La Cepal sugiere un nuevo pacto fiscal para evitar la profundización de la pobreza de las mujeres. Más nos vale exigir, pero ya sabemos que las vidas de las mujeres no son tema prioritario para los Estados. Por suerte tenemos de ejemplo las experiencias de las ancestras y la creatividad y sororidad de muchas
Twitter: @celiawarrior
“Siento que cuando le das a las mujeres herramientas para poder manejar finanzas estás salvando vidas”, dijo Ailyn González para explicar por qué decidió organizar una charla de autonomía económica para mujeres como parte de las actividades posteriores a la protesta del 8 de marzo en la alcaldía de Tláhuac.
Ni para mí ni para muchas mujeres —estoy casi segura— la afirmación de Ailyn es una que requiera mayor explicación. Pero por si acaso voy a agregar lo siguiente, parafraseando a la propia Ailyn: las herramientas financieras son también de supervivencia en contextos donde, para una mujer, salir de los círculos de violencia es prácticamente imposible sin autonomía económica.
Pero estas herramientas no te las enseñan en la escuela o te las da mamá, añadió la joven originaria de Tlaltenco. De ahí la necesidad de crear espacios en donde se reflexione sobre la importancia del trabajo no remunerado en México, la violencia económica y patrimonial, y los conocimientos sobre finanzas básicas se compartan entre mujeres.
Ese 8 de marzo me pareció interesante que, posterior a la manifestación, 2 de las actividades de las mujeres organizadas de Tláhuac fueran: esa charla de autonomía económica para mujeres y una mercadita en la que vendieron productos como comida, ropa, libros, que ellas mismas preparan, confeccionan, revenden.
Interesante pero, por supuesto, no precisamente casual que esto haya sucedido cerca de cumplir un año en pandemia. Ahora, este mismo grupo de mujeres está convocando a una mercadita para recolectar despensas para las familias víctimas del desastre en la Línea 12 del Metro de la CDMX [click aquí].
Hay que recordar que los primeros ejercicios de sororidad en activarse entre grupos feministas del Estado de México, por ejemplo, fueron para sobrellevar la violencia económica que no se hizo esperar en la vida de las familias que se quedaron sin sustento a raíz de las medidas estrictas de confinamiento social de hace un año.
Desde febrero de 2021, el informe especial Covid19 Autonomía económica de las mujeres en la recuperación sostenible y con igualdad de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) pronosticaba que la contracción económica provocada por la pandemia de la covid19 provocaría un retroceso de más de 10 años en las condiciones laborales de las mujeres en la región. La caída del PIB pronosticada para México en 2020 era del 9%, por arriba incluso del 7.7% en América Latina. Y de la población ocupada con riesgo alto de perder su trabajo, reducción de cantidad y calidad de empleo, el 65. 2% eran mujeres.
Ahora, con las recién publicadas cifras de la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo sabemos que al primer trimestre del año 2021, la población económicamente activa disminuyó 1.6 millones respecto al mismo periodo de 2020. De esta cifra el 87.5% son mujeres, 1.4 millones. Ajá, leyó bien: 1.4 millones de mujeres, de marzo a marzo, en un año de pandemia.
En su informe la Cepal sugiere a los gobiernos de la región —entre otras medidas de recuperación ante esta crisis para las mujeres en el ámbito laboral— la creación de “un nuevo pacto fiscal que promueva la igualdad de género como elemento central”, es decir, sustentado en un análisis diferenciado entre hombres y mujeres “para evitar la profundización de los niveles de pobreza de las mujeres”. Una vida más vivible —menos invivible— como se plantea desde la economía feminista.
Más nos vale exigir, pero que no esperar paradas a que algo así o cercano suceda. Ya sabemos que las vidas de las mujeres —vivibles o invivibles— no son tema prioritario para los Estados, incluyendo el mexicano. Por suerte tenemos de ejemplo las experiencias de las ancestras y la creatividad y sororidad de muchas.
Escribe la economista feminista Natalia Flores-Garrido en COVID-19, precariedad y sostenibilidad de la vida. Algunas experiencias de México que, cuando se trata de sostener la vida, las mujeres no solo la reproducen a través del trabajo doméstico y de cuidados no remunerado, sino que construyen relaciones y prácticas económicas, en contextos comunitarios, como formas de supervivencia. ‘Comunidades de supervivencia’ o ‘herramientas económicas de supervivencia’, les llama.
Flores-Garrido analiza dos de estas prácticas desde las vivencias del sur global: las tandas y la práctica de fiarnos entre conocidas como “relaciones horizontales de apoyo mutuo” y no precisamente caridad de “más privilegiadas a menos privilegiadas”. Conocimientos y prácticas de la economía feminista y “fuente de pensamiento radical para la transformación social”. “La supervivencia entendida como resistencia”, añade la autora.
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