El problema que enfrentan los migrantes deportados es enorme cuando llegan a su país, a pesar que enviaron remesas que superaron lo obtenido por el petróleo, dice José Tinajero, quien después de vivir en Los Ángeles ahora se dedica a la carpintería con maderas de rehuso en la Ciudad de México
Texto: Kau Sirenio
Fotos: Duilio Rodriguez
Soy José Tinajero, en 2009 regresé de Los Ángeles, California donde estuve tres años. Cuando llegué a Estados Unidos me dediqué a la carpintería porque mis tíos dedican a eso y me consiguieron trabajo en el mismo taller. Así fue como empecé a trabajar la madera. Aprendí aplicar pintura y el barniz a los muebles.
Vivíamos en el sur de Los Ángeles y trabajábamos en el centro de la ciudad donde colocábamos los muebles, En California íbamos a todas partes. Siempre hay una espinita en la vida de uno, por eso me fui, porque allá vivían unos familiares, tenía un primo que tenía 10 años en Estados Unidos. Cuando venía de visita me platicaba de lo bien que le iba, en una ocasión me dijo que me llevaría en el siguiente viaje: “La próxima vez que venga te vas conmigo”.
Mi primo no regresó, así que mis tíos me preguntaron si quería irme con ellos. Les dije que sí y me ayudaron pagar el coyote para pasar de indocumentado.
Cuando me fui a Los Ángeles tenía 18 años. Me fui porque teníamos problemas económicos, sin embargo, regresé a México porque me sentía mal por mi familia. Allá estaba más cómodo, pero no hallaba una razón para seguir con mis tíos, la verdad, extrañaba mucho a mis papás.
Todo está muy padre, pero no todo es diversión, no siempre estábamos tranquilos, a veces veíamos las noticias en la televisión, escuchamos la reforma a la ley migratoria. Esto generaba mucha preocupación. En mi caso, el patrón con quien trabajaba es buena persona, nos llevábamos muy bien, pero había momentos en que se sentía diferencia, sobre todo en los días festivos, porque allá te decían ‘¿Querías sueño americano? Entonces trabájale’. Eso me deprimía mucho.
Cuando regresé a México tenía 21 años, no tuve problemas para trabajar porque antes de migrar a California, acá trabajaba todos los días, así que fue muy fácil retomar mi vida, tal vez porque regresé de nuevo al trabajo que tenía y con las mismas personas con que frecuentaba. Eso me ayudó mucho para volver a la vida normal en México.
Siempre es complicado encontrar un buen trabajo, y si lo encuentras es con los conocidos que te invitan a trabajar con ellos, para mi es común que pase esto. El único problema que tuve fue cuando quise tramitar mi credencial de elector porque extravié mis documentos en Los Ángeles.
Para hacer el trámite de matrícula consular les pedí a mis papás que me mandaron todos los documentos que me pidieron, pero en un descuido los perdí, esto me dificultó con el IFE en aquel entonces. Después de dar varias vueltas pude tener mi credencial, es tardado, pero lo conseguí y eso me permitió trabajar en una empresa de seguridad privada.
Dejé ese trabajo porque no me gustó, además, no cumplieron con lo que ofrecieron. La oferta era que a los tres meses te inscribían al Instituto Mexicano de Seguro Social (IMSS), pero esto no pasó. Para mí, es ilógico que una empresa de seguridad te asegure después de tres meses de servicio. Ellos lo plantearon como meses de prueba, pero no cumplieron, así que renuncié.
Después de renunciar la empresa no quería entregarme mis papeles, me los devolvieron después de que les dije que los iba a demandar. Así funcionan las cosas en México, si no les exiges no te hacen caso. A la oficina iban todos los días tres chavos a reclamar sus documentos, pero no les hacían caso, solo les daban a las personas que les gritaban.
La mayoría de las empresas de seguridad privada son así, te ofrecen un trabajo de tres meses de prueba con la promesa que después te van a dar el seguro, pero nunca cumplen, por eso me salí de ahí, después me ofrecieron una camioneta para levantar desperdicio industrial. Ahí me di cuenta que la gente tira mucha madera.
Cada que recogíamos basura en la ciudad con mis amigos veíamos que a nadie le importa la madera, así empecé a juntarla para darle nuevo uso. Luego montamos un pequeño taller para fabricar muebles con madera recuperables. Hasta ahora, a la gente le ha gustado el trabajo que hago.
Ahora me dedico a la carpintería. Me gusta hacerlo porque evito la tala inmoderada de los árboles que está muy de moda.
El trabajo de concientización no es sencillo. Cuando empezábamos a recuperar la madera los primeros consumidores fueron los amigos y vecinos los que empezaron a pedir muebles por encargo. Después empecé a subir fotos en el internet, fue ahí cuando conocí al colectivo de Deportados Unidos en la Lucha y a Ana Laura López. Le platiqué lo que hago y me dio ideas para mejorar mi carpintería.
Ella habla de madera recuperable porque se oye feo decir madera de desperdicio. Además, empezamos a trabajar con la gente para crear conciencia de como reutilizar la madera. Desde que trabajamos con DUL diseñamos varios proyectos sobre medio.
Tengo clientes en toda la Ciudad de México. Además, participo en las actividades de Deportados Unidos, cuando tengo tiempo acompaño a los compañeros a dar pláticas en las universidades, a veces me toca hablar sobre el cuidado del medioambiente desde la recuperación de la madera.
Antes de la pandemia fuimos a la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM- Cuajimalpa). Ana Laura habló de migración, que por cierto es un problema nada sencillo, son problemas que padecemos todos los mexicanos. ¿Quién no tienen un familiar cercano o un amigo deportado o retornado?, la historia de una persona que era fuente de ingresos familiar en México, pero de repente lo deportan y se corta toda la relación familiar con los que se quedan en Estados Unidos.
El problema que enfrentan los migrantes deportados es enorme cuando llegan a su país, a pesar que enviaron remesas que superaron lo obtenido por el petróleo. Muchos compañeros se metieron al río Bravo, otras personas caminaron en el desierto para llegar a Estados Unidos. Y esto es para mexicanos que parece que lo tienen fácil, pero los hondureños y guatemaltecos cruzan México, a pesar del lenguaje de odio que hay en contra de los migrantes.
Cuando estaba allá decía ‘¿para qué regreso a México, si aquí hay 11 millones que no quieren regresar?’ Hay tanta personas que quieren cruzar la frontera.
Cuando regresé a México hasta fiesta me hicieron, mi familia estaba muy felices. Tengo la fortuna que no pasé lo mismo que otras personas que regresaron después de 20 años, ya no están a sus papas o algún familiar.
Ahora tengo 32 años, vivo bien con mis papás, porque no quise esperar pasar una historia triste, me puse a pensar por los que se fueron hace muchos años. La verdad, el trabajo en Estados Unidos te absorbe el tiempo, allá estas muy cómodo, no quieres regresar porque tienes miedo de quedarte sin los dólares. A pesar de todo esto, con esta pandemia muchos paisanos regresaron en cenizas.
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