se fueron a la llamada Isla de los Perros, el sitio más alto del villorrio. Años después se descubriría que bajo ese monte estaba el Templo Mayor (ubicado a un costado de la Catedral Metropolitana). El agua subió tanto de nivel que las casas endebles de los indios se destruyeron, murieron cientos de personas.
En los palacetes de los conquistadores los animales de granja murieron, por las calzadas y calles flotaban los muertos y los muebles de las casas. La Inundación de San Mateo fue de hasta dos metros de altura.
En el cruce de las calles Francisco I. Madero y Motolinia del Centro Histórico, la escultura de la cabeza de un León sale de una construcción. Los paseantes le jalan las orejas o le tocan la lengua a la piedra ennegrecida, se dice que el Masacarón Felino marca la altura de hasta donde llegó el agua en la Inundación de San Mateo.
Si algo no estuvo en juego fue la religiosidad de los habitantes novohispanos, que atendían las misas en los techos de los templos. La única forma de moverse era en canoas, los segundos pisos se convirtieron en las nuevas entradas de las casas.
La ciudad permaneció bajo el agua durante 5 años, lluvias recurrentes alimentaron la inundación. Se estima que unas 30 mil personas murieron ahogadas o por las enfermedades generadas por las aguas estancadas o también por la carestía de alimentos. Los cimientos de todas las construcciones quedaron definitivamente dañadas.
En su momento muchos aseguraron que la ciudad nunca volvería a habitarse de nuevo, sin duda éste fue el peor desastres natural que sufrió la capital de la Nueva España. Cuando el propio Enrico murió en 1632 cuando la ciudad aún permanecía inundada.
Algunos propusieron mudar el villorrio a Tacubaya o a Coyoacán, pero la idea no prosperó. La inversión que habían hecho la corona española y la iglesia católica era demasiado, muchos acaudalados también se rehusaron a dejar sus palacetes.
Fue hasta el año de 1634, que una sequía volvió los niveles de agua a la normalidad.
Junto a la Catedral Metropolitana existe un Monumento Hipsográfico dedicado al frustrado ingeniero Enrico. En el basamento de la estatua –construida en el porfiriato- existen cuatro medidores que señalan los niveles de agua de los Lagos de Xochimilco, San Cristóbal, Xaltocan y Zumpango; éstos, como la obra de Enrico, no sirven.
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Cronista interesado en la historia y autor de la columna Cartohistoria que se publica en Pie de Página, medio del que es reportero fundador. Desde 2014 ha recorrido el país para contar historias de desigualdad, despojo y sobre víctimas de la violencia derivada del conflicto armado interno. Integrante de los equipos ganadores del Premio Nacional Rostros de la Discriminación (2016); Premio Gabriel García Márquez (2017); y el Premio Nacional de Periodismo (2019).
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