20 enero, 2023
En entrevista con la cineasta Natalia Beristáin directora de “Ruido”, “Los Adioses”, y series como “Réquiem por Leona Vicario” y co-directora de “Luis Miguel”, habla sobre sus inicios y la realización de sus películas, su música y directores de cine predilectos, entre otros temas.
Texto: Évolet Aceves (Tw:@EvoletAceves)
Fotos: Ana Hop (@anahop) / Cortesía Natalia Beristáin
A una semana de su estreno, Ruido(2023), largometraje sobre desapariciones forzadas en México, se convirtió en la película número uno de habla no inglesa con mayor número de reproducciones en Netflix, el monstruo del streaming. Tuve la oportunidad de conversar con la directora y guionista, Natalia Beristáin, quien, además de cortometrajes, ha realizado largometrajes como Los Adioses (2017), No quiero dormir sola (2012), y dirigido series como Réquiem por Leona Vicario (2015) y El secreto de Selena (2018), y co-dirigido: La habitación (2016), Luis Miguel (2018), Historia de un crimen: Colosio (2019).
—¿Cómo fue tu acercamiento con el cine?
—En mi caso, la manzana no cayó muy lejos del árbol, digamos. Yo vengo de una familia de actores y actrices. Mis padres son actores, del lado paterno mis abuelos ambos eran actores, mis hermanos son actores también. Crecí sobre todo en el teatro, pero también cerca, muy cerca del cine y la televisión. En el cine lo que sí encontré fue mi propio nicho, si bien conocía los sets —había estado en filmaciones con mis padres de pequeña—, la verdad es que son principalmente gente de teatro. Y yo, muy pronto tuve claro que a mí la actuación me interesaba acompañarla, abordarla, desde otro lado y el cine me ha permitido ese acercamiento tan personal.
—Inicias haciendo cortometrajes y posteriormente te lanzas hacia el largometraje, ¿cómo fue este cambio?
—Transité por la escuela de cine, yo soy egresada del Centro de Capacitación Cinematográfica, como parte de mis estudios hice estos cortos de los que hablas. Y creo que tuve la enorme fortuna de que mi primera película, No quiero dormir sola, fuera rechazada de todos los fondos a los que apliqué, incluido el programa de óperas primas de la escuela de cine de la que yo egresaba. Al no conseguir el dinero para levantarla, me vi obligada a replantear muchas cosas de guion, a hacer un guion bastante más sucinto, práctico y manejable, justamente para poder lograr filmarlo como fuera; y la enorme fortuna de que el equipo al que yo había convocado estaba debutando en puestos como la foto, el diseño de producción, la edición, etcétera, igual que yo como directora de un largo, y, sobre todo, de que Adriana Roel y Mariana Garza quisieran estar en esta peli que acabó siendo muy chiquitita, y lo traigo a colación justo porque el brinco entre los cortos que yo había hecho en la escuela de cine y esa peli que filmamos entre un grupo de 10 personas —entre la fotógrafa y yo recogíamos a buena parte del crew para llevarlos al set—, era todo bastante escolar todavía.
“Eso permitió que la transición para mí fuera, no sé si sencilla, pero no fue como pasar de un brinco de cero a mil. Mi peli la hicimos como pudimos, con el dinero que encontramos prestado por aquí y por allá, equipo prestado, locaciones prestadas, gente cobrando realmente lo mínimo para que, por lo menos, no le costara trabajar en la película. Eso a mí me dio las riendas de decir: ‘todas las decisiones son mías, y si me equivoco, me equivoco yo, y si acierto, pues acertamos todes’, porque sí creo en el cine como trabajo en equipo. Eso sí, fue una experiencia fundamental para con el resto de mis proyectos, a mí nadie me va a decir cómo tengo que filmar o hacer o representar o escribir, porque sí entendí que lo que va de por medio es mi punto de vista. Y esa fue la grandísima experiencia de no haber conseguido un solo peso para filmar mi primera película.
—Y tocas un punto importantísimo, que es precisamente el financiamiento, algo a lo que se enfrenta la mayoría de las personas que se dedican al cine en México, la falta de financiamiento, de soporte de instituciones públicas para financiar proyectos cinematográficos nuevos. En tu experiencia, ¿cómo has logrado lidiar con eso?
—He tenido la enorme fortuna de hacer mancuerna con un productor, mi partner in crime, con quien he ido haciendo mi carrera de la mano: Rafael Ley, de la casa productora Mr. Woo, ellos entraron a la posproducción de No quiero dormir sola y, desde entonces, Los adioses, Ruido y un siguiente proyecto que ya tengo entre manos desarrollándose, han sido de la mano de Rafa y de Mr. Woo, lo cual, en mi caso, ha hecho mucho más suave este tránsito de las búsquedas de dineros.
“Yo no conozco, no se me ocurre otro productor, que se habría aventado a hacer Ruido. Rafa ha estado ahí conmigo, hombro con hombro. Mr. Woo es una productora grande, que a su vez hace mucha televisión, muchos comerciales también, pero muchas películas por el gusto de hacer películas, y que a ellos les parecen importantes. Además de mi filmografía, también hicieron Las niñas bien, Cómprame un revólver, Bayoneta, en fin, pelis bien chidas y bien importantes, con narrativas muy personales. Entonces, en mi caso, ese tránsito ha venido de la mano de alguien que tiene la experiencia y el conocimiento de cómo llevarlo a cabo.
“La gente vincula Ruido inmediatamente con Netflix, pero realmente Netflix entró casi a posteriori, es decir, tanto Ruido como Los adioses estaban originalmente presupuestadas y financiadas con el EFICINE, este estímulo fiscal que se ha logrado desde hace como 20 años para la producción de películas, y en el caso de Ruido, Netflix terminó entrando después, porque nosotros íbamos a filmar en 2020 —pandemia—, decidimos esperar a que pasara el bicho. El bicho no se fue a ningún lado, claramente. Así que decidimos filmar en 2021, cuando en México apenas estaba empezando la vacunación. El protocolo Covid más-menos de una producción, te cobra como el 30%. Y ahí fue donde entró Netflix, pero todo esto para decir que yo he corrido con suerte, con suerte y con mucho trabajo detrás, porque nadie me lo ha regalado, pero sí tengo una mancuerna que me ha facilitado esta parte del levantamiento, la presentación de proyectos, hacer las carpetas, que no es menor y que no es barato tampoco. Pero, insisto, no me gustaría usar mi caso como para decir: ‘Ah, pues sí, a huevo, se puede’. Ese es el problema —más que cuando yo empecé con No quiero dormir sola en 2011—, que hoy día es mucho más difícil para un director/directora novel levantar un proyecto.
—¿A qué crees que se deba?
—No me eches a andar, pero creo que a una nula política cultural, a un desprecio absoluto por la cultura que se traduce en pésimas legislaciones, en pensar que el cine o las artes son un privilegio y que no importan pues, que no alimentan. Desde ahí se han desestructurado montones de fondos y empresas que lograban que el cine sucediera en este país, empezando por esta administración, aunque también las pasadas, sin duda, pero para mí esta administración en particular ha venido a desarticular un montón de fondos. Antes estaba el FOPROCINE y FIDECINE, ahora esos fondos desaparecieron, hay uno que se llama FOCINE, pero está lejos, muy lejos, de lograr la cantidad de películas que se estaban produciendo años atrás, aunque el Estado y la administración actual insistan en maquillar sus números.
—Volviendo a Ruido, ¿cómo fue trabajar con tu mamá, la actriz Julieta Egurrola, que es la protagonista?, ¿cómo fue ese vínculo?
—La verdad es que fui un poco ciega pensando que ese vínculo no permearía el proceso o el resultado. No fue fácil, fue una empresa ardua. Mi madre es una bestia de actriz y es una bestia de ser humano, con un trabajo social, de lucha y solidaridad con distintas causas de muchísimo tiempo atrás. Por eso mi intención de convocarla, no porque fuera mi mamá, sino por el reto que significaba trabajar con una actriz como ella, por darle un personaje de esta complejidad, de la mano de una actriz y de una actoralidad como la suya, pero sin duda no fue sencillo, por más que las dos seamos seres absolutamente profesionales y que yo sé que ella respeta mi trabajo, así como yo el suyo, una hija dirigiendo a su madre… evidentemente lo íntimo se atravesaba. Pero al final siento que valió la pena, que todo es en pro de una peli de la cual ambas estamos muy orgullosas. Y que también esas dificultades venían de la mano del amor absoluto de una madre por su hija, de una hija por su madre, y eso también es motor de la película. Creo que, casi sin darnos cuenta, también permea el resultado final.
—Antes de retomar Ruido, me gustaría hablar un poco en retrospectiva, ver tus películas desde arriba o desde afuera. Cada una es muy diferente, eso es algo muy especial que dota a tus películas de una individualidad. Si alguien las viera sin saber quién es el director, la directora, tal vez no adivinaría que es la misma cineasta la que está detrás, por la naturaleza tan distinta entre cada una de ellas. ¿Qué es lo que te motiva a buscar este cambio? Me da la impresión de que estás en una constante búsqueda.
—Entrando, agradezco muchísimo que lo leas así, porque sí, quizá eso sea mi punto de vista del mundo. Creo que cada proyecto es un mundo propio, y mis ganas de preguntarme cosas son quizá lo que atraviesa a los tres procesos, pero estilísticamente, digamos, para contestar más puntualmente, diría que lo que he intentado ha sido de la mano de Dariela Ludlow y de Miguel Schverdfinger, la fotógrafa y el editor de las tres pelis, con quienes se ha ido construyendo un gusto y un lenguaje en común, intentando levantar nuestra propia vara.
“No quiero dormir sola fue esta peli que filmamos entre amigos, en casas de amigos, con equipo fílmico de amigos, con una cámara casi casera; pero bueno, subimos nuestra propia vara en Los adioses, una peli de época en donde ya teníamos recursos, a diferencia de la anterior, y ahora, con Ruido, también nos preguntamos cómo volveríamos a subir nuestra propia vara, tanto de riesgo como de narrativa, y creo que siempre es eso: abordarlo desde su naturaleza propia.
“A mí lo que me gusta es filmar, la neta. Disfruto mucho el set, me la paso cabrón. Quizá sólo en una sala de teatro, a punto de estrenar algún proyecto teatral en el que haya participado he sentido ese rush que te da el set. Sí hay una búsqueda personal pues, de ir profundizando en las preguntas que me mueven como persona, y eso intentar ponerlo allá afuera.
—Pasas a un género un poco híbrido, entre ficción pero también documental, muchas de las voces que ahí se muestran son voces reales, de personas, de madres, de mujeres que están realmente buscando a sus desaparecidos. ¿Cómo fue este cambio de pasar de la ficción a este tono más híbrido?
—Yo había hecho un ejercicio documental previo a Ruido, aunque ya tenía no sólo la idea, sino un segundo borrador de guion escrito, pero en este ejercicio documental que me invitan a hacer desde la plataforma de El Día Después, que originalmente estaba pensado para hablar de los feminicidios en México y que termina siendo más un ejercicio sobre las distintas violencias de género que podrían desembocar en un feminicidio, ahí tengo una experiencia mucho más de primera mano con madres, familiares y colectivas, con mucha más intimidad, en ese caso de víctimas de feminicidio, a quienes entrevistamos para este ejercicio que se llama Nosotras.
“Eso me permitió conocerlas desde el lado, por supuesto, de víctimas y seres dolientes y en la lucha, pero también desde un lado íntimo, en donde igual tienen que hacer la comida y acostar a sus otros hijes, ir al mercado y hacer todas estas cosas que uno hace en la cotidianidad; luego se nos olvida que las víctimas también operan, las metemos en una casilla impoluta, de doliente, en donde no hay risa, no hay gozo, no hay humanidad. Ese acercamiento fue importantísimo y antes de eso, también en un proyecto que se llamó La Habitación.
—¿Una producción de México y Polonia?
—Sí, es una coproducción México-Polonia, aunque toda se filma aquí en México, está hecha de ocho cortos, donde yo hago la dirección de casting de todos los capítulos y dirijo el último, hice una primera aproximación a esta mezcla de actores y no actores —o gente real— contando sus propias historias. Porque La Habitación es una peli que cuenta del centenario de la Independencia —o sea, 1910— a 2010, aunque mi corto se haya filmado en 2015, pero se supone que cubre 100 años en una misma habitación en una casa de la Ciudad de México, y las épocas y personajes que van habitando esa habitación.
“En el cortometraje que yo hice, la habitación va convirtiéndose en un refugio, un albergue para personas que están intentando huir de las redes del crimen organizado y rearmar su vida. Y en medio de eso tuve a Noé Hernández, Úrsula Pruneda, Raúl Briones, actores súper chingones. También hay testimonios reales, está doña Araceli Rodríguez, una madre con un pinche power muy cabrón, su hijo era policía y sabe que la propia policía lo mata, lo desaparece, pero ya ha estado en la lucha desde hace un chingo de años, es cabeza, rostro y voz. Estaban también dos chicos, un hondureño y un salvadoreño migrantes, que cuentan también su historia.
“Ahí hice ese primer ejercicio de mezclar esta ficción/documental que, de la mano con lo que aprendí en Nosotras, terminó dándome a entender que, si bien Ruido para mí es una peli que me siento convocada a hacer como acompañamiento desde mi quehacer a las colectivas y familias que sufren esto en su cotidianidad, me resultaba raro —por más que tuviera escritos los capítulos de las colectivas, de la búsqueda y del grupo de bordado— de pronto ponerme a castear actrices para hacer esos personajes, pero lo fui entendiendo sobre el proceso de preproducción de la película.
—Hablando sobre las series que has hecho, ¿cuál fue tu papel en Luis Miguel?
—La verdad es que fue un gozo, esa serie estaba puesta para que la dirigiera entera Beto Hinojosa, el director principal de la serie. Tembló, vino el terremoto del 17 aquí en la Ciudad de México. El rodaje se tuvo que empujar un poco y a él se le empalmaban unas fechas entre la promoción de su película y la filmación de Luis Miguel —porque estrenaba su reciente película en aquel momento. Beto y yo nos conocíamos porque nos habíamos topado en eventos, pero realmente no éramos cercanos. Me llamó y me dijo: “Tengo esta serie, me necesito ir a hacer promo y te quiero invitar a dirigir dos semanas, porque vi Los adioses, No quiero dormir sola, me gusta mucho tu chamba y creo que podría quedar muy bien”. Entonces fui a entrevista con los productores y me invitaron a hacer esas dos semanas, que eventualmente terminaron convirtiéndose casi en dos meses de chamba, alternando escenas y momentos de los capítulos con Beto, porque la verdad es que está cabrón para un solo director o directora hacer una serie entera. Una vez que empiezas rodaje, llega un momento en el que lo que preparaste ya no te alcanza, por más que hayas preparado mucho tiempo. Llegó un momento en el que Beto ya no alcanzaba a preparar lo que seguía, y yo entraba al quite. Fue mi segunda experiencia dirigiendo televisión, la primera había sido para el Canal 11, una miniserie sobre Leona Vicario, cuatro o tres capítulos que dirigí totalmente.
“Luis Miguel me abrió las puertas muy cabrón al mundo del mainstream, fue un éxito que la verdad es que, a cualquiera de los que participamos allí, incluso sabiendo que teníamos algo chido entre manos, nos sorprendió. Eso me empezó a dar un músculo como directora en la televisión, que después he podido ir puliendo cada vez más en el resto de los proyectos que me han invitado. Lo disfruté muchísimo.
—Rosario Castellanos, Leona Vicario, Luis Miguel, ¿piensas seguirte dedicando a esta parte biográfica de personas que han sido relevantes en la cultura y la historia?
—La verdad, no, no particularmente. De mi lado sí fue el poner el quehacer cinematográfico para con Rosario Castellanos, pero mi impulso original no era Rosario, mi impulso original para hacer Los adioses tenía que ver con que yo estaba queriendo hacer una película alrededor de la vida en pareja, de las intimidades que ahí se suscitan, de las contradicciones entre la vida privada y la vida pública, de ser mamá y decidir cómo continuar, de dedicarle el mismo tiempo y corazón a tu vida maternal que a tu vida profesional.
“Tenía todo eso en la cabeza y no sabía cómo darle forma, por casualidad me encontré con las Cartas a Ricardo y entonces de pronto se me apareció una Rosario que yo no tenía construida de esa manera, para mí esta imagen monolítica, impoluta, casi de monografía, que te enseñan mal en la prepa, y de pronto en este libro conecté con una mujer que era igual de caótica que yo, y se le quemaba el arroz también y no pagaba la luz. Por eso es que sale la peli de Rosario, que luego, supongo que por eso, me invitan a hacer Réquiem por Leona Vicario, Luis Miguel, después también Historia de un crimen: Colosio, El secreto de Selena. En la de Colosio somos dos directoras, Hiromi Kamata y yo, yo hago del capítulo cinco al ocho. La de Selena se llama El secreto de Selena, porque se han hecho como 17 series de la pobre mujer y yo hice probablemente la peor de todas, para TNT creo, de mis peores experiencias trabajando, pero aprendí un montón de todo lo que no quiero volver a repetir.
—¿Se puede saber de qué va ese proyecto del que hablabas al inicio, o sobre tus próximos proyectos?
—Por contrato no me dejan, pero lo que sí te puedo decir, que eso ya se anunció: estuve todo el año pasado y todavía un cachito de este trabajando en una serie nueva para Apple, que se llama Familia de medianoche, está inspirada en el documental Midnight Family, sobre el mundo de las ambulancias patito aquí en la Ciudad de México. Es una serie nueva, la primera serie completamente en español de Apple. Yo dirijo los primeros 3 capítulos y showroomeo toda la serie, eso saldrá, espero, a mediados de este año.
—¿Qué es para ti el cine?
—Es un espejo. Personal y social, pues. Es un espejo, es memoria, es un vehículo para espejear el mundo, sin que eso signifique que deba tener un tinte social. Guillermo del Toro, por ejemplo, siento que es un ejemplo perfecto, parecería que la animación, el cine fantástico o el de horror, no habla de lo que somos en realidad, y al contrario, pues él tiene esta cosa en donde, a través de los géneros que toca te hace entender que los monstruos somos nosotros, y eso me parece bien poderoso, por eso hablo de espejo o de vehículo.
—¿Quiénes son tus directores predilectos?
—Ay depende de qué humor me agarres. Voy a caer en los lugares comunes: Agnès Varda, Lucrecia Martel, Scorsese, Buñuel y Tsai Ming-liang, un director asiático increíble.
—¿Tu música predilecta?
—Creo que adonde acabo cayendo, invariablemente, es en el blues y en el jazz, en voces como Billie Holiday, Ella Fitzgerald, Nina Simone, toda esa comunidad.
—¿Te gustaría dirigir algún mensaje al público de Pie de Página?
—Hablando de Ruido he leído los comentarios, estamos súper orgullosas y sorprendidas con cómo se está moviendo la peli. Se está hablando de ella. Al final, eso es lo que nos importaba, que idealmente generara conversación, empatía, y muchos de los comentarios hablan de lo doloroso, de las lágrimas que se derraman, del horror. Y sí, sin duda ese es el macro contexto de la película, pero para mí la película quiere hablar del poder de lo colectivo también y de la posibilidad de darle la vuelta al horror que vivimos en la cotidianidad a través de las redes que podamos tejer entre la sociedad civil. Para mí se trata de que haya una posibilidad de cambio, una posibilidad de encontrarle salida al horror, porque si no, no tiene sentido.
Évolet Aceves escribe poesía, cuento, novela, ensayo, crónica y entrevistas a personajes del mundo cultural. Además de escritora, es psicóloga, periodista cultural y fotógrafa. Estudió en México y Polonia. Autora de Tapizado corazón de orquídeas negras (Tusquets, 2023), forma parte de la antología Monstrua (UNAM, 2022). Desde 2022 escribe su columna Jardín de Espejos en Pie de Página. Ha colaborado en revistas, semanarios y suplementos culturales, como: Pie de Página, Nexos, Replicante, La Lengua de Sor Juana, Praxis, El Cultural (La Razón), Este País, entre otros. Fue galardonada en el Certamen de ensayo Jesús Reyes Heroles (Universidad Veracruzana y Revista Praxis, 2021). Ha realizado dos exposiciones fotográficas individuales. Trabajó en Capgemini, Amazon y Microsoft. Actualmente estudia un posgrado en la Universidad de Nuevo México (Albuquerque, Estados Unidos), donde radica. Esteta y transfeminista.
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