El relato de este soldado es una de las piezas fundamentales de la historia de México. Bernal Díaz se enroló en la conquista de México, pero su obra fundamental es haber contado lo que miró. Sus restos se encuentran en una catedral destruida de Antigua, Guatemala
José Ignacio de Alba / @ignaciodealba
Este hombre migró de la pobre Medina del Campo (de Valladolid, Castilla) y se embarcó en una de las aventuras más grandes de su tiempo. Bernal Díaz del Castillo era hijo de una familia probablemente acomodada; él mismo relata que su padre, apodado galán, llegó a ser regidor de la localidad.
Cuando Bernal llegó a los primeros años de la juventud se topó con la zozobra de elegir su ocupación. Los jóvenes de su generación resumían ese destino en la siguiente frase: “iglesia, mar, o Casa Real”. Bernal eligió la mar…
Se embarcó a América con “Pedrarias Dávila” (Pedro Arias Dávila), quien fue gobernador de Castilla de Oro (Nicaragua, Costa Rica y Panamá) y a quien acompañó en las conquistas de la región. Ahí hubo “buen tiempo y otras contrarió” según relató el joven guerrero. Pero los trabajos en el istmo centroamericano cesaron debido a la peste que mató a muchos soldados, incluso Bernal Díaz enfermó y le salieron unas úlceras.
Mucha de la gente de Pedro de Ávila se fue a Cuba, la isla que estaba recién ganada por los conquistadores. Ahí pidieron permiso para vivir bajo el mando del gobernador Diego Velázquez.
Resuelto a hacer fortuna, Bernal Diaz se embarcó en la nave de Francisco Hernández de Córdoba, en la primera expedición que se hizo a México (1517).
Aquel intento no pudo ser más desastroso: cuando desembarcaron en Yucatán se enfrentaron a las flechas de los mayas guerreros de la región. El fracaso definitivo lo encontraron en Champotón, donde el guerreo con los indios locales fue tan duro que la expedición se vio obligada a volver a Cuba. Ya entierra el recuento de daños puso en relieve la gravedad: de los 110 marineros que desembarcaron, 57 murieron, entre ellos el propio capitán, quien pereció a causa de las heridas de las saetas. Entre los sobrevivientes estaba el novato Bernal Díaz.
Una segunda oportunidad se le presentó al joven marinero cuando se organizó la expedición de Juan de Grijalva (1518), pero la nave encontró las mismas dificultades en Yucatán y para salir del paso el barco siguió su curso sobre el Golfo de México hasta el Pánuco. La expedición fracasó, en cada intento de tocar tierra fueron recibidos por los aguerridos habitantes de la región. La crisis se exendió sobre la tripulación cuando los marineros ni siquiera podían tocar tierra para conseguir agua. Muertos de sed y desbaratados por la guerra, volvieron a Cuba.
América fue un hueso duro de roer. En Cuba se armó una tercera expedición, ya con noticias de que existía una ciudad muy rica “hacia donde se pone el sol”. La búsqueda de México-Tenochtitlán sería la meta del ambicioso Hernán Cortés, quien logró convencer al gobernador de Cuba para encabezar la empresa. Entre los 500 soldados que juntó se encontraba Bernal Díaz del Castillo.
Si algo se le debe reconocer a Cortés es su capacidad de negociación. Más que por las armas, el conquistador logró penetrar en las tierras americanas por medio de alianzas y convencimientos. Pero el relato más fiel que existe nos lo regala Bernal Díaz Del Castillo, quien muchos años después escribió sus vivencias en La Verdadera Historia de la Conquista de la Nueva España.
Las memorias de Bernal Díaz Del Castillo son, en muchos casos, el único acercamiento que tenemos a las costumbres de los mesoamericanos antes de la llegada de los europeos. Pero más que la mirada de un soldado es el avistamiento del mundo occidental al mundo americano. A “ver cosas nunca oídas, ni vistas, ni aún soñadas”, como declara el propio Bernal.
Aunque él mismo advierte que sus palabras están “mal propuestas”, porque no tiene oficio de escritor. Lo cierto es que el relato es epopéyico y espontáneo. Los prejuicios del cronista ponen en relieve lo difícil que fue para los europeos entender el mundo al que llegaban. Con el Jesús en la boca se libraron batallas, y el mundo mitológico europeo quedó en carne viva en un sitio tan extraño.
La crónica de Bernal Díaz Del Castillo fue escrita muchos años después de la conquista. Él mismo advirtió que tenía 84 años y que escribía el relato casi estando sordo y ciego. El hombre dedicó horas a rememorar sus vivencias para reivindicarse frente al relato de un escritor profesional, Francisco López de Gómara, quien publicó un par de libros, muy famosos, sobre la conquista, a pesar de nunca haber cruzado el Atlántico.
Para Bernal Díaz el relato de Gómara es inadmisible. En la propia Crónica de la Conquista interpela a Gómara, a quien acusa de falso y “maldito”. Otra de las razones de la crónica de Bernal era para pedir más privilegios a la Corona Española, como una forma de presentar sus credenciales a los reyes.
Bernal Díaz del Castillo se quedó a vivir en la tierra extraña que relató, incluso se casó con una indígena. El hombre vivió hasta los 87 años en Antigua, Guatemala. Entre la séptima avenida norte y la cuarta poniente esta el sitio donde se encontraba su casa, que fue destruida para levantar un convento. Aunque en una de las paredes hay una placa que indica: “Aquí estuvo ubicada la casa donde vivió el célebre soldado historiador héroe de la conquista de México y Guatemala Bernal Díaz del Castillo autor de la Verdadera Historia de la Conquista de la Nueva España”.
Los restos de Bernal Díaz se encuentran en la catedral de Antigua Guatemala; su cripta sobrevivió al temblor de 1773, cuando la ciudad quedó destruida.
Cronista interesado en la historia y autor de la columna Cartohistoria que se publica en Pie de Página, medio del que es reportero fundador. Desde 2014 ha recorrido el país para contar historias de desigualdad, despojo y sobre víctimas de la violencia derivada del conflicto armado interno. Integrante de los equipos ganadores del Premio Nacional Rostros de la Discriminación (2016); Premio Gabriel García Márquez (2017); y el Premio Nacional de Periodismo (2019).
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