Con una hora de diferencia, y en escenarios diametralmente distintos, antimorenistas y morenistas hablaron en nombre de la democracia, se dijeron promotores de ella y se reivindicaron, ambos bandos, como sus auténticos defensores
Por Ernesto Núñez Albarrán / X: @chamanesco
Eran miles, los suficientes para crear la postal de un Zócalo lleno. Más de 700 mil, en el cálculo optimista de los organizadores; apenas 90 mil, en las estimaciones oficiales del gobierno de la Ciudad de México.
Lo cierto es que ese Zócalo, lleno con personas vestidas de rosa y blanco, permite hacer una radiografía del momento político del país, cuando estamos a sólo 11 días del arranque de las campañas y a 104 días de las elecciones del 2 de junio.
La llamada “marcha en defensa de la democracia” demuestra que sigue viva la “marea rosa” que, en noviembre de 2022, se levantó en contra de la reforma constitucional promovida por Andrés Manuel López Obrador para transformar, acotar y maniatar al Instituto Nacional Electoral.
Que la causa de la defensa de la democracia, el sistema electoral -y en especial del INE- entusiasma mucho más que cualquier convocatoria que hayan hecho los partidos de la oposición formal y legal en los últimos años, meses y semanas.
Que mueve a muchas más personas el reunirse un domingo para manifestarse en contra de los proyectos de López Obrador, que participar en un mitin de campaña convocado por PAN, PRI y/o PRD para vitorear a Xóchitl Gálvez.
Que al régimen le preocupa mucho más esa ciudadanía organizada sin banderas partidistas, que los partidos organizados en torno a la defensa de sus intereses y prerrogativas.
Que hay más idea de país y más credibilidad en los discursos de José Woldenberg, José Ramón Cosío y Lorenzo Córdova, que en las plataformas y spots de los partidos políticos opositores.
Y, finalmente, que en el ocaso del sexenio de López Obrador se mantiene la disputa entre dos visiones distintas de la democracia y sus instituciones.
Es muy sintomático: con una hora de diferencia, y en escenarios diametralmente distintos, antimorenistas y morenistas hablaron en nombre de la democracia, se dijeron promotores de ella y se reivindicaron, ambos bandos, como sus auténticos defensores.
“La democracia en México es el resultado de muchas luchas ciudadanas que costaron esfuerzo, dedicación y en algunas ocasiones hasta sangre. La democracia se consiguió gracias a la apuesta que hicieron varias generaciones de mexicanas y mexicanos”, dijo Lorenzo Córdova en el Zócalo.
“Nuestro movimiento defiende la democracia como el gobierno del pueblo para el pueblo y por el pueblo, así como la participación activa de la sociedad”, expuso Claudia Sheinbaum en su registro como candidata presidencial en el INE.
“Estamos aquí reunidos para defender a la democracia y para decirle NO a toda propuesta que busque desmantelar las conquistas que en ese sentido hemos alcanzado”, lanzó Córdova.
“Resulta importante, y más aquí en este recinto, señalar la falsedad e hipocresía de aquellos que hablan o marchan por la democracia, cuando en su momento promovieron fraudes o nunca vieron la compra de votos o se les olvidó respetar a los pueblos indígenas”, reviró Sheinbaum.
Es interesante el intercambio, pero muy significativo que éste no sea entre las dos candidatas que realmente disputarán la Presidencia de la República en los comicios del 2 de junio, sino entre la aspirante del régimen y el ex presidente del INE, quien hasta hace menos de un año estaba en el cargo.
Cierto, la marcha en defensa de la democracia fue un éxito y demostró que la ciudadanía ha rebasado a los partidos políticos que, una y otra vez, nos han defraudado.
Nueva paradoja: los ciudadanos hartos de los partidos salieron a defender un sistema electoral diseñado, cooptado y corrompido por esos partidos.
Es como escribió Paula Sofía Vázquez @pauletta_sofia en su ingenioso cartel con el que acudió al Zócalo: “quiero mantener mi derecho a elegir libremente quién me decepciona cada elección”.
Cierto, la marcha de ayer rebasó las expectativas de los escépticos (yo entre ellos), de las autoridades, del oficialismo y de los propios organizadores.
La marcha deja el listón muy alto a los partidos políticos de una y otra coalición de cara al arranque de campaña de las candidatas: no sólo por haber llenado la plancha del Zócalo (los partidos, sobre todo los del oficialismo, tienen recursos y estrategias para movilizar a cientos de miles), sino por haberlo hecho sin ofensivos operativos de acarreo ni el gasto excesivo de recursos públicos.
Otro síntoma de su éxito es que la manifestación orilló a Claudia Sheinbaum y al presidente López Obrador a fijar postura, descalificando una vez más a quienes no militan en la “cuarta transformación”.
Las vallas metálicas resguardando el Palacio Nacional desde la mañana del viernes, el hecho de que se haya ordenado no izar la bandera en el asta de la Plaza de la Constitución y la declaración del presidente, diciendo que esa manifestación “fue en defensa de los ricos, oligarcas y corruptos”, son señales claras de que al oficialismo le duele que haya una oposición organizada en su contra.
Una señal más de triunfo de quienes fueron a la marcha: el afán de los voceros oficiales y oficiosos de la 4T para tratar de minimizar la manifestación.
La incógnita es ¿qué sigue después de esto?
¿Cómo harán los partidos, que ya le dieron la espalda a la marea rosa en la definición de sus candidaturas, para canalizar esa energía antilopezobradorista y convertirla en votos a favor de sus candidatas y candidatos?
La gran duda es si Xóchitl Gálvez y los partidos que la postulan lograrán capitalizar ese músculo ciudadano; si la marea rosa crece e impulsa a la candidata opositora, o si pierde fuerza hasta convertirse en resaca.
Periodista desde 1993. Estudió Comunicación en la UNAM y Periodismo en el Máster de El País. Trabajó en Reforma 25 años como reportero y editor de Enfoque y Revista R. Es maestro en la UNAM y la Ibero. Iba a fundar una banda de rock progresivo, pero el periodismo y la política se interpusieron en el camino. Analista político. Subdirector de información en el medio Animal Político.
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