17 agosto, 2020
Se cumplió un año de la emblemática protesta del glitter y decenas de mujeres decidieron salir del encierro de los últimos meses para recordarlo. ¿Qué sigue? Seis activistas, estudiantes y periodistas que han estado activas en el movimiento feminista nos comparten sus reflexiones
Texto y fotos: María Ruiz
CIUDAD DE MÉXICO.- Era agosto del 2019 y dos denuncias de abuso sexual policíaco en la capital del país encendieron la rabia. Muchas mujeres salieron a las calles, le lanzaron diamantina rosa al exjefe de la policía, Jesús Horta — hoy tiene una orden de aprehensión por el delito de desvío de recursos y compras irregulares—, incendiaron una estación de policía y una estación del Metrobús, pintaron el monumento emblemático de la Ciudad de México: La Victoria Alada de la Independencia.
El feminismo y las violencias machistas se volvieron presentes en las discusiones públicas; el movimiento creció sin freno hasta la protesta histórica del 8 y 9 de marzo de 2020. Primero llenaron las calles y luego las vaciaron.
Después, la pandemia de covid-19, que ha dejado más de 770 mil personas fallecidas y una crisis económica sin precedente en los últimos cien años, nos obligó a quedarnos en casa.
Pero el movimiento no desapareció. Seis mujeres que, desde distintos frentes, participan en el movimiento feminista, nos compartieron sus reflexiones en torno a estas preguntas:
¿Qué cambios ha tenido meses el movimiento feminista? ¿Hacia dónde van los feminismos mexicanos? ¿Cuáles han sido los aprendizajes que ha dejado el movimiento y cuáles son las fallas que tiene que corregir?
¿Cómo impacta la pandemia? ¿Qué sigue debiéndole el Estado a las mujeres? ¿Qué momento de las protestas te movió las entrañas?
Ver la furia de las anarcofeministas el 8M asombró a la periodista Laura Castellanos. Siguió a un grupo de ellas durante esta protesta histórica y escuchó a su lado como las mujeres corearon “¡Fuimos todas!” mientras realizaban destrozos en la calle de Madero:
“En el último año hemos visto el surgimiento de la cuarta ola feminista en México y su principal detonante han sido las violencias machistas: los feminicidios, las desapariciones contra niñas y mujeres, la negación al derecho al aborto libre y seguro. De agosto de 2019 a marzo de 2020 en el país vivimos la espiral más combativa de las luchas de las mujeres en la historia mexicana, principalmente a través de protestas en los espacios públicos y en planteles escolares, así como la toma de estos contra el acoso escolar. Su clímax fue la marcha del 8 de marzo de 2020, siendo la más multitudinaria en la historia del país, y el paro de labores del 9 de marzo, de carácter inédito. Desafortunadamente luego vino la pandemia y, con ello, menguó la potencia de esa espiral combativa”, cuenta la periodista.
Laura Castellanos, periodista con una larga trayectoria en comunicar con perspectiva de género, observa que la pandemia puso al movimiento en una encrucijada: “Por un lado, mermó su fuerza e inmovilizó las protestas, por el otro, aumentó las violencias machistas contra las mujeres por razones de confinamiento”.
A pesar de esto estos meses ha observado sororidad:
“Claro que ha habido respuestas sororas desde el amplio movimiento de mujeres más la tormenta aún no termina. Pero la respuesta multitudinaria que recién tuvo la manifestación en la Glorieta Insurgentes, me hace avizorar que resurgirá la combatividad antes expresada”.
Este domingo, un grupo de mujeres jóvenes marcharon de la Victoria Alada (no le llaman Ángel de a Independencia, como la mayoría de la gente en México, para reivindicar la mirada de género) a la Antimonumenta, en conmemoración de las marchas de agosto del 2019.
En la Glorieta de Insurgentes intervinieron una estatua con acción directa y cantaron al unísono Canción sin miedo de Vivir Quintanar, melodía que se ha vuelto casi un himno del movimiento. Para Castellanos fue un síntoma de que, a pesar de la pandemia, la combatividad de las marchas anteriores resurgirá.
Castellanos ve en el futuro de los feminismos de la cuarta ola “un proceso expansivo y de radicalización, con una mayor presencia indígena y afrodescendiente”. Y mira en la organización un potencializador:
“Los feminismos han mostrado una potencia histórica y asombrosa en el último año. Me sorprendente la multiplicidad de expresiones, posicionamientos, orígenes, y lugares del país donde ha brotado. Uno de sus desafíos es pasar de la protesta a la organización. Otro es trascender sus diferencias, grillas, y las pugnas en las redes sociales, para fortalecer la lucha por las causas comunes. Y no olvidar, como dice Laura Rita Segato, que el enemigo común es el orden patriarcal”
«Los momentos que más me han pegado (de las protestas feministas) los viví en Neza. Cuanto pusieron la Antimonumenta. Estábamos esperando y las familias reunieron fruta y agua y nos las empezaron a repartir. En el 8M las mamás que buscan a sus desaparecidas empezaron con rituales y rezos; Mostraron la búsqueda de justicia desde el amor y los cuidados; Las acciones intimas son las que más me han impactado», cuenta una de las integrantes del colectivo de Mujeres Organizadas de la Facultad de Filosofía y Letras ( MOFFyL)
Las Mujeres Organizadas mantuvieron un paro separatista, junto a otras facultades de su universidad, durante varios meses del 2019, hasta que se declaró la emergencia en México por el nuevo Coronavirus. Su red de paros son únicos en la historia.
«Tuvimos mucho apoyo por parte de mujeres que tuvieron el antecedente de la protesta de hace un año. Esa fuerza que se vio en esa ocasión pudo hacer que conectaramos con otras» cuenta una la parista.
Dejar el paro es un luto al que se enfrentaron durante esta pandemia pero encontraron formas de seguir la lucha a la distancia: «Me parece muy importante que en estos meses, que hemos estado alejadas físicamente, aún así contamos con esas redes que hicimos, ¿cómo hacer que esas redes no desaparezcan?»
«Nosotras salimos de un proceso muy fuerte, nos costó mucho trabajo volver a retomar nuestras vidas fuera de la toma. Con la pandemia el movimiento relacionó la violencia de género con otros temas, como con la precariedad. Las redes nos han ayudado a empezar a ver a esos lados»
Cuenta que aunque parece que no están tan activas sí lo han estado. Siguen en contacto con otros planteles, tienen diálogos y a pesar de no ser espacios públicos, son espacios para pensarse y pensar en conjunto.
El separatismo en las protestas desencadenó una discusión entre diversos sectores feministas respecto a las comunidades trans. Hay un sector del feminismo que considera a las mujeres trans y a les trans parte de la lucha; hay otro sector que ni siquiera las considera mujeres. Este es un debate que ha generado divisiones entre el movimiento.
Para la parista de «filos» los cambios, más que en las calles, los observa en las reflexiones, personales y colectivas:
«No ha cambiado la forma de protestar pero sí la forma en la que una se posiciona y cómo se reflexiona desde su feminismo y su lucha. Quiero creer que va hacia una apertura al debate. Esa misma apertura va a permitir observar la diversidad de feminismos y luchas de mujeres que hay»
Un camino para avanzar con la lucha, a pesar de las diferencias, lo ve en establecer metas a corto y largo plazo:
«Hay cosas que hemos leído, hablado y debatido, pero a la vez es muy difícil bajarlos a algo más. Es un reto, y uno muy grande. De todo esto, ¿qué vamos a poder bajar en algo concreto?. Tiene que ver mucho desde dónde estamos luchando, pero también hacia donde queremos ir. Teniendo esas dos cosas presentes (podemos) cuestionar qué tanto encuentro podemos tener en posiciones muy distintas» reflexiona.
A Lulú Barrera, editora general del medio feminista Luchadoras, le mueven los abrazos de mujeres encapuchadas en las marchas. Después de las protestas del glitter, el medio que fundó fue blanco de diversas violencias digitales.
«Es cierto que hubo una gran oleada de odio en las redes sociales el año pasado. Una oleada que atacó a las mujeres, a colectivas feministas, que eran vocales durante las protestas. Pero después hubo un debate colectivo que puso en el ojo público la magnitud de la violencia y la magnitud de la falta de respuesta gubernamental que existe. Se logró colocar de manera muy poderosa que la violencia a las mujeres en México es intolerable y nada la justifica» señala.
Para la feminista la actual deuda del Estado es la escucha:
«Escuchar esa llamada de alerta. Los primeros movimientos feministas le apostaron a construir una estructura de Estado conformada por leyes, instituciones, presupuestos. Esos tres elementos son básicos para la igualdad de género. Hoy están siendo desmantelados. Tenemos un movimiento feminista joven, pujante en redes y calles, y tenemos un gobierno y un presidente que no le da prioridad a la vida de las mujeres ni en su discurso, ni en sus decisiones, ni en su visión de lo que es el desarrollo de este país».
A un año de las manifestaciones de agosto del 2019, Barrera reflexiona sobre el movimiento:
«Los feminismos en México están en un momento de definición muy importante en el que ser feminista no requiere que vengas de la academia, sino que tengas una vida atravesada por la violencia. Se ha perdido el estigma contra el feminismo. La marcha del 8M fue la primera marcha feminista a la que fueron muchas mujeres, no sólo jóvenes, de cuarenta o cincuenta años, que nunca habían ido a marchar justo por el estigma que había en contra de las movilizaciones de mujeres, no recientes, desde su generación. El feminismo ha roto el pacto patriarcal siempre ha sido de las mujeres «malas».
Ve que los feminismos mexicanos los están redefiniendo jóvenes porque lo toman en primera persona, no tienen miedo, sienten con seguridad que les toca ser libres y no quieren postergar la libertad. Tampoco esperan que el cambio vendrá del gobierno, lo están buscando con mano propia y lo harán posible.
Cuenta que el gran logro de los feminismos históricos ha sido cambiar la estructura del Estado pero que eso, incluyendo capacitar a funcionarios y funcionarias, no transforma mentalidades. Y eso sí lo están logrando las jóvenes:
«La oleada feminista actual, como está logrando posicionarse en espacios de opinión que pertenecen a las personas: las conversaciones en la familia, la conversación en Twitter, las personas que van platicando en el metro, las escuelas entre las niñas, van a lograr una mayor transformación de consciencia cultural»
Aunque pareciera que la pandemia detuvo al movimiento, Barrera cree que no hay forma de que algo lo frene:
«Es como piedras de río. En el sentido de que tú arrojas una piedra al río y hay eco, hay reverberación. Lo que pasa desde el 24 A en el 2016, con toda la movilización entorno al hashtag de “mi primer acoso”, el MeToo, con las marchas, con el 8M y el 9M, es que son olas de reverberación que no se pueden parar y cuyo capital organizativo, las vidas que han sido tocadas, las mujeres que se han conocido, va a seguir, con un potencial increíble,» comparte.
El gran reto del movimiento lo ve en superar las discusiones que causan divisiones:
«Una de las grandes fallas que tenemos hoy, y de los grandes retos, son las divisiones que pueden surgir de las diferentes formas de feminismos que se excluyen unos a otros. Toda la exclusión de las mujeres trans por parte de grupos feministas es una de las grandes debilidades que existen en algunos feminismos porque estamos regresando a pensar a las mujeres bajo una categoría esencialista, cuando lo primero que hace el feminismo histórico es decir: ‘no hay nada esencial en ser mujer, es una construcción social’. Las personas que excluyen a las mujeres trans del movimiento feminista les están volviendo a aplicar un examen biologicista y esencialista de su identidad como mujeres, y están diciendo que ser mujer no es una elección cuando en realidad, nosotras como feministas luchamos porque la existencia de las mujeres sea una elección. Tenemos que lograr superar esta discusión en la que estamos es uno de los más grandes retos que veo que existen hoy».
“Soy una simple activista. Todo es espontáneo”, contesta la manifestante que este domingo caminó encapuchada, y con un distintivo paliacate rojo al cuello, desde la Victoria Alada hasta la Antimonumenta. Para ella el sentido de su anarcofeminismo es generar conciencia:
“Este anarcofeminismo, no sabemos a dónde va, no hay dirigentes, somos autoconvocadas, la mayoría ni siquiera nos hemos visto sin capucha. ¿A dónde va? A seguir poniendo el dedo en la llaga para tocar la conciencia de la sociedad y de las autoridades, en la problemática de la misoginia institucional de este país” cuenta.
—¿Qué han aprendido?
—Nos hemos hermanado, acercado más y nos hemos hecho más conscientes y más valientes porque cada manifestación es poner el cuerpo en peligro.
—¿Qué le debe el Estado a las mujeres?
—No sólo el Estado le debe a las mujeres, la sociedad, nuestros padres, hermanos, amigos, maestros. La deuda hacia las mujeres es una deuda milenaria y desproporcionada.
Otra de las manifestantes que estuvo presente este domingo comparte sus aprendizajes y deseos:
«El feminismo está tomando mucho poder, puede que más mujeres se unan a la lucha. Esperamos que el gobierno nos tome en cuenta, que estamos enojadas», responde.
Sus aprendizajes y fallas considera que son colectivas:
«Aprendizaje: el cuidarnos entre mujeres. En fallas… hablando respecto al movimiento feminista… apoyar a más mujeres, llegar a más mujeres que todavía desconocen el movimiento feminista podría ser un gran cambio para nosotras»
Araceli Buendía es voluntaria de la Brigada Humanitaria Marabunta. Ha cuidado las protestas feministas de agosto a agosto y ve una gran fuerza en ellas:
“Es especial participar en estas manifestaciones, me da gusto que no tengan miedo, que puedan gritar como lo hacen, porque por lo menos deberíamos tener derecho a hacer catarsis. Las veo con mucha fuerza, creo que se va a lograr romper con muchos estereotipos machistas. Lo único que creo que hace falta es que se unan más los colectivos feministas porque de repente va cada quien va por lo suyo, por su lucha y no se unifica, creo que se unificaran avanzarían más rápido y sería más fuerte” expresa.
Las deudas que cree que el Estado tiene con las mujeres las ve desde antes de las protestas:
“Les debe quitar ese estigma de que son violentas nada más. Nosotros (Marabunta) decimos: cuando una persona decide salir a marchar es porque ya pasó por todo un proceso de denuncia en el que en lugar de ser escuchadas, las revictimizaron. Si desde el inicio, que se atreven a denunciar, se les diera solución, no llegaríamos a la manifestación, pero no hay. Esto es lo que les queda, aunque sea para hacer catarsis”
¿Cómo podría potencializarse el movimiento? Buendía cree que en la organización:
“La planificación (en las marchas). Cuando termine, saber por donde vamos a salir, por donde vamos a caminar. Creo que es organización lo que hace falta para tener mejores resultados”.
Este domingo, los agentes policíacos se apegaron al nuevo plan para marchas de la Ciudad de México presentado a principios de mes. Este año, la contención policiaca de las manifestaciones feministas fue más dura.
Durante esta última manifestación se registraron lesiones, un traslado de ambulancia de una de ellas y varias crisis de ansiedad. Miguel Barrera, compañero de Araceli Buendía en la Brigada Marabunta, explicó que los policías operaron de manera violenta, no se apegaron al protocolo, les robaron a las manifestantes y, a pesar de ser una protesta separatista, hubo hombres.
«No sólo hombres, también mujeres, se burlan de la dignidad de las chavas. Parece que preparan a los elementos con una sola mirada y no pueden tener criterio. Siguen operando con todos sus códigos, prepotentes, burlones. Nos preocupa mucho porque las chicas seguirán acá y se sigue acrecentando esta mirada de que son enemigas. No puede ser eso, son ciudadanas que tienen razones fuertes. La policía tiene que trabajar desde abajo, con concientización. Esos oficiales que no sienten nada al patear a una mujer no puede estar acá (en las manifestaciones) porque si no, un día van a matar a alguien», denuncia Barrera.
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