Se entiende la urgencia de López Obrador y su gobierno por retomar el paso; las medidas de confinamiento están causando estragos en la economía. Pero eso no debería llevar a relajar la sana distancia.
Ernesto Núñez Albarrán
Twitter: @chamanesco
Cuando faltan seis días para que concluya la “Jornada Nacional de Sana Distancia”, México enfrenta el momento de mayor transmisión de la enfermedad generada por el nuevo Coronavirus SARS-COV-2.
Los cálculos gubernamentales sobre el desarrollo de la enfermedad fallaron. La expectativa de reactivar la economía, reiniciar clases y reanudar giras presidenciales en junio se topa con la realidad y la contundencia de los datos que el subsecretario Hugo López-Gatell da a conocer cada día a las 19:00 horas.
En sólo una semana, la enfermedad avanzó lo que había avanzado en dos meses: más de 20 mil contagios y más de dos mil fallecimientos en sólo siete días.
Las cifras de la Secretaría de Salud han sido cuestionadas por expertos e investigaciones periodísticas que advierten sobre un enorme subregistro de contagios y muertes, pero aún sin hacer otras proyecciones, los datos oficiales bastan para provocar preocupación y alerta. Y para anticipar que la siguiente fase de la crisis –la llamada “nueva normalidad”– se parecerá más a la parálisis actual, que a la antigua normalidad.
La semana que termina fue la de mayores registros en todos los indicadores que la Secretaría de Salud ha establecido para medir y monitorear el avance de la epidemia en México.
De domingo a domingo, pasamos de 49 mil 219 casos confirmados en México, a 68 mil 620 casos.
Las defunciones reconocidas oficialmente por esta enfermedad pasaron de 5 mil 177 a 7 mil 394. El domingo 17 de mayo había 582 muertes en estudio y análisis; hoy, se reportan 595.
Los casos activos (registrados durante los últimos 14 días) se elevaron de 11 mil 105 a 14 mil 247.
Las camas ocupadas por enfermos de COVID-19 en todo el territorio nacional eran 8 mil 568 hace una semana; hoy, son 8 mil 779.
La cúspide de la curva no ocurrió entre el 6 y el 8 de mayo, como anunció el doctor Hugo López-Gatell el 21 de abril pasado, el día que anunció el inicio de la Fase 3, cuando aún se vislumbraba que el 18 de mayo algunos municipios regresarían a la normalidad y el 1 de junio todo el país iniciaría el regreso paulatino a las actividades.
El propio subsecretario ha bajado las expectativas, reservándose incluso la lista definitiva de los “municipios de la esperanza”, para no provocar retornos en falso a las actividades cotidianas.
En cuanto a la educación, muy lejos quedaron las palabras del secretario Esteban Moctezuma, que el mismo 21 de abril afirmó que el regreso a clases sería el 1 de junio.
Dos semanas después, el 13 de mayo, el funcionario reculó y aseguró que el regreso a las aulas se dará de manera escalonada, estado por estado y municipio por municipio, cuando las condiciones sanitarias indiquen que es seguro para los millones de alumnos.
Y en cuanto a las actividades del presidente Andrés Manuel López Obrador, las cifras indican que no podría –no debería– regresar a sus recorridos y actos masivos.
No sería lo más prudente, si lo más alto de la curva hasta el momento ha sido el periodo transcurrido entre el 17 y el 24 de mayo, y si no es posible, siquiera, saber durante cuánto tiempo más seguirán creciendo los contagios, ni cuándo comenzará el descenso en la transmisión del virus.
Se entiende la urgencia de López Obrador y su gobierno por retomar el paso.
Las medidas de confinamiento están causando estragos en la economía y en los planes de una administración con apenas año y medio en el poder.
Se sabe que López Obrador no comparte los indicadores y mediciones “creados durante el neoliberalismo”, pero no está de más recordar que la Secretaría de Hacienda prevé una caída del Producto Interno Bruto de -3.9 por ciento en 2020, y que el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval) advierte que la pobreza por ingresos podría aumentar hasta en un 8 por ciento en este año, pudiendo afectar a 10 millones de personas.
Se sabe que, en todo el mundo, esta crisis causará más desempleo y marginación, y que es falso eso de que el COVID-19 es una enfermedad que afecta “a todos por igual”. Hoy, ya se puede prever que, como siempre, serán los más pobres los más afectados por la pandemia.
Un gobierno que puso a los pobres al centro de sus políticas públicas debe estar desesperado por la parálisis de la economía, pero eso no lo debe llevar a relajar las medidas sanitarias en el peor momento de la epidemia, ni a jubilar a “Susana Distancia” antes de tiempo.
En términos de salud, económicos y políticos, la última semana de mayo será crucial. Lo que se decida y se haga podría marcar, para siempre, el futuro de la “cuarta transformación”.
Periodista desde 1993. Estudió Comunicación en la UNAM y Periodismo en el Máster de El País. Trabajó en Reforma 25 años como reportero y editor de Enfoque y Revista R. Es maestro en la UNAM y la Ibero. Iba a fundar una banda de rock progresivo, pero el periodismo y la política se interpusieron en el camino. Analista político. Subdirector de información en el medio Animal Político.
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