Jóvenes indígenas registran con sus celulares las arduas jornadas de trabajo y las condiciones infrahumanas y de semiesclavitud en que viven en sembradíos del territorio mexicano. Éstos son los diarios de campo de jóvenes jornaleros indígenas
Texto: Centro de derechos humanos de la Montaña, Tlachinollan para la Alianza Campo Justo
En los campamentos de la semiesclavitud los jóvenes indígenas registran con sus celulares las arduas jornadas de trabajo y las condiciones infrahumanas en que viven. Comparten las imágenes con los amigos y las amigas para no perder contacto con la gente del terruño. Es un intercambio de información que puede resultar banal; sin embargo, cada imagen es muy valiosa porque nos detalla las actividades que realizan. Se constata cómo las mujeres desempeñan trabajos pesados al igual que los hombres. También se corrobora que en algunos campos agrícolas los niños y niñas trabajan. Nos muestran cómo recolectan los vegetales y cuántos bultos o arpillas cargan sobre sus hombros. Es un reporte gráfico de la sobreexplotación que diariamente realizan los empresarios agrícolas que actúan como encomenderos en tiempos de la colonia.
Ninguna autoridad vela por los derechos de los trabajadores agrícolas que a nivel nacional son más de 2 millones. No hacen inspecciones en los campos, y lo peor de todo es que no cuentan con un registro confiable de los dueños que operan estos ranchos en la república mexicana. Las imágenes que los trabajadores jornaleros suben al Facebook son reportajes muy valiosos, que nos muestran todas las irregularidades que padecen cotidianamente y que los funcionarios de la Secretaría del Trabajo no se dan por enterados.
El acompañamiento que hacemos como defensoras y defensores de derechos humanos es insuficiente porque se requiere contar con datos fidedignos en los campos agrícolas. Además de que es difícil acceder a estos lugares. Es una tarea imposible documentar las violaciones a sus derechos como trabajadores.
Ha sido una enseñanza muy grata conocer los diarios de campo que varios jornaleros y jornaleras elaboran en sus pocas horas de descanso. Son reportes muy significativos porque nos narran a su manera los problemas que enfrentan. Es admirable el esfuerzo que hacen para denunciar los atropellos a sus derechos. De manera testimonial nos describen lo que sucede dentro de los campos. Consideramos que es muy importante difundir lo que ellos y ellas escriben porque sus palabras son más potentes y tienen mucha credibilidad.
Retomamos y adaptamos algunos reportes que son muy representativos porque en ellos vemos reflejados los tratos discriminatorios, la sobreexplotación laboral, el abuso contra las mujeres, el miedo que existe para denunciar y reclamar sus derechos. Es una descripción hecha con el dolor y el sufrimiento que les impide ver el futuro con esperanza.
Aquí cultivamos y cosechamos verduras chinas. En este campo hay cinco variedades: cebollín chino que por caja nos pagan 27 pesos, el shanghai normal a 22 pesos; achoy hoja, 10 pesos la caja; chícharo hoja a 35 pesos la caja y el gaylan, que no lo trabajamos en esta temporada. Empezamos a hacer los cortes a las siete y media de la mañana y terminamos hasta las seis y media de la tarde.
En este lugar, los dueños son chinos y nos tratan muy mal. Cuando alguno de los compañeros les reclama por el mal trato que recibe, de inmediato lo corren del campo. Si un compañero toma un día de descanso, lo obligan a descansar tres días como castigo sin que reciba su sueldo. Para ir a Dolores Hidalgo, tenemos que solicitar un folio un día antes para que pueda ser autorizado por el dueño de la agrícola. Si no lo hacemos, de regreso al albergue ya no nos dejan entrar y, además, nos cobran una multa de 200 pesos.
Sobre la atención médica que recibimos no nos ayuda mucho, sobre todo para las señoras embarazadas. Cuando se sienten mal no les dan el servicio de traslado al hospital. Para ir a Dolores Hidalgo, tienen que pedir la autorización del chino. Si no lo hacen no pueden salir y la mamá pierde su cita médica. Aquí en el rancho el médico que fue contratado por la agrícola hace negocio redondo con las mujeres, porque el día del parto, las manda con otros médicos sin que les expliquen el motivo. Hay varios casos de compañeras que les hacen una cesárea sin su consentimiento para luego cobrarles 40 mil pesos. Así pasó con dos compañeras. Con muchos trabajos pudieron pagar esa cantidad.
Otro problema que se presenta en el albergue del rancho el Ramillete es el servicio de gas. Cuando llegamos al campo nos prestan un tanque de 15 kilos para que podamos cocinar nuestros alimentos. Cuando se nos termina el gas nos cuesta 200 pesos para recargarlo y si llevamos el cilindro sucio nos cobran 50 pesos de multa.
Salimos cinco camiones de Ayotzinapa, municipio de Tlapa, el 9 y 10 de noviembre de 2021. Fuimos al rancho agrícola Jazmín al corte de hortalizas chinas. El dueño de este campo es el mismo dueño del rancho el Ramillete en el estado de Guanajuato. En este lugar somos más de 500 personas. Aquí el mayor problema son los mismos paisanos que trabajan como revisadores del campo. En lugar de ayudarnos apoyan al patrón. Aquí está Raúl Viterbo que es originario de Metlatonoc y es el coordinador de los revisadores. David es yerno de Raúl, también es revisador. Aquí están los hermanos Benito y Mateo Pantaleón que son del municipio de Chilapa, y Crescencio Marcos que es de nuestro pueblo de Ayotzinapa.
Ellos son los que se encargan de revisar los trabajos de la cosecha que realizamos en el campo. Tuvimos un problema por los maltratos que nos daban. Primero, nos obligan a trabajar más de 12 horas, de siete de la mañana a ocho de la noche. No decimos nada porque no queremos perder el trabajo. Como mujeres hemos pedido algunas horas de descanso para atender a nuestros hijos, pero Raúl en lugar de apoyarnos nos dice que nos va a despedir del trabajo. No permite que tengamos visitas familiares que vienen de otros campos. En la hora de la comida solamente los revisadores salen a comer puntualmente, mientras nosotras seguimos trabajando sin probar comida. Raúl, desde la sombra, manda mensajes por radio. Nos regaña y pide que nos apuremos a trabajar. No permite que vayamos con el patrón a quejarnos. Nos tienen amenazados, porque si decimos algo nos pueden correr.
Quiero informar que esta empresa nos está abandonando, porque tenemos que costear los gastos de atención médica cuando nos enfermamos. Yo me contagié de covid-19 y también mi esposa con mis dos hijos. Por la enfermedad ya no pudimos trabajar durante una semana. La empresa agrícola no quiso pagar los días que estuve enfermo en este 2022. Hay mucha gente que está contagiada y al patrón no le interesa que estemos enfermos. Lo que quiere es que pronto nos pongamos a trabajar. Esto pasa en el campamento El Vergel donde nadie se preocupa por nuestra salud. Tenemos miedo de hablar con los camperos porque en lugar de ayudarnos, nos acusan y nos vigilan, porque piensan que vamos a juntar a la gente. Les escribo esto que nos pasa porque es la única forma de pedir que nos apoyen, que sepan que en los campos sufrimos mucho.
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