Durante la noche del último día de invierno, en el reducido nicho de piedra que corona el centro ceremonial, es elocuente el hecho de no encontrarse una sola virgen o santo cristiano. Es al Sol el centro de adoración
Texto y fotografía: Rafael Sevilla Zapata
REAL DE CATORCE, SAN LUIS POTOSÍ.- Una constante en el imaginario de los pueblos prehispánicos es, luego de escuchar con atención sus plegarias, que florece con la música de un violín, su íntima relación con los elementos de la naturaleza: el sol, la luna, la montaña, la cueva, el viento, las plantas, los animales… todos vinculados a la adoración y agradecimiento a la vida, al renacer en una fecha precisa: la luna llena del pasado 28 de marzo, quien aún en el horizonte, saluda al sol que nace en el oriente, desde el cerro El Quemado; Pariteka, mirada desde la altura.
Convocado por el Consejo Regional Wixárika por la Defensa del Territorio y los Lugares Sagrados, en el proceso de Renovación del mundo, desde los 400 patios familiares de los pueblos wirrarikas, se “cumplen todos los años honrar la memoria colectiva de nuestros ancestros y renovar los acuerdos sagrados que dan equilibrio a nuestra existencia”, se lee en el pronunciamiento del encuentro celebrado en este sitio sagrado, Casa de la deidad mirando desde la altura, a dos horas de camino desde la cabecera municipal de Real del Catorce.
Durante la larga noche del último día de invierno, concurren a este sitio a “ofrendar los más de veinte centros ceremoniales” de la nación Wixárika, vienen desde las costas de Nayarit y los desiertos y sierras de los estados de Durango, Jalisco, Zacatecas y San Luis Potosí, hasta el desierto de Wirikuta, El estrado de nuestra hermana águila bicéfala.
En el reducido nicho de piedra que corona el centro ceremonial, es elocuente el hecho de no encontrarse una sola virgen o santo cristiano. Es al Sol el centro de adoración, es ahí a donde se enciende el fuego que ilumina el camino de los peregrinos, mujeres y hombres de piel bronceada, ataviados con sombreros y vestimentas ceremoniales, acuden con plumas, ceras, semillas y animales que se ofrendaran en el ritual de la renovación del mundo; cuya sangre se comparte para sellar las ceras que acompañaran el regreso a sus territorios, a doce horas de camino o más.
Acompañan en la celebración del nacimiento del Sol, representantes de los pueblos originarios de México Concaac, Raramuri, Totonakú, Tepehuano-odjam, Cora-Nayarit, Purepecha, Maya, Nahuatl, “que enviaron representantes como corona de pueblos a acompañar en esta ceremonia de la renovación del mundo que nos piden emprender nuestras deidades para mantener la vida”, se menciona en el pronunciamiento.
Y continua: “respetando su vida y levantando juntos la misma palabra que pide amar la tierra que nos sustenta”, se apunta en el manuscrito, hecho con la luz en las primeras horas de la mañana del 19 de marzo y ya con el sol calentando los cuerpos de los más de mil representantes y autoridades regionales del territorio que comprende esta nación originaria.
Sobre el calor de las fogatas que han cobijado toda la madrugada, se comparte la palabra, se intercambian experiencias y se escucha; será hasta el mediodía que se escuche en la palabra de una joven mujer: “levantando nuestra voz infinita, para que nuestra oración tenga la suficiente fuerza para detener los atropellos que está sufriendo nuestro santuario”: granjas avícolas, minería a cielo abierto, parques eólicos, jitomateras y chileras que han trastocado el paisaje sagrado de Wirikuta; para que “de manera concreta y clara, se cancelen todo tipo de megaproyectos que atentan contra la vida”.
La narración de pronunciamiento final enfatiza: “nuestros sabios Marakames saben que aquí se produce la abundancia y la fertilidad, que tienen que ver más con proyectos sustentables y saludables para el medio ambiente y la que pide la tierra de Wirikuta es con proyectos que regeneren su paisaje y que los habitantes se incluyan en esa nueva manera de amar la naturaleza”.
El martes 22, son recibidos por el titular del ejecutivo federal, y más allá de la formalidad de la foto y bastón de mando de por medio, subyace la demanda de hacer respetar el derecho de autodeterminación como nación originaria; que no se concibe sin el derecho al territorio que es el que le probé de sus elementos identitarios, “donde se teja la maravilla del Buen Vivir como un sueño en el que despertamos todos como una inmensa flor”.
Hay una voluntad inquebrantable de esta peregrinación, que se sintetiza cuando desde “el canto de los sabios pide que nos abran la oportunidad para renovar nuestra manera de relacionarnos con la naturaleza. Ese es el principio para detener tanta enfermedad y guerra”.
Sobre el contexto de bélico, la sensibilidad del pueblo Wixárika se concilia exigiendo a los líderes del mundo: “también desde este espacio sagrado nos pronunciamos a favor de la paz del mundo, no más guerras entre naciones hermanas, no más guerras en la casa de Dios, que es nuestra madre tierra”.
En los propósitos finales del pronunciamiento se destaca la “Renovación del mundo en todos los territorios del planeta. Una nueva humanidad que abreve del río de los ancestros… la llevaremos con la firma de tamatsi hermano mayor y con el maíz de la unidad que nos hizo mexicanos y mexicanas.” Y de acuerdo con sus mecanismos de comunicación, prevalece el compromiso de mantenerse informados, “encendida esta conexión y los compromisos que fueron recibidos en este amanecer”.
Así es como la nación Wixárika inicia el camino de regreso a sus territorios, cargados de compromisos simbolizados en las ceras con la sangre de los sacrificios animales, que iluminarán altares y ceremonias de renovación, “en todos los puntos cardinales que nos fundamentan”.
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