Guillermo del Toro, quien, en sus propias palabras, aboga por la imperfección, es de los grandes directores mexicanos del cine contemporáneo fantástico. Se trata, yo diría, de una fantasía para adultos excepcional. Un cine en donde realidad e ilusión van de la mano a todo momento.
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Guillermo del Toro sorprende con su más reciente película: El callejón de las almas perdidas (2021), la cual fue estrenada recientemente en México.
Esta película se caracteriza por los elementos monstruosos a los que el director está acostumbrado a utilizar. Sin embargo, a diferencia de películas del mismo director, como Hellboy (2004, 2006, 2008), El laberinto del fauno (2006) o La forma del agua (2017), la monstruosidad aparece encarnada en la misma figura humana.
Los monstruos ahora son humanos.
Si bien, de las películas arriba mencionadas, la apariencia monstruosa de sus personajes resulta con frecuencia opuesta a sus comportamientos benévolos, en El callejón de las almas perdidas se nota algo distinto: los personajes cobran un realismo inusitado al tener cualidades humanas que los vuelven no sólo héroes o antihéroes, sino personas con sus propias motivaciones impulsadas a actuar de determinada manera.
Ambientada en los Estados Unidos, en la primera mitad del siglo XX —una ambientación con la cual Del Toro está ya bastante familiarizado—, recurre a la fascinación ilusoria que hay alrededor del circo. Trucos, magia, videntes y escenificaciones teatrales de un circo antiguo toman parte a lo largo de la película.
Al inicio se puede observar una escenografía mecánica fantástica, compuesta por monstruos de feria inanimados en una noche lluviosa, la boca dentada de un demonio, que es al mismo tiempo la puerta hacia un túnel circular y giratorio, del cual, al fondo, se vislumbra un ojo gigante que se mueve y varios ojos pequeños incrustados en la pared; al salir de este túnel, se llega al lugar en donde se encuentra el “monstruo” de la feria.
Cuando Stan, protagonizado por Bradley Cooper, decide cambiar del giro cirquero popular a un ambiente más elitista junto a su amada Molly —Rooney Mara—, cuya función cirquera consiste en recibir choques eléctricos impresionantes a través de esferas metálicas que se adhieren a sus manos, el ambiente va a cambiar, no sólo en la paleta de colores utilizados por el también guionista, pues de ahora en adelante abundarán los verdes, beiges y dorados, y dejará de aparecer el color rojo —simbolismos cromáticos—, sino en la escenografía y en el vestuario —muy inclinados al Art Déco— el cual va a ser determinante en la historia circular que cristaliza a esta película.
Muy similar al expresionismo alemán, Guillermo del Toro utiliza iluminaciones sombrías la mayor parte del tiempo a lo largo del filme. Con frecuencia no se llegan a ver los rostros por el exceso de oscuridad. El director decidió apostarle a lo sombrío con actores y actrices de la talla de Cooper, Mara, Cate Blanchett o Willem Dafoe, poco común en producciones de ese tamaño.
Cate Blanchett —la terapeuta Lilith Ritter en la película— sorprende con su papel de femme fatale, muy al estilo de la obra pictórica de la polaca Tamara de Lempicka; pareciera que Del Toro sacó de un lienzo a alguna de las excepcionales mujeres pintadas por De Lempicka, perfectamente personalizado por Blanchett. Seductora, extremadamente refinada en modos y vestuario, y con una seguridad en sí misma implacable. Los detalles como su monedero dorado y la minúscula pistola nacarada en su interior, dan esa complementariedad que Del Toro ofrece al espectador para dar a entender que ya se está en otro ambiente, muy distinto del ambiente cirquero que aparece al inicio.
Me percaté de que las escenas sangrientas eran tomadas al revés, tal vez con el propósito de no resultar tan espasmódicas a primera vista. Sin embargo, la calidad del maquillaje para hacer parecer estas escenas más realistas, es asombrosa, al igual que el vestuario, muy bien delimitado a la época.
La fotografía forma parte esencial de la película, pues Del Toro, mediante tomas sugerentes, acaso a nivel inconsciente, da al público pistas de lo que está por suceder: el túnel circular al inicio —como la trama fílmica—, el entrar a las fauces del demonio, que es el purgatorio simbólico al que está a punto de entrar el protagonista, Stan, y la colorimetría, mayormente en claroscuro, de la que hablé con anterioridad.
En una entrevista, Del Toro afirmó que la película fue pensada originalmente para proyectarse en blanco y negro, pero al final optó por el color, por cuestiones comerciales. Ese archivo a blanco y negro se proyecta sólo en selectas salas de cine, y el director espera que algún día se vea así, como se pensó originalmente.
Guillermo del Toro, quien, en sus propias palabras, aboga por la imperfección, es de los grandes directores mexicanos del cine contemporáneo fantástico. Se trata, yo diría, de una fantasía para adultos excepcional. Un cine en donde realidad e ilusión van de la mano a todo momento.
Recientemente obtuvo cuatro nominaciones en los premios Oscar: Mejor Película, Mejor Fotografía, Mejor Diseño de Producción y Mejor Diseño de Vestuario. Sin duda, tiene el potencial para ser una de las películas más competentes en dichas categorías.
Évolet Aceves escribe poesía, cuento, novela, ensayo, crónica y entrevistas a personajes del mundo cultural. Además de escritora, es psicóloga, periodista cultural y fotógrafa. Estudió en México y Polonia. Autora de Tapizado corazón de orquídeas negras (Tusquets, 2023), forma parte de la antología Monstrua (UNAM, 2022). Desde 2022 escribe su columna Jardín de Espejos en Pie de Página. Ha colaborado en revistas, semanarios y suplementos culturales, como: Pie de Página, Nexos, Replicante, La Lengua de Sor Juana, Praxis, El Cultural (La Razón), Este País, entre otros. Fue galardonada en el Certamen de ensayo Jesús Reyes Heroles (Universidad Veracruzana y Revista Praxis, 2021). Ha realizado dos exposiciones fotográficas individuales. Trabajó en Capgemini, Amazon y Microsoft. Actualmente estudia un posgrado en la Universidad de Nuevo México (Albuquerque, Estados Unidos), donde radica. Esteta y transfeminista.
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