Diego de Ordaz fue tan ambicioso y aventurado como muchos de los conquistadores que llegaron a América. Pero una de sus hazañas lo volvió célebre, fue el primer europeo en subir al Popocatépetl.
José Ignacio De Alba
En 1519, mientras los conquistadores se abrían paso hacia Tenochitlán, el corazón del imperio mexica, se encontraron con un espectáculo natural sobrecogedor. En la sierra nevada donde principia el Valle de Anáhuac vieron que el volcán Popocatéptl hacía tremebundas erupciones. La salida de material incandescente prendía la noche de rojo, desde Tlaxcala vieron con temor y curiosidad al coloso. Sólo a un loco se le ocurrió escalar aquello.
Diego de Ordaz, era de los conquistadores más curtidos en trampas y guerras. Era valeroso hasta la locura. Había participado en varias campañas antes de unirse al pequeño ejército de Hernán Cortés que se adentró a México. La primera que se le conoce fue en el Urabá, donde peleó junto con el gobernador Alonso de Ojeda. Ahí fueron derrotados por los nativos de Turbaco en 1510.
Ese mismo año Ordaz participó en la conquista de Cuba, junto a Diego Velázquez. Pero el viaje que le daría fama sería el de México donde fue uno de los capitanes de Cortés. En Centla, Tabasco, hizo méritos en la lucha contra los mayas. Para su rango era un hombre raro, “no era hombre de a caballo” explica el cronista Bernal Días Del Castillo. Más andaba con los ballesteros y escopeteros a la hora de la batalla.
Sobre su apariencia física Díaz del Castillo lo describe: “Fue esforzado y de buenos consejos; era de buena estatura e membrudo, e tenía el rostro muy robusto e la barba algo prieta e no mucha; en la habla no acertaba bien a pronunciar algunas palabras, sino algo trabajoso; era franco e de buena conversación”.
El relato de la expedición al Popocatépetl sólo existe gracias Díaz Del Castillo quien dio escuetos detalles de la aventura. Cuenta que en 1519 la expedición que estaba a algunos días de llegar a Tenochtitlán se admiró de la exhalaciones volcánicas del Popocatépetl. “de Ordáz tomóle codicia de ir a ver qué cosa era, y demandó licencia a nuestro general para subir en él, la cual licencia le dio, y aún de hecho se lo mandó”.
La expedición comandada por Ordaz se integró de dos soldados españoles, cuyos nombres no sabemos. También de varios indios de Huejotzingo. Los nativos aconsejaron desde un principio que no subieran al Popocatépetl, algunos hombres principales los acompañaron hasta unos adoratorios a las faldas del volcán, los de Huejotzingo le temieron a los rugidos de la montaña humeante y a la mitad del ascenso dejaron a los tres europeos por su cuenta.
La escalada debió ser helada, en el siglo XVI la nieve alcanzaba la parte baja del volcán. Por aquellos años la actividad volcánica estaba muy viva, Fray Bernardino de Sahagún lo describió “Hay un monte muy alto que está cerca de la provincia de Chalco, que se llama Popocatépetl, quiere decir monte que humea, es monte muy monstruoso de ver”.
Por su parte Cortés daba cuenta a la corona de aquel coloso en las tierras descubiertas “tan grande bulto de humo como una casa, y sube encima de la sierra, hasta las nubes, tan derecho como una vira; que según parece, es tanta la fuerza con que sale, que aunque arriba en la sierra anda siempre muy recio viento, no lo puede torcer”.
El ascenso hasta los más de 5 mil 400 metros debió durar varios días. Por la narración de Díaz del Castillo se sabe que en un punto de la escalada las erupciones volcánicas fueron tan violentas que los escaladores tuvieron que refugiarse. Sobre ellos caían rocas incandescentes, ceniza y avalanchas provocadas por los temblores.
Seguramente entre las provisiones llevaron tortillas y comida provista en los pueblos cercanos. Se desconocen los detalles sobre el equipamiento que llevaron, casi con seguridad armaduras de caballeros medievales. Ataviados con pesados hierros y armados por si había necesidad de enfrentar a algún enemigo. Con suerte alguna manta.
Si lograron la hazaña es tema de debate, las limitaciones técnicas parecen demasiado grandes. Pero en el siglo XVI la fe y el heroísmo lograban cosas disparatadas, como cruzar océanos y descubrir continentes.
Díaz Del Castillo no duda la versión de los montañistas quienes relatan que llegaron hasta la ardiente boca del volcán, en medio de un frío glacial. Pero lo más impresionante de la expedición es que desde aquella altura alcanzaron a divisar México-Tenochtitlán. El trio de soldados fueron los primeros europeos en ver la capital mexica. El paisaje que vieron debió ser alucinante.
Cuando los expedicionarios volvieron con Cortés llevaron a la tropa un pedazo de hielo como prueba de sus peripecias. Se les tuvo por muy atrevidos. Años después de Ordaz reclamó favores a la corona gracias a su mérito, incluso como parte de su recompensa se le permitió utilizar la imagen del volcán en su escudo de armas.
Más allá de la heroicidad del hecho, el ascenso sirvió para trazar rutas que permitieran llegar más fácil a Tenochtitlán, también el volcán se convirtió en una fuente importante de azufre para la elaboración de pólvora.
De Ordaz participó en la toma de México Tenochtitlán, sus méritos le fueron reconocidos. Pero su ambición por el oro lo embarcó en expediciones en Sudamérica. También se convirtió en el primer europeo en remontar el rio Orinoco en busca de El Dorado, la ciudad hecha de oro.
El conquistador murió en 1532 cuando viajaba de regreso a España para reclamar parte de sus descubrimientos. Su cuerpo fue echado al mar Atlántico.
Cronista interesado en la historia y autor de la columna Cartohistoria que se publica en Pie de Página, medio del que es reportero fundador. Desde 2014 ha recorrido el país para contar historias de desigualdad, despojo y sobre víctimas de la violencia derivada del conflicto armado interno. Integrante de los equipos ganadores del Premio Nacional Rostros de la Discriminación (2016); Premio Gabriel García Márquez (2017); y el Premio Nacional de Periodismo (2019).
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