El juicio que enfrenta el poderoso abogado no es sólo contra él. En el banquillo está la extensa red de influencias y corrupción del sistema judicial que permite la existencia de personajes como Juan Collado. En el tribunal se juzga el modelo de impunidad e injusticia, una cara más de la profunda desigualdad que hay en México
Conocí a Carlos Ahumada Kurtz en la cárcel. Y no porque hubiera sido encerrado en la misma celda donde estuvo en 2005, sino por una de esas vueltas de la suerte que los reporteros solemos tener.
En 1996 cubría para el diario La Jornada la fuente policíaca del entonces Distrito Federal, que incluía la información sobre tribunales y reclusorios.
Un día llegó a la redacción la queja de un preso que reclamaba su preliberación a la que ya tenía derecho. Estaba en el Reclusorio Sur donde llevaba más de 15 años, sentenciado por cometer un fraude a American Express por 25 millones de dólares.
Las autoridades penitenciarias del entonces Gobierno del Distrito Federal le exigían ese dinero para autorizarle su derecho a dejar la prisión. Publiqué la denuncia y el preso fue liberado.
Los reclusorios, como escribió en uno de sus libros el maestro Julio Scherer, son una enorme vecindad. En pocos días me buscó otro detenido para denunciar un encarcelamiento irregular.
Se llamaba Roberto Ahumada Kurtz. En los años 80 creó una empresa de financiamiento y préstamos basada en el sistema de “pirámide”, donde los participantes aportan una cantidad y en poco tiempo reciben una ganancia mayor a la que tendrían en los bancos.
La empresa quebró en el martes negro de 1987, cuando el sistema financiero mexicano casi entra en bancarrota.
En las conversaciones me contó de la traición de su hermano Carlos, un desharrapado que llegó desde Argentina a pedirle asilo, y a quien prestó dinero para fundar un negocio.
Cuando sobrevino la crisis Roberto le pidió que pagara la deuda pero la respuesta fue no. Carlos Ahumada abandonó a su hermano.
Años después, tras el escándalo de los videos donde aparecieron personajes del PRD recogiendo fajos de dólares, el personaje fue encarcelado en el mismo reclusorio donde había estado su hermano.
Pero había una gran diferencia. Se llama Juan Collado Mocelo, uno de los abogados con mayor influencia en el medio judicial del país.
El litigante es famoso porque ha defendido algunos de los casos más escandalosos de corrupción en el país. Entre sus clientes se encuentran el exgobernador Mario Villanueva, encarcelado por narcotráfico, Carlos Romero Deschamps líder del sindicato petrolero y, por supuesto, la familia Salinas de Gortari.
Es por esa relación que lo contrató Carlos Ahumada, quien ahora disfruta de su fortuna en Argentina a donde fue deportado tras salir de prisión.
Juan Collado es un ejemplo viviente y claro de la podredumbre que invade al sistema de justicia en México. Abogados como él amasan grandes fortunas gracias a los vericuetos de corrupción e impunidad construidos en las últimas décadas.
Más que defensor de cuestionados personajes, más allá de sus escándalos amorosos o el fastuoso baile con que celebró la boda de una de sus hijas, Collado es una cara de lo peor de este país.
Porque a litigantes como Collado, Diego Fernández de Cevallos, Antonio Lozano Gracia y otros se les contrata no sólo por su experiencia legal, sino por sus habilidades para navegar en los sótanos de los tribunales, ofrecer las dádivas convenientes para ganar sus casos o la agenda telefónica con el contacto en los altos niveles del gobierno.
Lo que buscan sus clientes no es sólo el legítimo derecho a una defensa. Lo que esperan es la impunidad que ofrece la extensa red de influencias construida por abogados como Juan Collado.
Es la evidencia clara de que en México la justicia se construyó para los ricos, de que sin dinero es imposible librar la prisión. Una cara más de la profunda desigualdad de este país.
Ahora enfrenta un juicio por presunto lavado de dinero, proceso donde se involucra a los expresidentes Carlos Salinas y Enrique Peña Nieto.
No está claro si el acusado recibirá una sentencia condenatoria, porque de su lado está su red de protección judicial. El juez que lleva el caso debería estar consciente lo que está en juego.
Porque castigar a Collado es sancionar el modelo que representa. Encarcelarlo es enviar un mensaje a las alturas, a los empresarios que se hicieron millonarios con tráfico de influencias; a los políticos que les protegieron y saquearon al país.
Va a estar dura la contienda y no sólo en el juzgado. Los poderes fácticos que representa el acusado no se quedarán de brazos cruzados. Juan Collado se puede llevar a muchos al baile.
Productor para México y Centroamérica de la cadena británica BBC World Service.
Periodista especializado en cobertura de temas sociales como narcotráfico, migración y trata de personas. Editor de En el Camino y presidente de la Red de Periodistas de a Pie.
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