Miriam Rodriguez fue asesinada luego de denunciar el secuestro de su hija, encontrar sus restos en una fosa clandestina, denunciar a los culpables, alertar sobre su fuga y pedir auxilio porque se sabía amenazada de muerte. Ella había formado una comunidad de búsqueda en uno de los municipios de mayor horror en el País, San Fernando, Tamaulipas. Organizó a familiares para encontrar y exigir justicia. El día de su asesinato ella volvía a casa luego de ayudar a un padre a enterrar el cuerpo de su hijo.
Texto y fotos: Carlos Manuel Juárez
El 10 de mayo, Miriam Rodríguez ayudó a la familia Martínez a trasladar el cadáver de Jesús Emanuel a San Fernando, Tamaulipas; el hombre había sido asesinado el martes al sur de México. Miriam consiguió el servicio y avisó a funerales La Paz. Llegó a su casa de noche, parqueó la camioneta, bajó y antes de entrar un sicario la atacó a tiros. La mujer de 60 años murió desangrada antes de ingresar al hospital general.
Los vecinos de la colonia Paso Real cuentan que dos camionetas y una moto circularon por la casa de la activista a partir de las 22:00 horas. Los habitantes escucharon los estruendos de las balas. Dieciséis casquillos percutidos; 12 impactaron en las piernas y uno en el cuello de la mujer. Miriam cayó con una mano dentro de la bolsa que colgaba del hombro. La versión difiere de lo que ha informado el titular de la la Procuraduría General de Justicia (PGJ), que habla de un asesino solitario.
Miriam Elizabeth Rodríguez Martínez era la líder del Colectivo de Desaparecidos en San Fernando que agrupa a por lo menos 600 casos de personas sin localizar. La madre también era una de las representantes más férreas de la organización Comunidad Ciudadana en Búsqueda de Desaparecidos en Tamaulipas. Miriam -como gustaba que le dijeran- buscaba el resto del cuerpo de su hija Karen Alejandra.
A partir de la fuga de 29 reos del penal de Victoria, Tamaulipas, el miércoles 22 de marzo, Miriam Rodríguez comenzó a temer por su vida. Ella afirmaba que dos de los inculpados por el secuestro y asesinato de su hija estaban libres. El gobierno tamaulipeco afirmó que uno escapó y a los pocas horas fue re capturado. La activista insistía en que otro había evadido la prisión.
La san fernandense solicitó ante las comisiones Ejecutiva de Atención a Víctimas (CEAV) y Nacional de los Derechos Humanos (CNDH) medidas cautelares. Ambas instituciones la turnaron a la Comisión Estatal de los Derechos Humanos de Tamaulipas (CoedhT). La PGJ evaluó la situación y decidió protegerla con tres rondines al día de la policía Fuerza Tamaulipas.
Tres semanas antes de su asesinato pidió protección a la subsecretaria del gobierno de Tamaulipas, Gloria Garza Jiménez. El 18 de abril, la activista contó que el viernes 14 de abril le llamó 30 veces al número del policía que le asignaron y nunca respondió. La llamada de auxilio quedó registrada en un video que desmiente la versión del gobierno que aseguró no la había solicitado.
El homicidio conmocionó a la sociedad civil mexicana e internacional, por la saña y la facilidad con que mataron a la defensora de los derechos humanos. El crimen de Miriam se suma a la larga lista de padres de familia asesinados por buscar a sus hijos desaparecidos o exigir la detención de delincuentes, como Marisela Escobedo, Nepomuceno Moreno, Bernardo Carreto.
Quince días antes de la ejecución, la activista tamaulipeca platicó por WhatsApp con una compañera del colectivo de desaparecidos. Miriam escribió: “A pesar de tanto dolor sigo creyendo y esperando en Dios. Y no pienso parar. Solo muerta. Malditos no he podido sepultar completa a mi hija”.
Karen Alejandra Salinas Rodríguez es la hija a la que Miriam se refiere en el mensaje. En enero de 2014, integrantes del crimen organizado secuestraron a la menor de edad en San Fernando. Rodríguez Martínez pidió un préstamo al banco, vendió los productos de su negocio y pagó el rescate. Los secuestradores ya la habían asesinado, descuartizado y desaparecieron los restos del cuerpo. Eso lo sabría después Miriam al leer la declaración de uno de los acusados. La madre volcó su vida en encontrar el cadáver y dar con los culpables.
“En ese tiempo si a Miriam le decían: en el Arenal hay cuerpos, ella iba por su cuenta y hacía excavaciones y sacaba muchísimos huesos; muchas osamentas sacó ella. Si le decían en tal ejido en un pozo a 10 metros de hondo huele a animal muerto, como cuerpos echados a perder, ella iba, se metía al pozo y sacaba lo que había. Ella se dedicó por mucho tiempo a todo eso y les decía a las autoridades encontré huesos aquí, aquí y así”, cuenta una de sus amigas que solicitó anonimato.
Un día en El Arenal, Miriam excavó hasta encontrar decenas de huesos enterrados en fosas clandestinas. Llamó al agente del Ministerio Público para que levantara y resguardara los restos. Especialistas de Washington recibieron un rompecabezas de cuerpos; no pudieron completar uno solo, eran pedazos de 6 cuerpos con las características genéticas de un niño de 2 años, mujeres embarazadas, hombres jóvenes y una menor de edad: Karen Alejandra.
Miriam Rodríguez recibió el trozo de cuerpo de su hija, la enterró y continuó investigando para hallar los fragmentos restantes, para dar con los responsables del asesinato. A los asesinos los halló poco a poco: dos personas de 19 y 18 años de edad, que fueron detenidos en septiembre de 2014 por la Policía Federal en San Fernando. El ultimo trimestre de ese año Miriam se dedicó a leer la declaración de los asesinos para dar con alguna pista que le ayudara a completar el cadáver de su hija.
“Varia gente le dijo que se aplacara, que ya tenía a su hija, pero ella no podía porque ya se había involucrado demasiado. La gente la consideraba su defensora. Pasaba algo, lo que pasara, le hablábamos a Miriam porque tenía los contactos con la Marina, con el Ejército, con todo mundo para ayudarnos en caso de una desgracia, sobre todo de extorsiones, secuestros, cobro de piso, cuotas, etcétera”, refiere un amigo de la familia que asiste al sepelio.
Miriam nació el 5 de febrero de 1960 en San Fernando, mucho antes de que los sicarios tomaran la ciudad. “Era cabrona pero tenía el corazón bien grande, antes era una señora gordisísisima, pero bien bonita. Ella siempre maquillada con su pelito pintado, con los collares”, dice una persona que la conoció desde joven.
Uno de los maestros de secundaria de la activista asegura que desde adolescente se le notaba el liderazgo.“En ese entonces San Fernando era completamente tranquilo, como tranquilo era el país. Aquí aunque no llevaban los mismos apellidos la gente era una sola familia y ahorita ya no”, comenta de pasada.
El carácter recio de Miriam Rodríguez le favoreció para arropar a cientos de madres con hijas e hijos que fueron desaparecidos de 2010 a la fecha. Familias enteras que quedaron aterrorizadas al descubrirse la masacre de 72 migrantes de agosto de 2010 en el rancho El Huizachal y los 193 cuerpos enterrados en 47 fosas clandestinas de abril de 2010 en San Fernando.
En una primera etapa la activista repartía despensas, pedía seguridad, gestionaba servicios médicos y funerarios y no quitaba la atención en su caso. A partir de 2016, cuando el reclamo por los desaparecidos fue público en Tamaulipas, la mujer exhortó a sus compañeras a exigir justicia sin dejar la investigación de su caso.
Sin embargo, Miriam contó alguna vez que en la época de mayor búsqueda nadie quería acercársele por miedo a que la mataran. “El pueblo fue muy ingrato con ella en un tiempo porque toda la gente que era amiga y comadre de ella, todo mundo le dio la espalda”, confiesa una amiga que, sostiene, siempre estuvo a su lado.
El pago del rescate y la búsqueda permanente provocaron que la familia Salinas Rodríguez cayera en crisis y en bancarrota. Miriam dejó de trabajar en la oficina de Sagarpa, perdió el negocio de venta de botas, sombreros y ropa vaquera, aceptó un puesto de secretaria en el centro de salud del municipio y fue a trabajar limpiando casas, no muy lejos de San Fernando, a Estados Unidos de América.
Ya recuperada anímicamente, Miriam se dedicó a tejer redes con otras activistas por los desaparecidos, que tan solo en cifras del Registro Nacional de Datos de Personas Extraviadas o Desaparecidas (RNPED) suman 5 mil 682 casos en Tamaulipas. La inmensa cantidad de desapariciones denuncias y las no denunciadas la convenció de unirse a los colectivos de todo el estado para formar la Comunidad Ciudadana en Búsqueda de los Desaparecidos en Tamaulipas.
El 2 de marzo de 2017, Miriam Rodríguez tomó la palabra en la presentación de la organización ante las autoridades federales y estatales en la Procuraduría General de Justicia (PGJ). La activista, vestida de blusa de rayas diagonales negras y blancas, un pantalón negro y sandalias de plataforma, entró al salón y saludó a sus compañeras y compañeros. Agarró una silla y se sentó de frente, con gesto duro, al grupo de fiscales y subprocuradores estatales y federales. Escuchó con atención a la fiscal de la Procuraduría General de la República, Eréndira Cruzvillegas Fuentes, quien hablaba de la imposibilidad de atender los casos con rapidez.
De pronto Miriam pidió la palabra y dijo: “Los derechos de los tamaulipecos no los han violado en forma personal, los han violado en forma general. Aquí a los tamaulipecos los derechos humanos no los han hecho así”, afirmó con voz, acompañando la frase con un golpe sobre la mesa y machacando la mano contra la superficie, como un molcajete. Los funcionarios judiciales se crisparon y los integrantes de los colectivos se emocionaron.
Durante abril, Miriam se concentró en el caso personal. El 24 de abril la procuraduría informó la detención de otra persona presunta responsable de secuestrar a Karen Alejandra. En las últimas comunicaciones con el colectivo, la activista contó que asistió a la aprehensión y por reclamar que la ingresaran a la cárcel se fracturó el tobillo. En muletas, Rodríguez dio un emotivo discurso en el acto de la Caravana Contra el Miedo en Álamo, Texas.
“Todas y cada una de las familias tamaulipecas no podemos tener paz, ni cerrar el círculo de dolor en nuestras vidas mientras no sepamos el destino final de nuestros seres amados. Vamos a luchar todos unidos hasta encontrarlos. Los queremos vivos, por supuesto, pero si es muertos como los encontramos con dolor en nuestros corazones los aceptamos pero a fin de cuentas sabremos un destino final”.
Hoy viernes 12 de mayo los cuerpos de Miriam y Jesús Emanuel comparten espacio en Funerales La Paz. En la primera velan al joven que llegó a San Fernando gracias a Miriam y al lado se le rinde honor a la activista. Los dolientes comparten espacios y recuerdos. Ambos fueron asesinados a balazos.
Las flores se abren paso entre las camionetas de Fuerza Tamaulipas y la Procuraduría General de Justicia. El sol es abrasador. Los policías buscan sombra. Los agentes judiciales aguardan dentro de sus vehículos encendidos.
Las personas que llegan a la funeraria apuran el paso cargando las coronas y arreglos.
Adentro de la sala el silencio es abrumador. Las coronas enviadas por amistades, escuelas y colectivos llenan el cuarto. Los hijos de la activista, Luis y Azalea, están sentados frente a su madre. Detrás de ellos, las compañeras del colectivo de desaparecidos del estado dan su apoyo.
“No dimensionamos lo que estaba haciendo mi mamá”, dice en voz baja Azalea Salinas Rodríguez. “Era la que nos mantenía de pie, mi mamá. Me imagino que si la conociste, sabes quien es mi madre”, comenta su hijo Luis. Mira de reojo hacia el féretro. “La fortaleza de nosotros era ella. A tanta gente que le daba fortaleza. ¡Increíble! que pudiera darle palabras a alguien, después de lo que pasó ella”, añade la mujer.
María, una de las integrantes del colectivo en San Fernando, acompaña a la familia. “Yo no estudié nada y tengo sordera. Ella era quien me aconsejaba en la procuraduría. Lo último que hicimos fue denunciar, porque el anterior procurador perdió mi expediente. Ahora sin ella no voy a encontrar a mi hijo”.
La Comunidad Ciudadana en Búsqueda de los Desaparecidos en Tamaulipas fue quien informó del asesinato de la activista tamaulipeca, por medio de un comunicado difundido en las primeras horas del jueves 11 de mayo.
La Comunidad pidió auxilio a la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) para proteger a las madres, padres, esposas y familiares que buscan a sus familiares desaparecidos en territorio tamaulipeco, “ante la poca capacidad e interés del presidente de México, Enrique Peña Nieto y del gobernador de Tamaulipas, Francisco García Cabeza de Vaca”.
El jueves por la tarde, la Oficina en México del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos (ONU-DH) exigió al gobierno de Tamaulipas que la investigación se realice con perspectiva de género y protección para los hijos y familiares de la víctima.
El viernes el representante en México del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, Jan Jařab, asistió al funeral de Miriam Rodríguez en San Fernando. Además se reunió con activistas cercanos a la víctima y con autoridades.
El gobierno de Tamaulipas y la CEAV anunciaron medidas de protección para la familia de Miriam Rodríguez. Al respecto, la Comunidad Ciudadana reiteró que la muerte de la defensora fue por culpa del Estado, al ser omiso en sus responsabilidades de proteger la integridad de los mexicanos.
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