13 enero, 2022
El cineasta Gabriel Mariño platica en entrevista sobre las dificultades para hacer cine a partir de las políticas del actual gobierno mexicano. En su próxima película, Ya se quiere venir la noche, aborda el tema del suicidio y la importancia de la salud mental
Texto: Richard Godin
Fotos: Gabriel Mariño e Iván Hernández
CIUDAD DE MÉXICO.- Con la diferencia horaria, la cita se da a las diez de la mañana en México, a las cinco de la tarde en Alemania, donde reside actualmente el director mexicano Gabriel Mariño. Se comparte un enlace de Zoom, una triste costumbre que sin duda nos dejará la covid tras su desaparición. La entrevista comienza a horas y miles de kilómetros de distancia. La idea de hablar con Gabriel Mariño surge en noviembre de 2021 cuando gana dos premios en el Festival de Cine de Los Cabos con su película Ya se quiere venir la noche. Una tercera película personal que llega después de dirigir series para Netflix. Una gran brecha entre el cine documental y la ficción de gran presupuesto que intriga y obliga a la admiración. Gabriel Mariño responde a nuestras preguntas sobre el mundo del cine actual y nos desvela los motivos de su próxima película.
—Ganaste dos premios en la categoría Cine en desarrollo en el Festival de Cine de Los Cabos en el mes de noviembre de 2021. ¿Qué significan estos premios para ti?
—Sin dudas son dos premios importantísimos, porque cada premio o beca que ganas antes de filmar, cuando la película es todavía un proyecto, te acerca a poder filmar ese guión, de poder realizarlo. Creo que es difícil hacer películas en cualquier parte del mundo. Es un arte que está ligada por un lado al entretenimiento, y por otro, aunque sea una película pequeña, es muy cara en comparación con otras disciplinas artísticas porque necesitas equipo y gente, al menos un puñado de cómplices que te ayuden. También es más caro hacer películas con covid y es necesario un conjunto de protocolos y tenemos que ser mucho más responsables.
—¿Cómo se logra hacer una película hoy en día en México?
—Hacer cine siempre es difícil y en México aún más. Me parece que en un país como México donde hay tantos problemas sociales urgentes, apoyar una disciplina tan cara como el cine siempre será complicado. Y sobre todo después del actual gobierno que ha sido particularmente agresivo contra la cultura y contra el cine en particular. Sus políticas han afectado bastante al cine y la forma en que ha transformado los fondos que llegan del gobierno no es necesariamente positiva. Ha generado más cuellos de botella para los proyectos mexicanos que buscan fondos. Nunca tuve el dinero para poder filmar mis películas con fondos estatales. Pero creo que es una ventaja no haber tenido esos fondos, porque ahora no tengo miedo de filmar de forma independiente. Por eso cada apoyo que recibimos, por ejemplo, de Los Cabos, es muy importante. Incluso este festival recibió menos apoyo este año, no sólo por la pandemia, sino también por la forma en que se articulan las nuevas políticas culturales en México. Me parece que, sobre todo ahorita, hacer cine en México es una lucha a contracorriente.
— ¿Es más difícil hacer documentales que ficciones?
—Afortunadamente, hay apoyos, becas y, sobre todo, las mentes de los profesionales de la industria mexicana están ahora mucho más familiarizadas con la comprensión y la apreciación de los diferentes lenguajes del documental y la ficción. Sin duda, la ficción es mucho más «glamurosa», mejor recibida en muchos lugares. Hay mucha gente que prefiere apoyar una ficción porque significa en su cabeza que habrá una alfombra roja, más fama, más artículos en los periódicos, más seguidores en las redes sociales. Es triste porque siempre he pensado que el nivel de los documentales mexicanos es superior al de la ficción. Hay muchos documentales muy interesantes, vivos, que reflejan realidades muy diferentes, muy apasionantes, con mucho valor y de forma brillante.
— En tu carrera, has realizado tanto documentales como series para Netflix. ¿Qué resaltaría de ambas y qué diferencia hay entre la producción de documentales y series?
—Me gusta poder navegar entre los documentales de los canales culturales como Canal 11, Canal 22 o SPR y las series de «gran espectáculo» como Monarca o Diablero para Netflix. Creo que mi arte mejora en la medida en que puedo utilizar nuevas técnicas o asumir nuevos retos e intentar resolverlos. Y normalmente en estos grandes proyectos hago cosas que no hago en mis películas personales, que son más limitadas. También trabajo con equipos en los que no confiaría en mis proyectos. Trabajo con géneros que no necesariamente haría en mis películas personales, como el terror, el thriller, el melodrama o el drama psicológico. Y también he tenido que dirigir a actores muy jóvenes. Por ejemplo en Diablero, Giselle Kuri me parece brillante, una muy buena actriz. Hace cosas de muy alto nivel, muy comerciales, pero su talento es muy grande. Así que me gusta porque me ayuda a deshacerme de mis prejuicios. Me gusta que me lleven a esos lugares donde me dejo sorprender. Vivo en armonía y sin contradicciones entre ambos.
A día de hoy intento ver todo, incluso las películas de Marvel y similares. Me siguen gustando las películas de superhéroes y las superproducciones. Pero las películas que quiero hacer responden más a otro tipo de manifestaciones y expectativas. No puedo juzgar porque hay colegas a los que les gusta mucho hacer una comedia romántica, trabajar con actores que no son realmente actores sino influencers porque hoy en día se pide a menudo que los protagonistas de las películas sean conocidos más por sus redes sociales que por sus habilidades actorales. Y están contentos de hacerlo y eso es muy bueno porque hay gente que consume eso. Dentro de eso, me parece que también hay desventajas porque en este tipo de películas no siempre se intenta hacer pensar al espectador, no se le trata como una persona inteligente y se perpetúan cosas como las caricaturas del machismo, el sexismo, la homofobia y se monetizan este tipo de clichés, que tampoco me gustan.
La próxima película de Gabriel Mariño está completamente en el lado personal del director y sus producciones íntimas. Ya se quiere venir la noche es una película que abordará el tema tabú del suicidio. “Pareciera que el mundo de Lucero pende de un hilo, su mente es a veces un solitario laberinto que vacila entre una realidad y otra, uno puede ver que las mentiras la han acompañado siempre y ha encontrado en ellas una herramienta para enfrentar la vida. La cotidianidad en la ciudad de México y el trabajo en un monótono y agresivo call center no lo hacen más fácil. A sus 34 años Lucero ha encontrado en la soledad y en el box un endeble refugio hasta que una invitación por redes sociales a una reunión de la vieja secundaria desnuda la primera pequeña fibra que comenzará a deshilar su endeble realidad”, dice la sinopsis. Fingiendo su propia muerte, Lucero conoce a Diana con la que mantiene una relación telefónica hecha de mentiras, opresiones y persecuciones.
Un tratamiento original de un tema muy poco expuesto que le valió a Gabriel Mariño una ayuda en el festival de Los Cabos para desarrollar su proyecto (renta de equipo cinematográfico para cuatro semanas de filmación, diversos servicios de postproducción de imagen) por valor de más de 2 millones de pesos. La categoría en que ganó, Cine en desarollo, premia a las películas que aún no se han estrenado o ni siquiera filmado. Distingue un guión, una idea, un proyecto. La película de Gabriel Mariño se rodará el próximo otoño con Claudia Sainte-Luce como actriz principal.
— En tu próxima película, aborda el tema “tabú” del suicidio. ¿Qué te llevó a desarrollar esta idea?
—Mis tres películas tienen elementos autobiográficos en el sentido de que empiezan a desarrollar pequeñas historias, viñetas que me sucedieron a mí o a alguien que conozco en algún momento de mi vida. Y empieza a desarrollarse un personaje, y luego un guión y más. En el caso de Ya se quiere venir la noche, me parece que nace de tres lugares diferentes: el primero es un lugar autobiográfico como que el personaje de Lucero, que es la protagonista, nace de algunos de mis propios problemas, fantasmas, como retos psicológicos o mentales que tuve que superar durante mi vida.
También nació de un compromiso social, pero sobre todo humano. Casi desde que empecé a hacer películas, me siento muy comprometido con las condiciones que enfrentan las mujeres mexicanas. Mis otras dos películas (Un mundo secreto, 2012, Ayer maravilla fui, 2017) giran mucho en torno a este compromiso. Pero sobre todo, siento que es un deber para muchos de nosotros y nosotras, y una necesidad para mí, como persona creativa, no sólo construir un personaje femenino, sino retratar y reflexionar sobre las injusticias y las violencias estructurales que enfrentan las mujeres en México.
El tercer lugar es abordar el tema tabú del suicidio. He tenido varias experiencias familiares de suicidio, no yo directamente sino amigos y familiares. Me doy cuenta del impacto, de la dificultad de estar cerca de este fenómeno, de sentir sus ondas expansivas. Para mí, en esos momentos, la empatía y la comprensión eran muy importantes. Siento que estos dos elementos me dieron la posibilidad de dar sentido a este hecho tan difícil de entender. Ver el suicidio tan cerca de mí cambió mi manera de ver las cosas. El aprendizaje que recibí fue muy valioso y profundo. Me parece que estos temas duros que te desafían como persona en lo que piensas, son temas a los que no hay que dar la espalda, sino al contrario, hay que mirarlos a los ojos porque creo que en su complejidad contienen profundas reflexiones sobre lo que significa estar vivo.
Cuando alguien decide quitarse la vida, se conoce la historia de las personas que se quedan y no necesariamente la de la persona que decide dejar este mundo. Son como los dos lados de una moneda y yo decido contar el lado de la moneda de la persona que decide irse, conocer su historia, su contexto y así ponerse los zapatos del personaje para entender por qué toma esa decisión. En cualquier caso, me gustaría que la película generara una sensación agridulce: un cuestionamiento pero también menos juicio y mucha más empatía con este hecho. La salud mental es un tema muy importante en la película, pero también en este momento con la pandemia. Hacemos muchos juicios muy duros sobre la salud mental de otras personas sin saber ni entender realmente lo que le pasa a la persona que tenemos delante. Creo que en general, el suicidio es un tema muy difícil, a veces estigmatizado. Es un tema que hay que tratar con muchísimo respeto, honestidad y seriedad.
— ¿Cuál es el mensaje que quiere transmitir la película?
— Mi ideal sería que sintieran que no están solos. Que hay muchos seres humanos que a veces sienten lo mismo y que a veces no vemos la salida. Me parece que la película, en este sentido, es más una reflexión sobre la libertad de decidir qué hacer con el propio cuerpo y la propia vida que una visión punitiva del suicidio.
—¿Por qué elegiste este título, que puede parecer pesimista, para una película que quiere lanzar un mensaje de esperanza?
—Creo que la noche es un momento de la vida que se puede considerar menos feliz que el día. Pero también en su tiempo, su oscuridad, sus horas antes del amanecer guardan cosas muy bellas, misteriosas, inesperadas. Tenemos un estado de sueño profundo en el que nuestra mente no es la misma que durante el día. A veces podemos ser más libres de las ataduras sociales, de lo que tenemos que hacer, decir. Así que la noche para mí es como Lucero. Ella representa la noche que cae, cae y cae y nada puede evitarlo. Es un personaje oscuro pero eso no la hace menos bella que cualquier otro personaje luminoso. Es una llamada a revalorizar la noche y a pensar que la noche es un momento muy rico y especial en nuestras vidas.
— ¿Es más fácil tratar los temas de tus películas con un personaje femenino?
— Sí, claro, porque en la película hay todo un sistema que hace que la realidad y la vida cotidiana del personaje de Lucero sea aún más difícil por ser mujer. Es una terrible injusticia. La gente me ha preguntado por qué, siendo hombre, estoy tratando el tema de las mujeres. Pero lo que hago es hablar de los seres humanos y de las realidades que me afectan. Y no me parece que, por ser hombre, no pueda hablar de la realidad de las mujeres. Lo veo con mis propios ojos, cada vez que leo, cada vez que participo en debates sobre el género, lo entiendo más y sé que también es una realidad que quiero reflejar o representar en la pantalla como un personaje activo.
No quiero perder la voz en este concierto de opiniones. No sé si cancelar opiniones, reflexiones por ser hombre o por ser mujer nos va a llevar a un lugar más profundo, más rico, más reflexivo, más armonioso. Prefiero que existan estas voces y no estoy de acuerdo, no creo que estén bien hechas, no las escucho, no las leo, no las consumo y no las promuevo. Prefiero vivir en un país donde haya diversidad de opiniones, no estoy a favor de la cancelación.
Gabriel Mariño eligió a Claudia Sainte-Luce para interpretar a su personaje principal. La conoció por consejo de Lucía Uribe (actriz de su primera película) y pronto se dio cuenta de que había encontrado a la persona perfecta para interpretar a Lucero. En una carta sobre la película, Claudia Sainte-Luce habla de su enfoque muy personal: “La normalidad en las conductas mentales sería tener certidumbre, amar y disfrutar sin culpa; experimentar el dolor con paz y ecuanimidad permaneciendo en medio sin tocar los extremos. Todos los seres humanos tienen un rasgo de trastorno en la personalidad”. Y a veces, “el abismo y la asfixia llegan a tales grados que la única idea plausible es desaparecer”.
—¿Por qué elegiste a Claudia Sainte-Luce?
—Obviamente, conocía su carrera, había visto Los insólitos peces gato (2013) porque fue un fenómeno cuando emergió. Me pareció muy talentosa y la había visto algunas veces de manera muy breve. Y sabía que era una outsider en la industria porque no tiene redes sociales, no va a muchas fiestas, no se ha convertido como muchos directores y directoras de cine en opinadores en Twitter sobre lo que pasa en el mundo y en el país. Y creo que lo que siempre quiso hacer fue simplemente hacer películas y me pareció muy atractiva por eso.
Su trabajo en La caja vacía (donde Claudia Sainte-Luce es directora y actriz principal, 2016) es muy bueno. El tipo, la atmósfera que aporta es exactamente lo que quería con Lucero. E indirectamente, su experiencia personal, porque ella también tiene cierta condición psiquiátrica, que permite construir este personaje desde dentro, con sus conocimientos, y hablar realmente en primera persona de lo que es vivir con esta condición. También es una mujer que lucha todo el tiempo como Lucero. Esa cualidad me hizo sentir que había encontrado un tesoro que estaba a la vista de todos, pero que nadie había visto. Ahora tengo total confianza en que el discurso que generamos Claudia y yo, porque lo veo ahora como un trabajo a dúo, es un discurso serio, congruente, honesto y empático.
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