El feminismo como movimiento social ha logrado avances sociopolíticos impensables hace diez o veinte años, pero también ha traído células que se camuflan y que no son fáciles de distinguir de las buenas causas. Hacia los feminismos también hay que ser críticos
Por Évolet Aceves / X:@EvoletAceves
Aclaro que esta columna no pretende desligitimar la lucha de la saxofonista y activista María Elena Ríos. Los agresores deben ser castigados y la violencia hacia la mujer debe parar. Más bien la razón que me lleva a escribir esta reflexión es la obnubilación en la que una lucha justa, como la lucha feminista, puede terminar cuando se exenta un juicio crítico y se opta por el panorama superficial. Ahondaré al respecto, pero comienzo dando contexto.
En la revista Proceso, el actor Tenoch Huerta publicó una misiva en la que dio a conocer, en su defensa, los pormenores de los señalamientos en su contra que en 2022 se hicieron públicos, a raíz de que María Elena Ríos sacara a la luz su versión sobre el supuesto stealthing (cuando se retira el preservativo sin el consentimiento de la pareja, o sin que ésta lo note) que aconteció en un encuentro sexual con el actor, en el periodo en que mantuvieron una relación amorosa.
Con esta misiva, el actor esclarece que ambos habían acordado mantener relaciones coitales sin preservativo, dada la vasectomía a la que se sometió previo a su relación: “Ya que María Elena Ríos ha manifestado públicamente que yo me retiré el preservativo sin su consentimiento mientras sosteníamos relaciones, quiero ser muy preciso en informar que desde antes de conocerla yo me hice la vasectomía. Cuando ella y yo tuvimos relaciones por primera vez le dije que tenía la vasectomía y por decisión de ambos tuvimos relaciones sin preservativo. Nunca usamos protección por decisión de los dos como adultos que somos. No me pude haber quitado algo que nunca usábamos. Para mí fue muy sorpresivo leer en la prensa y en las redes sociales una versión de los hechos que no correspondía a la realidad”.
Dicha declaración a la prensa fue motivo de una serie de afectaciones hacia el actor, tanto en su vida privada —a nivel psicológico y familiar— como profesional, agravios que no quedaron ahí, pues Tenoch menciona haber sido víctima de extorsión tiempo después, en vísperas del 8 de marzo —día internacional de la mujer— del presente año.
Huerta relata que Ríos intentó llevar sus acusaciones a un medio estadounidense —país en donde el actor recientemente había debutado en el cine hollywoodense con la película Black Panther: Wakanda Forever—, sin embargo, el medio estadounidense (que no se menciona cuál es), durante el proceso de investigación, contactó al actor. “Al darme el medio de comunicación derecho de réplica, mi equipo legal en ese país se encargó de demostrarles que todas sus afirmaciones no pudieron resistir el más mínimo análisis de congruencia, además de que todas nuestras comunicaciones fueron sometidas a peritajes profesionales en México; incluso, ni siquiera fue necesario mostrar los peritajes ya que dicho medio de comunicación finalmente decidió no publicar esa nota periodística ante las evidentes inconsistencias”.
Y vuelvo al inicio de esta columna, la misiva de Tenoch me hace pensar en que hay una línea muy delgada entre las luchas justas del feminismo con el abuso de la legitimidad que el feminismo ha cobrado en años recientes. Y reitero, aludo a la misiva de Tenoch no para hablar en contra de María Elena Ríos, sino como punto de partida para abordar el otro lado de la moneda del feminismo, cuando el encauce toma riendas a veces tramposas y ventajosas.
Desafortunadamente éste es un patrón común en el feminismo, por ejemplo, en el feminismo transexcluyente, donde las mujeres se escudan detrás del movimiento feminista para ejercer violencias machistas en contra de mujeres trans y travestis, primordialmente.
Llegamos al indeseable punto en que a menudo se le da la razón a voceras del feminismo sin haber espacio para el cuestionamiento, para la crítica. Lo vemos en puestos políticos también, en donde ciegamente se le da la razón y se otorgan nombramientos a las mujeres cis por el hecho de ser mujeres, y no me refiero a Claudia Sheinbaum —¡qué bueno que ahora sea ella nuestra presidenta!—, y no sólo en cargos públicos, lo vemos también en la calle, en el transporte, en las extorsiones que ocurren dentro del metro de la ciudad a hombres inocentes a quienes se les acusa de acoso por grupos de mujeres coludidas muchas veces con policías con la finalidad de obtener dinero fácil, no sin antes haber soportado una buena madriza.
Con esto no quiero decir que el feminismo necesariamente es engañoso o tramposo, no generalizo porque hay quienes luchan por la vía justa. El feminismo, como movimiento social, ha logrado avances sociopolíticos impensables hace diez o veinte años, pero también ha traído células que se camuflan y que no son fáciles de distinguir de las buenas causas. Hacia los feminismos también hay que ser críticos.
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Évolet Aceves escribe poesía, cuento, novela, ensayo, crónica y entrevistas a personajes del mundo cultural. Además de escritora, es psicóloga, periodista cultural y fotógrafa. Estudió en México y Polonia. Autora de Tapizado corazón de orquídeas negras (Tusquets, 2023), forma parte de la antología Monstrua (UNAM, 2022). Desde 2022 escribe su columna Jardín de Espejos en Pie de Página. Ha colaborado en revistas, semanarios y suplementos culturales, como: Pie de Página, Nexos, Replicante, La Lengua de Sor Juana, Praxis, El Cultural (La Razón), Este País, entre otros. Fue galardonada en el Certamen de ensayo Jesús Reyes Heroles (Universidad Veracruzana y Revista Praxis, 2021). Ha realizado dos exposiciones fotográficas individuales. Trabajó en Capgemini, Amazon y Microsoft. Actualmente estudia un posgrado en la Universidad de Nuevo México (Albuquerque, Estados Unidos), donde radica. Esteta y transfeminista.
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