Para las comunidades agrupadas en la Asamblea Permanente de Pueblos de Morelos, la lucha del Caudillo del Sur, asesinado hace 100 años, continúa en la defensa de las tierras y el agua donde se dio la revolución zapatista, ahora amenazadas por diversos proyectos energéticos:“Zapata y su gente hicieron algo en su momento; ahora nos toca a nosotros”, dicen frente a Andrés Manuel López Obrador
Texto: Daliri Oropeza y Al-Dabi Olvera
Fotos: Daliri Oropeza
Villa de Ayala.- De negrísimos ojos rasgados y tupido bigote, cientos de campesinos muestran un desconcertante parecido al hombre que durante el siglo XX fue la inspiración de la resistencia campesina en México: Emiliano Zapata.
Al fondo se encuentra una gran lona con su caricatura y el escudo del nuevo gobierno izquierdista de México.
Y frente a la caricatura se encuentran jubilados, enfermeras, activistas.
Más al fondo se aprecian las cuarteaduras que causó el sismo del 19 de septiembre del 2017 en el Pabellón Zapata, recinto turístico ubicado dentro de un balneario de Anenecuilco, pequeño pueblo del estado de Morelos, epicentro de la lucha agrarista mexicana que se extendería por todo el sur de México y que formaría un autogobierno.
Zapata, inspirador de corridos, de leyendas, de movimientos sociales y hasta de una insurrección armada en el lejano Chiapas.
Zapata, el de películas, billetes, libros y festejos oficiales.
La visita del presidente Andrés Manuel López Obrador es para declarar 2019 el “Año de Zapata”, a propósito del centenario del asesinato del Caudillo del Sur, perpetuada por el coronel carrancista Jesús Guajardo el 10 de abril de 1919.
Y así transcurren discursos de diversos funcionarios del nuevo gobierno de izquierda partidista, al que le toca conmemorar a un caudillo que terminó desobedeciendo a todo gobierno. La multitud tiene expectativas. Hay aplausos y exigencias. El acto no está homologado. El público es un rompecabezas.
Diversas pancartas muestran que hay una serie de agravios heredados del gobierno perredista de Graco Ramírez y que todavía no son atendidos por la administración de Cuauhtémoc Blanco, quien recibe rechiflas y gritos de “¡traidor!”.
Así, la consigna “Zapata vive” de los movimientos sociales convive con la del hoy partido del poder: “Es un honor estar con Obrador”.
Conviven, pero su intensidad y entonación son distintas.
“Venimos a protestar”.
Para la Asamblea Permanente de los Pueblos de Morelos (APPM) es una oportunidad inmejorable para colocar su demanda que, como la de Zapata hace 100 años, tiene que ver con tierras y aguas.
La APPM surgió en 2014 y ha resistido diversos proyectos extractivos. Como organización exigen la cancelacióm del Proyecto Integral Morelos, que consiste en dos centrales termoeléctricas de ciclo combinado, un gasoducto y un acueducto. De acuerdo con la recomendación 03/2018 de la Comisión Nacional de Derechos Humanos, el conjunto de proyectos afectó ya a 21 municipios de los estados de Tlaxcala, Puebla y Morelos.
Ninguno de estos proyectos, impuestos por la Comisión Federal de Electricidad, fue consultado con las comunidades donde fueron impuestos. Sin embargo, mediante amparos y manifestaciones, los pueblos han logrado detener su funcionamiento.
Por eso aquí están, bajo sus pancartas que tapizan buena parte del escenario, esperando que las condiciones para ellos cambien.
Así toca el turno de hablar a Jorge Zapata, biznieto del general quien cobró notoriedad el pasado viernes 11 al regalar un sombrero al presidente y gritar “¡viva México, cabrones!”, en la conferencia matutina presidencial. Él también es opositor al funcionamiento de estos proyectos en los campos morelenses.
El biznieto de Zapata no dijo nada sobre la termoeléctrica en el Palacio Nacional aquel viernes. Esta vez hace lo contrario. Reclama al antiguo representante deportivo del gobernador Blanco y hoy jefe de su oficina, José Manuel Sanz, sus intenciones de continuar con el polémico proyecto: “lo guardé para tratarlo aquí delante de todo el campesinado de Ayala.”
Y así arranca:
“Mi abuelo, el general Zapata, luchó por tierra, libertad y agua, y esa agua siempre ha sido de los campesinos desde nuestros abuelos”.
Luego, lanza una petición que desborda consignas contenidas.
“Señor presidente, le pedimos aquí delante del pueblo de Ayala que usted se comprometa a clausurar definitivamente esa termoeléctrica. No queremos ya vivir en la zozobra de que va o no va. Queremos que usted aquí se comprometa a declarar clausurado ese proyecto de la termoeléctrica”.
Y el público: “¡Agua sí, termo no! ¡Zapata vive!”.
Después de una larga arenga sobre historia, programas sociales, becas, apoyos a la tercera edad y personas con discapacidad, el presidente aborda el problema:
“Retomo el planteamiento de la termoeléctrica: les pido un mes. Esa obra, que no se debió realizar, como aquí se mencionó, pero que se hizo por los intereses que dominaban anteriormente”.
Luego pregunta al público: “entonces, ¿qué tenemos que hacer?”
“¡Cancelarla!”.
El presidente no se encuentra en terreno enemigo; pero sí frente a comunidades agraviadas, frente a comunidades que han usado la memoria de Zapata no para su papelería, sellos o conferencias, sino como ejemplo de lucha. Aun así, decide irse por el tema del dinero:
“(Hay que) valorar lo que significa esa inversión, ¿la dejamos ahí tirada?”.
Algunos asistentes gritan: ¡sí!
En la primera fila se encuentran familiares de Zapata, entre ellos el campesino Benjamín Zapata Amaro, quien escucha con seriedad lo que dice el presidente.
“Por ejemplo, estoy pensando en voz alta, en un mes voy a dar mi punto de vista en definitivo, pero adelanto algo, ¿por qué no se cuida antes que nada el medio el medio ambiente?”
De nuevo: “sí”.
El sombrero de Benjamín se mueve de arriba a abajo.
Pero luego, Obrador da una vuelta de tuerca que causa resquemor: “Y que en el caso de que se resolviera que operara, que Ayala y todo Morelos pagara la mitad de la tarifa de energía eléctrica, por ejemplo”.
“¡No!”, resuena una voz de cientos.
Benjamin dicta serio un no rotundo, mientras observa al presidente manotear.
“O
Ayala, donde está la termoeléctrica nada y que los excedentes se
comercialicen a bajo precio en Morelos, pero no dejar una obra así”.
De nuevo, el público grita: “¡no, no!”.
Esta vez Benjamin grita “no” y alza su mano que agita de izquierda a derecha reiterando su posición.
“De todas formas, ofrezco que en un mes doy la respuesta”.
Un campesino alcanza a decir fuerte: “aquí te esperamos”.
“Es muy importante seguir con el legado de Emiliano Zapata, también la familia, pesa mucho el apellido. Zapata fue leal a su pueblo. Todo Morelos es Zapatista. Mi bisabuelo no fue traidor”, así habla en entrevista Benjamín Zapata.
Para el zapatismo es seguir sembrando maíz, pepino, jitomate, tomate:
“Que lo sepa López Obrador. No es sólo ser Zapatas. Es portarlo, sembrar y rendir homenaje”.
Anenecuiclo enfrentó durante décadas el robo de tierras a manos de la Hacienda del Hospital. Los campesinos nahuas recurrieron siempre a sus derechos con papeles en mano. También por decenas de años lucharon para comprobar su antigüedad como pueblos y su posesión de tierras.
Cien años después, varias comunidades de Ayala cuentan con amparos para defenderse de otra amenaza: el acueducto.
Obrador contó en su arenga que Emiliano Zapata confió en Francisco I. Madero, a quien López Obrador llama “un hombre bueno”. Dijo que al final hubo discrepancias entre ellos; sin embargo, Madero nunca cumplió con el reparto agrario debido a los sectores del viejo régimen incrustados en su gobierno. Finalmente Zapata terminó alzándose contra él, aunque el nuevo gobierno los coloca juntos en su logo.
Más de 100 años después de que se alzaron en armas por la tierra y las aguas, estos pueblos se encuentran, de nuevo, en punto decisivo. Por eso han venido.
“Como que no me gustó lo que dijo Obrador”, dice el campesino Gregorio Solís Medina: “¿cómo vamos a cambiar nuestra agua por un recibo de luz de 200 pesos?”.
Don Gregorio es de San Vicente de Juárez Las Piedras, un ejido de Ayala. Sus abuelos fueron muy cercanos a Emiliano Zapata, y a RefugioVega y Canuto Torres, asistentes personales del general. El pueblo de San Vicente de Juárez Las Piedras participó en la Revolución, pero también defendió su territorio de la autopista Siglo XXI que partiría a la mitad sus cultivos. Hoy su agua será afectada por la termoeléctrica.
“Lo que sí me gustó es que (López Obrador) lo dejó al pueblo: vamos a decidir”.
Cada 10 de abril, Gregorio y los integrantes de su ejido llevan una ofrenda floral al mausoleo de Tlaltizapan, donde se encuentra el cuerpo del general, el cual ha sido defendido por el pueblo ante diversos intentos de gobiernos priistas de llevárselo.
“Zapata y su gente hicieron algo en su momento; ahora nos toca a nosotros”.
Diversos integrantes de los pueblos morelenses en resistencia cuentan su historia:
Juan Jiménez Escobar, originario de Miacatlán, al sur de Cuernavaca, explica que su región cuenta con siete concesiones mineras que abarcan 16 mil hectáreas, dentro de las cuales se encuentra la zona arqueológica de Xochicalco.
Desde que se enteraron de la concesión, comunidades como Coatetelco, Alpuyeca y Micatlán organizaron el Movimiento Morelense Contra las Concesiones de Minería a Tajo Abierto. En octubre del 2018, pidieron al gobierno de Cuauhtémoc Blanco que intervenga para evitar que la empresa canadiense Álamos Gold comience la extracción de minerales.
El profesor Jorge Velázquez, de la comunidad de Amilcingo, denuncia que la imposición del gasoducto (de la empresa italiana Bonatti) parte del Plan Integral Morelos (PIM), el cual ha provocado división dentro de la comunidad mediante la creación de un grupo de choque de la Central Campesina Cardenista. Ahora la empresa insiste en colocar una escuela con aval y recurso del PIM.
“Sentimos que no ha cambiado nada desde la toma de protesta de Cuauhtémoc”, se lamenta.
Sin
embargo, el originario de Amilcingo, una comunidad que se ha declarado
su propia autonomía, dice: “creo que hemos sido congruentes con su lucha
(Zapata), que es la defensa de la Madre Tierra”.
Consultada aparte, Tía Ayala, integrante de Frentes Unidos en Defensa de Tepoztlán, cuenta que los montes de su pueblo son afectados por el proyecto de la Ampliación de La Pera-Cuautla, el cual daría conectividad al PIM.
Ayala también menciona que el nuevo gobierno “está poniendo en la mesa continuar con las obras”, por lo que, si bien existe un voto de confianza, las comunidades deben continuar con su organización.
“Nuestra historia se remonta a un presente vivo por la defensa de la tierra. Yo diría que esto es continuidad de lo que iniciaron en 1910. A veces se ve como si esa resistencia se hubiera acabado. Y creo que eso no ha pasado en Tepoztlán. Nuestra resistencia es continua. En ese sentido, el mejor homenaje a Zapata será seguir defendiendo la tierra”.
Al final, después de que se fue todo el apoyo obradorista, Gregorio y dos integrantes de la de la APPM visitan el campamento ubicado a la orilla del Río Cuautla, desde donde se ve el fluir de la corriente y el lugar donde la construcción del acueducto quedó interrumpida. Al lado del campamento se encuentran trabajadores que beben alcohol. Al levantarse, un trabajador blande un machete contra uno de los activistas en tono amenazante. Al lado de los trabajadores alcoholizados se encuentra un hombre que porta un chaleco de la Comisión Federal de Electricidad. Habla por radio.
“Recibieron un golpe duro”, dicen integrantes de la APPM: “Lo que pasó hoy deja en la balanza al Proyecto Integral Morelos”.
La termoeléctrica de Huexca es quizás más grande que el propio pueblo. Se encuentra parada, pero su construcción impone en medio de un campo lleno de milpas en donde se escuchan las aves y el viento.
La termoeléctrica de la CFE se encuentra a 20 minutos de la tierra de Zapata. Atrás quedan las grietas que dejó el sismo del 19 de septiembre en las paredes de Ayala y Cuautla. Pareciera que esas grietas dan testimonio de cómo el antiguo gobernador perredista, Graco Ramírez, dejó a la entidad: la clínica del IMSS destruida, empleados del ayuntamiento sin pensión, pueblos amenazados por la destrucción de su territorio, fosas clandestinas y crimen organizado.
En Huexca hoy es día de fiesta: chinelos, mole, misas, quema de toritos y colores en el centro.
Teresa Castellanos, habitante del pueblo, relata que en 2011 comenzaron a ver visitantes topógrafos. A partir de entonces su pueblo fue dividido y reprimido. En 2015 comenzaron las pruebas en la termoeléctrica: “los niños comenzaron a ser afectados. Como que se volvieron locos. Se peleaban”.
Hasta la periferia de Huexca se escucharon los 110 decibeles de ruido que hace la estación. Las pruebas duraron tres meses, suficientes para que quienes ahí viven constataran: “perdimos la audición”. Salía gas gris de las turbinas, “nos enfermamos de gripa por meses”. Las aguas con químicos contaminaron las barrancas de guayabos y papayos, “ya nació un niño con un solo ojo”.
La población opina que la termoeléctrica es una muerte lenta: “sería mejor que nos den un balazo”.
Y, a pesar de que la central termoeléctrica se encuentra detenida, los opositores temen que se reactive, especialmente después del sismo, ya que se encuentra en una zona volcánica. Castellanos tampoco está de acuerdo con una probable reducción de tarifas cambio del megaproyecto: “no queremos dinero ni luz, sino agua y que nos dejen libres”.
Reforma, libertad, justicia y ley: restitución de tierras, agua y montes, los puntos nodales del famoso Plan de Ayala promulgado por los zapatistas el 28 de noviembre de 1911 y actualizado después para desconocer a Madero, empatan un siglo después con la exigencia de respeto al agua del Río Cuautla, las tierras que peligran por el paso del gasoducto en diversos estados y la termoeléctrica impuesta en estos campos.
En su momento, Zapata reclamó a Madero: “Si no nos cumple, a usted y a mí nos va a llevar la chichicuilota”. Teresa Castellanos, de Huexca, dice: “Si en verdad quiere homenajear a Zapata, que respete su tierra y cancele la termoeléctrica”.
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“Este trabajo forma parte del proyecto Pie de Página, realizado por la Red de Periodistas de a Pie. Conoce más del proyecto aquí: https://piedepagina.mx«.
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