Editorial Almadía quita contratos a escritora por opiniones sobre mujeres trans

6 noviembre, 2022

Tras publicar un video en donde la escritora colombiana, Carlonina Sanín expresó sus opiniones sobre «el dogma de género y el borrado de las mujeres» la editorial Almadía canceló contratos con ella. Sin embargo, en el debate público poco se ha ahondado sobre lo que la autora expresó

Texto: Évolet Aceves

Foto: Carolina Sanín

ALBUQUERQUE. – La escritora colombiana de nacionalidad española, Carolina Sanín, declaró a través de Twitter que la Editorial Almadía canceló los dos contratos que había previamente comprado y pagado. La razón de esta decisión fue, afirma la autora, “debido a mis cuestionamientos a la política identitaria (mis interrogantes con respecto al dogma de género y mis pronunciamientos sobre el borrado de las mujeres).”

Al final del hilo, agrega el video en el que argumenta “se encuentran los pensamientos que para algunos ameritan la eliminación de mi obra literaria”.

A raíz de la cancelación de los contratos se viralizó el tuit de la autora compara las transiciones con el holocausto:

«Dentro de no mucho tiempo, tan pronto como perfeccionen los transplantes de útero a hombres, organizarán el exterminio de las mujeres (hembras humanas, es decir, nacidas con vagina y útero). Es el próximo holocausto. Lo sé con certeza y me vale verga que me digan loca».

Hasta el momento la editorial no se ha pronunciado públicamente. Escritores y público en general ha manifestado el apoyo a la editorial; la autora también recibió el respaldo de escritores y sus seguidores.

Pese a la polémica, Almadía ha marcado un antecedente en el mundo editorial al hacer clara su postura frente a la transfobia.

Este es un breve análisis de los argumentos más controvertidos del video de Sanín.

Los argumentos

“Con amor y fe en la humanidad, o nostalgia en la humanidad, me despido. Espero que puedan escuchar esto con un entendimiento y un corazón abierto, antes de saltar a imputar fobias u odios que, lo juro, no existen en mí […] uno piensa intensamente por amor, no por odio”, comienza la escritora.

Luego, atribuye la diferenciación entre sexo y género a la academia estadounidense y a Judith Butler: el género y el sexo es una división gringa, no es una división que haya sido un problema en español, y procede, en otra parte, del puritanismo que llevaba a los angloparlantes a no decir sexo cuando se referían a la distinción gramatical de los sustantivos o de los pronombres”.

La Academia estadounidense ha tenido una presencia fuerte en el desarrollo de la teoría queer y la visibilidad de la identidad de género, pero el género no es algo que haya sido inventado desde el siglo pasado. Aunque la conceptualización del género se haya puesto sobre la mesa en la historia moderna, el género está adherido a la naturaleza humana y es la biología moderna y el desarrollo de la genética lo que han ampliado el conocimiento sobre el amplio espectro de posibilidades de género.

Sanín también recurre a la generalización de un grupo en el que se incluye ella: “las feministas”.

Cuando dicen que una persona se siente mujer, a las feministas les es complicado, porque si ser mujer no es esencialmente otra cosa que lo biológico, ¿qué es ser mujer? ¿Qué es sentirse mujer? ¿Qué es estar segura de que se es mujer si se está en otro cuerpo? Ese ser mujer etéreo, digamos, espiritual, estaría menoscabando la libertad de las mujeres de ser no ese ser esencialmente femenino, sino cualquier cosa que queramos ser”.

Las feministas no son un solo grupo ni siguen una misma línea. No hay un feminismo único, hay muchos, ella se está refiriendo a las feministas radicales transexcluyentes, o TERF por sus siglas en inglés: Yo alguna vez he dicho que soy TERF, no me importa, no llevo esa sigla tatuada en ningún lado, soy libre de la cita que me quieran poner”, afirma en el mismo video, despreocupada de la escucha del Otro, hacia quien su discurso va dirigido: las personas trans, especialmente las mujeres trans.

“Las menopáusicas podemos saber tal vez un poco de ese juego con las hormonas”, dice con un dejo de mofa. De hecho, es la única vez que sonríe a lo largo del video y deja claro que ve el tratamiento hormonal en mujeres trans como un juego, además, susceptible de risa.

Las infancias trans

“Yo fui una niña desadaptada y andrógina, ¿me habría aconsejado alguien, si yo viviera hoy en Inglaterra, Estados Unidos, Canadá o España, mutilarme los senos y tomar hormonas, que podrían ocasionarme la anorgasmia, sólo porque me interesaban los libros?”, dice en otra parte del video.

Es un cliché bastante común el que un escritor se adjudique el ser “raro”, “desadaptado” —sólo por leer libros—, como sinónimo de inteligente y extraordinario, pero el interés por los libros no hace a nadie andrógino ni desadaptado. Su argumento no considera que hay muchos estudios previos a un tratamiento con infancias trans. No se trata de un tratamiento azaroso.

Además, habla de una “fluctuación del deseo”, como si la identidad de género se redujera a eso, a un deseo.

“Me pregunto si estamos cuidando a las menores de edad y a los menores de edad, o si estamos sexualizándolos y explotándolos”, dice en otra parte del video.

Ese es uno de los argumentos más frecuentes en contra de la transición de menores de edad, cuando en realidad la sexualización y la explotación están en muchas actividades delictivas (trata de personas, trabajo forzado, publicidad engañosa) y categorías que usamos cotidianamente, como cuando se le pregunta a un niño cuántas novias tiene o se le dice a una joven que ya está en edad de casarse y tener hijos.

El transactivismo y el «borrado»

Sanín asegura que “la derecha está igualmente comprometida que el transactivismo en la política de la identidad. Trata de ver, de manera muy forzada, una posible relación entre los gobiernos de derecha y el transactivismo, a partir de una llamada política de identidad. Si esto fuera real, la población trans no se encontraría en una situación tan sistemáticamente minada como se encuentra en la actualidad.

“¿Por qué los poderes están tan del lado del transactivismo?, tanto el poder corporativo como mucho de los poderes nacionales de occidente. ¿Será porque se trata de que los hombres lo tengan todo? Los hombres ya tenían el mundo, sólo no tenían el ser mujer, que es lo que les faltaba. Se trata de un camuflaje del patriarcado (…) Entre las personas que nos atacan a las feministas y que defienden al transactivismo, hay un montón de hombres machistas y eso también debería hacer saltar nuestras alarmas”, dice.

De nuevo es una generalización. Hay hombres machistas que apoyan el transactivismo, de la misma manera en que hay mujeres misóginas al interior del feminismo, pero no es razón para generalizar al feminismo como uno solo y con una sola ideología.

Tambien lo atribuye a una imposición religiosa: “La creencia religiosa: una separación entre cuerpo y alma o espíritu, que es lo único que nos permitiría decir que alguien nació en un cuerpo de mujer aunque es hombre, o nació en un cuerpo de hombre aunque es mujer; una dualidad propiamente religiosa, y se estaría imponiendo una creencia religiosa sobre toda la población”.

Esa dualidad a la que Sanín hace referencia es la binariedad del género, el masculino y el femenino, a partir del cual surge la incomodidad, la transfobia, ante la incomprensión —ese limbo no-binario— de la existencia de géneros disidentes y no mayoritarios. Porque algo que no considera la escritora en sus argumentos es la desproporción numérica entre las mayorías religiosas y de género, con respecto a la población no binaria en el mundo.

Su conclusión, desproporcionada, es que “es el final del feminismo y puede llevar al acallamiento de las mujeres”.

La literatura y el calentamiento global

Sanín concuerda con J. K. Rowling, quien ha tenido una postura firmemente transodiante:

“La escritora más leída de nuestro tiempo, J.K. Rowling, que de hecho contribuyó a formar la imaginación de las generaciones que están comprometidas en este cambio o delirio o lo que quieran, es quien más conspicuamente ha cuestionado la ideología, dogma o teoría de género, y quien más perseguida ha sido. No es casualidad que la mujer que más se ha enriquecido y se ha hecho de una fama inmortal por su obra, sea el blanco de la misoginia y una patriarcalidad [sic] bastante bien camuflada.”

Habla de Virgina Woolf para hablar sobre la perfección de la creatividad a la que se llega desde la androginia, una cita de Woolf ; habla de Cervantes y El Quijote para hablar de travestismo, “el disfraz, que es relevante en esta semana de los disfraces”.

La autora equipara la expresión de género con un disfraz, con burla. Pero si ella misma utiliza la literatura como antecedente de una realidad, es incomprensible que no se de cuenta de por qué Almadía haya decidido no publicar sus libros.

La identidad de género, dice Sanín, viene de un deseo de inmortalidad, con fragmentos inconexos de temas vigentes: calentamiento global, virtualidad de las relaciones humanas.

“Una vez más veremos frustrado nuestro deseo de inmortalidad, que es lo que subyace tras la creencia de que podemos cambiar de sexo. Hay una oposición a la naturaleza, que supuestamente se equivoca dándonos el cuerpo contrario, que tiene que ver con la destrucción de la naturaleza del mundo, con nuestro desprecio de la naturaleza (…) Está relacionado el calentamiento global con el auge del transactivismo […] Podemos admitir el final de las mujeres, el advenimiento de un mundo sin mujeres, ya que también la tierra va a acabarse. El final del cuerpo como determinante, y el final del planeta como determinante, van juntos, y redefinirán la muerte.”

Y termina diciendo que la humanidad va a terminar siendo “una humanidad automática en el mundo sin naturaleza, sin arte y sin mundo, para el triunfo definitivo del artificio, de la inteligencia artificial, de lo programático, que reemplaza a lo creativo, a lo artístico, quizá sea la única manera en que el ser humano va a sobrevivir”.

Évolet Aceves escribe poesía, cuento, novela, ensayo, crónica y entrevistas a personajes del mundo cultural. Además de escritora, es psicóloga, periodista cultural y fotógrafa. Estudió en México y Polonia. Autora de Tapizado corazón de orquídeas negras (Tusquets, 2023), forma parte de la antología Monstrua (UNAM, 2022). Desde 2022 escribe su columna Jardín de Espejos en Pie de Página. Ha colaborado en revistas, semanarios y suplementos culturales, como: Pie de Página, Nexos, Replicante, La Lengua de Sor Juana, Praxis, El Cultural (La Razón), Este País, entre otros. Fue galardonada en el Certamen de ensayo Jesús Reyes Heroles (Universidad Veracruzana y Revista Praxis, 2021). Ha realizado dos exposiciones fotográficas individuales. Trabajó en Capgemini, Amazon y Microsoft. Actualmente estudia un posgrado en la Universidad de Nuevo México (Albuquerque, Estados Unidos), donde radica. Esteta y transfeminista.