Antes de la pandemia las infancias jornaleras tenían acceso a un sistema educativo que les permitía incorporarse después de la pizca, al volver a su comunidad. Durante el confinamiento estos espacios han cerrado y los niños se inscribieron al sistema educativo formal, fracturando así familias, que migraban tradicionalmente juntas
Por CAMINOS, Centro de Acompañamiento a Migrantes A.C. (Oaxaca)*
Oaxaca ha sido por años uno de los principales estados con alta migración jornalera agrícola a los estados del norte del país y Estados Unidos.
Durante el tiempo que hemos estado trabajando en la región hemos documentado y atestiguado las diferentes dificultades a las que se enfrentan las personas jornaleras agrícolas por el sólo hecho de su condición de movilidad, aunado a esto se suma el cierre de los centros educativos de preescolar y primaria especializados en atender a niñez migrante jornalera, parte del Programa para la Inclusión y Equidad Educativa (PIEE).
A diferencia de otros estados, las migraciones jornaleras oaxaqueñas se caracterizan por hacerse en familia. Cada año cientos de niños y niñas viajan con sus familias a los campos agrícolas del norte del país para la cosecha de tomate, fresa, chile, uva, entre otros. En el lugar de destino, una parte de ellos/as continúa su educación en escuelas para infancias migrantes y al volver a sus comunidades de origen se reintegraban a algunos de los 47 centros educativos con ciclos escolares no convencionales, es decir, era posible integrarse a clases al momento de retornar a la comunidad siendo esta la única posibilidad de continuar sus estudios interrumpidos por los constantes ciclos migratorios.
No obstante, durante la pandemia por COVID-19 algunos/as maestros/as de las escuelas para infancias jornaleras entregaron las llaves de las instalaciones a las autoridades comunitarias, como muestra de su cierre definitivo. Ante tal situación, la gran mayoría de familias jornaleras tomaron la decisión de inscribir a sus hijos a las escuelas convencionales, ocasionando esto una fragmentación familiar, ya que estas escuelas no permiten interrumpir el ciclo escolar, y algunos padres continuaron migrando.
Las irregularidades alrededor de las escuelas para infancias jornaleras no son recientes, sin embargo, al momento de pasar el PIEE al orden estatal se acrecentaron aún más, los contratos laborales sólo eran por seis meses y actualmente sin renovar, los acuerdos eran verbales y los pagos en efectivo. Las escuelas nunca contaron con clave de registro; no hay claridad de la institución a la que están adscritas, ahora dependen de la Unidad de Educación Indígena, pero sin tener claridad de quién es la responsabilidad del cierre de las escuelas migrantes.
Para las niñas y niños no ha sido fácil esta transición, pues las escuelas convencionales no están diseñadas para reconocer los conocimientos y saberes que las infancias jornaleras tienen a partir de sus identidades como migrantes y como pueblos originarios, aspectos que los otros centros educativos sí contemplaban.
Asimismo, hemos constatado que, por primera vez en generaciones, jefes de familia (la mayoría hombres) viajaron solos y mujeres y niños/as se quedaron en las comunidades. Tanto el cierre de las escuelas como la separación familiar al migrar, ha golpeado especialmente a las mujeres, quienes se han visto obligadas a asumir dobles o triples jornadas laborales en la comunidad, entre ellas las tareas domésticas y de cuidado familiar, así como ir por leña, hacerse cargo de las siembras para autoconsumo, acarrear agua, criar a los animales, sin dejar de mencionar que muchas mujeres buscan un trabajo remunerado para subsistir durante la ausencia de la persona que migró.
Además, sin el acompañamiento y asesorías especializadas del profesorado experto en infancias jornaleras, todo el peso de las tareas escolares recae en las mujeres, la gran mayoría sin ningún tipo de estudio y sin dominar el español, lo que agrega más estrés y ansiedad a una situación de por sí ya difícil.
Las familias jornaleras son y fueron indispensables en los tiempos más críticos de la pandemia, sus necesidades son invisibles y no hay una respuesta del estado para atender la educación de las infancias jornaleras, que de por sí ha sido insuficiente en atenderla durante años.
*Organización integrante de la Red Nacional de Jornaleros y Jornaleras Agrícolas para la Alianza Campo Justo.
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