¿Por qué se atrevió el presidente de Ecuador a invadir la embajada de México? Porque se sintió protegido por Estados Unidos y la ultraderecha continental. Mal cálculo: lo dejaron solo
Por Alberto Nájar / X: @anajarnajar
La decisión de invadir la embajada de México en Quito para secuestrar al ex vicepresidente Jorge Glas ha sido costosa para el presidente de Ecuador, Daniel Noboa:
América Latina, Canadá, Estados Unidos, la Unión Europea, la OEA, CELAC y Mercosur, entre otros, condenaron el asalto. Ecuador se convirtió en un paria internacional.
El partido Revolución Ciudadana, con el que el oficialismo había construido una alianza parlamentaria lo abandonó.
Noboa se quedó sin mayoría en el Congreso y con ello prácticamente se suspende la aplicación de su plan de gobierno.
La primera consecuencia puede ocurrir el 21 de abril, cuando está programada una consulta popular sobre la estrategia de seguridad de su gobierno, que se basa en el uso de militares contra la delincuencia.
Antes del asalto a la embajada mexicana, el plan causaba dudas entre los ecuatorianos. Con los hechos recientes la inquietud aumentó.
En Ecuador no hay seguridad de que la propuesta sea aprobada, lo que representaría un fuerte golpe a las pretensiones de Noboa para reelegirse.
Con este escenario, donde las pérdidas son mayores a la ganancia política, muchos se preguntan por qué el presidente de Ecuador ordenó el asalto a la embajada de México.
Algunos dicen que fue inexperiencia, la idea de construir una imagen del cruzado en la política capaz de arriesgar todo para defender a su Patria.
Una especie de Rambo sudamericano.
Pero otros ven más allá. En el fondo, se trata de mantener el régimen de los últimos años y que está fuertemente atado a los intereses de Estados Unidos.
Un ejemplo: la Constitución prohíbe la existencia de instalaciones militares extranjeras en territorio ecuatoriano, pero desde el gobierno de Lenin Moreno Garcés (2017-2021) se permiten operaciones aéreas de Estados Unidos en la Isla San Cristóbal, que forma parte del archipiélago de las Galápagos.
Los despegues y aterrizajes de las aeronaves, sobre todo de la Guardia Costera estadounidense, son diarias según reportan exfuncionarios de Ecuador.
Además, el Departamento de Defensa cuenta con una “base local” en ese país, que sirve para coordinar operaciones de combate al narcotráfico en Sudamérica.
El término “base local” es utilizado por el Pentágono para definir a las instalaciones propiedad del país anfitrión, donde el personal militar estadounidense tiene acceso parcial o total.
En los hechos operan como centros de entrenamiento para soldados de Estados Unidos o bien policías y militares del país anfitrión.
Esta clase de instalaciones son comunes en América Latina. De hecho, sólo tres países no tienen ninguna en su territorio: Venezuela, Bolivia y México.
Las “bases locales” suelen ser una compensación a Estados Unidos por el financiamiento que entrega a los países de Latinoamérica.
Con Ecuador el tema va más allá. Según opositores al presidente Daniel Noboa el verdadero gobierno en ese país es el Departamento de Estado, que tiene una gran influencia a través de su embajador Michael J. Fitzpatrick quien, por cierto, fue parte del Estado Mayor Conjunto de la Guardia Nacional.
Además, el Comando Sur, la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza y la DEA mantienen operaciones permanentes en suelo ecuatoriano.
Desde allí coordinan acciones contra el tráfico de cocaína que se mueve desde Perú y Colombia, además de combatir el tráfico de personas migrantes que en muchos casos se lleva a cabo por vía marítima.
Un elemento adicional para el interés estadounidense es el puerto de Guayaquil, uno de los dos que tiene América Latina en el Océano Pacífico además de Manzanillo, México.
El volumen de mercancías que se mueve a diario en ese puerto es la fachada ideal para los carteles de narcotráfico. El control de sus instalaciones es una de las razones del incremento en la violencia y del control territorial de esas organizaciones.
Mantener tal estructura ha sido posible por la complicidad de los últimos tres gobiernos, y por eso la necesidad de que Noboa se reelija.
Por eso la peregrina idea de suspender las negociaciones que sostenía con México sobre el asilo a Jorge Glas, y declarar primero a la embajadora Raquel Serur y después ordenar el asalto a la sede diplomática.
En Ecuador varios analistas y opositores creen que Noboa entendió que no habría consecuencias, que Estados Unidos y los grupos de ultraderecha que le acompañan cuidarían sus espaldas.
Pero fue un mal cálculo. El juicio que promueve México ante la Corte Internacional de Justicia, y su petición para que Ecuador sea expulsado de la ONU obligaron a la Casa Blanca a condenar el ataque.
El gobierno de Noboa se queda solo. La presión internacional no alcanzará para echarlo del cargo, pero por lo pronto alejan el sueño de mantenerse en la presidencia por cinco años más.
Y de paso arruinan el disfraz de Rambo que quiso lucir, orgulloso, el joven presidente de Ecuador.
Productor para México y Centroamérica de la cadena británica BBC World Service.
Periodista especializado en cobertura de temas sociales como narcotráfico, migración y trata de personas. Editor de En el Camino y presidente de la Red de Periodistas de a Pie.
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