El sistema de cargo de los na savi está enlazado a la vida comunitaria. Se ofrendan en Ve’e na Ndíi (Casa de los muertos) y a los dioses de la nación Ñuu Savi (Pueblo de la Lluvia). Es así como mezclan la religiosidad indígena con el cristianismo pagano
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Los olores a copal, flores y chicha se mezclan en las celebraciones de los días de Muertos y Fieles Difuntos en el panteón de Ñuu Ndikó Yùu/Cuanacaxtitlán, a 12 kilómetros al oriente de San Luis Acatlán, donde se vive en una religiosidad más allá de la vida: ahí las tradiciones se conservan a pesar del fenómeno de la migración.
Los na savi (gente de la lluvia/mixtecos) de la Costa Chica inician las celebraciones el segundo sábado de octubre, cuando reparten chicha en el panteón durante la limpieza; al día siguiente, en una asamblea comunitaria, nombran a los nuevos serviciales que prestarán servicios a la comunidad durante un año.
El sistema de cargo de este pueblo está enlazado con el ascenso en la vida comunitaria que se ofrendan en Ve’e na Ndíi (Casa de los muertos) y a los dioses de la nación Ñuu Savi (Pueblo de la Lluvia). Es así como mezclan la religiosidad indígena con el cristianismo pagano.
Cada 24 de noviembre, las autoridades comunitarias, en compañía de los mayordomos de las ánimas, se preparan para iniciar la novena en el panteón. Ahí, un orador habla con las que fueron parteras y entrega las flores; pide que de las embazadas nazcan niños sanos, que de ahí salgan los nuevos comisarios y serviciales.
El encuentro con los muertos inicia con la entrega de las flores y velas en el altar mayor, de ahí se preparan para regresar a sus casas. La hermandad religiosa organiza el cortejo fúnebre. Un hombre carga la cruz y el tazón de agua bendita, cuatro más llevan las velas encendidas, y una mujer lleva el sahumerio con incienso de copal.
Las campanadas de la iglesia anuncian la llegada de la comitiva que estuvo en el panteón. Una vez que depositan las flores en la iglesia, se encaminan a la casa del mayordomo para desayunar. De ahí, esperar que llegue la hora para ir al panteón a traer los muertos, con la participación de la comunidad.
La hermandad religiosa se coordina con el comisario y van a casa del mayordomo a ensartar y amarrar flores que al día siguiente ofrendarán a los muertos. Durante el novenario, los músicos interpretan una pieza fúnebre.
En el sistema de cargo, el primer piso de servicio comunitario es el topil, a partir de ahí empezará su ascenso, puede empezar de topil religioso o civil, de ahí le sigue el ser policía, mayordomo, comandante de la policía, mayordomo de fiesta patronal.
Por eso dicen los sabios de la nación Ñuu Savi que un hombre formado en la comunidad tiene respeto y su palabra es orden, porque se formó obedeciendo en los servicios comunitarios que la comunidad mandató por un año.
La encomienda de un topil religioso durante la novena en el panteón es llevar un petate, la cruz que se pone ante el altar mayor, el tazón de agua bendita y velas; además, tiene que estar atento para que los músicos no se duerman. Topil es la persona que trabaja para el pueblo sin recibir pago. Su servicio dura un año y es propuesto por el consejo de ancianos.
El segundo domingo de octubre, en la asamblea comunitaria o fiesta de la chicha, nombran a los nuevos topiles, que es el inicio de la preparación del Día de Muertos. Se eligen dos fiscales y cuatro topiles para prestar servicio en la iglesia, y dos jefes y cuatro topiles son nombrados para la comisaría municipal.
Como estímulo por el servicio que van a prestar se les entrega un cántaro con chicha adornado con cempasúchil, y una cajetilla de cigarros y cerillos.
Periodista ñuu savi originario de la Costa Chica de Guerrero. Fue reportero del periódico El Sur de Acapulco y La Jornada Guerrero, locutor de programa bilingüe Tatyi Savi (voz de la lluvia) en Radio y Televisión de Guerrero y Radio Universidad Autónoma de Guerrero XEUAG en lengua tu’un savi. Actualmente es reportero del semanario Trinchera.
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