Hemos puesto la mirada sobre cómo impacta ambientalmente la guerra contra las drogas. En esta columna narramos los hallazgos
Por: Vist Projects / @vistprojects
Los gobiernos del mundo gastan cien mil millones de dólares al año en políticas prohibicionistas. Un cuarto del total es el presupuesto de Estados Unidos para el combate contra las drogas en América Latina. Pero la ‘guerra contra las drogas’ fracasó y la prueba son las cientos de miles de víctimas fatales, los desaparecidos, las cárceles saturadas con campesinos, campesinas, vendedores al menudeo y consumidores de sustancias. A más de medio siglo de que Richard Nixon impulsara la estrategia de la guerra (1971), hay más de trescientos millones de consumidores de sustancias ilegales en el planeta. Es momento de contar otras historias.
La Secretaría de Cultura del Gobierno de México, a través del Centro de la Imagen (Ciudad de México), presenta la muestra DPV (Drogas, políticas y violencias). ‘La guerra fallida’ es un proyecto multimedia sobre las políticas de drogas y sus consecuencias en América Latina, bajo la coordinación y curaduría de Claudi Carreras. Es el resultado de una investigación multiplataforma dirigida por Fundación VIST.
Proponemos una nueva mirada sobre las políticas de drogas, buscamos tender puentes para comprender los distintos fenómenos que se dan a lo largo de la cadena de producción y consumo de drogas. Fomentamos diálogos creativos entre investigadores, líderes de opinión, agentes culturales y la sociedad civil. Fotógrafos, artistas, periodistas, escritores y científicos se suman para construir una narrativa distinta al discurso dominante.
El proyecto DVP es una iniciativa que cuenta con apoyo de Open Society, Fundación Gabo y Casa Amèrica Catalunya. Generamos relatos profundos para encontrar nuevos sentidos. Cambiamos el punto de vista. Se trata de formular preguntas nuevas para obtener respuestas diferentes sobre sustancias que suelen estar más rodeadas de mitos que de saberes. En esta muestra trabajamos sobre tres sustancias: marihuana, coca y amapola. Y sus derivados.
Por eso hemos puesto la mirada sobre cómo impacta ambientalmente la guerra contra las drogas. Gena Steffens pasó mucho tiempo en Guaviare, al sur de Colombia y al borde de la selva amazónica. Consiguió montarse en los helicópteros que llevan tropas a puntos de la selva, y aprovechó para fotografiar desde el aire los patrones de deforestación.
El artista mexicano Yael Martínez, que enfrentó la desaparición de tres familiares, buscó formas de retratar la violencia en la cotidianeidad del estado de Guerrero. ¿Cómo retratar la dulzura de los pétalos de la amapola y, a la vez, la cantidad de poros por los que puede entrar la violencia en uno de los mayores productores de opio del mundo? Yael eligió el color rojo: rojo amapola, rojo sangre. En esas mismas montañas, Cesar Rodriguez encuentra familias enteras labrando la tierra: niños y niñas, personas adultas y ancianas. Para ellos este cultivo es un modo de subsistencia. “Lo que ganan es para sobrevivir, no para hacerse ricos”, cuenta el fotógrafo.
Jorge Panchoaga tomó una decisión: “No podemos condenar a la fotografía a que solo pueda ver el presente y lo que ven los ojos. Deberíamos permitirle imaginar el mundo”, afirmó y lo convirtió en obra. Fotógrafo colombiano, hijo de la mezcla entre una familia indígena y una urbana campesina imaginó mundos que no son ensoñaciones abstractas: sus trabajos van de la etnografía a la ciencia ficción, de la investigación histórica y la intervención en el debate público a la explotación de territorios oníricos. En la exposición pueden visitarse River Leaves, Amaplola, Saliva de pensamiento e Historia Natural del Silencio.
Tanto el artista visual y antropólogo argentino Nicolás Janowski con “Inteligencia de las flores” como los fotógrafos de Sub Cooperativa (Gisela Volá, Nicolás Pousthomis y Gerónimo Molina) se propusieron trabajar sobre el consumo de Cannabis. Janowski desarrolló una exploración plástica, sonora y fotográfica sobre la marihuana, su vínculo con las personas y el modo en que transforma las experiencias sensoriales. En el caso de la Cooperativa Sub, corrieron el foco de las imágenes habituales que se construyen en torno al consumo y exploraron composiciones de la cotidianeidad: un grupo de personas con ropa a la moda, singulares, riendo a carcajadas. Un hombre mirando al techo, con el torso desnudo, fit, con dinero. Un joven en un baño de inmersión entregado al placer.
Consumo Ilustrado, un proyecto hecho en colaboración con Dromónamos y El Surti, cuenta en formato gráfico historias íntimas: desde un médico que experimenta con diferentes sustancias, una comunicadora que usa LSD, una madre que usó heroína cuando perdió a su hijo hasta un funcionario público que vende marihuana en su tiempo libre. Se trata de poner el ojo cerca ahí en donde Nancy Reagan (ex primera dama de EEUU) proponía no observar y “Just Say No” (solo di no).
Santiago Carnero recorre la historia del “porro brasiguayo”, que inunda Sudamérica. Con ilustraciones de Robert Báez, el trabajo relata cómo pacientes, madres y padres, empresarios, agricultoras y científicas trabajan para que Paraguay regule el cultivo y el uso de la planta, para avanzar por un sendero posible: ser el mayor productor legal de América del Sur, generar ingresos públicos, mejorar la salud y dar trabajo con una planta que aquí casi crece sola.
Mientras la fotoperiodista Sara Aliaga y la politóloga Ara Goudsmit (ambas bolivianas) trabajaron junto a las mujeres cocaleras de una pequeña localidad cercana a La Paz, el brasilero Bruno Morais registró qué pasa en un paraíso natural de playas y surfistas cuando el turismo se va: territorios en disputa y problemas de todo tipo en relación con las drogas. Bruno se instaló en un bar donde se reúnen los pescadores y se hizo amigo de varios.
El valor de las drogas aumenta a medida que el producto se acerca a quienes compran para consumirlo. Cada kilo de goma de opio que los campesinos mexicanos venden a 780 dólares cuesta cincuenta mil dólares, una vez convertido en heroína y colocado en las principales ciudades de Estados Unidos. Cada kilo de cocaína o marihuana que sale de las zonas rurales puede multiplicar hasta quinientas veces su valor cuando llega a los consumidores finales. El grueso del dinero queda en manos de grupos criminales, blanqueadores, funcionarios y policías corruptos. El mayor porcentaje de esas ganancias se maneja desde los países de destino final.
Mientras tanto, Carlos Villalón siguió la ruta de la coca, desde la Cordillera de los Andes hasta Nueva York. Conoció a los Murui Muinai (que pueden oír a la planta en la Amazonía colombiana) y escuchó el llanto de las madres de jóvenes afro y latinos encerrados por microtráfico en cárceles de gestión privada. Publicó en 2019 el libro “Coca: la guerra perdida”.
Desde Ecuador, Johis Alarcón cuenta, en Ghetto Dreamers, las vivencias de dos mujeres privadas de la libertad por tráfico de marihuana. “El 30 por ciento de toda la población carcelaria está relacionada con delitos de drogas; son jóvenes entre los 19 y los 35 años, la mayoría obviamente son mulas, transportistas o microtraficantes”. Y tú, ¿cuánto tiempo pasarías en prisión, si te descubrieran? ¿Qué sucede si te detienen con marihuana en la calle? ¿Y si la policía sospecha que eres un dealer? Elige tu aventura, pero ten cuidado: aunque parezca un juego, el drama es real.
En el recorrido también encontrarán las crónicas policiales de mochileros en el segundo productor mundial de cocaína del mundo, por el peruano Max Cabello Orcasitas. Andrés Cardona, desde Colombia, cuenta historias sobre mujeres fuertes de la región del Guayabero: una joven nacida en medio del desplazamiento, una ex guerrillera que intenta curar a la población con los conocimientos médicos, una mujer que llora por la enfermedad mental de su hija. Sueñan con sembrar papaya, en lugar de coca. A través de un recorrido por los procesos de siembra, producción y comercialización de la hoja de coca, el también colombiano Charlie Cordero acerca a las cosmovisiones de los pueblos nasa y kogui alrededor de la planta.
Con el proyecto DPV intentamos aportar nuevas miradas que permitan desprendernos de los miedos que el sistema prohibicionista inculcó en nuestras sociedades para aprender que sí es posible vivir en paz con las drogas.
La exhibición se presentará en las salas del Centro de la Imagen del 10 de junio hasta el 12 septiembre de 2021 y contará con un amplio programa de actividades paralelas. Otra parte del proyecto se presentará en el espacio público: a partir del 17 de junio se podrá ver sobre la Avenida Reforma y durante el mes de julio en las Rejas de Chapultepec.
Dentro del programa de actividades de la exposición, de forma independiente, la productora Dromómanos que investiga y coordina proyectos periodísticos celebrará el DromoFest con invitados de más de 10 países. El encuentro digital se llevará a cabo los días 16 y 17 de junio de 2021 en su sitio web: dromofest.org.
Este trabajo fue publicado originalmente en Vist Projects, lo retomamos con permiso de los autores
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