López Obrador propone desacelerar las relaciones con España, pero sin llegar a la ruptura ni tampoco estrechar lazos y amistades. Un galimatías que cobra terreno en el debate político y que hasta ahora se mantiene ajeno al vaivén del capital español en México
Twitter: @anajarnajar
El presidente Andrés Manuel López Obrador quiere “una pausa” en las relaciones de su gobierno con el de España.
Es confuso saber a qué se refiere. No es, asegura, un rompimiento de relaciones diplomáticas. Tampoco cancelar los acuerdos comerciales, interrumpir el intercambio cultural ni mucho menos llamar a cuentas al embajador mexicano en Madrid.
Algo complicado de hacer porque el recién designado representante diplomático, Quirino Ordaz, todavía no asume el cargo.
De hecho, el exgobernador de Sinaloa ya tiene una encomienda: “Que toda nuestra relación con España y con cualquier otro país se dé en términos de respeto y honestidad”, dijo el presidente.
En todo caso la pausa diplomática propuesta por López Obrador sería, en realidad, un mensaje político, la reivindicación de una de las líneas de política exterior que estableció desde 2018:
El trato privilegiado de gobiernos anteriores a empresas internacionales se ha terminado.
En el caso de compañías españolas la advertencia se extiende a la clase política y gobernantes de ese país.
La razón: algunos de sus miembros más distinguidos abogaron ante autoridades mexicanas en favor de empresas involucradas en casos de corrupción o depredación ambiental.
Un ejemplo es el rey emérito Juan Carlos I. En 2009 el monarca entonces en funciones recibió una gratificación de 4.6 millones de dólares por interceder en la compra de terrenos en Playa del Carmen, Quintana Roo.
En ese entonces el país era gobernado por Felipe Calderón, impuesto como presidente de México.
Antes hubo otro cabildeo para empresas españolas. Durante el sexenio de Vicente Fox, el entonces presidente de España José María Aznar intervino por un trato favorable a consorcios de turismo que buscaban instalarse en la Riviera Maya.
Los beneficiados fueron grupos como Sol Meliá, Barceló, Iberostar y NH, entre otros.
Por eso el presidente insiste en que su intención de pausar la relación con España supera a las compañías generadoras de energía.
“Era un contubernio arriba, una promiscuidad económica-política en la cúpula de los gobiernos de México y España, pero como tres sexenios seguidos y México llevaba la peor parte, lo saqueaban”, dijo.
Más allá de estos coyotes de Angola, lo cierto es que los ambiguos comentarios de López Obrador pueden causar turbulencias. Y no sólo diplomáticas.
España, por ejemplo, es el segundo país con más inversión en México, sólo por debajo de Estados Unidos.
Hay más de siete mil empresas distintas dedicadas a actividades que van desde la generación de electricidad hasta sistemas bancarios y financieros.
Hasta septiembre el capital español en México superó los 76 mil millones de dólares, lo que representó el 12% de la Inversión Extranjera Directa (IED).
La segunda proveedora de servicio de telefonía celular en el país es de origen español. Se trata de Telefónica Movistar que cuenta con el 20% de las líneas móviles de internet, sólo por debajo de Telcel propiedad de Carlos Slim.
Además, la inversión de empresarios españoles es la segunda más importante en Cancún y la Riviera Maya, los principales destinos turístico del país.
No es todo. El banco más grande de México es BBVA Bancomer, que cuenta con un capital superior a los 2.5 billones de pesos según datos de la Comisión Nacional Bancaria y de Valores (CNBV).
Santander, otra institución española, es el cuarto banco más importante con activos de 1.5 billones de pesos.
También están las controvertidas empresas de energía. Iberdrola, por ejemplo, es el mayor productor privado de electricidad del país con una cartera de clientes de 20 millones de personas.
Luego siguen otras compañías de menor importancia, como Repsol, Cepsa o Gas Natural Fenosa.
A esto se suma el capital mexicano en España que según el Ministerio de Relaciones Exteriores de ese país supera los 25 mil millones de dólares.
¿Los comentarios de López Obrador pueden afectar a estas inversiones? Difícilmente.
No es la primera vez que el presidente enfila sus baterías contra los consorcios españoles, especialmente del sector energético a los que acusa de beneficiarse con contratos “leoninos” con la Comisión Federal de Electricidad (CFE).
Tampoco es la primera vez que critica la posición de los directivos de BBVA, quienes en la campaña electoral de 2018 llamaron a no votar por el entonces candidato de Morena, al que calificaron como “populista”.
Inclusive se ha obligado a los productores de energía y propietarios de ductos de gas a renegociar sus contratos. Y hasta ahora las inversiones no se han cancelado.
Tampoco hay variaciones en la diplomacia binacional. Desde 2019, cuando López Obrador envió una carta al rey Felipe VI para exigir una disculpa por las atrocidades en la conquista, los vínculos entre ambos gobiernos se enfriaron.
Una muestra fue el retraso para conceder el beneplácito a la designación de Quirino Ordaz Coppel como embajador de México en España.
Algo que no había ocurrido desde el restablecimiento de las relaciones diplomáticas dos años después de la muerte del dictador Francisco Franco, el 28 de marzo de 1977.
Vamos, ni siquiera el escándalo que entablaron los medios tradicionales de México se puede considerar novedoso. Más bien era predecible.
En todo caso sería conveniente que se pusiera en claro qué entiende Andrés Manuel López Obrador con su idea de poner pausa a las relaciones de México y España.
Porque hasta ahora no es ruptura ni acercamiento diplomático, sino todo lo contrario.
Productor para México y Centroamérica de la cadena británica BBC World Service.
Periodista especializado en cobertura de temas sociales como narcotráfico, migración y trata de personas. Editor de En el Camino y presidente de la Red de Periodistas de a Pie.
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