“Tiene que haber alguien que recoja las grandes vidas pequeñas, ése es mi oficio, en eso me pierdo, en eso me voy a acabar y en eso quiero terminar mi vida, espero que sea muy larga”. En mayo de este año, me dijo: “creo que las calles son siempre los mejores escenarios”.
Por Évolet Aceves / @EvoletAceves
A Cristina Pacheco
Todo mexicano ha visto, al menos una vez en su vida, los programas televisivos de Cristina Pacheco: Conversando con Cristina Pacheco y/o Aquí nos tocó vivir, cuya icónica cortinilla, el intro del programa, es el “Mambo del Politécnico” del músico y compositor cubano-mexicano Dámaso Pérez Prado. En este programa, transmitido ininterrumpidamente desde 1978, la escritora y periodista Cristina Pacheco entrevista a personas dedicadas a los variados e interminables oficios de la ciudad.
Pacheco, a lo largo de las décadas, se ha convertido en la cronista de las personas de oficio de la ciudad de México. De sus entrevistas, como ella misma ha declarado, surgen muchas de sus historias. Este programa de televisión fue el primero y hasta el momento el único en el país declarado como patrimonio por la UNESCO bajo la categoría Memoria del Mundo en México.
También en Canal Once conducía Conversando con Cristina Pacheco, programa que se transmitió ininterrumpidamente todos los viernes por la noche desde 1997, en el que los invitados eran personas notables en las artes, la cultura, la ciencia y el deporte. El pasado 1 de diciembre, sorpresivamente, dio el anuncio de que el programa sería interrumpido, al menos de manera temporal, debido a graves problemas de salud.
Carlos Monsiváis fue quien presentó formalmente al poeta, ensayista, cuentista y columnista José Emilio Pacheco, con la cuentista, columnista y periodista cultural Cristina Romo Hernández, quien eventualmente adoptaría el apellido de Pacheco, su acompañante de vida, su eterno viajero. Monsiváis fue su contemporáneo e íntimo amigo de ambos.
Cristina cuenta que vio por vez primera a José Emilio cuando trabajó como secretaria en la Revista de la Universidad. Una noche él la acompañó a tomar el autobús, esa caminata de dos horas terminó por convertirse en la unión de dos mentes creativas, de dos escritores que compartirían sus días por el resto de sus vidas.
Recién unida con José Emilio, cuenta Cristina Pachecoque ella vendía calendarios en las calles para ayudarlo a él, quien trabajaba haciendo textos para cine, para la universidad y para la revista Sucesos; ella llevaba los textos a Sucesos y esperaba durante horas para recibir el pago correspondiente, 200 pesos cada lunes, mientras platicaba con el periodista Raúl Padilla, mejor conocido como Nikito Nipongo, quien recibía los escritos de José Emilio y quien gestionaba los respectivos pagos por los que esperaba Cristina.
A lo largo de estas horas, ella platicaba con Raúl Padilla, hasta que un día éste le propuso a Cristina escribir las historias que cada lunes le contaba, “conviértelos en cuentos”. Así fue como comenzó la columna Ayer y hoy en la revista Sucesos, en 1961, bajo el pseudónimo de Juan Ángel Real.
Revela Cristina Pacheco que Luis Buñuel llegó a interesarse en uno de esos cuentos, quiso llevarlos a la pantalla grande, pero al enterarse de que Juan Ángel Real era una mujer, descartó la idea de convertir el cuento en película.
Recurrió al pseudónimo porque no quería perjudicar la imagen de José Emilio. Pocos años después, José Emilio Pacheco la convenció de abandonar su pseudónimo, “con éxito o no, con premios o no, si esto es lo que te gusta hacer, hazlo. No dejes que la gente y el mundo te doblegue”, le dijo. “Ahí se murió Juan Ángel Real y nació una mala escritora de primera línea”, dice entre risas.
Entretanto, entre los setentas y ochentas, comenzó a colaborar en El Sol de México y El Día, llegó a ocupar en 1980 el cargo de jefa editorial en la Revista de la Universidad de México, de ahí se pasó a La Jornada, en 1986, con Mar de historias. Posteriormente llegaría a la revista Siempre!,“me puse a contar las cosas de la vida diaria y me fue bastante bien”, de ahí el director del suplemento cultural de Siempre! la invitara a realizar entrevistas junto a la fotógrafa Daisy Ascher—quien fue una de las fotógrafas retratistas más emblemáticas del México del siglo XX, fotógrafa de artistas mexicanos.
Cristina Pacheco pone en alto el emblema de la cultura omnipresente. La cultura a flor de banqueta y las bellas artes forman el esqueleto fundamental de su acervo periodístico y literario. Ella recolectó la belleza de la cultura en las calles y en los estudios de artistas, en los teatros y en las casas de sus entrevistados, en los barrios más golpeados de la ciudad y en su estudio de Canal Once.
Hay que mencionarlo, Cristina Pacheco rompió con el arquetipo de las conductoras al frente de las cámaras de televisión, blancas, rubias, y un largo etcétera que ya conocemos. Ella fue la primera en salir a las calles, con micrófono en mano y camarógrafo enfrente, a entrevistar a la gente de oficio, a obreros y amas de casa, a lavanderas y organilleros, a herreros y estilistas, a usuarios de casas de empeño, y en otro espacio —Conversando…— a arquitectos, pintores, escritores, deportistas, científicos, actores, cantantes, bailarines. Entrevistó, básicamente, a todos los oficios y a todas las artes de México.
La grave situación de salud de Cristina Pacheco la orilló a despedirse de sus dos programas televisivos y de su columna Mar de historias. El pasado 3 de diciembre fue su última columna, con una breve despedida para sus lectores y equipo editorial. Estamos frente a la despedida de un hito en el periodismo y en la literatura.
“La vida es tolerable si uno la cuenta”, dice Cristina Pacheco, “hay que contar lo que a uno le pasa, lo que le pasa a los demás, ¿por qué? Porque somos muy pequeños, somos 120 millones de habitantes [en México], tiene que haber alguien que recoja las grandes vidas pequeñas, ése es mi oficio, en eso me pierdo, en eso me voy a acabar y en eso quiero terminar mi vida, espero que sea muy larga”.
En mayo de este año, me dijo: “creo que las calles son siempre los mejores escenarios”. No puedo estar más de acuerdo, en esta frase se encapsulan los intereses de Cristina Pacheco, nuestra gran cuentista, periodista y cronista de la vida popular mexicana, quien siempre reservó su opinión política. Es, quizá, la única escritora y periodista que aborda en sus espacios un contenido meramente cultural, artístico y literario, sin mostrar una pizca partidista, algo de celebrarse. El periodismo necesita escritores con esa inclinación, alejada de la política y orientada hacia la riqueza cultural y artística. Extrañaré mucho sus entrevistas, y ni qué decir de sus cuentos en Mar de historias (de La Jornada), la única columna en México que domingo a domingo publicaba un cuento.
La despedida de Cristina Pacheco deja un vacío no sólo en la televisión y en el periódico, sino también en la memoria de los mexicanos, generaciones enteras de mexicanos que extrañaremos sus historias. Larga vida a Cristina Pacheco.
P. D. El año pasado escribí mi columna en Pie de Página: “Cristina Pacheco, viandante de historias”, a propósito de su galardón más reciente, el Premio Nacional de Literatura Inés Arredondo 2022. Escribí otro artículo que se publicó este sábado 9 de diciembre en El Cultural (suplemento cultural del periódico La Razón, titulado “El legado de Cristina Pacheco”).
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Évolet Aceves escribe poesía, cuento, novela, ensayo, crónica y entrevistas a personajes del mundo cultural. Además de escritora, es psicóloga, periodista cultural y fotógrafa. Estudió en México y Polonia. Autora de Tapizado corazón de orquídeas negras (Tusquets, 2023), forma parte de la antología Monstrua (UNAM, 2022). Desde 2022 escribe su columna Jardín de Espejos en Pie de Página. Ha colaborado en revistas, semanarios y suplementos culturales, como: Pie de Página, Nexos, Replicante, La Lengua de Sor Juana, Praxis, El Cultural (La Razón), Este País, entre otros. Fue galardonada en el Certamen de ensayo Jesús Reyes Heroles (Universidad Veracruzana y Revista Praxis, 2021). Ha realizado dos exposiciones fotográficas individuales. Trabajó en Capgemini, Amazon y Microsoft. Actualmente estudia un posgrado en la Universidad de Nuevo México (Albuquerque, Estados Unidos), donde radica. Esteta y transfeminista.
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